La ciudad de Medellín se enfrenta a retratos defectuosos de su problema social y de su absurda lógicas de desarrollo de transformación, que no es acorde con la situación actual de la ciudad, donde la única forma de sostener la insatisfacción de la población es infestando las calles de militares con medidas coercitivas para mantener “el orden social”. De ahí que nos encontramos con una parte de los habitantes de los sectores populares que los agobian diferentes problemáticas, que van desde el desempleo que conlleva a que la ciudad tenga 60 mil familias desconectadas de los servicios públicos, un alto índice de personas que aguantan hambre (el 50% es pobre, y el 15% vive en la indigencia, es decir, vive con menos de dos dólares).

 

 

La violencia generada por parte de diversas fuerzas armadas, (estructuras delincuenciales del narco-paramilitarismo, policía y ejército) en disputas del control territorial donde las dinámicas asociadas con la economía ilegal y con la “estructura” que se configuran alrededor de unas situaciones que se reproducen y reconfiguran en medio de lo económico que mueve incalculables recursos y que a veces crea fronteras borrosas entre lo legal y ilegal, y se puede notar que los más afectados por esta situación del conflicto armado son las y los jóvenes (Medellín tiene 2 millones y medio de habitantes un aproximativo. En donde 600 mil son jóvenes, de esos el 51% son mujeres) que son estigmatizados, reclutados, desplazados y asesinados con la complicidad de la sociedad que los sindican de todos los problemas de inseguridad, y unas políticas públicas que no responde a las demandas reales que generen verdaderas oportunidades para esta parte de la población.

En el otro extremo, está la posición de la administración que promueven una imagen maquillada de una ciudad más educada y que ha superado los índices de inseguridad, para promover el turismo y una ciudad de servicios. Estas dos caras de la ciudad no son más que la demostración de lo que llamamos violencia estructural.

Para seguir ondeando en el nivel de violencia que vive la ciudad, hay que tener en cuenta la presencia de una aproximación de 350 agrupaciones armadas ilegales, que tienen en sus filas 6.000 combatientes donde el 90% son jóvenes entre hombres y mujeres que hacen parte de los estratos1, 2 y 3 y esto genera que los enfrentamientos, extorsiones, homicidios, desplazamiento forzado intraurbano entre otras problemáticas que se asocian a esta dinámica guerrerista sea el pan de cada día de los habitantes de las zonas más empobrecidas de la ciudad, y se le suma la presencia de la fuerza pública con un número de policía de 7.500 efectivos y del ejército nacional 4.500 y uno 3.500 personas en el área de seguridad privada.

Con este contexto viven los habitantes en esta ciudad de contrastes, donde lo que pasa en las comunas no sale por los medios masivos de comunicación y las personas u organizaciones sociales que quieren visibilizar la problemática lo tratan de paranoico.

[ Fuente: Escuela de Comunicación de la zona norte del Cauca ] [ Autor: Enrique Quintero]