Han transcurrido doscientos años desde que se dio el grito de independencia la cual debió completarse con al menos nueve años de combates que dieron fin a las fuerzas de ocupación enviadas por los reyes de España, precedidos de trescientos años de colonialismo.

 

Con posterioridad a la liberación se dieron algo más de ochenta años de luchas internas por definir que sectores de la sociedad tomaban el control de la nación resultando ganadores, para infortunio nuestro, los más retardatarios proclives al afianzamiento de relaciones productivas del pasado y posteriormente a la entrega de la soberanía como quedó patente en el manejo que le dieron a la separación de Panamá promovida por los Estados Unidos y luego a la relación de subordinación con esa potencia que perdura hasta nuestros días.

La observación detallada del ambiente que antecede a las sociedades en donde se dan cambios o revoluciones permite apreciar manifestaciones en las artes, la música, la danza, la educación, las costumbres, el vestuario, la culinaria, los valores y en general todas las formas sociales que se revelan contra las convenciones existentes y afirmando expresiones propias que remarcan la esencia de los pueblos y su manera de asimilar los elementos provenientes de afuera. La contradanza por ejemplo, venida de Francia en el terreno de la música y el baile se constituyó con su desenfado y fuertes movimientos en una respuesta de la comunidad criolla afinada por los negros a los ritmos suaves y elegantes de salón imperantes en las cortes de Europa y animó los festejos de los ejércitos libertadores luego de las batallas victoriosas. El estudio y aprecio por los recursos naturales que la zona tropical ofrecía se plasmaron en textos elaborados por la juventud rebelde de la época que no dudó en renunciar a las comodidades de la seguridad económica para participar de la gesta libertaria.

Los años recientes en Colombia han dado paso al afianzamiento de una serie de valores contrarios al espíritu de trabajo arduo, la solidaridad, la honradez, es lo que se ha denominado la cultura mafiosa y que corresponde a la forma como aterrizaron y se dieron pista las concepciones neoliberales en Colombia, es algo que ha ocurrido en todo el planeta. Se abrió paso el criterio de la especulación y el aprovechamiento que posteriormente en el manejo económico contribuyó al desencadenamiento de la crisis de la banca y las bolsas y destapó escándalos como la estafa de Madoff y Stanford; se privilegió la mentira como herramienta para justificar la intromisión en sociedades que no aceptan sumisas las imposiciones del imperio como ocurrió con la invasión a Irak; se menosprecia la protección del medio ambiente que nos suministra el hábitat que requerimos para la vida en aras de una explotación desenfrenada de los recursos naturales que termina ocasionando desastres como el derrame de petróleo en el golfo de México. La versión criolla de estas actuaciones degeneradas se reconocen en las Pirámides de DMG y otras, la zona franca de los hijos del presidente, las chuzadas del DAS promovidas desde el ejecutivo para destruir la reputación y la vida de quienes se mostraron contrarios a sus arbitrariedades, los falsos positivos que segaron la vida de jóvenes ingenuos atraídos por falsas ofertas de trabajo y convertidos en cadáveres para mostrar resultados en la lucha contra la subversión, los escándalos de los contratos de los Nule y las concesiones en Minería, Parques Naturales y hasta las delaciones con despojo mortal como evidencia. Son tiempos aciagos que por fortuna incuban en su seno el germen de las transformaciones que el mundo requiere, las contradanzas de la época ya se aprecian por doquier.

[ Fuente: Moir ] [ Autor: Libardo Gómez Sánchez]