Los primeros años del siglo XXI encuentran al sistema capitalista atravesando una de sus cíclicas crisis generada por sus intrínsecas contradicciones: Por un lado vive una etapa de apogeo y expansión mundial denominada por sus panegiristas como globalización, pero por otra parte presenta síntomas inequívocos de estar inmerso en un rompimiento estructural que, en muchos de sus aspectos, parece irreversible y terminal.

 

 

La economía norteamericana necesita los minerales de América Latina como los pulmones necesitan el aire.

Eduardo Galeano. Las Venas Abiertas de América Latina

El modelo civilizatorio en el que vivimos (capitalismo), con sus intrínsecas características de desarrollismo, consumismo y derroche, impuesto a casi toda la humanidad en los últimos 150 años, ha dependido para su existencia de la disponibilidad de fuentes de energía que han sido, a la vez, abundantes y baratas.

Las cuatro principales fuentes de energía para este siglo XXI que recién comienza son:

A-     Combustibles fósiles.

B-     Biocombustibles.

C-     Energía nuclear.

D-     Minerales estratégicos con gran capacidad de almacenamiento y conducción de energía (Litio, Coltán).

El formidable desarrollo de las fuerzas productivas durante el siglo XX estuvo  ligado a la permanente disponibilidad por parte de los centros del capitalismo mundial, de la energía que el petróleo, obtenido la mayor parte de las veces en forma de saqueo puro y simple o a precios ridículamente bajos, casi simbólicos, le proporcionó.

La lógica y leyes del capitalismo no han variado desde entonces. Las nuevas fuentes energéticas serán objeto de intento de apropiación a través de agresiones (caso de Irak) o de transacciones leoninas y usureras con gobiernos cipayos y corruptos (como los que existían en la Venezuela anterior a Chávez).

El capitalismo está indisolublemente ligado al imperialismo. Hoy, uno no puede sobrevivir sin el otro. Para un sistema de estructura y concepción neoimperial no basta con tener garantizado el suministro de determinados artículos y bienes; lo que determina el modelo y características de las relaciones imperiales de dominación  es poseer la potestad de obtener esos recursos en forma ilimitada y con costos apenas un poco mayores que los gastos de inversión realizados. La división internacional del trabajo bajo el sistema capitalista mundial exige para su existencia elevados porcentajes de plusvalía, porcentajes que sólo pueden ser obtenidos a través del saqueo sistemático de los recursos y el trabajo de las sociedades periféricas y dependientes.

Los primeros años del siglo XXI encuentran al sistema capitalista atravesando una de sus cíclicas crisis generada por sus intrínsecas contradicciones: Por un lado vive una etapa de apogeo y expansión mundial denominada por sus panegiristas como globalización, pero por otra parte presenta síntomas inequívocos de estar inmerso en un rompimiento estructural que, en muchos de sus aspectos, parece irreversible y terminal.

El capitalismo es, por su propia naturaleza, un sistema profundamente irracional. No albergo dudas de que su final está cerca (tiene que estarlo, el ecosistema terrestre no soportará mucho tiempo más su dinámica depredadora y destructiva), pero también estoy convencido de que morirá matando, e intentará  destruir a todo aquello que se interponga en su suicida carrera por obtener los recursos energéticos que le son indispensables para mantener su ritmo incesante de crecimiento y expansión, no porque así lo hayan decidido unas élites malvadas y sin conciencia (si este fuera el caso sólo habría que esperar a que tomaran el poder en los centros imperiales del capitalismo mundial gente “buena”, o por lo menos sensata, con lo de absurdo y fantasioso que esto supondría), sino porque esta es su naturaleza y así lo ordenan las leyes que rigen su existencia, como tan bien lo explicó Marx en su obra maestra, El Capital.

En el escenario antes descrito Suramérica va a desempeñar un papel clave y protagónico; veamos porque:

Hidrocarburos

En Suramérica se encuentran las mayores reservas de hidrocarburos que existen en el planeta. Sólo en la faja del Orinoco, y según cifras del Departamento de Geología de los EEUU, se pueden recuperar con la tecnología actual, más de 513 mil millones de barriles de petróleo, a los que hay que sumar los cerca de 100 mil millones de barriles que Venezuela posee como reservas convencionales, las reservas de gas natural que equivalen a cerca de 30 mil millones de barriles y las reservas de carbón, que equivalen a poco más de 5 mil millones de barriles; a esto habría que sumarle los más de 100 mil millones de barriles que los brasileños han encontrado en sus yacimientos off shore de sus cuencas del Presal y las reservas de petróleo y gas que existen en Colombia, Ecuador y Bolivia, que,  sin poseer la magnitud de los dos primeros países, tampoco son despreciables. Como punto especial debo mencionar los recién descubiertos yacimientos de petróleo en las islas Malvinas argentinas, que según las empresas que allí hacen prospecciones con licencias del gobierno inglés, sobrepasan los 18 mil millones de barriles y que involucran a los intereses británicos en forma directa en la geopolítica energética de la región.

Lo anterior significa que en Suramérica existen reservas de hidrocarburos mayores que las que existen en las cuencas del medio oriente o las del Mar caspio, con la ventaja agregada de su cercanía a los que, hasta ahora, han sido los grandes centros de consumo energético del capitalismo mundial.

Parece obvio que en la lucha que la humanidad presenciará en los próximos años por el control de los hidrocarburos, los EEUU intentarán asegurarse el control de esta zona del planeta como reserva exclusiva y estratégica frente a potencias emergentes como China e India, e incluso frente a sus tradicionales aliados europeos y japoneses.

Biocombustibles

Suramérica es la principal zona productora de biocombustibles en el mundo. Brasil produce el 45% del bioetanol que se destila en el planeta, Argentina es el primer productor mundial de aceite de soja, así como Colombia es el principal productor de aceite de palma africana en el continente, ambos aceites utilizados para la producción de biodiesel. Hay que hacer la aclaratoria de que cuando se dice que Brasil es el primer productor mundial de etanol o Argentina de aceite de soja, pareciera que es el estado brasileño o argentino quienes producen estos rubros cuando la realidad es que quienes los producen son gigantescas trasnacionales asentadas coyunturalmente en los territorios de esos países.

Según el Doctor Miguel Ángel Altieri, profesor de la universidad de Berkeley, “estamos ante el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios. Se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras, biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas instituciones conservacionistas que van a decidir cuáles van a ser los grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina”.

El catedrático de origen argentino culmina sus reflexiones con un llamado de alerta a los pueblos del sur del Rio Grande: “para que EEUU produzca todo el etanol que necesita para reemplazar su petróleo, debería cultivar seis veces su superficie. Entonces está claro que lo van a hacer en los países de América Latina y, de hecho, ya están en camino. Se trata de un imperialismo biológico”.

Energía nuclear

En Suramérica existen cuantiosas reservas de minerales radioactivos. Países como Brasil, Argentina y casi todas las naciones andinas poseen en sus territorios yacimientos de estos materiales. Brasil y Argentina además, dominan todos los ciclos técnicos para la producción de energía nuclear.

Hasta ahora, todas las centrales nucleares en el mundo producen energía a partir de la fisión (rompimiento) del núcleo de los átomos de los materiales radioactivos; sin embargo, las centrales nucleares de nueva generación (el prototipo se construye en Francia), van a ser centrales que producirán energía no a partir de la fisión nuclear sino de la fusión de los núcleos de los átomos  de los materiales radioactivos en un proceso semejante al que ocurre en el sol.

El material que hasta ahora ha demostrado ser más eficiente y adecuado para la producción de energía a partir de la fusión de sus átomos es el Tritio (una combinación de Litio con Hidrógeno). El que en Suramérica exista cerca del 80% de los yacimientos de Litio que se han podido confirmar en el mundo y a la vez existan grandes reservas de uranio y países que controlan las fases técnicas del proceso de producción de energía nuclear abre múltiples variables sobre el papel que podrá jugar esta región en al campo de la producción de energía nuclear en el siglo XXI.

Minerales estratégicos para el almacenamiento de energía

(Litio y coltán):

El litio es un mineral extremadamente liviano, que presenta como característica utilitaria principal una enorme capacidad de almacenamiento de energía eléctrica, lo que convierte a los automóviles movidos por este tipo de energía, que funcionan con acumuladores (baterías) fabricados con este material, en la gran opción ecológica y sustentable  frente a los que aun funcionan con combustibles fósiles.

Al litio se le asigna el papel de ser el suplidor del petróleo como proveedor de energía para mover al mundo a partir de la tercera y cuarta década de este siglo.

En el triángulo formado por los salares de Uyuni en Bolivia, Atacama en Chile y Hombre Muerto en Argentina, se concentra más del 80 % de las reservas de Litio que, hasta ahora, se han confirmado y certificado en el mundo. En el salar de Uyuni, en el suroeste boliviano, se concentra más del 50 % del Litio conocido y certificado hasta ahora en la tierra. Jerome Clayton Glenn, director del proyecto milenium de la ONU, declaró hace dos años atrás que “en un futuro cercano Bolivia podría convertirse en el proveedor de combustible del planeta”, lo que no hace sino confirmar las enormes posibilidades energéticas que hacia futuro posee el país altiplánico. La Dirección Nacional de Recursos Evaporíticos de Bolivia estimó en enero de este año que el total de las reservas de litio ubicadas en el Salar de Uyuni se estiman en cuando menos  dieciocho millones de toneladas. Desde Washington y otros centros de poder y propaganda mundial se ha promocionado a Chile  como el gran proveedor de Litio para el mundo, destacando su neoliberal legislación minera y la rígida alineación de los sucesivos gobiernos australes con los intereses estadounidenses en la región. Se ensalza a Chile como estrategia para descalificar y torpedear los esfuerzos del estado Boliviano por intentar explotar su riqueza litífera procesándola en su propio territorio; también estos serían los fines tácticos que persigue el anuncio del descubrimiento de gigantescos yacimientos de Litio en el sur de Afganistán, es decir, disminuir la importancia de los yacimientos bolivianos para de esa forma debilitar su capacidad negociadora frente a las empresas y países con los cuales negocia el gobierno de Evo Morales la industrialización del Litio en su propio país.

El Coltán por su parte es una combinación de columbita, tantalita y manganeso. El Tantalio (uno de los minerales que lo integran) es un superconductor que soporta elevadas temperaturas, es resistente a la corrosión y tiene, al igual que el Litio, una asombrosa capacidad de almacenamiento de cargas eléctricas. El Coltán es el material fundamental para fabricar condensadores, microchips, microcircuitos para computadoras, celulares, consolas de videojuegos, sistemas de posicionamiento global, satélites, misiles teledirigidos y demás aparatos de microelectrónica, eso sin incluir que también es utilizado para los ahora infaltables implantes mamarios.

Hasta ahora se creía que los yacimientos de Coltán sólo se encontraban en cantidades apreciables en países del África centro-oriental, en la zona de los grandes lagos (Congo, Ruanda, Burundi), pero el año pasado Venezuela anunció descubrimientos de Coltán en su sureño estado de Amazonas con reservas que, en un primer momento, se han valorado por encima de los cien mil millones de dólares, lo que viene a aumentar, si acaso ello fuera posible, la importancia estratégica del país bolivariano en el escenario geopolítico de la energía en el mundo contemporaneo.

Variables geopolíticas

Los hechos antes señalados poseen en sí mismos profundas implicaciones geopolíticas. Dada la magnitud de sus gigantescas reservas de hidrocarburos (Venezuela será el último país sobre la tierra en alcanzar su pico de producción, alrededor del año 2067) la nación bolivariana parece encaminada a ejercer una posición dominante en el mercado petrolero mundial durante este siglo que comienza, situación que también detentará Bolivia con respecto al llamado combustible del siglo XXI, es decir, el Litio.

En este punto hay que recordar que los gobiernos de estos dos países son estrechos aliados políticos e ideológicos, cofundadores de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), que vista desde esta óptica ya no parece tanto un club de utopistas y soñadores,  y propulsores de cambios profundos y estructurales en las formas de organización social, política y económica de sus sociedades. Tanto el Comandante Chávez como el Presidente Evo Morales han enunciando su intención de construir modelos de convivencia humana y planetaria diferentes al capitalismo.

Nuestro actual modelo civilizacional se asienta, es pertinente recordarlo,  sobre la disponibilidad y consumo (derroche) de ingentes cantidades de energía, por lo que es válido afirmar que quien controle las fuentes de energía tendrá la posibilidad de influir grandemente en los modelos y formas de organización social y convivencia que la humanidad adoptará en las próximas décadas. Bolivia con su Sumak Kawsay o tesis del buen vivir, proveniente de las mejores tradiciones indígenas de los pueblos que conforman su estado plurinacional,  y Venezuela, con su búsqueda de un socialismo adaptado y evolucionado hacia las realidades del presente siglo, son de las pocas alternativas que se levantan en el mundo contemporáneo a desafiar, en la teoría y en la práctica, al capitalismo globalizado.

A esto tiene que agregársele que Brasil, primer productor mundial de biocombustibles , aun sin que sus élites y clases gobernantes estén propugnando modelos alternativos o heterodoxos de organización social, sí intentan la modificación del orden unipolar vigente actualmente en el mundo y las posibilidades que en ese sentido le otorgaría una alianza con la Venezuela petrolera de Chávez o la Bolivia litífera de Evo tiene que estar siendo considerada seriamente en los despachos de análisis geopolítico de los palacios de Planalto e Itamaraty.

Un eje energético Brasilia-Caracas-La Paz (Etanol-Petróleo-Litio) tendría una posición dominante en el mercado de la energía mundial del siglo XXI,  y estaría en capacidad de imponer condiciones y reglas dentro de la multipolaridad mundial que su consolidación crearía.

Los geoestrategas chinos y rusos, aunque lejos de concepciones marxistas, o incluso progresistas de las relaciones internacionales de sus respectivos países, no pueden haber dejado de percibir las enormes implicaciones de poder que los escenarios antes descritos ofrecen para la construcción de un nuevo escenario mundial y desde ya empresas chinas y rusas, con el apoyo de sus respectivos gobiernos, se están posicionando en la región.

A su vez, los analistas estadounidenses han previsto estos escenarios y ello explica el gigantesco y renovado despliegue militar (bases, IV flota, neogolpes de estado) que en los últimos años han realizado en la región. Para los intereses usamericanos controlar Suramérica, especialmente sus movimientos nacionalistas y anticapitalistas, no es sólo una apuesta económica e ideológica, es un imperativo de supervivencia imperial. El control de las reservas energéticas de Suramérica, especialmente las petroleras de Venezuela, es una condición necesaria para garantizar su retaguardia petrolera y tener las manos libres para intentar controlar las zonas petroleras del medio oriente y el Mar caspio, y en caso de no controlarlas, desestabilizarlas al máximo para impedir así el libre acceso a ellas de asiáticos y europeos.

El establecimiento de siete bases militares en el país neogranadino han llevado al internacionalista azteca Alfredo Jalife Rame a preguntarse en la página web de La Jornada de México: “¿La instalación de las bases militares estadounidenses en Colombia, al unísono de los intentos de balcanización de países petroleros de la zona (Bolivia, Ecuador, Venezuela) no formarán parte del jaque bélico de Washington a los hidrocarburos y a los metales estratégicos como el Litio, de Sudamérica?”.

Los thinks thanks estadounidenses entienden que estallidos, revueltas y convulsiones  en el mundo árabe y musulmán en contra del orden económico, social y político impuesto a esas sociedades por regímenes tiránicos y antipopulares, cuya única razón de ser durante décadas ha sido garantizar el saqueo de las riquezas hidrocarburíferas de esos países por parte de las grandes corporaciones  transnacionales, son inevitables, tal y como se ha podido observar en las últimas semanas en Túnez, Argelia, Egipto, Yemen y Jordania, por ello, el control de los recursos energéticos de lo que ellos por años han considerado “su patio trasero”, Suramérica, se les presenta como un imperativo absoluto.

Una Suramérica unida e integrada es el peor escenario que los círculos de poder imperiales pueden llegar a visualizar para sus intereses en la región, por ello, los gobiernos de los EEUU han maniobrado en los últimos años para, en cumplimiento del viejo adagio romano de divide et impera, impedir o sabotear toda forma de asociación o integración en Latinoamérica y el Caribe; por eso,  iniciativas como el Alba, el Sucre, La Comunidad Sudamericana de Naciones, Petrocaribe, Petroandina, Petroamérica, Unasur y Mercosur, que no sólo implican acuerdos en el ámbito económico sino que son el entramado para fijar las bases hacia una mayor y más profunda integración política, son miradas y atacadas con fuerza por un poder imperial que tiene su principal fuerza en la división y aislamiento del resto del mundo.

La energía puede ser la herramienta necesaria para ajustar estos procesos de integración suramericana, a la vez que convertirse en su carta de presentación al mundo multipolar que se está comenzando a conformar en este siglo que recién arranca.

– Joel Sangronis Padrón  es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela.

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