“Me resta hablaros de nuestras relaciones con las potencias extranjeras. Y tengo la satisfacción de deciros que los combates con las tribus del Sur en la primera época de mi administración, y la guerra contra la Confederación Perú-boliviana, han sido las únicas interrupciones de la paz exterior en el espacio de diez años”. Palabras textuales de José Joaquín Prieto, en su Mensaje Presidencial del 18 de Septiembre de 1841. ¿Los mapuches potencia “extranjera”? ¿Interrupciones a la “paz exterior”?

 

Impacto mundial han causado las revelaciones del portal WikiLeaks. “La mayor filtración de documentos secretos de la historia”, como la bautizó The Guardian, medio británico que se ha dado un verdadero festín con su contenido. Pero si de desclasificar archivos se trata, ¿por qué no partimos por casa? Sepan que existen pasajes históricos que de llegar a ser “desclasificados”, desnudarían por completo el racismo decimonónico de la elite chilena respecto de los mapuches. De muestra un par de botones. Antes de que Temuko fuera Temuko (1881), chilenos y mapuches se relacionaban de manera comercial y sobre todo diplomática. Se trataba en los hechos de naciones distintas y, a diferencia de nuestros días, así lo reconocían hasta en La Moneda. ¿No me cree?

“Me resta hablaros de nuestras relaciones con las potencias extranjeras. Y tengo la satisfacción de deciros que los combates con las tribus del Sur en la primera época de mi administración, y la guerra contra la Confederación Perú-boliviana, han sido las únicas interrupciones de la paz exterior en el espacio de diez años”. Palabras textuales de José Joaquín Prieto, en su Mensaje Presidencial del 18 de Septiembre de 1841. ¿Los mapuches potencia “extranjera”? ¿Interrupciones a la “paz exterior”?

Mucho antes que Prieto, el propio O’Higgins, siendo Director Supremo, calificaba y reconocía a los mapuches su soberanía como un Estado. La carta está fechada el 13 de marzo de 1819. “Araucanos, ya no os habla un Presidente siervo del rey de España; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”. ¿Vuestra independencia”? ¿”Nuestros Estados”?

A estas alturas puede que se pregunte por qué nadie le habló de esto en la escuela. Sirva de consuelo que a ningún mapuche tampoco. Y es que la historia, como siempre, no la escriben precisamente los de abajo. En el caso chileno, ese honor le correspondió en el siglo XIX a gente como Benjamin Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, Miguel Luis Amunategui y Crescente Errázuriz, entre otros historiadores con vinosos nombres de actuales calles y avenidas. Si un delito consta de autores materiales e intelectuales, este último rol lo jugaron los cuatro y sospecho de bastante buena gana. ¿Los mapuches una nación organizada, con una avanzada estructura social y una economía ganadera y textil pujante?

Pamplinas, escribirían y casi al unísono. Hacia 1860 y silenciados los inoportunos discursos de Prieto y el propio O’Higgins, la orden del día no era otra que retratar al mapuche como un bárbaro y un salvaje sin dios ni ley. “La lucha de los araucanos contra sus invasores era en realidad la de la barbarie contra la civilización”, escribió Amunategui en “Los Precursores de la Independencia de Chile”. Barros Arana, por su parte, no escatimó en adjetivos para retratar al mapuche como un holgazán y bárbaro salvaje, incapaz de progresar en un vasto territorio “que habría recompensado con creces a un pueblo más industrioso”.

Pero fue Benjamin Vicuña Mackenna, el más influyente de todos, quien llegó más lejos en su esfuerzo por falsear la historia. Parlamentario además de académico, todos sus escritos estuvieron dirigidos a legitimar el gran objetivo político de la élite chilena de aquellos años: el sometimiento por la fuerza del mapuche, el saqueo de su base económica y la colonización de extenso y rico territorio autónomo. El indígena, señalaba el honorable parlamentario en un discurso de 1868 sobre las campañas en Arauco, “no era sino un bruto indomable, enemigo de la civilización, porque solo adora los vicios en que vive sumergido, la ociosidad, la embriaguez, la mentira, la traición y todo ese conjunto de abominaciones constituyen su vida salvaje”. Y ante ello, sentenciaba, lo único que cabía era la “conquista” sin contemplaciones.

Huelga destacar que su discurso en el exterior –doble estándar de por medio- distaba mucho de reconocer siquiera la existencia del mapuche. “Los españoles se mezclaron con ellos de tal manera que encontrar hoy día en Chile un indio es cosa poco menos que imposible”, señalaba en 1866 y muy suelto de cuerpo en una conferencia dictada en Nueva York. El mismo camino de la negación transitaría Crescente Errázuriz, quien además de historiador llegaría a ser Arzobispo de Santiago e influyente columnista en la prensa. Consigna sobre su obra Jorge Pinto, académico de Temuco, que Errázuriz “prácticamente escribió una historia general del siglo XVI en la cual casi sus únicos protagonistas son los españoles. Los mapuches aparecen sólo muy de tarde en tarde”. Y colocar a los mapuches fuera de la historia no es sino una elegante forma de decir que nada les debemos, concluye Pinto.

Chile país sin indígenas. Chile país de blancos. Chile país sin mapuches. Cuesta creerlo, pero tal absurdo de dichos historiadores perdura hasta nuestros días. Quien lo dude por favor tómese un par de minutos y chequee en televisión la publicidad de Ripley o Falabella. Cuando menos pensará que se equivocó de tanda comercial. O que por tele transportación fue a dar hasta Finlandia. Curiosidades de ayer y de hoy. Parte de los archivos secretos de “MapuLeaks”.

 

Por Pedro Cayuqueo

* Publicado originalmente en  www.theclinic.cl