El objetivo de estos escritos es mostrar las mentiras, los engaños, los ocultamientos y las tergiversaciones del discurso de los que promueven y/o se benefician con el sistema de monocultivo extensivo con agroquímicos, incluido el transgénico, que sólo para abreviar es denominado aquí “discurso sojero transgénico”. En este primer texto desarrollo uno de los principales vinculados a la aprobación y clasificación de los agroquímicos.

 

 

Parte 1: Agroquímicos: Por qué no son suficientes los estudios de la Organización Mundial de la Salud para cuidar la salud de la gente

No son suficientes porque la propia OMS dice que no tienen garantía alguna, aclara que los criterios de clasificación son sólo una guía complementaria y porque se sustentan en investigaciones desactualizadas y sesgadas.

El discurso sojero transgénico

Hoy hay dos sistemas agroalimentarios en pugna:

· Por un lado, el sistema de monocultivo extensivo con agroquímicos, del cual el sistema transgénico es sólo el último eslabón.

· Por el otro, el sistema que integra la agricultura familiar, la vía campesina y los diferentes sistemas agroecológicos, que tiene emprendimientos que se sostienen a pesar de los ataques sistemáticos que padecen, y está en permanente conformación, articulación y crecimiento.

El objetivo de estos escritos es mostrar las mentiras, los engaños, los ocultamientos y las tergiversaciones del discurso de los que promueven y/o se benefician con el sistema de monocultivo extensivo con agroquímicos, incluido el transgénico, que sólo para abreviar es denominado aquí “discurso sojero transgénico”. En este primer texto desarrollo uno de los principales vinculados a la aprobación y clasificación de los agroquímicos.
El análisis de la aprobación y la clasificación de todos los pesticidas utilizados excede ampliamente este trabajo, por lo que enfoco sólo en algunos generales y en otros específicos referidos al glifosato, que es el pesticida que más se utiliza sobre la mayor superficie y afecta a la mayor cantidad de personas.

Por qué analizar la clasificación de los agroquímicos de la OMS

Analizar la forma en que la OMS categoriza los agroquímicos en general y al glifosato en particular es muy importante porque las clasificaciones resultantes, y las derivadas de ellas, son utilizadas por instituciones públicas y privadas para diversos fines:

· Por el Gobierno Nacional, a través del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, más específicamente el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), para justificar las aprobaciones y clasificaciones de los pesticidas.

· Por los gobiernos provinciales y locales para elaborar las normas que regulan la aplicación de los pesticidas, especialmente en lo atinente a la determinación de las distancias libres de pulverización aérea y terrestre alrededor de los lugares donde la gente desarrolla su vida, y a los correspondientes controles.

· Por los productores agrarios y los productores y comercializadores de insumos agrícolas, así como las asociaciones que los agrupan, como CASAFE[1], ACSOJA[2] y CIAFA[3], para promocionar y difundir en la sociedad y presionar a los organismos públicos argumentando que los plaguicidas aplicados masivamente no hacen daño a la salud y al ambiente.

Por qué no son suficientes los informes y las clasificaciones de la OMS

Los motivos por los cuales no son confiables las clasificaciones que propone la OMS son múltiples y variados. Aquí me limito a exponer algunos de ellos, a mi juicio los más importantes.

1. Porque la misma OMS dice que la clasificación no tiene garantías de ningún tipo y que no se hace responsable de los daños derivados de su uso.

Al comienzo de la publicación de la OMS “Clasificación de los plaguicidas recomendada por la OMS según su peligrosidad y directrices para la clasificación: 2009”, a continuación OMS (2009), dice:

… el material publicado se distribuye sin garantía de cualquier tipo, ya sea explícita o implícita. La responsabilidad de la interpretación y el uso del material recaen en el lector. En ningún caso la Organización Mundial de la Salud será responsable por daños derivados de su uso.

El texto es claro: la OMS recomienda pero no se hace responsable de las consecuencias de lo que recomienda.

Reafirmando aún más la responsabilidad de la autoridad de aplicación (en nuestro caso el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, y más específicamente del SENASA), el informe dice:

Las precauciones específicas necesarias para el uso de un plaguicida dependen de la naturaleza de la formulación y el patrón de uso; y son mejor decididas por una autoridad de registro de plaguicidas cuando acepta una etiqueta comercial.

2. Porque la OMS señala taxativamente que los criterios de clasificación son sólo una guía complementaria.

En OMS (2009) se rescata un texto extraído de la propuesta que fuera aprobada por la Asamblea Mundial de la Salud de 1975, que incluye el siguiente párrafo:

Los criterios de clasificación son una guía para complementar pero nunca para sustituir un conocimiento especial, el juicio clínico profundo y fundamentado o la experiencia con un compuesto.

El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación y el SENASA deberían tener especialmente en cuenta los conocimientos de los médicos que atienden a la población afectada por el uso de los pesticidas. Ellos vienen difundiendo desde hace varios años numerosos y detallados informes que ponen de manifiesto el avance de enfermedades como el cáncer, los abortos espontáneos y las malformaciones congénitas asociadas al incremento de las pulverizaciones. Muchos de estos reportes están contenidos en el informe del 1er Encuentro de Medicxs de Pueblos Fumigados realizado en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba en agosto de 2010[4].

Se trata claramente de un conocimiento especial y fundamentado que no debe ser sustituido por los criterios de clasificación de la OMS, tal cual lo señala esa misma institución desde hace ya más de 35 años.

3. Porque la OMS referencia su clasificación en investigaciones desactualizadas y sesgadas, concluyendo que los pesticidas son mucho menos peligrosos para la salud y el ambiente de lo que en realidad son.

Esto es delicado y requiere más desarrollo, por lo que pido al lector un poco de paciencia. En la introducción de OMS (2009) hay un párrafo que expresa:

La Organización Mundial de la Salud ha tomado todas las precauciones razonables para verificar la información contenida en esta publicación.

Lo que no dice es que la información que utiliza está absolutamente sesgada y desactualizada; y que esa desactualización forma parte del sesgo, ya que precisamente los estudios posteriores a los considerados, realizados por investigadores independientes, son los que principalmente muestran los daños a la salud que produce, en este caso, el glifosato.

Todo lector de OMS (2009) supone de buena fe que está referenciado en forma actualizada. Sin embargo, el trabajo cita para la clasificación del glifosato “Criterios de Salud Ambiental: 159 Glifosato”[5], publicación del Programa Internacional sobre Seguridad Química, Organización Mundial de la Salud, de 1994, a continuación OMS (1994) [6],[7]. Este informe no se basa en ensayos de la propia institución sino en estudios e investigaciones realizados por terceros.

Veamos cuándo y quiénes hicieron esos trabajos.

a) Referencia a trabajos desactualizados.

Los trabajos más actualizados citados en OMS (1994) son de 1992, lo que implica que OMS 2009 fue realizado ignorando por los menos las investigaciones sobre el glifosato de los últimos 15 a 17 años. Es decir que el informe de la OMS más actualizado que es utilizado para regular las prácticas y las legislaciones en todo el mundo en general y en la Argentina en particular, ignora todas las investigaciones sobre el glifosato entre 1992 y 2007/9.

A esto es necesario añadir que el contexto para los investigadores con criterio independiente de las empresas es particularmente hostil, ya que deben enfrentarse a las críticas y desacreditaciones sistemáticas de organismos oficiales y privados, que montan campañas de desprestigio en su contra. Así quedó en evidencia, entre tantos otros, en los casos tal vez más conocidos de Gilles-Eric Seralini en Francia y Andrés Carrasco en Argentina.

Estos trabajos muestran la vinculación del glifosato con múltiples daños toxicológicos, que van desde cáncer hasta malformaciones congénitas, pasando por alergias; mal funcionamiento de enzimas; la afectación del metabolismo energético de las mitocondrias, lo que pone en riesgo la sobrevivencia celular; abortos espontáneos; la disrupción hormonal, con concentraciones muchísimo más bajas que las que incluso pueden llegar a ser ingeridas con el consumo de alimentos de origen transgénico provenientes de vegetales tratados con estos productos.

La lista de esos trabajos es muy larga, y merece una investigación detallada y un informe en sí misma. Quienes quieran tener una idea de ellos, pueden consultar por ejemplo a Lapolla (2010)[8], Carrasco (2009)[9], Kaczewer, J (2002)[10].

Existen además varios estudios sobre ecotoxicidad del glifosato, de los que me interesa señalar especialmente los realizados por centros de investigación nacionales de la Argentina, como las universidades nacionales del Litoral y de Luján, y los desarrollados por medio de la articulación del conocimiento, el trabajo y los recursos de varios centros (ver Anexo). Estos trabajos son ignorados en la clasificación realizada por la OMS y no considerados por el SENASA, a pesar de ser conocimientos especiales y fundamentados.

b) Quiénes realizaron los trabajos citados por la OMS

Los informes referenciados por OMS (1994) no sólo están desactualizados, ignorando la mayoría de los que demuestran la toxicidad real del glifosato, sino que además se basan principalmente en trabajos suministrados por las empresas interesadas en la producción y comercialización del producto y sus formulados. Por ejemplo, 180 fueron realizados y/o suministrados por Monsanto.

Más de 150 de los informes citados no fueron publicados, es decir, que no fueron sometidos a referato ni crítica de pares, de los cuales una centena fueron suministrados por Monsanto.

Muchos de los otros trabajos referenciados también fueron provistos por otras empresas que producen y comercializan el producto y/o sus formulados, y no fueron publicados, como por ejemplo los 17 de Agrichem B.V., productora y comercializadora de pesticidas con sede en los Países Bajos; los 5 de Luxan B.V., también de los Países Bajos, o los 5 de Rhône Poulenc.

Estos informes no son utilizados en forma complementaria, como cabría esperar, sino como información principal en las consideraciones utilizadas para la clasificación. Basta citar un par de ejemplos. El informe no publicado identificado como Monsanto 1990a[11] aparece citado dos veces para justificar consideraciones sobre la disipación del glifosato, y Monsanto (1988a)[12] dos veces en referencia a aspectos metodológicos y trasformaciones metabólicas.

c) Otros motivos

Hay otros motivos para no considerar suficiente la clasificación de la OMS para proteger la salud de la población y el ambiente de los daños que producen los agroquímicos. Por ejemplo, la clasificación se basa principalmente en la toxicidad aguda oral y dérmica a la rata, considerando que estas determinaciones son los procedimientos estándar en toxicología, y deja de lado en principio la toxicidad crónica y la toxicidad subletal[13]. Por otra parte, no son difundidos los procedimientos de conformación de los equipos responsables de la elección de los estudios a utilizar como referencia, su análisis, evaluación y elaboración de las consideraciones y clasificación finales.

FAO/OMS 2004

Otro que suele ser muy citado por los defensores del uso del glifosato es el Informe de 2004 del JMPR[14] del Encuentro de Experto de FAO/OMS[15].

Cabe señalar que no se trata de un informe científico, porque no puede ser sometido a crítica de pares. En sus 383 páginas no referencia las conclusiones a las que llega, es decir, no dice en qué trabajos se basa para sacar las conclusiones, por lo que no se puede saber cuáles considera y cuáles no. Esto implica que se ignora si las conclusiones a las que llega están razonablemente sustentadas por investigaciones, quién hizo esas investigaciones, qué metodología utilizó, y si tenía independencia o no de criterio.

Por otro lado, en la introducción reconoce que: “La mayoría de los resúmenes y las evaluaciones contenidas en este informe se basan en trabajos no publicados de propiedad privada presentados al Comité para hacer las evaluaciones.”

Este párrafo muestra que el Comité reconoce que los trabajos sobre los que se basan las evaluaciones son de propiedad privada; muy probablemente de las empresas que producen y comercializan estos productos, o están vinculadas a ellas.

Además, el documento no propone clasificaciones de agroquímicos.

Estos son los motivos por los que este informe no es analizado en este texto. Lo que ocurre es que sus conclusiones suelen ser tergiversadas por el discurso sojero transgénico. Estas y otras tergiversaciones serán analizadas en un próximo trabajo.

La clasificación y las distancias libres de fumigación

Las clasificaciones de la OMS no deberían utilizarse como único fundamento para fijar las distancias libres de pulverización con pesticidas.

La OMS no se hace responsable de sus recomendaciones, dice que la clasificación debe ser considerada como un criterio complementario de los saberes clínicos y especiales, utiliza trabajos sesgados y notoriamente desactualizados, y además sostiene taxativamente que:

El peligro a que se refiere la presente Recomendación es el riesgo agudo para la salud con que se pueden encontrar accidentalmente cualquier persona que manipule el producto de acuerdo con las instrucciones indicadas por el fabricante o de acuerdo con las normas establecidas para el almacenamiento y el transporte señaladas por los organismos internacionales competentes.

En ningún lugar dice que esas clasificaciones están realizadas para proteger a la población en general.

En realidad, una de las dos recomendaciones finales de OMS (1994) expresa:

Un estudio de la canasta de plaguicidas vendidos en el mercado sería útil para determinar la posible exposición de la población en general[16]

De esta recomendación se pueden decir al menos dos cosas:

· En 1994 la OMS reconoce que no se sabe cuál es el daño que los pesticidas producen a la población en general.
· Después de 13/15 años de haber hecho esta recomendación, la OMS no hace referencia a ningún estudio sobre los peligros a los que está expuesta la población en general, a pesar del incremento masivo del uso de los pesticidas en general ni del glifosato en particular.
Por lo expuesto, es inaceptable que las clasificaciones de los agroquímicos de la OMS, ni las derivadas o vinculadas con ellas, o las que fueron realizadas con procedimientos afines, sean utilizadas como principal criterio para fijar las distancias libres de pulverizaciones con pesticidas.
Los legisladores que elaboran las normas que regulan las distancias libres de pulverización con pesticidas deben considerar principalmente los conocimientos especiales que tienen los investigadores locales con criterio independiente y los médicos de las poblaciones afectadas. Las clasificaciones como la de la OMS que estamos analizando deben ser tomadas en cuenta sólo en forma complementaria, aplicando en todos los casos el principio precautorio para proteger la salud de la población y el ambiente.

Buenos Aires, 7 de febrero de 2011

Claudio Lowy – Ingeniero Forestal – Master en Desarrollo Humano Sostenible

http://www.alainet.org/active/44191&lang=es