El sistema de la decisión de la Consulta Popular se basa en los dispositivos de la democracia liberal. El sistema funciona como una red de operaciones, es decir de diferencias e identidades, a partir del principio de simplificación de la complejidad.

 

LA DECISIÓN POLÍTICA EN LA DEMOCRACIA LIBERAL

La democracia es un abuso de la estadística.
Borges

El sistema de la decisión de la Consulta Popular se basa en los dispositivos de la democracia liberal. El sistema funciona como una red de operaciones, es decir de diferencias e identidades, a partir del principio de simplificación de la complejidad.

LA CONSULTA

El dispositivo de votación liberal es la agregación de votos individuales y la opción simplificada SI/NO (1/0, input/output), para producir una mayoría cuantitativa. Está en juego la matemática cartesiana simple, sumatoria de puntos. El punto político liberal está en el cruce de la coordenada ciudadanía y la ordenada voto. La ciudadanía y el voto pueden operar a partir de la abstracción de toda cualidad (diferencia e identidad) y la reducción a la cantidad. De esta manera, la Consulta se presenta como la representación de la voluntad general de la sociedad sobre una materia.

Pero para ello tiene que cargar el sistema, no desde la participación que implica un proceso complejo de argumentación, gusto y decisión, sino desde la publicidad y la captación del voto. El resultado es la reducción del tono democrático del sistema y una degradación de la política. El primer efecto es la degradación de dispositivos de democracia directa (o participativa), como la consulta popular o el plebiscito, que pierden su carácter constituyente para transformarse en intentos de relegitimación coyuntural del poder.

El voto no puede ser representado por un punto, pues no se trata de un resultado abstracto, sino de una decisión concreta, un todo complejo en que se condensan diversas “motivaciones”, intereses, argumentos, gustos. Aún más, no se trata de una decisión individual, sino de un campo de interacción de diversas fuerzas y tendencias.

El sistema cartesiano es insuficiente para la decisión política participativa; y sería necesario pasar a un sistema fractal, que nos permita tratar la cantidad y la calidad. Esta orientación es necesaria si queremos buscar los puntos de salto cualitativo, de ruptura y la construcción de sistema políticos avanzados de decisión, con la participación de la sociedad. En general, la tendencia de los políticos liberales es actuar con el resultado de la simplificación sistémica producida por la modernidad capitalista, la versión liberal de la democracia, que tiene como base la ciudadanía, vaciada de su contenido concreto, de las diferencias e identidades, de las cualidades.

Desde esta visión cartesiana la política se convierte en la acción iluminista de los actores poderosos (los que saben) para mover a la masa (ignorante); por ello es fundamental el papel de los líderes, los partidos políticos y la opinión pública.

La simplificación sistémica de la democracia liberal va por el lado de la palanca impulsora: las motivaciones más primitivas, pues las formas más avanzadas se vuelven complejas. Las estadísticas muestran que menos del 5% decide por razones programáticas y que la tendencia de la masa es a decidir por intereses y gustos de corto alcance. En la Consulta, un alto porcentaje del electorado no conocía el contenido de las preguntas y la complejidad de las mismas no produjo el enriquecimiento del debate y de la educación política del pueblo, para que actúe como sujeto. La política deriva en marketing y clientelismo. Lo que importa es el fin, no el medio: el objetivo es captar votos. En el capitalismo tardío se impone una racionalidad cínica.

En nuestro país hay un largo funcionamiento velasquista de los dispositivos de relación del poder con las masas. El punto de partida es la creación de un espacio vertical en torno a un liderazgo carismático que actúa como mediador de las contradicciones sociales, con una respuesta “religiosa” de la población, que se convierte en base política. Por ello la deriva de las consultas hacia el funcionamiento como plebiscitos sobre el líder. Pero la vida rebasa los recursos clientelares y los pequeños juegos de abalorios.

El funcionamiento carismático en la Consulta se enfrentó con dos procesos: desde arriba, la intervención de los dispositivos tradicionales de autoridad y poder; y desde abajo, la presencia fractal de la diversidad política y social que construye un sentido en la oposición. La consulta ofrece una oportunidad para la resurrección de los viejos liderazgos oligárquicos, pero también para la emergencia/retorno de los actores sociales y políticos. El intento de controlar la totalidad termina en formas autoritarias y pierde eficacia ante la presencia de la diversidad, cuando ésta encuentra un cauce de confluencia.

En los resultados de la Consulta hay signos que marcan un cambio de tendencia: la rebelión electoral viene de las provincias en que predomina la población indígena, la marginación y la resistencia al modelo extractivista. Es la confesión de la derrota de la política asistencialista y el retorno de la voz de protesta.[1]

El NO triunfa en la Sierra y en la Amazonía, mientras el SI se impone en la Costa. Empieza a cerrarse el ciclo sistémico de pugna y alianza burgués-oligárquica – trazado por Agustín Cueva –, con una recomposición del bloque hegemónico en torno al capital financiero-comercial de la Costa. El giro del gobierno, post 30S, a la agenda de la oligarquía guayaquileña permitió una confluencia implícita de Correa y Nebot, que se expresó en el silencio del Alcalde durante la campaña, y fundamentó el desplazamiento del principal apoyo electoral desde la Sierra, presente en la primera fase del régimen correista, marcada por el discurso del cambio, hacia la Costa, en la fase actual, marcada por el discurso del orden y la segurización de la política.

Los resultados finales apuntan a una apretada victoria electoral del Gobierno, pero a una derrota política: la deslegitimación del régimen se acentúa.

El dispositivo sistémico no se agota en la captación y emisión del voto; sino que se prolonga en el escrutinio y el manejo de información de los resultados. Es aquí donde tradicionalmente se han operado las alteraciones de la “voluntad popular”.

El problema sistémico es la vinculación de los organismos electorales al poder dominante. En el sistema anterior la constitución del organismo electoral se asentaba en la representación de los partidos más votados, lo que permitía un juego aparente de contrapoderes, vaciado de la participación social. En el sistema organizado por Montecristi, el discurso de la participación ciudadana ha desembocado en la práctica de una concentración de poderes en torno al Ejecutivo.[2] La vinculación convertida en principio de regulación altera la conexión entre input y output, entre la emisión del voto y su contabilidad e información.

El impasse trata de ser resuelto a través de dos estratagemas. La de la estadística: cómo convertir la minoría en mayoría. No se trata de las maniobras del fraude, sino de una aritmética de poder: suponiendo que el SI gane en todas la preguntas, no lo hará con la mitad más uno de los electores, sino con la mitad más uno de los votos válidos. Afuera quedarán las abstenciones, los votos nulos, los votos blancos, esa mayoría silenciosa sin voz, “los cualquiera” que no entran en la contabilidad de la “policy”.[3] La democracia liberal se basa en esta metamorfosis estadística: el sistema electoral produce la “mayoría” en un proceso que parte de la captación del voto (input) para transformarlo en escaños (output), mediante la creación de mayorías sujetas a las relaciones de poder. La Constitución de Montecristi no altera este fundamento y más bien retrocede en este punto respecto a las disposiciones de la Constitución del 98; y la Ley electoral reproduce una versión clásica de este juego en torno a un sistema D’Hont modificado: el sistema de poder juega a su reproducción autopoiética.

Y la de la información: las encuestadoras – oficiales e independientes – no pueden calcular la complejidad y anuncian el triunfo del poder.[4] Y luego viene la sorpresa: el grito de resistencia. Aunque el eco no encuentra todavía respuesta. Todavía no surgen las pistas para el paso de la rebelión electoral a la rebelión política.

EL PRINCIPIO FRACTAL

Vivimos un tiempo caótico de transición civilizatoria. Las viejas formas han entrado en decadencia, pero no hay todavía un camino alternativo. La paradoja está en una crisis sistémica sin sujeto. No se puede proclamar que “un espectro recorre el mundo, el espectro del comunismo.”[5] Es el tiempo de la incertidumbre y la búsqueda.

El paso de la totalidad cartesiana a la visión fractal[6] puede permitir una relación más adecuada entre la complejidad de la vida y la tendencia simplificadora del sistema de poder. El paso desde el Estado uninacional al Estado plurinacional abre cauces para tratar la unidad en la diversidad o la diversidad en la unidad.

Este paso implica moverse en conceptos frontera, como ciudadanía social, civilidad, movimientos sociales, que implican una nueva forma de relación entre lo universal y lo particular, entre la cantidad y la calidad; implica una nueva forma de la política, en particular, una nueva forma de constitución del sujeto, lo que se ubica más allá de los límites del funcionamiento sistémico.

Un primer paso es recuperar la identidad programática: los temas que fueron escamoteados en la consulta oficial y que sirvieron de base a los argumentos para la resistencia de las organizaciones sociales y políticas de izquierda, desde la lucha contra el modelo extractivista y la criminalización de la lucha social, hasta el carácter plurinacional del Estado, pueden ser el fundamento de la reconstitución de la unidad programática de las fuerzas transformadoras.

Desde allí es posible disputar a la derecha el sentido del NO y trazar la independencia ante el proyecto PAIS. Colocarse en la trinchera de la defensa de la Constitución de Montecristi como punto de partida es insuficiente y puede actuar como un nuevo límite para la reconstitución del proyecto histórico revolucionario.

La clave está en recuperar el espacio de la utopía y los sueños. “Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.”[7]

Napoleón Saltos Galarza

Quito, mayo 2011


[1] UNDA Mario, Ecuador, consulta popular – balance preliminar, PDF, www.montecristivive.ec/portal, 11 mayo 2011: “(E)l gobierno se ha empeñado en debilitar y fragmentar al movimiento indígena y a la Conaie, y aprovechó la campaña electoral para profundizar su intento de separar a las bases de sus dirigencias y de sus organizaciones; durante la campaña el gobierno recurrió a las viejas tácticas clientelares para tratar de atraer votos, y puso en juego la propia figura del presidente Correa quien, personalmente, recorrió varias parroquias de mayoría indígena. Nada de esto le dio resultado. El movimiento indígena ha resistido con éxito una vez más. Desde esta perspectiva, los resultados de la consulta popular son un triunfo de la Conaie sobre el gobierno.”

Los datos iniciales muestran una mayor participación de las mujeres respecto a los hombres, superior a la diferencia del 1,6% del padrón, y que bordearía el 8%, con una mayor presencia en el respaldo al NO.

[2] La Constitución de Montecristi combina una visión neoconstitucionalista o garantista en la parte dogmática y declarativa – impulsada por la tecnocracia oenegeista –y una visión neoinstitucionalista en la parte orgánica y sobre todo en el sistema de transición – impulsada por el poder fáctico dentro del régimen, ligado a los nuevos grupos económicos de poder -, con la superposición de un discurso sobre el sumak kawsay y el Estado plurinacional – impulsado por los movimientos sociales y, en particular, por el movimiento indígena – que no se proyecta en la transformación del Estado, sino que se presenta como dispositivo de legitimación. El neoinstitucionalismo es el puente para una reestructuración del Estado orientada a la consolidación de la nueva hegemonía, bajo la forma de la concentración de poderes en el Ejecutivo. Un signo en la Consulta es la decisión del Consejo Nacional Electoral sobre la triple calificación de la participación de Rafael Correa: como sujeto político, como Presidente de la República proponente y como Jefe de Alianza País. Sobrecarga el sistema con un funcionamiento caudillista carismático, peligroso para el propio régimen: el cálculo es la transferencia de la popularidad del Presidente (en torno a los 2/3) a los resultados de la consulta.

[3] RANCIÈRE Jacques, 11 tesis sobre la política, versión electrónica, http://aleph-arts.org/pens/11tesis.html. El desacuerdo, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1996, p 43

[4] Durante los 32 años de democracia electoral, las encuestadoras han pasado de fiasco en fiasco: en la primera elección anunciaron una final entre las fuerzas oficiales, pero la presencia de Roldós alteró el orden. La novedad de la oportunidad actual está en la amplitud del error de la encuestadora oficialista de Santiago Pérez, que puede superar los doce puntos, por encima de cualquier margen “aceptable” estadísticamente; por lo que se puede colegir el cálculo de un amplio espacio para ajustar las cuentas en el escrutinio.

[5] MARX Carlos y Federico ENGELS, El Manifiesto del Partido Comunista de 1848.

[6] GUERRERO Marcos, Geometría analítica fractal. La geometría prehispánica, Corporación Fondo Ágil, Editorial Silva, marzo 2011.

[7] BORGES, Jorge Luis y Adolfo BIOY CASARES, Cuentos breves y extraordinarios, El sueño de Chuang Tzu (1889)http://es.scribd.com/doc/31231731/Borges-Jorge-Luis-Cuentos-Breves-Y-Extraordinarios