El proyecto está en un punto crucial. La nueva comisión negociadora, con algunas personas conocedoras y comprometidas en la materia, no parece tener el mismo peso y perfil de la anterior. La encargada de dirigir las negociaciones internacionales, con un pasado político controvertido y que habría defendido alguna vez los intereses de la Texaco, a más de haber sido la gran porrista del TLC, no demuestra conocimientos ambientales.
Ex ministro de Energía, Minas y Petróleo y ex presidente de la Asamblea Nacional Constituyente
Cuando a principios de 2007 se estipuló dejar el petróleo bajo el suelo del Parque Nacional, la conmoción – local y mundial- fue inmediata. Uno de sus principales impulsores sigue sosteniendo el beneficio que trae para el Ecuador, no solo a nivel ambiental, si no también cultural, económico y, por qué no, político
Desde que se planteó oficialmente la Iniciativa Yasuní-ITT, a inicios del año 2007, afloraron dudas; muchas dudas. La idea de dejar 850 millones de barriles de crudo pesado en el subsuelo amazónico a cambio de una compensación internacional causó y causa aún estupor. En una economía adicta al petróleo, proponer no extraer el 20% de las reservas de crudo del país, asomaba como una locura a tiempo completo. Y esta idea loca fue cobrando adeptos y fuerza.
Más allá de las dudas que aún le persiguen, la aceptación del presidente Rafael Correa y su posterior apoyo fueron decisivos. A él se debe que la opción de dejar el crudo en tierra se convierta en la primera posibilidad, dejando en segundo plano la opción de extraer el petróleo, sobre la que se había trabajado desde hace mucho tiempo atrás. Los intereses petroleros, prestos a saltar sobre el ITT, fueron forzados a frenar su ímpetu. Lo interesante es reconocer que esta iniciativa fue surgiendo poco a poco en la sociedad civil, desde hace mucho tiempo atrás. Esta idea, presentada y defendida por el entonces ministro de Energía y Minas, no tiene gerente-propietario alguno. Con seguridad la idea surgió en la cabeza de quienes sufrían los embates de las petroleras en la Amazonía. Alguna vez, alguna persona, hastiada de los atropellos de la Texaco, habrá estallado: ¡basta a la explotación de petróleo en la Amazonía! Desde entonces, nutriéndose de un duro y largo proceso de resistencia, se fue construyendo la tesis de una moratoria petrolera en el centro sur de la Amazonía ecuatoriana. En un momento histórico, en el que se consolidaron luchas surgidas desde diversos sectores de la sociedad, la tesis de la moratoria pasó a formar parte del plan de gobierno de Alianza País en la campaña electoral del ahora presidente Correa. Poco más adelante, tal como se anotó al inició, se convirtió en la iniciativa de dejar el crudo en tierra en el ITT, sin marginar la propuesta matriz de alentar la mencionada moratoria como paso indispensable para forzar una transformación estructural del régimen de acumulación primario-exportador.
El sendero seguido por la propuesta desde su aterrizaje en el ámbito oficial ha sido sinuoso. Avances y retrocesos, conquistas y contradicciones han marcado su camino. Lo interesante, realmente lo sorprendente es que esta locura haya echado raíces. En el exterior las voces de aliento se multiplicaron rápidamente. Las posibilidades de cristalizar algo que parecía impensable afloraron en las sociedades, así como en los parlamentos y los gobiernos en Alemania, España, Bélgica, Francia, Noruega, Gran Bretaña… El eco positivo se expandió aceleradamente, sobre todo por ser una posibilidad cierta de enfrentar el calentamiento global, evitando una masiva emisión de CO2 por más 410 millones de toneladas. Lamentablemente, cuando el proyecto comenzó a emitir claras señales de éxito, el propio presidente Correa, víctima de sus temores y contradicciones, le propinó un duro golpe. Siendo el único gobernante en el mundo que tenía una propuesta concreta y vanguardista para enfrentar el calentamiento global, sin argumento válido alguno, se marginó de la cumbre de la COP-15, en Copenhague. Después de haber autorizado la firma del acta de compromiso del fideicomiso internacional en dicha cumbre, a última hora, cambió de opinión. Y días más tarde, con una desacertada declaración el 9 de enero de este año, desbarató la comisión negociadora provocando incluso la salida de su canciller, un verdadero puntal de la iniciativa. En el aire quedó flotando la sospecha de que los intereses petroleros habrían recuperado una posición preponderante; el éxito de la Iniciativa Yasuní-ITT, impensable hace tres años, fue despertando una serie de reacciones en su contra en la medida que se consolidaba. Los aparentemente aletargados representantes y tinterillos de las petroleras, a raíz de las declaraciones presidenciales, han desplegado una gran campaña de desinformación en contra de la iniciativa. Un ex presidente de Petroecuador, hoy cónsul del Ecuador en Houston, regresó para defender las tesis extractivistas indicando que los riesgos ambientales disminuirían gracias a los últimos avances tecnológicos. El presidente de Petroamazonas, empresa estatal, se ha unido a este coro de petroleros ansiosos por hincarle el diente al ITT.
El exabrupto del presidente Correa impacto internacionalmente. Sobre todo entre los potenciales contribuyentes. La credibilidad en la iniciativa cayó. Sin embargo, paradójicamente, dentro del país mucha gente pudo enterarse por primera vez, sobre esta iniciativa. Es más, ahora, una gran mayoría de los que la conocen, la apoya: más del 73%.
La reacción positiva de la ciudadanía resultó sorpresiva. Inclusive se podría suponer que el reposicionamiento a nivel gubernamental es explicable por esta respuesta. El presidente, sorprendiendo nuevamente, aseveró que la Iniciativa Yasuní-ITT sería el “proyecto emblemático” de su gobierno. No obstante, para que esto sea realidad se esperan señales claras. Se precisa coherencia y consistencia a nivel gubernamental. Resulta indispensable firmar un fideicomiso que dé confianza a los potenciales contribuyentes, sin afectar la soberanía ecuatoriana. Este equilibrio entre confianza y seguridad es crucial. Sin embargo, siendo importantísimo el fideicomiso, no es suficiente. Por otro lado, Correa debería dar otras señales de respaldo. Convendría que se comprometa formalmente a no explotar el ITT durante su gestión; eso daría 3 años de plazo estable a las negociaciones. Se espera por igual que no se desarrollen actividades petroleras en los márgenes del ITT. Inclusive convendría incorporar el bloque 31 al ITT; en dicho bloque hay poco petróleo, cuya rentabilidad se aseguraría explotando el ITT. Igualmente habría que comprometerse a no explotar crudo en los márgenes del ITT. Sería importante que se ausculte la posibilidad de que en el Perú se dé un tratamiento similar al bloque 67, directamente vecino del ITT: una zona de similares características de biodiversidad y con presencia de pueblos no contactados, pero con apenas una tercera parte de las reservas existentes en el lado ecuatoriano.
El proyecto está en un punto crucial. La nueva comisión negociadora, con algunas personas conocedoras y comprometidas en la materia, no parece tener el mismo peso y perfil de la anterior. La encargada de dirigir las negociaciones internacionales, con un pasado político controvertido y que habría defendido alguna vez los intereses de la Texaco, a más de haber sido la gran porrista del TLC, no demuestra conocimientos ambientales.
En estas circunstancias la sociedad civil debe estar atenta. El presidente Correa, en un momento dado, podría hacer fracasar el proyecto… haciendo parecer como que la comisión negociadora, nombrada por él, no funcionó. Él podría endilgar la culpa a los países desarrollados por no contribuir al financiamiento…
La real garantía de éxito de la Iniciativa Yasuní-ITT radica en la sociedad civil de Ecuador y del mundo. Tenemos que apropiarnos del proyecto.
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