Es frecuente escucharle a los padres cuando se refieren a la herencia que desean transferirle a sus hijos: “no les dejaré bienes, pero si una buena educación”,

es una expresión que envuelve la importancia que reviste la preparación de las gentes con el conocimiento para enfrentar los avatares de la vida, por ello si una sociedad en verdad pretende ser equitativa lo mínimo que debe hacer es garantizarle a sus integrantes condiciones para que se eduquen tanto como puedan y quieran con calidad, la equidad no puede medirse por los susidios o los taxis repartidos, sino por la formación integral que se imparta a la población.

 

Por ello resulta especialmente odiosa la reforma a la educación superior que acaba de presentar al gobierno de Santos a consideración del Congreso y que los muchachos acompañados de sus profesores, han rechazado de manera tajante.

Apelando a necesidades sentidas y expresadas por la comunidad universitaria, el gobierno propone la nueva normativa que se ajusta al espíritu de lo negociado con los Estados Unidos en el TLC, la educación como un nuevo filón de negocio para los capitales ociosos y libertad absoluta para el acceso de los prestadores de “servicios educativos”, como eufemísticamente lo denominan los reyes del business.

Las Naciones que hoy jalonan el crecimiento económico del planeta: China, India y Brasil optaron por fortalecer su aparato educativo, en especial el de nivel superior con enormes recursos públicos, para garantizar mayor cobertura y calidad, por ello aunque paralelamente funcionan universidades privadas, las que financia el Estado son las de mayor reconocimiento por su calidad y sus programas de investigación.

Carl Sagan, un brillante científico y astrónomo norteamericano, que nos ofreció la maravillosa serie televisiva Cosmos, en donde de manera sencilla nos devela infinidad de misterios del funcionamiento del universo, en uno de sus libros: “El mundo y sus demonios”, alertaba sobre el futuro declive de su país por la sistemática reducción de los presupuestos para investigación y en contraste la creciente influencia de naciones como Japón en el mundo desarrollado explicable por el incremento en los recursos públicos para el desarrollo científico.

Con la mordacidad que lo caracterizaba, aludía a las enormes aplicaciones prácticas que se desprendieron de investigaciones que hicieron científicos aparentemente desconectados de la realidad y financiados por los recursos de instituciones educativas estatales: la explicación del espacio electromagnético de Maxwell que fundamentó la radio, el radar y la televisión, el estudio de las bacterias de Fleming en un queso mohoso, que culminó con el uso de antibióticos, o los estudios de madame Curie alrededor del radio que terminaron facilitando una terapia contra el cáncer, todas aplicaciones en la industria con beneficios para las gentes y fabulosas utilidades para los empresarios que las desarrollaron.

La naturaleza de las instituciones Universitarias es la investigación, hoy el costo de la investigación básica y especialmente la experimental son sustancialmente altos, solo asimilables por el gobierno, esta es la única capaz de resolver a futuro problemas que necesitan solución para la preservación de la humanidad, pero hay un inconveniente, no se sabe cuál de ella de en la diana, es posible que mucha no termine siendo de utilidad, ¿los inversionistas estarán dispuestos a correr este riesgo?, por supuesto que no, así pues si el gobierno abandona la educación superior a manos del sector privado, este únicamente invertirá en lo que pueda garantizarle réditos a corto plazo, ¿qué pasará con aquella que requiere de tiempo y recursos cuantiosos?

En un mundo donde la desigualdad es la característica principal, una política educativa responsable, sería al decir de Sagan: “una luz en medio de la oscuridad”.

 

Moir