Cuenta la historia que un joven quería cambiar el mundo, que predicó su filosofía y su verdad en los mejores años de su vida pero veía que sus esfuerzos eran vanos.

De pronto decidió continuar, ya no con el mundo, sino con su país.

 

Ahí hablaban su mismo lenguaje, y le entenderían mejor y además, sí lograba cambiar a su país cambiaria al mundo.
Así pues! los años siguientes se dedicó a recorrerlo y obtuvo el mismo resultado, todo esfuerzo de cambio fue inútil.

Recapacitó y decidió que tenía que empezar por su ciudad natal ahí conocía bien las costumbres y creencias, y al cambiar a su ciudad cambiaria a su país y después al mundo.
En ese momento era ya un hombre y recorrió su ciudad confiado en que por su experiencia, los demás lo seguirían pero el resultado fue igualmente negativo.

Siendo ya un anciano recapacitó y pensó que en toda su vida había vivido en un error, que debió haber pensado por su familia — la sangre llama— y así cambiando a su familia cambiaria a su ciudad, a su país y por último al mundo.

Y fue así como dedicó los años que le quedaban de vida, tratando de cambiar a la gente más cercana a él, con los mismos resultados el cambio jamás se gestó.

Ya en su lecho de muerte le sobrevino este pensamiento: ¡Me equivoqué siempre, si hubiera empezado por mí, mi familia hubiera cambiado, y al cambiar mi familia cambiaria mi ciudad y al cambiar mi ciudad cambiaria mi país y al cambiar mi país cambiaria mi mundo.

CONCLUSIÓN:

Yo creo firmemente en esta historia; creo que esta es la historia de todos los que protagonizamos las sociedades actuales.
Cambiando nuestro mundo, poniendo nuestros pensamientos y nuestras ideas en el preciso lugar formaremos positivamente nuestro mundo individual.
Esta es la realidad de las cosas. No esperemos el cambio en los demás si no empezamos por nosotros mismos.

FELICITACIONES A QUIENES COMPARTEN ESTE CUENTO DE LA VIDA REAL Y MUCHOS EXITOS.

El Placer, Mayo 27 del 2010
Escuela De Comunicación
Trabajo Individual
Pedro Antonio Díaz
Fundación FIDP El Cerrito Valle