Indígenas de América Latina se encontraron en diversos espacios del IV FSA para intercambiar acerca del Buen Vivir, de los procesos político organizativos y de los procesos de unidad. El proceso boliviano fue el referente para todos los pueblos y organizaciones presentes en diversas actividades cogestionadas y autogestionadas promovidas por organizaciones indígenas de la región.
Alternativas de Vida
Mujeres, hombres y jóvenes provenientes de pueblos indígenas y mestizos de Ecuador, Colombia, Bolivia, Paraguay, entre otros, intercambiaron acerca de la experiencia boliviana con Evo Morales. “No es suficiente con tener un presidente. El proceso de cambio no es como botar un sombrero viejo y comprar otro nuevo. Evo solo no funciona”, indicó Viviana Lima, coordinadora de Derechos Humanos de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas -CAOI-.
Aclaración bastante acertada, teniendo en cuenta que los movimientos indígenas en la región, muchas veces se han equivocado no sólo al dejar a sus propios gobernantes solos, sino también al concentrar todas sus fuerzas para posicionar candidatos a cargos electorales, mientras se cierran los espacios de debate y de reflexión colectiva que facilitan la construcción de propuestas y acciones políticas para la transformación.
Peor aún, muchas veces se cree que entrar al Gobierno y ocupar un puesto es la solución de todos los problemas que afectan a los pueblos, pero no se reconoce el régimen establecido que responde a las políticas del modelo económico transnacional. En tal sentido, Isabel Domínguez, integrante de la Federación de Mujeres Campesinas e Indígenas Bartolina Sisa, concuerda en decir que estar en el poder no es suficiente. “Nos falta construir nuestra propia casa desde Bolivia”.
Una casa que represente el Buen Vivir, el Vivir Bien, el Sumak Kawsay, el Suma Qamaña, los Planes de Vida y todos esas alternativas que se vienen tejiendo desde los pueblos del Abya Yala frente al “proyecto de muerte”. Afortunados los pueblos en Bolivia que pese a las limitaciones y a las dificultades de gobernar desde una casa viciada por el poder transnacional, cuentan con un Presidente que apoya sus luchas. Mientras otros pueblos como Colombia y Chile, principalmente, siguen estigmatizados y criminalizados por gobiernos oligárquicos.
Mejor sería contar con el apoyo de los gobiernos, pero sean estos favorables o contrarios, es tarea urgente de los pueblos fortalecer el trabajo colectivo y consolidar agendas propias. Hacer mingas de pensamiento en unidad con todos los pueblos y procesos. La labor es construir una casa donde quepan indígenas, negros, campesinos, mestizos y hasta los mismos que han excluido a los pueblos en otras condiciones, para que nunca más pueda consolidarse el privilegio, porque no se debe responder de la misma manera que hoy causa destrucción y miseria, con la exclusión y el despojo. “A quienes nos han colonizado a golpes, los vamos a descolonizar con formación. No colocando la otra mejilla para que nos sigan golpeando como nos enseña el evangelio”, apunta Viviana Lima. Entonces, el desafío es tener y demostrar la capacidad desde la palabra, del pensamiento y de la acción política coherente, consecuente y arraigadas a las bases.
Los procesos político organizativos
“Cuando la organización nace de la base es durable, si empieza por un proyecto o solo por politiquería se derrumba”, explica Eloaisa Tarquisa, representante de la Confederación Kichwa del Ecuador –Ecuarrunari-, haciendo referencia a las problemáticas que atraviesan algunas organizaciones sociales y populares que no lograron articularse desde una propuesta política colectiva nacida desde las comunidades, sino que respondieron a las necesidades de quienes los financiaron o a intereses particulares y personales.
La situación de los pueblos indígenas en Ecuador no es tan favorable como se ve internacionalmente. “Tenemos una persecución severa contra el movimiento indígena y criminalización contra los dirigentes”, recalca Eloaisa Tarquisa, insistiendo en que siguen resistiendo desde la Minga donde se reúnen mujeres, hombres, niños, mayores y jóvenes para “pensar, compartir, construir y comunicar”. En Bolivia los pueblos y procesos también siguen trabajando: “estamos en un proceso de cambio, organizándonos y capacitándonos”, puntualiza Viviana Lima.
En Paraguay la situación es totalmente distinta, empezando porque la población indígena no asciende a más del 2%. No son más de 100 mil personas en un país con casi 7 millones de habitantes, es decir, que la incidencia que pueden lograr es muy poca. Además no tienen acceso a una buena educación ni salud, pese a que la Constitución Política de 1992 reconoce “la existencia de los pueblos indígenas, definidos como grupos de cultura anteriores a la formación y organización del Estado paraguayo”. Esta situación es similar y recuerda la experiencia colombiana, donde la Constitución de 1991 reconoció al país como un Estado pluriétnico y multicultural, privilegiando a los pueblos con diversos derechos que en su mayoría se han convertido en letra muerta.
Obviamente este olvido que tiene raíces en gobiernos anteriores, no es sólo con los indígenas, sino también con todos los pueblos. “Aquí en Paraguay una vaca tiene más derechos que una persona, pues vive en una hectárea y media de tierra. Además a éstas les ponen todas las vacunas que exige la Organización Mundial del Comercio -OMC-, mientras que a los niños no”, afirma Agustín Yañez, campesino paraguayo.
“Gracias al Presidente Lugo se ha logrado la participación de los indígenas en varios espacios locales, nacionales y hasta internacionales. Nosotros nunca habíamos salido del país, pero el Presidente nos ha apoyado para que estemos presentes en muchos espacios antes impensables”, comenta una indígena. De igual forma, sostiene que son nuevos en el proceso y que hasta hace poco se empezó a hablar del movimiento indígena paraguayo. “Necesitamos la ayuda de ustedes, nosotros somos nuevos en esto. Ahora creo que el 80% no tenemos miedo, el resto está con las ONG y manipulados”.
El desafío de la unidad
“El enemigo está unificado mientras nosotros estamos divididos. Debemos lograr la unidad para no estar derrotados siempre”, reflexiona Florentino Barrientos, indígena boliviano. Retomando la experiencia de la Constituyente en su país, dice que cuando iniciaron con ese proceso entendieron que la lucha no era individual, ni personal ni sectorial. Entonces empezaron “a globalizar la lucha”. Al trabajar conjuntamente con todas las organizaciones desde sus diferencias, encontrando puntos comunes, puntos que los tocan a todos. “El Imperio como primera medida, la necesidad de una nueva Constitución y otros temas fundamentales”.
Ese seguramente fue un paso difícil de dar, así como ha sucedido en Colombia con la Minga de Resistencia Social y Comunitaria que convocó desde el movimiento indígena a caminar la palabra por el país de los pueblos sin dueños, pero que como todo proceso ha encontrado un sinnúmero de obstáculos que le han impedido consolidar y empezar a desarrollar colectivamente la agenda política propuesta, encaminada al rechazo al modelo económico transnacional y su “libre comercio”; al terror y a la guerra como mecanismos de desplazamiento; a la legislación de despojo de recursos y territorios contra los pueblos; al incumplimiento de los deberes del Estado, independientemente de quienes ocupen los gobiernos y un llamado al país para tejer una agenda de unidad entre los pueblos desde abajo.
“Si entre los movimientos sociales y entre los pueblos que está bien fortalecido el pacto de unidad con propuestas y con una estructura, no se ha podido consensuar, ¿cómo serán los asambleístas?”, pregunta Florentino Barrientos, preocupado por las dificultades que se presentan en su país por la falta de consensos que beneficien a todos los pueblos. Así como en todos los movimientos se presentan intereses sectoriales y personales, también en Bolivia a pesar de que existe un pacto de unidad, a la hora de presentar propuestas orgánicas, no falta el sector que lleva su propuesta sectorial bajo la manga para negociar a su favor.
Son realidades que se viven en todos los procesos, pueblos y organizaciones provocadas muchas veces por corrientes externas que buscan desarticular los movimientos en resistencia. El Gobierno, por ejemplo, en el caso de Colombia, que además de comprar líderes en varias regiones del país para que legitimen y promuevan sus políticas extractivistas, “crean políticas que tienden a domesticar, a dividir y a cooptar a procesos y a organizaciones enteras, y a quien no se someta lo criminaliza”, explica Raúl Zibechi, referenciado una de las tensiones que están debilitando a los movimientos en el continente.
La pobreza y los intereses personales son otros factores que inciden y muchas favorecen y explican, sin justificación, el que personas y las organizaciones acepten recibir prebendas a cambio de vender hasta su propia conciencia, porque no sólo compran como mercancías a la gente que le falta consolidar su conciencia política, sino también a dirigentes, líderes y personas con amplio recorrido organizativo y con un conocimiento pleno de la realidad y de los juegos de poder, intereses e intenciones de conquista y sometimiento a las que hacen concesiones y con las que consolidan alianzas. Estas dificultades se están viviendo en toda la región, porque así como la minería está provocando disputas y conflictos entre pueblos en Guatemala, otro tanto sucede en Ecuador, en Colombia, en Argentina, en Chile, para nombrar solamente unos ejemplos de los impactos de una estrategia sistemática generalizada de sometimiento.
Estas problemáticas merecen propuestas, debates y reflexiones urgentes desde los mismos pueblos. Es el momento de recuperar y promover los espacios de discusión y formación permanente con amplia participación de todos los actores sociales de los movimientos. Es necesario reconocer que los movimientos sociales están atravesando momentos difíciles y en especial el movimiento indígena está tendiendo a fragmentarse más en la región. Es preciso armonizar la palabra y la acción para ser coherentes y consecuentes con el caminar de la palabra desde y para los pueblos. Es la hora de fortalecer y consolidar la ética de la verdad. Este fue el espíritu del debate y de los planteamientos.
“Decir lo que se es y ser lo que se dice”, como lo expresa un sacerdote italiano que lleva más de 30 años conviviendo con pueblos indígenas en Paraguay, al sostener por qué el Buen Vivir de los pueblos originarios paraguayos, es una alternativa al modelo civilizatorio actual, es el llamado inmediato.
[ Fuente: IV Foro Social Américas ] [ Autor: Vilma Almendra del Tejido de Comunicación de la ACIN/Minga Informativa de Movimientos Sociales]
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