El problema de Colombia, como el de México, parte de las asimetrías económicas y de las desventajas para negociar en condiciones más o menos equitativas y justas. Por ello, los tlc no se negocian, son impuestos. “No lo digo yo, lo dice un economista, un Nobel, Joseph E. Stiglitz, quien hace muy poco estuvo en Bogotá –continúa el parlamentario–. Las trasnacionales de las potencias definen cuáles son sus intereses a nivel global. Los llevan a sus respectivos gobiernos nacionales para que los representen a través de dichos tratados comerciales.

 

Jorge Enrique Robledo es arquitecto, profesor universitario y político; tres veces senador y una de las voces críticas del Congreso más respetadas por su claridad y contundencia; autor de numerosos libros sobre economía, el campo, el desarrollo urbano y la historia política en Colombia, así como vocero oficial del Polo Democrático Alternativo. Iniciamos esta charla bajo la perspectiva ya no electoral sino estrictamente política, es decir, sin pensar en votos, sólo en la radiografía social de su país. En opinión de Robledo hay una sola opción, Juan Manuel Santos, quien dará continuidad a las políticas de Uribe en confrontación con el gobierno de Hugo Chávez, militarizando el país y entregando la economía nacional a las trasnacionales.

OPOSICIÓN AL TLC CON ESTADOS UNIDOS Y CON EUROPA

El Polo dice no a la alianza con los verdes y llama al abstencionismo. Uno de los cinco puntos, y uno de los dos rechazados, que expuso el Polo Democrático al partido de Antanas Mockus para brindarle apoyo en la segunda vuelta electoral fue precisamente la oposición a estos tratados comerciales, además de la no privatización de la educación y la salud. El senador Robledo opina que tras veinte años de reformas neoliberales, por lo menos desde 1990, los tlc son parte de lo mismo. “Colombia no era potencia económica en 1990, pero allí íbamos –afirma–. El proceso de desindustrialización y el proceso de desagrarización, en el sentido del incremento de importaciones, son tremendos. Colombia tiene uno de los peores índices de desigualdad social del planeta, la concentración de la riqueza es gigantesca, el índice de línea de concentración de la tierra rural es de los peores del mundo, si no el peor; setenta y cinco por ciento de los colombianos está en desempleo o subempleo; el país tiende a especializarse en minería como en los tiempos de la Colonia; la salud y la educación dejan de ser derechos para convertirse en negocios; se desnacionalizan las principales empresas colombianas. Es un desastre de proporciones mayúsculas, y aún no entran en vigor los Tratados de Libre Comercio con Europa y Estados Unidos. Colombia es autosuficiente en arroz, en pollo, en carne de cerdo, en leche; vamos a perder esa capacidad. Ellos van a arrasar con el campo introduciendo productos industrializados y sustituyendo una producción nacional sana y de calidad.”

El problema de Colombia, como el de México, parte de las asimetrías económicas y de las desventajas para negociar en condiciones más o menos equitativas y justas. Por ello, los tlc no se negocian, son impuestos. “No lo digo yo, lo dice un economista, un Nobel, Joseph E. Stiglitz, quien hace muy poco estuvo en Bogotá –continúa el parlamentario–. Las trasnacionales de las potencias definen cuáles son sus intereses a nivel global. Los llevan a sus respectivos gobiernos nacionales para que los representen a través de dichos tratados comerciales. De ese modo, vuelven estos tlc en contratos Minerva. En Colombia los llamamos así porque hay una marca, Minerva, de contratos ya preestablecidos. Por ejemplo, los de arrendamiento. Uno firma contratos con cláusulas fijas, sin responder a negociación alguna, sino a fórmulas legales que protegen los intereses del arrendador. Un tlc es una forma Minerva, lo que cambia es el nombre del país: México, Chile, Centroamérica, Colombia, etcétera. Los interesados en los tlc son las minorías criollas, esas pocas familias dueñas del poder económico, político y mediático, súbditas de las transnacionales, a las que les va muy bien cuando al país le va muy mal, les va mejor cuando a su país le va peor. Así pues, esos tlc son firmados por quienes en lugar de defendernos trabajan para los competidores. Esa es la realidad.”

Evidentemente, el rechazo público a estas fórmulas comerciales tiene un elevado precio electoral, pues una buena parte de la sociedad las ve como una esperanza de mejoría en el bienestar. El Polo Democrático Alternativo es el único partido que argumenta en contra, pues considera que el resto de organizaciones contendientes están inscritas en el Consenso de Washington, del neoliberalismo, y a favor de las bases militares de Estados Unidos en su país. Por ello han sido atacados ferozmente por el presidente Uribe y los ha acusado de vincularse con la guerrilla y simpatizar con el gobierno de Hugo Chávez, aun cuando han criticado la violencia desde sus orígenes.

“No nos oponemos a las relaciones internacionales, nos resistimos a aceptar este tipo de relaciones económicas internacionales en donde, como dice Stiglitz, que no es ningún revolucionario: es mejor no tener un tratado que es un mal tratado. Son alianzas comerciales de mula y jinete, en donde nosotros somos la mula”, apunta Robledo.

En un mundo donde se elogia la globalización y sus beneficios civilizatorios, no estar del lado de los tlc puede verse como una posición antimodernizante y retardataria. El profesor Robledo reconoce que han sido acusados de manera tergiversada de promover el mercado interno en contraposición del comercio internacional, pero insiste en que la propuesta no la hacen desde la perspectiva de la autarquía, del aislamiento económico, sino de la importancia de tener un mercado interno fuerte y una soberanía firme para no ser devorados por las grandes potencias. Recuerda que las naciones con gran éxito económico en el proceso de globalización reportan que sus mercados internos representan el ochenta o el noventa por ciento de sus economías.

“Es paradójico que nos vendan fórmulas que ellos no siguieron. Son los países más pobres, como Angola, por ejemplo, donde las importaciones re-presentan lo contrario, el ochenta por ciento de su economía. En ese sentido, hay globalizadores y globalizados. Los primeros nos dicen que hagamos justo lo que ellos no hicieron para desarrollarse. Su desarrollo no obedece a tratados de libre comercio, sino a políticas de protección de su economía y a relaciones internacionales, en una combinación adecuada y con una apertura que les conviene. Europa ni Estados Unidos se abren al agro, por ejemplo; tienen subsidios descomunales para la agricultura y para la industria. El libre comercio nos lo venden montado en una mentira.

“Para Colombia es un desastre esa fórmula comercial porque nos arrebatan la potencialidad. Es decir, el problema del porvenir no es de pobres y ricos, sino de potencialidad. Si usted es rico pero no genera más riqueza, se empobrece, y si usted es pobre pero es capaz de producir riqueza tiene la esperanza de remontar la pobreza. Pero sin potencialidad nos quedamos sin futuro, sin posibilidad de generar riqueza. La Corona Española prohibió a sus colonias sembrar determinados productos: vid, olivos, etcétera. Los tratados de libre comercio no prohíben la producción de nada, pero son tales las regulaciones en aranceles, en propiedad intelectual, etcétera, etcétera, que no se requieren las tropas del rey para impedirlo y castigar; simplemente, quien coseche cebada o ponga una fábrica de televisores se arruina. Esos tratados nos quitan la potencialidad de producir, de hacer, de ser. Tres millones y medio de migrantes es una potencialidad productiva que se nos fue. Cinco millones de desplazados del campo han dejado de producir alimentos y aumentaron la nómina de desempleados y subdesempleados urbanos. Esa es la potencialidad que niega la posibilidad de crear riqueza”, argumenta el político.

Uno se pregunta: ¿y entonces, por qué no se avanza en un proceso de integración de ese gran mercado que es América Latina? Para nuestro interlocutor viene de la mano otra interrogante: ¿qué tan sensato es un tratado comercial que habla de integración con los lejanísimos y nos aparta de los vecinos? Si un grupo de países se junta para potencializar sus riquezas y sus fuerzas productivas debe considerar la integración de personas y mercancías, justo lo que los tlc con las grandes potencias excluyen. La Unión Europea agrupa países y permite la libre circulación de fuerza de trabajo, de mercancías, de personas. Estados Unidos ni Europa quieren recibir a los pobres que generan aquí. Desde su punto de vista hay una política para desintegrar a Colombia de sus vecinos: Venezuela, Ecuador, Bolivia, Centroamérica, Brasil, Argentina e incluso México.

BASES POR SOBERANÍA

Esa desintegración regional pasa no sólo por lo comercial, también por lo militar. Las bases de Estados Unidos en suelo colombiano son motivo de conflicto, pues representan una amenaza para las naciones vecinas, que tienen además una política distinta a la potencia y sus tratados comerciales. Se ha intentado asociar la presencia del ejército y las armas de Estados Unidos con la guerrilla y el narco. El senador se lo explica de este modo:

“Alvaro Uribe es un hacendado, tiene alma de mayordomo. Cuando el trato es con el más fuerte es de sumisión abyecta, y cuando se dirige a los más débiles es a las patadas. No justifico ni comparto en absoluto varias de las declaraciones y acciones de los gobiernos vecinos, pero el problema es que Uribe intenta resolver las diferencias y los conflictos desde una posición de fuerza, como patrón, como sucedió con el envío de tropas a Ecuador, una monstruosidad diplomática. Así haya críticas qué hacer, esa no es la forma. Uribe pide excusas en la oea y promete que no volverá a suceder. Viene a Colombia y manifiesta que no está arrepentido, que lo volvería a hacer sin pedir disculpas. Es un engaño que deja una herida difícil de curar. Por si fuera poco, Estados Unidos deja una constancia, una nota al margen en ese documento de la oea en el que se reserva el derecho de intervenir donde se le dé la gana. Mientras, los demás países del continente suscriben un acuerdo en el que manifiestan que no intervendrán fuera de las normas internacionales. En primer lugar, las bases militares de Estados Unidos no son para perseguir el narcotráfico, responden a una estrategia geopolítica para mantener el control sobre el área y sobre el mundo. Es obvio que vigilan y amenazan a los colombianos, pero también a los venezolanos, a los brasileños, a los argentinos, y al resto de naciones latinoamericanas. Ello conduce al gobierno venezolano a cerrar la frontera comercial con nuestro país. De ninguna manera puedo aceptar esa medida porque hace un daño terrible a nuestros pueblos, independientemente de las fuertes diferencias que existan entre los gobiernos de ambos países. Por otro lado, entiendo el fondo del reclamo de nuestros vecinos. Colombia le entrega siete bases militares al único país que puede invadirlo, ninguno más puede hacerlo, y ese país se llama Estados Unidos. Entonces, si puede invadir Colombia, ¿qué no puede hacer con los demás?”

LA VIOLENCIA, NUDO DE MUCHOS NUDOS

Con más de cincuenta años desangrándose por causas políticas y sociales de diversa índole: la guerrilla, el paramilitarismo, el narco, la delincuencia común y quizás hasta la cultural, ¿cómo detener esa inercia en Colombia? ¿Cómo pensar la paz, cómo abanderar un movimiento por la paz? Tema de violentólogos, sin duda. El Polo Democrático ha rechazado desde su nacimiento el uso de cualquier tipo de violencia política, sobre todo se ha manifestado contra el secuestro y las prácticas terroristas de la guerrilla y los paramilitares. Por otro lado, reconoce que el gobierno colombiano está en todo su de-recho de responder militarmente a quienes lo desafían con las armas, siempre y cuando esta política de seguridad sea auténticamente democrática, justamente lo contrario de lo que hace Álvaro Uribe, quien emplea el término seguridad democrática pero practica detenciones masivas e ilegales, de personas culpables e inocentes, funcionando como una policía tenebrosa de Estado policíaco, con falsos positivos (civiles inocentes, asesinados y hechos pasar por guerrilleros muertos en combate) y bases militares extranjeras.

“Ahora, si me pregunta sobre el origen de la violencia organizada y política en Colombia, puedo comentar que no comparto la idea de que la pobreza sea generadora de violencia, aunque propicie actos de violencia –agrega–. Refiriéndonos a la violencia política y organizada, yo creo que hay tres grandes hechos; insisto, sin ser especialista en el tema. Primero es una base grande que se origina, entre los años cuarenta y cincuenta, en la pelea violenta entre oligarquías liberales y conservadoras que mandan al pueblo a una matanza. Cuando se estaba saliendo de esa violencia aparece la Revolución cubana, que inspira a toda la izquierda latinoamericana para intentan repetir la experiencia de los focos guerrilleros. El tercer elemento es la Guerra fría: la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética también va a contribuir en esta acción violenta. Hay otros dos elementos más específicos que se suman a los anteriores: el narcotráfico y el paramilitarismo. Este último no era algo nuevo en Colombia, existieron paramilitares durante la violencia liberal-conservadora llamados chulavitas, primero, y luego los pájaros, encargados de asesinar a quienes tuviesen ideas liberales. Pero en la versión moderna, el paramilitarismo se adecuó a este proceso con un esquema similar, apoyado por altos mandos militares y policíacos y por terratenientes. El narcotráfico surgió en medio de todo este enredo de violencia que trajo consigo mucha plata; fue como echarle gasolina a la hoguera. La violencia en Colombia es un nudo de muchos nudos.”

¿LUZ EN MEDIO DEL DESASTRE?

Antanas Mockus rechazó cualquier vínculo con el Polo Democrático, como éste a su vez marca distancia del Partido Verde. Para Robledo, hay más empatías del Verde con el resto de los partidos, y en particular con Uribe, que con ellos. El fenómeno Mockus lo ve como la emergencia de un personaje con quien tienen más diferencias y distancias que coincidencias, aunque se presente como un líder de izquierda en medio de la confusión. No obstante, hay sectores de la sociedad colombiana tocados por el discurso de Mockus sobre la conciencia ciudadana, por la esperanza de una sociedad más ética y organizada, más “moderna”, contra la corrupción. Es obvio que la gente espera un cambio profundo pero, ¿hasta cuándo?

“Ellos son beneficiarios de los resultados de las acciones de los últimos veinte años de las oligarquías: la pobreza, la violencia, la falta de salud y educación –responde el senador–. La discusión en Colombia no es sobre el grado de sufrimiento sino sobre las causas del sufrimiento. Esta oligarquía ha manejado hábilmente que la única causa del sufrimiento es la corrupción de la clase política, cuya existencia yo no puedo negar: es una cleptocracia neoliberal. Mockus y sus seguidores entonces enarbolan la bandera de la honradez. Suponiendo que sean honrados, no voy a discutirlo, ¿con eso van a redimir los efectos desastrosos de los tlc, de las bases militares, la pérdida de soberanía, la pobreza?

“Los países no cambian cuando cambian los dirigentes; los países cambian cuando cambian sus pueblos y éstos cambian a sus dirigentes. El problema es que nadie sabe cómo hacer para que los pueblos cambien, pues suelen ser caprichosos y aguantarse una vaina durante cincuenta años. En Colombia hemos recorrido días en años, llegará el momento en que recorramos siglos en unos cuantos días. Mientras tanto, seguiremos esperando a que ese día llegue.”

 

[ Autor: ROBLEDO]