Daniel Samper Pizano fue de los pocos colombianos que me interesé por conocer en persona cuando me eligieron senador. Porque luego de décadas de leerlo, me pareció que valía la pena, en razón de sus convicciones en aspectos cruciales, entre ellos, el valor civil para decir verdades que en Colombia suelen silenciarse

, como las prácticas vitandas de Estados Unidos y el neoliberalismo, o su actitud democrática ante los problemas del pueblo y el medio ambiente. Como expresión de unas coincidencias genuinas, él ha anunciado que vota por mí, respaldo que considero muy valioso.

No obstante, este artículo es la réplica a uno suyo en el que criticó mis puntos de vista sobre el gobierno de Juan Manuel Santos, luego de que yo dijera que era difícil encontrar hoy analistas independientes y descalificara de plano el exagerado santismo. Mi crítica a la falta de independencia no se refería a que fueran fletados, aunque también los hay, sino a que tanto gobiernismo los hacía perder objetividad. Explico por qué pienso que Samper se equivoca en su valoración de Santos.

El Polo saludó recurrir a la diplomacia para tratarse con Chávez. Pero eso no niega que Santos se somete a la Casa Blanca con la misma indignidad que Uribe: Consenso de Washington, TLC, respaldo a las invasiones norteamericanas a Afganistán, Irak y Libia y acatamiento a la Casa Blanca sobre el Estado palestino, por ejemplo. Para disipar cualquier confusión, Santos, sumiso, explicó: “Yo soy pro estadounidense” (Semana, Feb.12.11). Frente a la producción, el desempleo y la pobreza, determinantes al calificar a un jefe de Estado, Santos ratificó la concepción plutocrática de la “confianza inversionista”, causa de la desgracia de tantos. Ahí están sus leyes de salud, educación, sostenibilidad fiscal, empleo, etc. Y coincide con Uribe en el propósito de arrodillar a los jueces.

Si la ley de víctimas no fuera tan mediocre y cicatera, aunque tapen sus efluvios quemando incienso, tampoco compensaría la decisión de Santos de continuar con los TLC, privilegiar las “grandes explotaciones agropecuarias” y cambiar la ley para entregarles los baldíos nacionales, millones de hectáreas, no a los campesinos, sino a los monopolistas nacionales y extranjeros. ¡La política de mayor concentración de la tierra de la historia de Colombia! Busca además pasarles las fincas a los productores “más eficientes”, como indica el Banco Mundial, incluida las que restituyan, y convertir en peones o en siervos a los campesinos. Juan Camilo Restrepo explicó que los pobres que vayan a Carimagua serán “socios” del “operador” que invierta entre 300 y 400 millones de dólares, y que ese es el modelo para el país. La alianza de la mula y el jinete.

Daniel Samper muestra el origen de la controversia al decir que muchos de los que descalificaron a Santos por “su oportunismo o desdén por la verdad ahora lo apoyan”, porque, supongo, la Presidencia lo cambió, aunque, agrega, “incurre en populismos que chirrían”. Pero Santos no ha abandonado su oportunismo ni su desdén por la verdad. Los emplea con mayor descaro. Se acomoda al repudio de tantos a Uribe, no para hacer cambios de fondo que saquen a la nación de la postración, sino para hacer retoques demagógicos y lograr los mismos objetivos de su expatrón. Su populismo llega a tanto, que fue capaz de traicionar a Uribe, no en lo de fondo sino en las formas, pero las formas también eran parte de unos acuerdos sin los cuales no llega a la Presidencia.

La verdadera diferencia entre Uribe y Santos reside en que el segundo es solapado. Porque como él mismo lo explicó resaltando sus coincidencias fundamentales con Uribe, no fuera que se le confundiera algún magnate: “Hay varias maneras de hacer un cocido”, en este caso el de las incontables políticas regresivas que hunden a Colombia en el desastre económico, social y político.

La escogencia de Angelino ilustra la importancia que Santos le concede a afinar su capacidad de engaño. El exsindicalista –y pastranista y uribista–, no escala por sus dotes de estadista. Su gracia –para los neoliberales– se reduce a que un día fue algo que ya no es, y no lo avergüenza decir que sigue siendo el mismo, falsedad que le amplifican los mandamases del statu quo. Y lo peor es que engañan porque rinde frutos: Uribe fracasó en su objetivo de dividir el movimiento sindical y Santos y Angelino lo lograron con rapidez, en parte porque ofrecen el manto de su falso progresismo. Aunque pueda molestar a quienes respeto, considero mi deber llamar a no dejarse llevar por cantos de sirenas calculados para hacer de Colombia un país con todavía más desigualdad social.

 

 

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