Continuando la política del gobierno anterior, Santos reanudó las súplicas para que el gobierno de Obama presente ante la Cámara de Representantes de los Estados Unidos el Tratado de Libre Comercio, TLC, que firmaron, los dos gobiernos, hace más de seis años.

 

En la visita realizada por el mandatario colombiano a ese país, fue clara su posición de someterse a los dictámenes del gobierno estadounidense, con tal de que el jefe del imperio acceda a tramitar e impulsar la aprobación del tratado. Y aunque la prensa de aquí y alguna de allá dan como un hecho la presentación y el trámite del acuerdo, la verdad es que las palabras de Obama no son concluyentes. Aunque su compromiso es “destrabar” el TLC, no lo es de comprometerse, aun, con su aprobación. Al menos eso es lo que puede deducirse de sus palabras en la rueda de prensa realizada conjuntamente con el mandamás colombiano.

Y eso es así porque si bien es verdad que poderosas fuerzas de la sociedad norteamericana, los monopolios financieros y agrarios, se mueven pidiendo la firma del acuerdo, también es cierto que se oponen vigorosas organizaciones sindicales y sectores democráticos que creen que con la aceptación del Tratado, se validan procedimientos violatorios de los derechos humanos de millones de colombianos. Además es innegable que en ciertas áreas de la producción, ven en los tratados una amenaza para el empleo en ese país. Como es sabido, una parte muy importante del partido demócrata condiciona el respaldo a la reelección de Obama a que éste cumpla con su promesa de no ratificar el TLC con Colombia, Panamá y Corea del Sur.

Es importante señalar que la promesa de Obama tiene, con cada día que pasa, menos posibilidades de cumplirse. En varias de sus intervenciones, a guisa de ejemplo el primer discurso sobre el Estado de la Unión de enero de 2010, el presidente Obama prometió doblar las exportaciones de Estados Unidos durante los próximos cinco años como una manera de ayudar a sus sectores productivos a salir de la crisis que soporta la economía norteamericana desde hace tres largos años y a la que no se le ve una pronta escapatoria. Tenemos así un cuadro en el que, aunque Obama quiere “libre comercio”, está  atado por sus promesas, al menos con el de Colombia. Y, por eso, pretende engañar a sus copartidarios y al movimiento sindical, hacerles creer que si cambian algunas circunstancias en Colombia, en especial en las relaciones entre el capital y el trabajo, el tratado puede aplicarse.

En buena parte, dependerá de cómo actúen los sectores opuestos al tratado en el partido demócrata y el movimiento sindical americano el que se destrabe y apruebe, o no, el TLC. Pero, ¿cuáles son las condiciones que Obama quiere imponer a Colombia para aprobar el trámite del Tratado en el Congreso, sin perder el respaldo del sindicalismo y los votos de los demócratas que se oponen?  

Según los compromisos adquiridos por Santos, en los documentos oficiales, y que el país debe cumplir, se obliga una serie de reformas que ya han sido criticadas por varios sectores patrióticos y democráticos de nuestra nación. Su origen, el de las reformas, se encuentra en los acercamientos que, para la aprobación del trámite del tratado, realizan desde hace casi un año, de manera secreta, los dos gobiernos y que se concretan con el acuerdo suscrito.

Las reformas acordadas, que en varios casos no pasarán de ser una especie de taparrabos para legitimar el TLC ante la opinión pública de ambos países, se refieren a derechos humanos, libertades sindicales, justicia y reparación a las víctimas de la violencia y respeto a los derechos y a los territorios de las comunidades afro e indígenas.

En muchos casos lo pactado llama a risa. Que en tres meses se implementen reformas concretas y drásticas que lleven a soluciones en temas de derechos humanos. Temas en los que hace muchos años quienes gobiernan se han negado a que se haga justicia y se condene a los responsables. En otros casos, pretenden hacernos creer que quienes han gobernado en los últimos ocho años van a acabar con la impunidad en las fuerzas militares o a frenar la violencia contra los dirigentes de los despojados de la tierra, o a modificar a fondo las leyes que contra los derechos de los trabajadores y sus organizaciones se implementan desde los albores de la apertura económica. Derogar las leyes 50 y 100 o las Cooperativas de Trabajo Asociado CTA, será fruto de las luchas de los trabajadores y no de los engaños de Obama y Santos. Ofenden al sentimiento patrio las decisiones pactadas con Estados Unidos para reformar el código penal y para aplicar justicia, en un cronograma acordado con la fiscalía, no para derrotar la impunidad sino para alcanzar el beneplácito del Imperio.

Como señala el pronunciamiento de la Red Colombiana de Acción Frente al Libre Comercio y el Alca RECALCA, “Los acuerdos entre Santos y Obama validan la política de Santos y Uribe en materia de derechos humanos dentro del enfoque de que en la última década Colombia tuvo grandes progresos, que ahora se busca consolidar. Para todos los colombianos está claro que los últimos nueve años fueron los de las chuzadas, los falsos positivos, los desplazamientos masivos, de incremento de la informalidad y el desempleo, aumento de la dependencia alimentaria y entrega de garantías absolutas a la inversión extranjera. Bajo ninguna circunstancia fue una década de grandes avances que hay que consolidar, sino de profundos retrocesos que hay que revertir.”

En 2004 cuando se “negociaba” el TLC con los Estados Unidos, el dirigente de la industria farmacéutica nacional Emilio Sardi señaló: “Detrás de la pantalla de una hipotética liberación del comercio exterior se esconde la pretensión de amarrar los mercados internos, en detrimento de los consumidores colombianos. Esas normas pueden acabar con la seguridad alimentaria de la nación y poner en peligro el acceso a la salud de la mayoría de los colombianos. Si se aceptan, serán de carácter supraconstitucional – coercitivas e irreversibles – e impedirán que Colombia pueda cambiar o incidir en el futuro en sus estrategias de desarrollo, las que quedarán limitadas a los parámetros del acuerdo. Este tratado limitará seriamente nuestra soberanía”.

Quienes nos oponemos a los tratados de libre comercio porque consideramos que son lesivos a la economía nacional, al entregar los recursos naturales y el mercado interno a mercancías, capitales y monopolios extranjeros, en detrimento de la soberanía nacional, el trabajo, la producción, el progreso y el bienestar de nuestro pueblo, no podemos menos que condenar el acuerdo de Santos con Obama y llamar a colombianos y estadounidenses que nos quieran respaldar, a levantar la más amplia resistencia civil y popular a tan desfavorable tratado. Los trabajadores, contra quienes quieren doblegarlos, estarán en la primera línea de la resistencia.

Oscar Gutiérrez Reyes

Manizales, 22 de Abril de 2011