“Al árbol que tiene frutos le tiran piedras” dice la sabiduría popular. Rodolfo Maya, secretario del cabildo de López Adentro y miembro de la Escuela y del Tejido de Comunicación, ejercía la labor de carpintería en un pequeño taller para obtener los recursos económicos que sostenían su hogar. Todos quienes lo conocieron lo recuerdan como un joven dinámico trabajador, honesto y preocupado por sacar adelante a su comunidad.

 

El delito que cometió Rodolfo fue hablar siempre con la verdad. Porque en este país quien dice la verdad paga el precio con su vida. No tuvo miedo ni se  quedó en silencio ante la  realidad que vive su pueblo en medio de  la guerra, el sometimiento, la ocupación y el engaño de quienes están interesados en este territorio.

Ese mismo delito fue el que llevó a Fernando Garavito al exilio. Las denuncias de este maestro del periodismo sobre las mafias que se tomaron el poder en Colombia se convirtieron en su condena. Tuvo que pagar dejando su país pero nunca silenciándose, porque sus palabras siempre estuvieron presentes para develar el terror que los medios masivos de Colombia ocultan.

En ese exilio Fernando murió. Pero deja un legado en su país que inspira a quienes estamos comprometidos con los silenciados y sometidos para mostrar su realidad. Por eso continuamos denunciando todo el terror que ocupa nuestros territorios, tanto el provocado por los grupos armados como el que llega por la vía de las leyes que despojan y desplazan.

Así sucede en el norte del Cauca. En el resguardo indígena de Munchique,  funcionarios del municipio de Santander de Quilichao están tomando pruebas de las fuentes de agua para darle paso al Plan Departamental de Aguas que entregará este recurso a intereses privados. Esto se está haciendo sin la debida consulta a la población indígena que vive allí, la cual ha salvaguardado el agua por cientos de años. “Tenemos que reunirnos para impedir que le coloquen contador y nos toque pagar el agua que es un derecho. Además siempre la hemos cuidado para el bien de toda la humanidad”, afirma un comunero.

Asimismo,  en la vereda la Elvira, en Pueblo Nuevo Ceral, Cauca, sus habitantes relatan los injustos tratos  a los que han sido sometidos por más de 20 años después de que la empresa Cartón Colombia los hizo “socios” para entregarles la responsabilidad de cuidar los arboles de pino durante su crecimiento. Después, la empresa los corta y a la gente que vive ahí no le queda ningún beneficio.  Ellos dicen que fueron engañados creyendo que de verdad iban a ser socios de la empresa, organizados en las ya famosas cooperativas de trabajo (las mismas que someten a nuestros hermanos corteros de caña con salarios de miseria), pero ahora se dan cuenta que en verdad sólo son empleados gratuitos de ella y que perdieron su soberanía alimentaria debido a que ya no tienen tierras para sembrar comida porque todas están llenas de pinos. Como es normal en este país, a los comuneros que se están  organizando para denunciar este saqueo, los están comenzando a tildar de guerrilleros.

De la misma manera es señalado como terrorista el pueblo Mapuche. Porque la codicia copia y aplica sus estrategias en todo el mundo para quedarse con la vida que de allí emerge.  El mismo modelo que se roba los territorios del Cauca y señala a sus comuneros como terroristas es el que encarcela a los Mapuches por el delito de defender la vida. Ellos, que entregan su cuerpo como signo de resistencia, nos inspiran a continuar en la defensa de lo que por derecho es de todos los pueblos.

Por ellos, por nosotros, por todos los pueblos que se resisten a creer que ese plan de muerte es la única opción, es que continuamos en la defensa del agua, de la tierra, de la biodiversidad. Por eso rechazamos la minería a gran escala que mata con sus químicos y hace que en su nombre maten y despojen los codiciosos.  Por eso rechazamos una vez más que en Suárez, Cauca los líderes sociales están siendo perseguidos y amenazados por denunciar los intereses de las transnacionales mineras que imponen su ley por medio del terror o del engaño.

Ese es el compromiso que adquirimos y al que convocamos. La defensa de la vida como un eje de trabajo de todos los pueblos. Para que la lucha de nuestros hermanos Mapuches no sea un grito solitario. Para que los comuneros que defienden su derecho al agua y a la soberanía alimentaria no queden opacados por los engaños de quienes disfrazan su discurso en nombre del progreso. Para que la claridad y la honestidad de Rodolfo y de Fernando trasciendan en las voces de todos los pueblos que luchan por sus derechos y así nunca más en Colombia decir la verdad  vuelva a ser un delito.

Tejido de Comunicación de la ACIN