Los efectos de las guerras, el alza de los precios de los alimentos, la hambruna y el cambio climático impiden a millones de niños en el mundo rebasar esa etapa de sus vidas. Según el informe de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) del 2011 más de dos millones de infantes murieron y otros seis quedaron discapacitados por conflictos armados, entre 1998 y 2008.

Las intervenciones militares extranjeras, las guerras civiles y la violencia extrema, en ocasiones asociada a las drogas, les interrumpe la vida a quienes apenas la inician.

Ejemplos sobran. En solo 22 dí­as (27 de diciembre de 2008 a 18 de enero 2009) murieron 350 niños y mil 815 resultaron heridos en la agresión militar israelí­ al territorio palestino de Gaza, según datos de la ONU.

La guerra de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Afganistán, en su llamada cruzada contra el terrorismo en 2001, ocasionó mucho más ví­ctimas civiles, básicamente mujeres y niños, que todas las bajas militares de los paí­ses interventores.

Sólo en 2009 murieron mil infantes en ese territorio centroasiático, debido a bombardeos o combates entre las fuerzas extranjeras, el gobierno y la insurgencia, según el informe de la Unesco de Educación para Todos 2011.

Entre abril y diciembre de 2009 los enfrentamientos en Irak afectaron a 223 chicos, asegura el referido informe.

El análisis, empero, resulta insuficiente para la magnitud de los daños ocasionados por las tropas foráneas que invadieron y ocuparon a Irak (1991 y 2003) y a Afganistán (2001), sin mencionar las ví­ctimas, aún por contar, de las agresiones a Libia.

Somalia, Pakistán, Sri Lanka, Sierra Leona, República Democrática del Congo (RDC), Bosnia y Herzegovina y Ruanda, son ejemplos de paí­ses donde los conflictos originaron elevado número de fallecidos.

Sólo el de la RDC (1998-2003), considerado el más mortí­fero tras la Segunda Guerra Mundial, provocó la muerte a cinco millones 400 mil personas, casi la mitad eran menores de cinco años, los cuales representaban la quinta parte de la población congoleña.

Esas cifras no bastan para comprender los peligros que los niños deben afrontar en tales situaciones, y las consecuencias para las nuevas generaciones.

En el caso somalí­, por ejemplo, la guerra intermitente dura más de 20 años y existen jóvenes cuya vida ha transcurrido en medio de combates.

Los números de bajas infantiles no reflejan adecuadamente las secuelas que deja la violencia, los traumas psicológicos y la pórdida de padres, hermanos y amigos, asegura el informe de la Unesco de 2010.

Un bombardeo reciente en la sureña ciudad afgana de Helmand mató a 12 niños y a dos mujeres al confundir la casa de civiles inocentes con una trinchera de la insurgencia, admitió la OTAN en un comunicado, el cual buscaba el perdón de familiares y amigos de las ví­ctimas.

Libia vive hoy un complejo drama que debe poner a los gobiernos del mundo en alerta.

Aicha, una joven de Trí­poli, denunció en el sitio rebeldia.org que los misiles lanzados contra su pueblo por la OTAN son para proteger civiles, supuestamente. Pero la gente camina libremente y puede haber niños jugando en la calle.

Los organismos de Naciones Unidas, las organizaciones no gubernamentales y la comunidad mundial hacen reiterados llamados a poner fin a la violencia global y a respetar los tratados de Ginebra en cuanto a la protección de civiles en caso de conflictos.

Muchas de las situaciones bélicas en los últimos años ocurren en paí­ses en desarrollo, donde se mezclan situaciones emergentes de hambruna, sequí­as intensas, inundaciones y degradación de suelos, lo cual impone una situación de catástrofe humanitaria, según la ONU.

Fuentes estadí­sticas de Chad y de la República Centroafricana aseguran que casi la mitad de los menores de cinco años de las regiones beligerantes padecen raquitismo.

Esa enfermedad la sufren unos 195 millones de niños de uno a cinco años, los cuales no tienen la estatura adecuada, producto de una deficiente nutrición y de trastornos del metabolismo del calcio, entre otros factores.

Hambre en la guerra

Más de tres millones de menores fallecieron como resultado de la malnutrición y, aunque rara vez aparece citada como causa directa de las muertes infantiles, está presente en más de la mitad de ellas, asegura la Organización Mundial de la Salud.

La patologí­a asociada a la falta de acceso a los alimentos, a métodos defectuosos de nutrición y a infecciones, afecta crecimiento y desarrollo, tanto biológico como sicológico y social del futuro adulto.

De ahí­ la necesidad de garantizar una adecuada manutención en las primeras edades, recomiendan los especialistas.

Sin embargo, el incremento de los precios de los alimentos básicos desde mediados del pasado año y los pronósticos de continuar en ascenso refuerza la hambruna de millones de infantes, en especial, de los paí­ses pobres.

Según un reporte de Oxfam Internacional, los costos de estos productos aumentarán más del doble en los próximos 20 años, debido en gran parte a los efectos del cambio climático.

Las más afectadas serán las poblaciones de paí­ses pobres y en especial más de ocho millones del este africano, en su mayorí­a mujeres y niños, quienes sufren escasez crónica de alimentos.

Los í­ndices más elevados de desnutrición aguda se presentan en esos paí­ses, Djibouti, Etiopí­a, Kenya y Somalia. Este último figura entre los peores del mundo, pues uno de cada cuatro niños sufre desnutrición extrema.

África subsahariana concentra la quinta parte de la población infantil mundial y registra la mitad de los fallecimientos de niños pequeños en el planeta, y los pronósticos apuntan a incrementar esa cifra, según un reporte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Cada año mueren más de seis millones en sus primeros 12 meses de vida, la mayorí­a de ellos en el mes siguiente a su nacimiento. Cuatro enfermedades: neumoní­a, diarrea, paludismo y Sida, son las causantes del tercio de las defunciones de los niños menores de cinco años, muchas de las cuales podrí­an evitarse, asegura la Unesco.

Está comprobado que cuando existen directivas estatales en función del cuidado y la protección de la infancia, esa etapa es la más feliz en la vida de cualquier persona.

Asistimos a la debacle de un planeta con modos de vida insostenibles, con particular impacto en los grupos vulnerables como la niñez, y en ese sentido Cuba es una de las honrosas excepciones, concluyó. (PL)

Tatiana Martínez Hernández

http://www.theprisma.co.uk/es/2011/07/03/aquellos-ninos%E2%80%A6-los-que-ya-no-creceran/