El Estado debe apoyar con todo a los 560 mil cafeteros. Ojalá se logre hacer un proceso de paz en Colombia. La Corte Constitucional tumbó los artículos 60, 61 y 62 del PND. El presidente de la República y un asesor del minagricultura aclaran que van cero restituciones. La Contraloría pide investigar falsedades en el ministerio de Agricultura. Veinte mil cafeteros en Manizales prueban que la situación es mala. 

 
El café sigue siendo de una importancia capital en la vida del país. En la base de la crisis están los malos precios. Se juntan café escaso con precios bajos, pobreza vieja y revaluación. Hoy los precios internos del café no compensan ni siquiera los costos de producción. Drástica caída de la producción. ¿Por qué Brasil y Vietnam sí y Colombia no? Tiendas Juan Valdés y cafés especiales, falsas soluciones. ¿Cuántas son las hectáreas sembradas? Rechazo al aumento de los impuestos cafeteros. La revaluación, en la base del drama. La responsabilidad recae en el binomio Federación de Cafeteros-gobiernos.
 
Empiezo haciendo unas menciones a unos temas del agro que hemos venido debatiendo en esta Comisión. Podrán generar debate, pero simplemente los quiero dejar planteados. El tema que está sobre la mesa, calientísimo, y que además le interesa al agro, es el proceso de paz y quisiera aprovechar para fijar el punto de vista del Polo. Para el Polo es fácil opinar hoy, porque nosotros nacimos con este asunto teóricamente resuelto. Desde el momento en que se crea, el Polo deja muy claro en su programa dos puntos sobre la violencia horrible que padecemos los colombianos desde hace 50 años. Primero, que estamos en contra de la lucha armada, del atentado personal, del secuestro, de todas las formas de violencia que se han utilizado en Colombia. Es una posición de principios del Polo. Así nacimos y, en mi caso, es lo que he dicho toda mi vida. Siempre me he expresado en desacuerdo con esa manera de hacer las cosas. Lo segundo, pensamos que ojalá se logre hacer un proceso de paz en Colombia, paz que entendemos como que el Estado recupere el monopolio sobre las armas, monopolio que nunca se debió haber perdido, monopolio que además el Estado deberá ejercer mediante criterios por completo democráticos. Hacemos votos entonces porque salga bien. Entendemos que ha habido frustraciones grandísimas y esperemos que no se repitan, como tampoco los errores. No vamos a ser obstáculo en ese proceso, que ojalá se desarrolle con prontitud.
 
Lo segundo es lo siguiente: la semana pasada la Corte Constitucional tomó una decisión sobre una demanda que interpusimos el representante a la Cámara, Wilson Arias, también del Polo, y yo, contra tres artículos del Plan Nacional de Desarrollo, los artículos 60, 61 y 62, y afortunadamente, la Corte nos dio la razón. Eran los tres artículos mediante los cuales al Gobierno cambió de fondo, a nuestro juicio para mal, la política de manejo de baldíos del Estado colombiano. Nosotros señalamos que ese cambio era ilegal además de inconveniente, porque violaba artículos claros de la Constitución. Era una política para impulsar la concentración de la tierra y que les quitaba el derecho a los pobres del campo sobre esas tierras. No voy a entrar en detalles. Simplemente, señalar que la Corte Constitucional nos dio la razón y pienso que es un gran acierto, porque esos tres artículos eran inconstitucionales y contrarios al ordenamiento jurídico colombiano. Y aprovecho para hacer una advertencia. Que esa política se haya hundido por una demanda mía y de Wilson Arias no significa que yo me oponga a que en el agro haya producción empresarial. Creemos que debe haber un agro de tipo dual, con producción campesina y empresarial, como bien lo ilustra la economía cafetera, cuyo éxito relativo es evidente. Hay producción empresarial muy importante y también producción campesina muy importante. Es el modelo que nosotros defendemos. Creemos que la política que afortunadamente se hundió iba contra esa idea.
 
El tercer punto es la política de restitución, un tema que hemos debatido con el ministro tanto tiempo. Voy a citar dos fuentes insospechadas que a mi juicio finiquitan la discusión. Afirma el presidente Santos: “Quien dice que hasta el momento no se ha entregado una hectárea por restitución de víctimas, dice la verdad”. Estamos en cero hectáreas restituidas. Y dos, una más importante, del doctor Alejandro Reyes, asesor del ministro de Agricultura. En una entrevista, La Silla Vacía le pregunta por qué hay confusión en lo de las hectáreas restituidas, la comisión se acordará de mis debates al respecto, y el doctor Alejandro Reyes responde, cito textualmente. “Pienso que sí hubo cierta ligereza en el manejo de las cifras y ciertas imprecisiones en la manera de presentarlas sobre todo por parte del Presidente (el Presidente de la República) cuando anunció como restitución a la población desplazada lo que era asignación y titulación de baldíos que traía una inercia del pasado”. El punto que hoy se aclara fue en buena medida el objeto mis debates Se estaba presentando como restitución de tierras a víctimas de la violencia cosas que no lo eran. Pero además, ayer la Contraloría General de la República le pidió a la Procuraduría que investigara a los funcionarios del Ministerio de Agricultura. No sé a quiénes, tengo apenas la información de la prensa. El ente de control investigará la posibilidad que según él existe de que desde el Ministerio de Agricultura se le dieron cifras falsas a la Presidencia de la República. Leo el primer párrafo del informe de prensa de Caracol Radio. El titular es: “Contraloría pide investigar cifras presuntamente falsas de Min Agro”, y añade: “La Contraloría trasladó el material probatorio a la Procuraduría para que investigue si los datos son falsos e inicie las acciones contra funcionarios del Ministerio. En un estudio de seguimiento a la puesta en marcha a la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras realizado por la Contraloría encontró que el Ministerio de Agricultura estaría entregando cifras presuntamente imprecisas sobre la Ley en la que se está basando el gobierno de Juan Manuel Santos, etc., etc.” Esperemos a ver qué van a decir los organismos de control. Mi sorpresa sería que alguien no terminara mal parado, porque a mi juicio lo que sucedió es por completo inaceptable.
 
Hay algo más sobre restitución de tierras que me tiene muy preocupado, señor ministro, y me imagino que a usted también. Es que también la Contraloría, la Procuraduría, etc., en un informe sobre la política de restitución de tierras, descubrieron un hecho que yo no sabía y que me parece muy grave y es que de las 18 mil solicitudes de restitución en números redondos, el trámite en firme no se ha podido empezar sino para el dos por ciento, solo para cuatrocientos casos. ¿Por qué? Porque no se cumple una norma sobre microfocalización o focalización. Dice el informe: “Por tanto, solo sobre esta proporción (dos por ciento) se adelantó el estudio previo, el resto de las solicitudes no inician el proceso porque el predio no se ubica en una zona focalizada, las víctimas no van a tener una solución rápida para resarcir el despojo”. Lo tomo textualmente del informe para mostrar que tenemos un lío que complica mucho el asunto. Ya sabemos que no va ni una hectárea restituida, que fracasó la restitución administrativa y la otra, la de la Ley 1448, apenas está empezando. Y ahora surge este lío, cuando se habla de que hay que hacer unas 300 mil restituciones, yo creo que es hasta el 2021, pero esa es la cifra que dan.
 
Por último, la percepción de la gente del agro con respecto a lo que está pasando es muy negativa. La encuesta de opinión empresarial agropecuaria Andi-BanAgrario-Finagro-SAC, de marzo de 2012, señala que la percepción de las gentes del campo viene deteriorándose con respecto a sus condiciones. En el primer semestre todos los subsectores opinan que la situación va en creciente deterioro. En el sector pecuario, la percepción negativa crece del 15 al 26%, en el banano del 30 al 39%, en palma y caña del 19 al 24%, en economía campesina del 20 al 40%, en avicultura del 12 al 29%, en ganado de carne del 19 al 30% y en ganado de leche del 19 al 25%, cifras que darían para un debate entero, pero simplemente las dejo señaladas.
 
Gran movilización prueba que la situación del café es mala
 
Con esta introducción, entremos al tema del café. Es sabido que la situación del café es mala. Una buena prueba es esa enorme movilización que se hizo en estos días en Manizales, donde cerca de 20 mil caficultores reclamaron cambios y soluciones en la política cafetera.
 
Voy a empezar haciendo una precisión bien desconocida, porque, claro, siempre aparece: ¿quién tiene la culpa, los cafeteros, la Federación, el gobierno, quién? Es bueno entonces que se conozca una información también desconocida: ¿quién manda en el Comité Nacional de Cafeteros, el máximo organismo de dirección? Según los estatutos, el Comité está constituido por tres ministros, el jefe de Planeación y quince voceros de los comités departamentales. Parece que allí mandaran los caficultores. Pero el artículo 15 establece: “El ministro de Hacienda y Crédito Público tendrá tantos votos como sean necesarios para equilibrar el poder de voto entre el gobierno y los representantes cafeteros”. O sea que el ministro de Hacienda detenta tantos votos como para por lo menos empatar. Así los cafeteros sean mayoría, no pueden decidir lo que ellos quieran. El artículo remata: “Cuando ocurran empates, los dirimirá el Presidente de la República”. Lo sabe de memoria el doctor Juan Camilo Restrepo, que ha estado de los dos lados de la mesa, del lado de la representación gremial y de lado del gobierno, y lo quiero señalar porque en el tema de las responsabilidades políticas es importante saber quién es el que manda y cómo se reparten las responsabilidades.
 
Lo segundo que quiero mencionar es que la Federación está haciendo una campaña de propaganda para insistir en que los colombianos debemos saber más de café. Me parece sensato que los colombianos sepan más de café, pero primero necesitamos que sepan cuál es el drama de los cafeteros y cuál es la importancia del café en nuestra economía. Los gurús del neoliberalismo han asumido un discurso de menospreciar al café: ya no vale la pena, parecen decir, es más importante el petróleo, la caficultura es algo como caduco y del pasado y representa en el Producto Interno Bruto un porcentaje muy pequeño y entonces, si se acaba, no importa. Es uno de los peores errores que se puedan cometer en Colombia, porque es verdad que el café ya no pesa lo que pesaba antes, pero estamos hablando de 560 mil familias propietarias de predios cafeteros, estamos hablando de un sector vital en la economía de 600 municipios y estamos hablando de que ese sector es el primer empleador del campo colombiano. El café emplea casi cuatro veces lo que emplean los sectores de flores, banano, palma y azúcar sumados, o sea, es de una importancia capital en la vida del país, en lo económico y en lo político. Se necesita mucha miopía para no entender la importancia de la caficultura, aun cuando se exporte más petróleo. Y esa es una discusión, digamos, de otro canasto. También importa que los colombianos sepan que en el mundo del café, con todo y crisis, se mueven grandes cifras: millones de sacos, miles de millones de dólares. Sumas tan grandes transmiten una idea equivocada, sobre todo en tiempos pasados, cuando el gran boato de la Federación de Cafeteros alcanzaba incluso para que el doctor Juan Manuel Santos se fuera y viviera diez años en Londres, codeándose con la aristocracia del Viejo Continente. Se ha transmitido entonces la idea de que en el café sobra la plata, que es un negocio de ricachos y que la situación está muy bien.
 
Voy a dar entonces algunas cifras, importantes por lo que voy a plantear enseguida, que aquí hay una crisis estructural, un problema mucho más grave de lo que el país y las instituciones se avienen a reconocer. Son cifras de la Encuesta Cafetera del año 97, a mi juicio el último gran estudio que se ha hecho. Las cifras hoy son peores, pero ya en aquel año eran bien malas. El cafetal promedio se redujo, de las 550 mil familias, de 3,5 hectáreas a 1,5 hectáreas. El 95% de los cafetales tiene menos de cinco hectáreas; el 88% de los cafetales, menos de tres hectáreas; el 60% de los cafetales, menos de una hectárea, es decir, 350 mil familias no poseen más de una hectárea. Es mucha pobreza la que hay. El 31% de las familias cafeteras no cuenta con energía eléctrica, el 63% carece de acueducto, el 94% está sin alcantarillado. Necesidades Básicas Insatisfechas del 60%, pobreza del 31% y miseria del 28%, hacinamiento crítico del 15%. Esta es la foto del año 1997. Creo que hoy puede estar peor o por lo menos igual.
 
Porque aquí hay un problema estructural. Miren este resumen que hizo el periódico La República, en 1997, cuando salió este estudio: “Se avanza en un acelerado proceso de proletarización del sector”. ¿Qué quiere decir? Que los campesinos están empobreciéndose tanto que ya no parecen campesinos sino más bien jornaleros, obreros agrícolas. Que las parcelas se han reducido tanto que muchos ya no alcanzan a vivir de ellas y tienen que aplicarse como jornaleros una parte del año. No es raro que los caucanos, de donde es el señor gerente, tengan que irse una parte del año a Cali a trabajar en la construcción, porque de la sola parcela cafetera no pueden subsistir. Me dieron esta cifra ayer, señor gerente. Cauca: ¡65 mil hectáreas y 90 mil productores! Es un lío mayúsculo y quisiera que en esa campaña de que los colombianos sepan de café, esta ecuación no se saliera de la cabeza.
 
La gran movilización que se hizo a Manizales, en la que participamos gentes de todos los sectores políticos, así tengamos diferencias en otros temas, es la expresión de un drama de proporciones mayúsculas. Ya mencioné la pobreza estructural, pero también la producción se vino en picada y los precios, que estuvieron medio buenos durante un corto periodo, volvieron a hundirse. Y entonces se juntan poco café con mal precio y pobreza vieja y se nos agranda el lío. La crisis no acaba de empezar y todas estas cosas las he tenido que repetir, doctor Genaro Muñoz, para que la gente sepa de qué estamos hablando. El café lleva 20 años de crisis, lo sabe el doctor Restrepo, el doctor Muñoz, lo sé yo que hemos estado toda la vida en este asunto, y hay que contárselo a todo el mundo. Estamos en crisis desde el 90, con altibajos. Hay cafeteros que se han quebrado una, dos y tres veces, que tuvieron que vender un pedazo de su finca, sacar a sus hijos de los colegios y hoy están en una situación especialmente complicada.
 
En la base de la crisis están los malos precios
 
Es fácil entender que en la base de la crisis están los malos precios. Malos precios, ¿por qué? Hay que decirlo ahora, cuando ve uno tanto fanatismo del jefe del Estado con el libre comercio: la primera víctima del libre comercio fueron los cafeteros. El libre comercio acabó con el Pacto Internacional del Café y lo que pasó fue que el control del negocio pasó a manos de trasnacionales. Y entonces tenemos que en 1990, de un negocio que valía alrededor de 30 mil millones de dólares, a los cafeteros del mundo les tocaban 10 ó 12 mil millones de dólares. Hoy el negocio vale 70 mil millones de dólares y a los cafeteros del mundo les tocan 5 mil. Lo que ha habido es un aumento de la exacción de las trasnacionales sobre el negocio cafetero y unos pocas están reventando a la caficultura del mundo y particularmente a la nuestra. Hoy los precios internos del café no compensan siquiera los costos de producción. Hay un número inmenso de productores produciendo a pérdida. Cuanto más café producen, más plata pierden.
 
Con una advertencia: los precios internacionales del café pueden hundirse todavía más de lo que están. No están hoy en los más bajos históricos. Después del rompimiento del Pacto del Café alcanzó a bajar el precio internacional a menos de 70 centavos de dólar la libra. Hoy está por 1,63 dólares la libra, pero esos 70 centavos muestran hasta dónde puede caer. Y bueno, soy de los que creen que en Europa, en Estados Unidos, en Asia, se está incubando una crisis que, a mi juicio, va a ser de proporciones bíblicas. Un fenómeno que puede superar hasta el pronóstico más pesimista es lo que puede terminar sucediendo con la economía mundial y que puede arrastrar a Colombia y a la economía cafetera, porque, finalmente, el café no es un bien de consumo básico y la gente puede renunciar a él o empeorar las mezclas sin ninguna proporción. Luego, digamos que el Estado colombiano tiene que mirar la situación con mucha seriedad, porque se nos pueden venir tiempos todavía más complicados.
 
A estas realidades de tipo global se vienen sumando otras. Los costos de producción del saco de café han venido subiendo en proporciones enormes. Prácticamente, del 2002 al 2010, se han doblado los costos, de 66 centavos a 1,30 centavos. Han subido los precios de los insumos, de los abonos, etc. Y lo cierto es que producir café nos vale mucho más ahora cuando los precios no están compensando.
 
Drástica caída de la producción
 
Hay un hecho también muy grave que miré con mucho detenimiento y que se desprende de los datos que me dio el gobierno y de los datos de la Federación de Cafeteros. En los últimos cinco años ha caído cerca de 30% la producción por hectárea, no haciendo promedios con hectáreas que están por fuera, sino con las que están en producción. Lo que el dato está marcando es el envejecimiento de los cafetales, la falta de abonamientos, de desyerbas, de una serie de prácticas culturales que es donde se refleja la crisis. Cuando las cosas se ponen mal, la gente no puede cuidar su cafetal como debería. Y todo al final se resume en un punto que, diría, es el más grave de todos: la producción nacional ha caído a niveles inaceptables. De no recuperarse, nadie sabe a dónde va a parar.
 
En 2007 estábamos en unos 12,5 millones de sacos; en el 2009, en 7,8 millones; en el 2010, en 8,9 millones de sacos; en 2011, en 7,8 millones. En resumen, una caída notoria de casi 4 millones de sacos. La Federación está aduciendo que este año va a haber una recuperación. Ojalá. Me encantaría que eso sucediera, pero la verdad, me he vuelto como Santo Tomás. Me cuesta trabajo creer mientras no vea. Ojalá sea así. Los millones de sacos perdidos en los últimos años no son la única caída. Colombia llegó a tener años de producción de 16 millones de sacos, con estos mismos cafeteros, con este mismo parque cafetero, aun cuando reducido un poco, porque estamos del orden de 900 mil hectáreas. Entonces tenemos una crisis inmensa desde el rompimiento del Pacto del Café, que medio se estabiliza en los años 2007, 2006, 2005. Digamos que hemos caído piso tras piso.
 
No soy muy crédulo frente a la propaganda que está desplegando la cúpula cafetera, porque los hechos no son buenos. El doctor Aurelio Suárez, que sabe tanto de estas cosas y que le sigue la pista a todo el mundo con detenimiento, encontró hace poco que, en 2009, el doctor Gabriel Silva Luján predijo “un año dorado” antes de irse a la diplomacia a Washington y la cosecha ese año fue de 7,8 millones de sacos. En 2010, el doctor Genaro Muñoz predijo “un año muy diferente”. En 2011, también el doctor Muñoz predijo que “el año cafetero que se inició en octubre frente a un año atrás es muy bueno”, y resultó peor que el 2009. Hoy está diciendo lo mismo y da unas cifras, de las últimas semanas, que pueden servir de razonamiento o de argumentación. Termino esta parte diciendo que estamos muy mal. Ahora sí va a mejorar, dice la Federación. Lo voy a ver y si es así, me alegrará mucho, pero lo que hoy tenemos es malísimo.
 
Tan mala, que ya ni siquiera somos capaces de producir el café del consumo nacional. Me abochorna, compatriotas, me parece increíble, que Colombia esté importando el café del consumo nacional, unos 700 mil sacos al año. Que de este tinto que está aquí, la mitad sea hecha con café extranjero me parece inaudito y es una expresión de la crisis cafetera. Porque ese café deberíamos estarlo produciendo nosotros. En buena medida el crecimiento de la producción cafetera de Brasil se hizo aumentando el consumo nacional, pero vendiendo en el mercado interno lo que ellos mismos saben producir.
 
¿Por qué Brasil y Vietnam sí y Colombia no?
 
¿Cuál es la parte más complicada de este asunto? Empecé diciendo que en la base de la crisis están las maniobras de las trasnacionales y el libre comercio. Pero esa teoría, que es cierta y objetiva, tiene un aspecto que hay que mirar, porque si no, nos perdemos, y es que ha habido países que en las mismas condiciones internacionales negativas, han aumentado su producción y su participación en el mercado mundial. Uno tiene entonces que preguntarse qué es lo que pasa, por qué Colombia no y otros sí. Unos datos en este sentido: Brasil, en 1990, 27 millones de sacos, y en 2010-2011, 43 millones de sacos. A los brasileños les ha ido de maravillas. Vietnam, recién salido de una guerra feroz, pasó de 1,4 millones de sacos a 18 millones. La producción total mundial subió de 92 millones de sacos a 134 millones de sacos. A algunos les ha ido mejor que a Colombia, que cayó de 14 millones de sacos a 8,5 millones en el mismo periodo. Y si se mira por porcentajes, también. Brasil aumenta su participación en el mercado mundial del 26% al 39%. Vietnam pasa del 1 al 14 y, en cambio, Colombia la ve mermada del 14% al 6 por ciento, redondeando las cifras. Las trasnacionales nos tienen arrinconados y abusan de su poder, sí, pero qué pasa en Colombia, particularmente, en esta circunstancia que acabo de explicar.
 
Algo vi sobre ciertas características de la producción cafetera de Vietnam y de Brasil para compararlas con Colombia. En el caso de Vietnam, es evidente que el éxito guarda estrecha relación con un fortísimo respaldo del Estado a la caficultura. El gobierno toma la decisión de aumentar la producción y les brinda a los productores subsidios, garantías y otras mil cosas que se pueden hacer con mucho éxito. El caso de Brasil también tiene que ver con unas mejores políticas estatales. Pero lo que quiero reivindicar del caso brasileño es el aumento del consumo interno. Ante el hecho de que el mercado mundial puede estar medio copado y es más difícil cubrirlo con tantos competidores, Brasil se pone en la tarea de hacer un esfuerzo ingente para ampliar el mercado interno. Y ha tenido un éxito notorio. El consumo interno en Brasil entre el año 1990 y el 2011 pasa de 8 millones de sacos a 19, un crecimiento del 133%. El 44% de la producción nacional lo están echando en consumo interno.
 
En Colombia sucede al revés, estamos importando más de la mitad del consumo interno. Sobre el problema hay que poner los ojos, porque estoy haciendo este debate para saber qué vamos a hacer. Quienes en Colombia algo hemos estudiado el tema cafetero nos preguntamos qué vamos a hacer, porque, doctor Restrepo, es inaceptable lo que está sucediendo. Lo del consumo interno hay que mirarlo con detenimiento. Y doy desde ya una puntada: la pobreza de los colombianos es muy grande, aunque no es suficiente explicación, porque la de los brasileños también, aun cuando en los últimos años hayan tenido un respirito. Pero además el café colombiano es una café costoso al consumo interno, en términos relativos y en lo que tiene que ver con la pobreza de los cafeteros. En este sentido les planteo una idea para discutir, doctores Restrepo y Muñoz, como lo hace algún estudio de funcionarios del Banco de la República, sobre el cual, en general, no coincido, porque tiene un sesgo del libre comercio y creo que ya va siendo hora de que aceptemos que el libre comercio es una desgracia y que no puede seguir siendo la fuente de inspiración. Pero el hecho de que el marco general del estudio no me guste no niega cada palabra de lo que hay allí. Ellos llaman la atención sobre algo que se debería mirar con tranquilidad y es la posibilidad de producir en Colombia café de robustas. Es un tema que no debería ni plantear, porque políticamente es incorrecto decir que se mire y porque ya hay una reacción montada contra eso. Pero uno en la vida debe correr sus riesgos y pienso que la propuesta no se debe satanizar, sino mirarla con tranquilidad. ¿Es buena, es regular, es mala, por qué sí, por qué no? Es cierto que no se debe hacer a las patadas ni sacrificando a los actuales productores de otras variedades; no se trata de eso. Se trata de que lo miremos y determinemos si hay o no una posibilidad. Pero no nos cerremos a la banda, porque lo cierto es que del 90 hasta hoy la caficultura del mundo ha sufrido cambios importantes y es verdad también que hay países que producen distintas variedades sin que se les vuelva un asunto inmanejable. Me extiendo porque sé el lío de lo que estoy diciendo. Me protejo un poco, pero repito con toda tranquilidad, llamo a que este sea un tema que se mire y que se tomen las decisiones que correspondan, siempre cuidando lo que haya que cuidar en la caficultura.
 
Falsas soluciones
 
Creo que el gobierno nacional y la Federación, que actúan de consuno, aunque al final es el gobierno el que decide, trabajaron lo que a mi juicio son dos falsas soluciones para la crisis. Que no quiere decir que no se hubieran podido hacer, pero es evidente que fueron insuficientes. Una, el énfasis que se puso en los cafés especiales. No me opongo a que haya producción de especiales. Yo puedo tener un café orgánico, sin abonos, de ciertas altitudes, puedo vender la libra un poco más cara, no me opongo, hagámoslo, esa no es la discusión. Lo que pasa es que no era suficiente para atender la crisis. Es al punto al que quiero ir. Y si uno lo mira, hemos aumentado la exportación de especiales de una manera importante, pero seguimos en la crisis. Se trata de un negocio de mercado de nicho, que le puede servir a un determinado productor en unas condiciones especiales de clima, de calidad de tierras, etc., que esté dispuesto a suplir volumen por un mayor precio, pero el hecho cierto es que todo el café colombiano difícilmente podrá volverse especial. Fue una no-solución, sin que me oponga a que se haga.
 
Hubo otra no-solución, sobre la que mucho se habla y a la que le han hecho mucho ruido, porque este es un país que le hace ruido a todo, y es el famoso cuento de las Tiendas Juan Valdés. El nombre es muy sonoro y en ciertos círculos sociales se habla mucho de él y no voy a negar que las tiendas se ven bonitas y el café que se toma ahí es un buen café, si no fuera tan costoso. Pero lo que digo es que tampoco fueron capaces de enfrentar la crisis, porque las tiendas, aun cuando muevan un poco de plata, no son estrictamente un negocio cafetero, ni son de los cafeteros. Son de la Federación Nacional de Cafeteros, que no es lo mismo. Pero si algún día dan utilidad, y ojalá, doctor Muñoz, algún día la den, ningún ingreso de allí necesariamente le llega al productor. Entre 2006 y 2011, las tiendas Juan Valdés compraron 102 mil sacos de café, a un promedio de 17 mil sacos por año. Repito, no es lo que le resuelve el negocio al caficultor, porque nosotros tenemos una caficultura, que con todo y su crisis, produce varios millones de sacos al año. Y la inquietud es cómo hacemos para vender todo ese otro café. Reitero, no me opongo a que lo de las tiendas se haga, pero que se haga bien hecho, no tengo tiempo para detenerme en detalles. Hay cafeteros a quienes pusieron, tontamente, a comprar acciones de ese encarte. Lo único que hacen es provocarle un desgaste a un cafetero por allá bien varado que haya comprado acciones de esas tiendas.
 
¿Cuántas son las hectáreas sembradas?
 
Hay un punto sobre el que me toca aceptar las cifras, pero dejo constancia de mis dudas, porque ya algo planteé. Uno mira el cuadro de las hectáreas cafeteras y llama la atención que en una crisis tan larga, la caída de las hectáreas sembradas no sea tan grande. Tenemos que el pico máximo es en 1990, 1.145.000 hectáreas, y hoy estamos en 920 mil hectáreas. Recordemos que hubo años en que se pagó incluso para tumbar café, medidas heroicas que hubo, y no deja de llamarme la atención que sea muy alta la cifra. En estos días, alguien de dentro de la Federación me mostró unas fotografías del CICA, que presenté en una audiencia cafetera –y no las presento nuevamente, porque si uno plantea las cosas y no le hacen caso, hay que seguir–. Las fotos mostraban como sembradas áreas que no tenían café. Le pedí al ministro de Agricultura que se investigara el caso. El ministro le pasó el balón a la Federación y esta alega que no es así. Tengo mi conciencia tranquila, doctor Muñoz, porque son fotos de adentro de ustedes y lo que dicen es que aparecen como áreas sembradas en café las que no lo son.
 
No me sorprende que haya menos café. Ante una crisis de veinte años, cómo va a sorprender que haya ahora menos café. Ustedes dirán que sí hay esas 920 mil hectáreas. Bueno, si las hay lo único que prueba eso es que la productividad es malísima, porque el lío que tienen es que sobre hectáreas se puede decir cualquier cosa, pero sobre producción de café, ahí está la realidad. Entonces lo está sucediendo es que tenemos un montón de café sembrado que no está produciendo, porque las productividades son horriblemente bajas. Preferiría incluso que los mapas de esas fotografías estuvieran mal, y repito que no tengo por qué dudar de quien me informó, porque fueron mapas bajados del computador del CICA de la Federación de Cafeteros.
 
Buena parte de la caída de la producción, en buena medida el tema principal de este debate, tiene a mi juicio que ver con un problema de renovaciones. Digamos que la cúpula de la Federación lo ha venido presentando aduciendo que ya se va a salir de la crisis, porque se han renovado en los últimos años muchísimas hectáreas y da cifras muy grandes. Si fuera así, es probable que deba recuperarse la producción. Se me olvidaba mencionar algo: el clima ha contado. Vi los estudios pluviométricos de las últimas décadas, y efectivamente en los años pasados cayó mucha agua y sé que eso afecta negativamente las florescencias y los cafetales. No está en discusión, pero creo que el fenómeno es insuficiente para explicar un fenómeno de la gravedad del que padecemos.
 
Como estaba diciendo, la Federación afirma que se han renovado muchas hectáreas en los últimos años. Las cifras que tengo tampoco es que sean tantas. 2008, 70 mil hectáreas; 2009, 76 mil; 2010, 82 mil; 2011, 117 mil, todo sumado da un poco de hectáreas. Pero que se estén renovando muchas llevaría a la conclusión de por qué se están renovando tantas ahora y mejor no se renovaron antes. Lo voy a poner de más fácil comprensión y lo voy a decir de esta manera: no son muchas las que se están renovando. Hay una cosa que es más o menos conocida en economía cafetera y es que un cafetal bien tenido debe renovar cada año algo así como una quinta parte del cafetal, porque o si no, se envejece. Las normas técnicas obligan a buscar una producción que sea promedio todos los años. Como la mata llega un momento en que no da bien, y se cae la producción, usted lo que debe hacer entonces cada año es renovar un lote de su cafetal, para tenerlo siempre en buena edad y con niveles máximos de producción. La cifra está más o menos calculada en una quinta parte del cafetal al año. Si eso es verdad para la finca individualmente tomada, es verdad para la nación. Si no se renuevan los cafetales en esa proporción en el territorio nacional, llega un momento en el que se envejecen, y ojo, la productividad cae en picada cuando se pasa de los años óptimos. Entonces lo que sucede es que si tengo 900 mil hectáreas y asumo la fórmula de la quinta parte, podría ser un poco menos, pero eso es lo que dicen los técnicos, se deberían renovar 160 mil hectáreas de café al año para que no se envejezca el cafetal. Y con las cifras que da la Federación estamos bien lejos de llegar a ese promedio anual. Miremos la siguiente tabla que compara la renovación frente al área sembrada de cada año:
 
Año Ha sembradas Ha renovadas Renovadas/sembradas 2001 805 39 4,90% 2002 865 39 4,56% 2003 871 55 6,29% 2004 887 35 3,95% 2005 883 39 4,44% 2006 874 69 7,84% 2007 878 66 7,48% 2008 879 70 7,92% 2009 888 76 8,58% 2010 914 82 8,98% 2011 921 117 12,72%
 
La caficultura colombiana no está siendo capaz de mantener el parque cafetero en óptimas condiciones de productividad. Insisto en que si se envejecen los cafetales, se cae la producción y eso no se resuelve echando más abonos, cosa que se puede hacer, claro, pero que crea otras ineficiencias y es que se empieza a perder plata en abonos, porque la mata no los absorbe bien. El Estado colombiano, la Federación de Cafeteros, la política cafetera colombiana, no han sido capaces de mantener la caficultura colombiana en unos niveles cercanos a lo óptimo. Es que cuenta la diferencia entre 160 mil hectáreas y las cifras de renovación en promedio de los últimos años.
 
Rechazo a que se aumente la contribución
 
En medio de este ambiente es en el que se hace la Gran Movilización Cafetera a Manizales el 13 de agosto, en momentos en que el propio presidente de la República, el gobierno y la Federación alcanzaron a plantear aumentar la retención. Estrictamente hablando, la retención no es un impuesto, pero en la práctica se le parece bastante en el sentido de que al productor le sacan una plata del bolsillo que después se la gastan los de arriba, y a él le puede o no llegar algo, dependiendo de las circunstancias. Voy a aceptar que toda la plata se la gastan en cosas buenísimas, pero se la han sacado del bolsillo a unos caficultores que están cruelmente empobrecidos. He dicho que esa contribución es como echarle sal a la herida de una caficultura empobrecida. El presidente Santos planteó el aumento en el último congreso cafetero, finalizando el año pasado. En esos días los precios internacionales del café estaban relativamente altos y también el precio nacional. Aun así, la idea era discutible porque no deja de ser una exacción, un gravamen. Infortunadamente, poco después del anuncio, los precios internacionales empezaron a caerse y estamos hoy por el orden de 1,60 dólares la libra que, llevado a precios internos es mediocre e insuficiente. Y han seguido algunos diciendo que van a elevar la contribución, hablando incluso de llevarla al doble. Hoy está en 6 centavos de dólar por libra. Hoy a un cafetero por cada libra de café que vende le quitan 6 centavos, así el cafetal le esté produciendo pérdida, porque esos gravámenes no castigan la utilidad, sino el producto bruto, lo que los hace más duros para el productor. Espero que a esa intención se renuncie definitivamente, porque pienso que es una medida inconveniente.
 
Señor ministro, el Movimiento por la Dignidad Cafetera, que como usted sabe, reúne a cafeteros de más de diez departamentos, le envió al presidente de la República la carta aprobada en el acto grande de Manizales. Tengo aquí copia de la carta, pero le pido el favor de que le diga al jefe del Estado que le dé respuesta. Sé que una congresista caldense se la entregó en la mano a Juan Manuel Santos el lunes siguiente de la Gran Movilización. La carta lleva la firma de muchos colombianos, bien respetables, en la que hacen una serie de análisis y de peticiones que se resumen en que el Estado colombiano debe respaldar con todo la economía cafetera. Aquí nos va a decir el ministro que les han dado un respaldo. No voy a entrar en esa discusión. Aun siendo así, queda claro que es insuficiente. No es que lo diga yo, son los hechos, porque ahí están la crisis, el problema y los dolores de cabeza.
 
En resumen, aquí tenemos un problema de políticas cafeteras equivocadas desde hace mucho rato. Unas que han generado una condición estructural de un promedio de cafetales de 1,5 hectáreas y todo lo que se deriva de allí. Hay un atollamiento estructural descomunal. Me decía ahora el gerente de la Federación que ya están trabajando sobre eso, cosa que me complace, e inclusive aquí hay que empezar a estudiar con mucho detenimiento paquetes tecnológicos muy adecuados a las realidades precisas. Porque definitivamente, hay cafeteros que no pueden cumplir con ciertos criterios. Va a tocar, incluso, aprender a trabajar con cafetales con ciertos niveles de envejecimiento. Y eso no se ha trabajado con el rigor debido, porque el resultado está a la vista.
 
La revaluación, en la base de todo este drama
 
El respaldo del Estado ha sido insuficiente. Uno mira hacia otros sectores y con las grandes mineras, digamos, el Estado es de un generoso enorme. A Telefónica le dan 3 billones y no tiene que hacer marchas y 8 billones a otro sector. En contraste, lo que reciben los cafeteros no es suficiente. Entre otras cosas, porque en la base de todo este drama está la revaluación de la moneda. Los colombianos que exportan reciben menos pesos por sus dólares, pero además se abaratan las importaciones. Es una especie de maza infernal, porque la revaluación golpea al mismo tiempo a quien produce para exportar que al que produce para vender en el mercado interno. Prácticamente todo el ingreso cafetero es en dólares. Si ese dólar se desvaloriza con respecto al peso, lo que quiere decir es que a los cafeteros les entra menos plata, y estamos hablando de revaluaciones del orden del 30 y del 40%, una locura. Ninguna madrugada, ningún paquete tecnológico, ningún entusiasmo, ningún cambiar un cafetal entrado en años por uno más joven, es capaz de resolver una revaluación de este orden. El presidente del Comité Nacional de Cafeteros decía en estos días que la revaluación les ha quitado a los cafeteros, yo diría que les ha robado, el valor de dos cosechas anuales. Sería tanto como que durante dos años a los cafeteros colombianos no les entrara un solo peso, ni un centavo por producir café.
 
Es evidente que el gobierno no hace lo suficiente por algo que debería ser el centro del debate. Lo que pasa es que en Colombia normalmente los problemas principales no se discuten. En los últimos años ha habido aquí en la práctica un cambio en la política económica, y usted que fue ministro de Hacienda, doctor Juan Camilo Restrepo, entenderá de qué le estoy hablando. En la práctica, no voy a discutir si era lo que querían hacer, creo que sí, pero el hecho cierto es que hay un cambio del modelo económico, que desprecia la producción industrial y agropecuaria como un asunto que si está funcionando, bueno, pero que si no lo está, qué le vamos a hacer. Hace unos días le pusieron el tema al ministro de Hacienda y muy fresco dijo que la industria y el agro solo contribuyen con el 20% del PIB y ahí tenemos minería y servicios. No. Es que la industria y el agro son el empleo nacional. Cuántos son los encadenamientos. El agro en Estados Unidos contribuye apenas con el 2% del Producto Interno Bruto y hay que ver cómo lo respaldan y lo cuidan, porque detrás del agro está la industria automotriz, la metalmecánica, la petroquímica, todo encadenado. Una de las tragedias con la minería, el modelo que nos han impuesto, es que no encadena, no integra. Ahí salió el ministro Cárdenas a decir ayer que va a ver cómo integra. No, paja, no integra en proporciones importantes y necesarias. Ni aquí ni en Cafarnaúm, menos aquí con las políticas del liberalismo económico. Este es el gran debate.
 
¿Colombia va a acabar la economía nacional porque vamos a tener minería? Cuando discutíamos el TLC con Estados Unidos, un día le dije a un ministro en un pasillo de este Congreso que iban a acabar con la producción de alimentos. Y pensé, uno que es como ingenuo, que con eso lo iba a convencer. Y lo que me respondió fue que no importaba, porque si teníamos carbón y petróleo, con eso pagábamos los alimentos. Pero no solo se quedó en una respuesta, sino que se atrevió a escribir un artículo en La República. Se lo voy a enviar, ministro Restrepo, porque le veo cara de sorpresa. Y el ministro aquel nos puso como ejemplo del camino a seguir, no al carbón y al petróleo, sino a Burkina Faso, un pequeño país de África que vive de vender algodón. Entonces la teoría del ministro del pasillo es que si usted vende algodón, para qué lo demás. Seguid a Burkina Faso. Solo falta que lo pongan en el escudo nacional.
 
Este es el debate. Termino llamando muy cordialmente al gobierno a que se le ponga al corte a esta situación con decisiones en serio que enfrenten la revaluación de la moneda. Con recursos en grande a la caficultura, que aseguren que esta actividad se atienda bien. Con control a los precios de los insumos, porque aquí no pueden seguir los monopolios productores de agroquímicos haciendo con los precios lo que se les dé la gana. Aquí hay que mirar qué se va a hacer con la red terciaria. Este país no puede funcionar con la idea de hacer una carretera de dos billones de pesos de aquí a Puerto Carreño, mientras que en Caldas y en Tolima los cafeteros no tienen cómo sacar un bulto de café. Aquí hay un problema que el gobierno tiene que asumir con todo rigor y seriedad. Y estoy convencido de que este es el punto de vista de la Comisión Quinta del Senado.
 
Réplica a la intervención del ministro y el gerente de la Federación
 
Me ratifico en todo lo que dije y voy a hacer unos cuantos comentarios muy puntuales. El primero, con respecto a estos artículos que afortunadamente se cayeron del Plan de Desarrollo. Ahí tenemos un debate de fondo con el ministro. Era una política, y afortunadamente se cayó, para concentrar todavía más la tierra rural, y ya tenemos uno de los peores índices de GINI de concentración de la tierra del mundo. Uno incluso pensaría, ministro, si son ustedes tan afectos a la idea de la gran plantación, bueno, asocien varios de esos grandes magnates que tienen cantidades inmensas de tierra. Pero coger la tierra de los campesinos para montar ese tipo de proyectos no me parece sensato. En esto hay que sincerarse. Creo en un modelo de economía agraria de tipo dual, con empresarios y con campesinos prósperos, libres, no semisiervos de las grandes plantaciones. Y es fácil entender que en Colombia caben las dos cosas y que lo que debe hacer el Estado no es promover la concentración, sino lo contrario. Es que la concentración se promueve sola, por la sola riqueza de los compradores y por todos los fenómenos de violencia y de pobreza que tenemos. Entonces diría que afortunadamente se cayó ese proyecto, que no era pensado para los campesinos sino para magnates, monopolios y trasnacionales. He dado cifras de lo que querían y quieren hacer, y es montar entables de 15, 20, 40 mil hectáreas. Aparece incluso otra discusión interesante. Repito, creo en la importancia de que haya una economía empresarial en el agro, pero ahí aparece otra discusión, ¿empresarios de qué tamaño? ¿De 100, de 200, 500, de 5 mil 50 mil, cien mil hectáreas, nacionales, extranjeros?
 
Ahorita voy, es parte del afán que tengo, a anunciar que vamos a presentar un proyecto de reforma constitucional, del Polo Democrático Alternativo, contra la extranjerización de la tierra. Pensamos que es un factor negativo y que el país debe protegerse de ese tipo de situaciones.
 
El ministro Restrepo dice que las cosas eran peores en el gobierno anterior. Tampoco voy a entrar en esa discusión. No sé cuántos debates hice con el doctor Arias con respecto a cómo iba de mal el agro en el gobierno anterior. Lo que quiero enfatizar es en que en este van mal y la situación del agro es calamitosa. Es fácil verlo. Los que son exportadores están reventados por la revaluación, para empezar, los de las flores, el café y el banano. A los que producen para el mercado también los está quebrando la revaluación, porque las importaciones se abaratan. Hay problemas graves en producción de leche, de carne, en cacao. En Córdoba va a haber en estos días una protesta de maiceros y algodoneros, parecida a la del 13 de agosto de los cafeteros que se movilizaron hacia Manizales. Sumado a toda esta crisis, vienen los TLC. O sea que ese descontento que he leído no creo que sea arbitrario y abusivo, o que la gente le tenga bronca a usted, ministro, no lo creo. Creo que refleja una realidad porque la economía no está funcionando bien.
 
En lo del café reitero que hay una crisis gravísima, profunda. Tiene que ver con el clima, no lo voy a descartar, pero en esencia tiene otras causas, de políticas económicas y sociales. Tiene que haber responsables de que se haya envejecido la caficultura y de que se haya renovado con variedades no resistentes a las plagas. Los líos que se mencionan de vías de comunicación también deben tener responsables y de tantas cosas que podemos mencionar. A quién le adjudicamos las responsabilidades, ¿a los caficultores, que pagan además un establecimiento importante para que les ayude a pensar? ¿O al gobierno nacional y a la cúpula cafetera? Yo no puedo vacilar en escoger en quiénes recae la responsabilidad. Recae en el binomio Federación de Cafetero-Estado colombiano, del cual ustedes han hecho parte, que se ha quedado corto o se ha equivocado en las orientaciones que ha debido trazar oportunamente. Que se hayan tomado correctivos y que entonces vaya a mejorarse la edad del parque cafetero, bueno, si eso es así, seré el primero en celebrarlo, pero más vale que no vuelva a ocurrir. Porque ocurrió por falta de política, de respaldo del Estado.
 
Se dice que el Estado ha respaldado. No lo voy a poner en duda, pero lo que sí está claro es que los hechos nos muestran, ministro, que ha sido insuficiente. Y lo es tanto que mire cómo estamos. Repito, el lío no es solo el invierno, se equivocan quienes tienen la responsabilidad de orientar la política si le dan al invierno más valor que el que realmente tiene. Hay otra serie de problemas que no se han combatido oportunamente. De lo anterior se desprende que estoy llamando a que se respalde con todo entusiasmo y seriedad a los cafeteros, muy por encima de lo que han venido recibiendo como respaldo del Estado.
 
El caso de la revaluación. El ministro hace un esfuerzo grande por sacar de la responsabilidad al gobierno nacional. Y tengo que reconocerle que lo hace cuidadosamente. No le voy a negar esos otros factores. Es evidente la irresponsabilidad, o el ventajismo, mejor, del gobierno norteamericano de estar falsificando dólares para esquilmarnos, porque es en buena medida lo que hacen. Esa sería otra razón en contra de los tratados de libre comercio, porque uno cómo se relaciona en apertura absoluta con un socio que lo tima, con un socio que coge su moneda y la falsifica y desvaloriza la nuestra. Eso solo sería un argumento suficiente para decirle que en esas condiciones no se pueden hacer tratados de libre comercio con ellos. Vamos a atar los aranceles al grado de devaluación que ustedes le impriman al dólar: debe ser una condición para hacer tratados con ustedes. Pero no es posible que se nos imponga a nosotros cero aranceles y ellos nos montan una devaluación del dólar de 30%, una manera de timarnos, de tumbarnos, de engañarnos, de sacrificar nuestro aparato productivo nacional.
 
Es un factor evidente, pero la revaluación también obedece a que Colombia es el paraíso de la especulación financiera y monopolística, usted lo sabe, ministro. Aquí hay una práctica llamada el carry trade, gente que trae maletas llenas de dólares y de euros y entra por El Dorado con ellas a hacer especulación inmobiliaria y de todos los tipos. ¿Cuándo se volvió a hablar en Colombia de que se están persiguiendo los dólares del narcotráfico? Recordemos lo que alguna vez se llamó la ventanilla siniestra, porque era una especie de vergüenza nacional el hecho de que los mafiosos pudieran entrar dólares como se les diera la gana. De eso ni siquiera se habla hoy. Parece que se hubiera normalizado. Pero resulta que los dólares del narcotráfico le hacen daño también al precio del dinero. La propia política minera, absoluta de puertas abiertas, es un tema que se debería estar discutiendo, porque resulta que aquí nos están poniendo a escoger. No tengo una posición de principios contra la minería. He dicho: minería sí, pero no así. Y el no así incluye que no puede ser a costa de destruirnos el aparato productivo nacional. Porque esa minería es por definición un tipo de actividad económica que no es sostenible con el paso del tiempo. Aquí nos hacen los huecos, se llevan la riqueza nacional y después qué va a pasar. Y un país como el nuestro sin industria y sin agro no tiene futuro. Y ahí le cabe una responsabilidad inmensa al presidente de la República y a todos sus ministros, que son los que han estado sosteniendo está política.
 
No es cierto que el presidente Juan Manuel Santos esté haciendo todo lo que esté a su alcance. El problema de fondo que tenemos es que probablemente el más afecto al libre comercio y a las ideas del Consenso de Washington, el neoliberalismo, o como se quiera llamar, uno pensaría que es el ministro Echeverri, que es de un fanatismo proverbial –afortunadamente se lo llevaron a otros aires–, pero más que el ministro Echeverri es más fanático el presidente Juan Manuel Santos, es de un fervoroso increíble. Y eso nos está desbaratando la economía nacional. Quiero enfatizar, a los colombianos que nos oyen, lo dijo el Premio Nobel de Economía, señor Stiglitz, en el Gimnasio Moderno acá en Bogotá, dijo, “están matando a la economía de su país”, no sobrevive a lo que está sucediendo. No es solo el café, es el agro, y no se toman medidas para corregir esa situación.
 
Le voy a entregar, doctor Juan Camilo Restrepo, la carta que le enviaron al presidente de la República los 20 mil caficultores que se reunieron en Manizales. Me excusa, lo voy a usar a usted para que se la haga llegar y me releve a mí de esa función, que, por supuesto, no crea que me entusiasma.
 
http://bit.ly/O0RgCC (VIDEO 10:00)
 
Intervención del senador Jorge Enrique Robledo en el debate sobre la situación de la caficultura colombiana, Comisión Quinta del Senado, 28 de agosto de 2012.