Carta al director de El Espectador sobre un comentario acerca del TLC.  En su artículo del domingo pasado en defensa del libre comercio, Alejandro Gaviria no hace juicios, expresa prejuicios. Y con qué exageración. Para descalificar a quienes nos oponemos a los TLC es capaz de decir:

 

Doctor
FIDEL CANO
Director El Espectador

Cordial saludo:

En su artículo del domingo pasado en defensa del libre comercio, Alejandro Gaviria no hace juicios, expresa prejuicios. Y con qué exageración. Para descalificar a quienes nos oponemos a los TLC es capaz de decir: “Sea lo que fuere, siempre que se juntan reaccionarios y radicales para defender el statu quo incumbe ponerse del otro lado. Por principio. Sin mirar los números”. Qué tal. “Sin mirar los números”. Aunque carezca de cifras para probar sus tesis, hay que darle la razón. Cuánta soberbia. Ni que las políticas del Consenso de Washington no hubieran llevado al desastre a Colombia y al mundo. Si no estuvieran detrás de esta desproporción los poderes globales que sí ganan con el libre comercio, ¿se atrevería a tanto?

A lo anterior se le suma que Gaviria empieza su artículo diciendo, ahí sí con razón, que no son creíbles las cifras de crecimiento del PIB y del empleo que Santos dio en favor del TLC. “El impacto podría ser menor”, afirma. “Mucho menor incluso”, que es la verdadera razón para negarse a dar números, cosa que no lo lleva a renunciar al dogma pero sí a estigmatizar a los que damos cifras sobre el grave impacto negativo que el libre comercio –desde el gobierno de César Gaviria– le ha provocado y le provocará a Colombia.

Alejandro Gaviria agrega que “el TLC no es la panacea”, una manera elusiva de decir que, en el mejor de los casos, se mantendrá el statu quo en Colombia, un statu quo de atraso científico y tecnológico, desempleo, pobreza, concentración de la riqueza, corrupción y pérdida de la soberanía. Pero ¡que viva el libre comercio! Prohibido buscar cómo salvar a Colombia.

Como argumento a favor del TLC, Alejandro Gaviria explica que golpeará a los “terratenientes” y a las rentas que provienen de la propiedad del suelo rural. Pero calla que en el campo los principales lesionados no serán los grandes propietarios sino empresarios menores, campesinos e indígenas y que habrá enormes pérdidas entre los industriales, todo lo cual genera desempleo obrero. Tampoco dice que ganarán los poderosísimos hacendados norteamericanos y las trasnacionales de la intermediación y que en el siglo XXI las rentas principales son las del capital financiero. El decano de economía de la Universidad de los Andes tiene que saber estas realidades y que la política agraria de Santos, que él defiende, consiste en impulsar la gran producción de los monopolios nacionales y extranjeros, a partir de que el mercado de capitales, es decir, los banqueros controlen la producción y la tierra rural de Colombia. ¿Y ello ocurrirá sin una gran extracción de rentas?

Sería muy grave que al país se le impusiera un debate económico sin pruebas en la mano y macartizando a los contradictores. Además, señor director, ¿no debería el decano Alejandro Gaviria terminar sus columnas en El Espectador informándoles a sus lectores que él es miembro de la Junta Directiva de Bancolombia?

Atentamente,

Jorge Enrique Robledo

Senador