El tiempo transcurre lentamente en la taciturna oscuridad  de la celda, serpentea por las esquinas y trepa por las tímidas hebras de luz de luna que  adornan la noche. Es como si no quisiera moverse para no despertar esperanzas, y así pasan los días y las lluvias y los cánticos de bandurrias. Y nada se mueve y uno aún en la misma celda, en la misma noche, una y otra vez, en la misma mirada de futuro.

Pero todo cambia cuando aparece la sombra de la muerte en el umbral de la prisión, alumbrando con su metálica sonrisa el horizonte de una huelga de hambre que hiere la piel y los huesos para ser escuchados. Su cuerpo es  el último territorio que le queda al mapuche, el único que no le han podido usurpar en dos centurias de despojo y humillaciones. Un retazo de la madre tierra, la Ñuke Mapu, que están dispuestos a sacrificar para clavar un banderón azul en la conciencia de una sociedad chilena indiferente. Porque en este país del fin del mundo se nos olvida que también somos mapuche de madre y por más que algunos quieran borrar su india morenidad, jamás nunca podrán lograrlo. Y serán mestizos hasta la hora de su muerte. Amén.

Y, mientras tanto, el  tiempo sucede ahora vertiginosamente, sin pausas y sin piedad, barrenando la piel de los 34 mapuche en huelga de hambre que claman por ser escuchados. Ellos ni siquiera demandan su libertad, sino tan sólo tener un juicio justo y que no se les aplique la Ley Anti-terrorista que faculta a la fiscalía para mantenerlos dos años en prisión preventiva, aunque eventualmente puedan ser declarados inocentes de todo cargo, como ha acontecido muchas veces antes. Además, incrementa desmesuradamente las penas y otorga a los fiscales la atribución de utilizar testigos encubiertos o secretos para apoyar sus acusaciones. Son testigos anónimos y pagados por el Estado, fantasmas que viven de un sueldo a costa de la libertad de otros.

Los mapuche son acusados de terrorismo, sin embargo, los únicos muertos en el mal denominado conflicto mapuche son jóvenes mapuche acribillados por la espalda.  Entonces: ¿Por qué no se le aplica la Ley Anti-terrorista a carabineros que siembran la muerte y el terror en las comunidades? ¿Cómo es posible que al policía culpable de asesinar a Matías Catrileo se le condene a tres años de pena remitida, es decir a cumplir la pena en libertad? ¿Cómo es posible que la vida de un indígena valga nada?

Y vale tan poco que tuvieron que pasar 50 días en huelga de hambre antes que los medios de comunicación o el gobierno pusieran tenue atención, pues es más importante hablar del bicentenario, de celebraciones y agasajos, esquinazos cuecueros, volantines y banderas. Es la chilenidad aplastando a la mapuchidad en el mes de la Patria; pero es profundamente inmoral celebrar el bicentenario entre la vida y la muerte de hermanos cuyo único crimen es ser indígenas. Es inmoral bailarle y cantarle   a la independencia mientras se desvanece y apaga el último fragmento de territorio mapuche.

Tito Tricot
Sociólogo
Director
Centro de Estudios de América Latina y el Caribe CEALC

Desde un País llamado Chile