El ave estuvo por encima del ataque de las Farc en Caloto (Cauca), donde, como siempre, a los pájaros negros de ‘la Far’ no les importaron los civiles.

En este país somos de unas emociones extrañas. El futbolista panameño Luis Moreno cometió en Barranquilla ese acto condenable, ofensivo e inhumano, de patear, en el estadio Metropolitano, una lechuza que había recibido un balonazo y estaba aturdida en el campo de juego. Casi lo linchan. Se pidió extradición, que no dejen jugar al moreno, cárcel sin visita conyugal por cinco años, hasta que le pincharan las pelotas de juego.

Algunos lo tomaron más tranquilamente y llevaron la cosa a la gramilla política. Un agudo periodista dijo que, por esas “parajodas” de la vida, un panameño viene y mata a patadas a una lechuza, pero que Panamá protege a la que en el DAS, en el gobierno pasado, obedeció la orden de “le chuzas” los teléfonos a magistrados, periodistas y oposición. Y a quien Uribe le puso las alas del exilio, al parecer para que la lechuza cerrara el pico.

La noticia del lechucidio fue la más leída. En eltiempo.com, el lunes, tuvo 196.647 entradas. El país entero quería saber la evolución de la lechucita, que se hallaba en cuidados intensivos. Y los noticieros abrieron con la infausta noticia de que el animalito había alzado vuelo al más allá. Y contaron que sus despojos mortales serían sepultados en el cementerio ‘Aves de buen agüero’ y que se esperaba que las mejores plumas nacionales le hicieran un homenaje. Se informó también que las demás lechuzas del estadio decretaron “tres días de vuelo”. La nota del deceso, en eltiempo.com, tuvo 122.970 entradas.

Está bien indignarse, ser sensibles, ecológicos, pero lógicos. La noticia fue la más leída de la semana, seguida por la de “el sexo oral puede producir más cáncer de garganta que el cigarrillo”, especialmente si se es promiscuo. O sea, si no se tiene cuidado dónde lechuza. Es el resultado de una investigación de la Universidad de Ohio (Estados Unidos), en la que aconsejan que hombres que practiquen el sexo oral deben aplicarse la vacuna del papiloma. Vuelen.

A este país le importó más la lechucita -que en palo descanse- que el alza de la gasolina, que cae como una patada en el nido a millares de personas ya de por sí desplumadas, sin trabajo o aleteando en la informalidad.

¿Qué pasa por el sentir nacional? El ave también estuvo por encima del ataque de las Farc en Caloto (Cauca), donde, como siempre, a los pájaros negros de “la Far” no les importaron los civiles y mataron a una joven madre, a un funcionario del Banco Agrario y a cuatro policías.

Por la lechucita alcanzaron a proponer marchas, pero los ecologistas no las proponen contra la explotación minera en el páramo de Santurbán (Santander), donde todo indica que las especies nativas y fuentes hídricas, a más de 3.000 metros de altura, serán pateadas. Y, al parecer, rociadas de cianuro. ¿Quiénes quieren minar el medio ambiente y seguir matando lechuzas?

Se prendieron del pájaro para irse contra las corridas de toros, que no se pueden acabar. La Corte Constitucional las defendió como una tradición cultural. Pero, además, los toros son un derecho a la libre empresa, que aporta grandes utilidades para obras sociales y recreativas y produce empleos y turismo. Y constituyen la preservación del toro de lidia, que moriría si apuntillan la fiesta. Un senador le chuza a un proyecto de ley para un referendo contra los toros. Ojalá le corten las alas, no al senador, sino al proyecto, pues es un puntapié a los derechos de la afición. Hay miles de violencias que debemos combatir, antes que el arte milenario de la fiesta brava. ¿No quieren preservar las especies? Pues que vivan los toros. Y que vivan en los potreros, como las lechuzas, y salgan al ruedo. Acabarlos sería la patada.