Guapi es un pequeño municipio de cerca de 32 mil habitantes, ubicado al suroccidente del departamento del Cauca. Tiene todo lo necesario para ser un paraíso, pero a causa de la miseria y la violencia se ha convertido en un auténtico infierno para sus habitantes. Su nombre, desconocido para muchos, suele ser mencionado con penosa frecuencia cuando se acercan las elecciones.

 

Con una temperatura promedio de 29 grados, Guapi se ha convertido -como otros tantos municipios de la región- en epicentro de la violencia y el narcotráfico, pero su existencia es tan precaria y el abandono del Estado tan evidente que pocas veces su nombre es objeto de noticia, pese a que las cifras sobre personas asesinadas, desaparecidas o desplazadas son alarmantes.

La gran mayoría de su población es de raza negra. Y a este poblado sólo se puede llegar en avión o por mar. No hay carreteras.

Guapi hace parte de esos pequeños poblados que se ubican estratégicamente en el corredor del Pacífico para las rutas del narcotráfico, donde en la actualidad el grupo paramilitar los Rastrojos se disputa con disidentes de su propia organización y con otros grupos armados el control territorial. La presencia militar es fuerte, permanente; basta con llegar a su humilde aeropuerto para darse cuenta de ello. De hecho allí opera el Distrito Militar 18; recientemente se instaló Batallón Fluvial de Infantería de Marina No. 10, a unos cuántas millas náuticas se encuentra el Gaula militar de Buenaventura. También en la página de la Armada Nacional de Colombia se lee: “La Armada Nacional también está en Guapi-Cauca, brindándole una Oportunidad para todos los Guapireños!”1. Aún así son habituales los enfrentamientos armados en algunos barrios del pueblo, donde buena parte de sus residentes se ven obligados a guardar encierro durante varias horas y silencio de manera permanente. El miedo y la tensión se respiran en todo el pueblo.

Para nadie es secreto, menos para las autoridades civiles, policiales o militares, que las bandas criminales necesitan ejercer pleno control territorial en los municipios por donde pueden sacar la coca o ingresar armamento. Todos saben que lo pueden hacer porque han comprado a las autoridades locales, la policía los cuida y la justicia no opera. Sin embargo, la estrategia criminal ha cambiado. En regiones flanqueadas por el narcotráfico, una forma eficaz para blanquear dinero sucio es a través de la contratación pública; de allí el valor de las elecciones territoriales. La directora de la MOE, Alejandra Barrios, le explicó al portal de la Silla Vacía que “La corrupción se ha vuelto una forma de lavado de capitales del narcotráfico. Antes, construían un edificio con los dólares negros. Pero si logran hacer una troncal mediante una concesión, es mucho más eficiente para lavar dinero. Una zona franca puede lavar miles de millones de pesos y descubrirlo es muy difícil”.2 En un informe realizado por la Corporación Arco Iris se determina la existencia de riesgo electoral en 37 municipios de Colombia y se denuncia “la infiltración de dineros ilícitos en las campañas políticas, los apoyos de gamonales regionales con cuentas pendientes con la justicia y la influencia de las guerrillas, narcotraficantes y bandas criminales en las aspiraciones a los cargos de elección popular del próximo 30 de octubre”3. Entre estos municipios, aparece Guapi.

La semana pasada viajé a Guapi para participar en un debate entre los candidatos a la alcaldía. La primera impresión que me produjo es que la pobreza es regla general para todos sus habitantes. La mayoría de sus calles están sin pavimentar, las otras a medio camino, el aire se siente denso y sobre las vías descompuestas sólo se observan, pasacalles y afiches de los candidatos a diversos cargos de elección popular. “Yarley Ocoro, Guapi dijo que sí. Unidos por el cambio” “Jeremías Bastidas para revivir la esperanza y la seguridad”, “Alejo Alcalde: Guapi, compromiso de todos”, “Pacho Castro gobernador. Vamos por un Cauca con equidad” y decenas de nombres, que a muchos de los habitantes no les dice nada, se postulan para el Concejo.

A los pocos minutos de instalarme en el Hotel Río Guapi, justo a la orilla del río, me reuní con Camilo Arteaga4, miembro de la organización Cococauca para hablar sobre el evento y lo que sucede en la región. Fuimos a un restaurante popular. Mientras nos acercábamos le pregunté por la situación de orden público y los últimos hechos de violencia reportados. Aunque fui insistente, él guardó prudente silencio. Sólo cuando estuvimos solos y ya habíamos ordenado el almuerzo a Carlos, dueño, cocinero y mesero de su propio restaurante, empezó a contarme lo que sucedía. Mientras lo escuchaba hablar en voz baja, apenas audible, sobre los enfrentamientos entre “los de abajo”, los de siempre y “los de arriba”, sobre los desplazados que llegan de Nariño y otros pueblos y veredas del Cauca, sobre los descuartizados, al  frente, al otro lado de una calle sin pavimento cubierta por el lodo, observe una pantalla gigante en la que pasaban un vídeo de mujeres semi desnudas de enormes traseros, y un par de jóvenes medio rapados, uno de ellos con el símbolo de Nike en la cabeza, bebiendo animadamente aguardiente caucano. Parecían habitar en un mundo muy lejano al que recién empezaba a descubrir a través de los relatos de Arteaga.

Allí, mientras almorzamos un fresco pescado en salsa de camarones, Camilo me contó sobre el cadáver de un joven que apareció cortado en 16 pedazos y cuyos restos fueron encontrados en estado de putrefacción en el fondo de una alcantarilla. Luego me habló sobre una granada que explotó horas antes de mi llegada; se dice que el ataque estaba dirigido contra el presunto paramilitar  (siempre deben decir “presunto”, “se presume” aunque todos en el pueblo puedan identificar claramente a los violentos y dar fe de lo sucedido) “el gordo Quirama”,  quien salió ileso del atentado. Se rumora que la policía se movilizó para rescatarlo, escoltarlo, alojarlo en el mismo hotel donde me hospedo y luego sacarlo en avión a una ciudad de Colombia, quizás Cali. Es lo que se dice, enfatiza. Luego me cuenta que la semana pasada un contingente de 50 hombres armados llegó a los barrios de la periferia del pueblo. Me habla de reclutamientos forzados, desplazados y ejecuciones casi diarias. A este paso, pienso yo, no habrá quien vote en las próximas elecciones.

Salimos a recorrer el pueblo en su pequeña moto color naranja. Tenemos tres objetivos claros: hacer que yo conozca el lugar, buscar a los candidatos o sus equipos de trabajo para confirmar la asistencia al debate que, sorpresivamente, me entero, no está asegurada y pedir sus programas de gobierno, pues a pocas horas del debate sólo he recibido el del candidato liberal. Pasamos por la carrera segunda, según dice, la principal vía del pueblo, y de hecho podría serlo porque está rodeada de comercio, es la que más pavimento tiene, no exento de huecos y de viviendas deterioradas a ambos costados. Pasamos por un lado de la plaza la Pola, cuya parte posterior colinda con la carrera primera y el río Guapi, y recuerdo haber leído en una página de Internet que dos semanas atrás se encontró allí un artefacto explosivo que por fortuna fue desactivado; al frente de la plaza está la sede de la Pastoral Social. Subimos por una calle angosta que conduce a una casa enorme, de más de media manzana, pintada en tonos verdes y amarillos, y rodeada por un jardín muy bien cuidado. Se observa impecable. Camilo me dice que pertenece al obispo; es sin duda la mejor casa del pueblo, pero frente a la situación de precariedad y miseria que se observa alrededor, la encuentro demasiado ostentosa, diría que ofensiva y hasta altanera. No hay ninguna otra construcción que se le asemeje; de hecho durante mi recorrido sólo pude advertir otra sede religiosa bastante confortable y dos construcciones nuevas en ladrillo con vidrios azules que pertenecen a Bienestar Familiar; el resto de las casas, o al menos un alto porcentaje, son ranchos en madera; y sólo en algunas cuadras se pueden ver construcciones modestas hechas en cemento y ladrillo.

Visitamos al padre de Alejandro Montaño, uno de los candidatos, para confirmar la asistencia de su hijo al debate. El señor, a quien le dicen el profesor, es un hombre de amplia sonrisa y mirada firme, que vive en una casa de cemento sencilla pero que podría ser de las mejores del barrio. Dice que su hijo se encuentra haciendo proselitismo político en algunas veredas a una hora de distancia por río; allá no entra la señal de celular, pero un candidato al Concejo que se encuentra de visita en la casa, propone que se lance un llamado por la emisora de la armada, “Marina Stereo Guapi”; es el único medio de comunicación del que disponen. No hay más, ni radio, ni periódicos ni nada. A todos les parece muy buena idea, piensan que si ‘Alejo’ no la escucha quizás alguien que esté cerca de él si lo haga y le recuerde que mañana tiene un debate en el pueblo. El joven candidato al Concejo se pone de pie, se despide cordialmente y antes de salir le dice al profesor, que para él son 60 mil y para su compañero 30 mil; supongo que habla de dinero, no lo dice, pero el profesor toma atenta nota sobre un viejo cuaderno. Instante que aprovecho para fijarme en su ancha mano oscura adornada por  un anillo grueso que lleva talladas las letras CM. Le pregunto por el significado y me dice que son las iniciales de  Cirilo Montaño, su nombre. Luego se lo quita y me lo pasa con orgullo para que sienta su peso, es de oro macizo dice, y menciona rápidamente algo sobre unos lingotes de oro. No alcanzó a indagar más sobre el tema porque Camilo se ha puesto de pie y debemos seguir el recorrido para confirmar la asistencia de los otros dos candidatos.

Vamos a buscar a Jeremías Bastidas, candidato por el partido MIO (Movimiento de Inclusión y oportunidades), el mismo de Juan Carlos Martínez Sinisterra, de Heriberto Arrechea; el heredero del PIN, de ADN y de otros proyectos de los parapolíticos. Para mí son claros, en ese momento, los intereses que representa Bastidas y no veo la hora de iniciar el debate. Logramos conseguir su número celular y él mismo le confirma a Camilo su asistencia. Por el tercer candidato, Yarley Ocoro parece que no hay de qué preocuparse, ya ha sido confirmado, según entiendo.

Pasamos frente al Hospital. Camilo me dice que es el único que hay y que está mal; una parte a medio construir y la otra a punto de caer. Me cuenta que los índices de pacientes por enfermedades tropicales son elevados, sobre todo a causa del dengue, la malaria, el paludismo y la leptospirosis, afección ésta última que en los últimos años se ha convertido en un grave problema de salud pública a nivel mundial, y que se propaga, especialmente, a través de las heces y la orina de las ratas. Entramos al hospital luego de saludar al director que se encuentra en la puerta conversando con otras personas. Me inquieta mucho el estado de la amplia casona; a simple vista parece un hospital de zona de combates; pienso en lo terrible que debe ser estar entre la vida y la muerte en un lugar semejante. Saco del bolso mi cámara y empiezo a tomar fotos. De inmediato un guardia se acerca e insolente coloca su mano frente al lente. Yo lo reto a que nos saque, pero Camilo, mucho más tolerante que yo, le dice que ya hablamos con el director y que él sabe que estamos acá. Eso nos da algo de tiempo, de modo que mientras el guardia sale a corroborarlo, aprovecho para tomar otras fotos. Pronto regresa el uniformado aún más enfurecido y nos dice, que sólo tenemos permiso para estar de visita no para tomar fotografías. Camilo, como si tuviera toda la experiencia en el manejo de estas situaciones, apenas sonríe y le dice con total naturalidad: -Debe ser que entendimos mal- Luego le da las gracias y abandonamos el hospital.

Seguimos recorriendo algunas calles, hasta que llegamos de nuevo a la sede de Cococauca, que se encuentra justamente frente al Hotel. En el primer piso me llama la atención un negocio de artesanías y canastos tejidos con hojas de la región que fabrica una organización de mujeres. Está cerrada como cosa extraña, pues según Camilo, en Guapi siempre las tiendas y negocios están abiertos sin que importe si es domingo o lunes festivo. El clima se siente húmedo pero lo imaginaba mucho más hostil. -Esta de buenas – me dice- hoy está fresco por las lluvias, pero en verano esto es cosa seria- concluye risueño mientras abre la puerta de la oficina.

Dentro de la sede, con la certeza de que nadie nos escucha, le pido que me explique  cómo es eso de “los de abajo” y “los de arriba”. Me cuenta entonces que “los de abajo” son los de siempre, los Rastrojos y los de arriba al parecer son una amalgama de ex miembros de este mismo grupo, Águilas Negras y guerrilla (posiblemente del frente 60 de la FARC), afirma con cautela. Me da la impresión que la palabra guerrilla está vetada en todo el pueblo. Nadie la menciona. Luego indago sobre cuál es el candidato de la parapolítica, que aunque pareciera claro no lo es. Me relata con máxima paciencia cómo ha funcionado la repartición política en el departamento desde la presencia de un hombre al que llaman “Pintuco” y al que reconocen como jefe político de la región; menciona a un tal Pacho Castro, que dejó el hospital a medio camino y al que todos le reconocen su cacicazgo. Me explica que el candidato del partido Mio no es el candidato de la parapolítica, ni del partido Mio. Suena contradictorio pero al parecer así es. Bastidas tiene el aval del Mio, pero no es su candidato. El controvertido partido apoya a Alejandro Montaño, candidato por el partido de la U. A Bastidas lo dejaron sólo, él está como independiente y no tiene opción alguna de triunfo. -Por bien que le vaya -dice Arteaga- podrá sacar 30 votos a lo máximo.  Tengo la impresión entonces que la política en esta región no se vive como en las ciudades pero si como se hace en algunas zonas donde a muchos ciudadanos colombianos poco les interesa el origen o ideología del partido al cual le solicitan su aval. Sólo les interesa participar, ganar y, a la mayoría, gozar de riqueza y poder. Pocos, muy pocos tienen una real vocación de servicio y conciencia sobre la responsabilidad que entraña convertirse en funcionario público; en servidor de su comunidad.

En conclusión: el capital y la vieja maquinaria política del departamento, así como el apoyo de las tribus criminales de Juan Carlos Martínez Sinisterra están con Alejandro “Alejo” Montaño, pero el respaldo popular al parecer está con el candidato del partido liberal, con Yarley Ocoro. ¿Quién ganará? Respirando la ciudad tuve la certeza de que el triunfo sería para los liberales, pero los residentes del pueblo, me indican que más pesa el poder político y financiero de quienes respaldan al candidato de la U.  Pregunto entonces ¿cuál es el candidato que respalda el Colectivo Guaipireño, del que hace parte Cococauca? Arteaga muy serio me responde: -Somos una organización social en la que cada miembro tiene absoluta libertad para elegir al candidato que guste;  como organización no podemos apoyar a ninguno.  Somos neutrales-. No obstante, en la calle algunos los señalan de estar con Ocoro y otros tantos de apoyar a Montaño.

Desde una terraza hecha en ladrillo y a medio terminar en la oficina de Cococauca, se siente la tensión y la enorme expectativa que hay. El pueblo, o parte de éste, está de rojo porque esperan la visita de algunos políticos liberales, entre ellos la del senador Juan Fernando Velasco. Hay ruido, carros que pitan, gente que silva y grita en la calle. Al ver este entusiasmo, que no recuerdo haber presenciado desde la infancia cuando Belisario Betancur ganó las elecciones presidenciales de 1982, todo pareciera indicar que la fuerza de los liberales es arrolladora. Camilo me dice que no demoran en salir a la calle los seguidores de Alejo; la respuesta de unos a lo que hace la campaña contraria, siempre es inmediata. Tal cual. Poco después de concluida nuestra reunión, la carrera segunda es invadida por personas de camiseta blanca con la foto de Alejo y el logo de la U en el pecho y un letrero en la espalda que dice Castro Gobernador por el partido Mio y Brasilia Romero a la Asamblea por este mismo partido; pitan y gritan algunas consignas; son menos ruidosos y numerosos que los liberales, pero igual se hacen sentir.  Lo llamativo es la doble militancia.

Me despido de Camilo en la puerta de Cococauca y acordamos vernos al día siguiente a las 9 AM en la sede de Pastoral Social, a unas cuatro cuadras del Hotel, donde estarán reunidos representantes de varias de las organizaciones sociales que integran el Colectivo. Al cruzar la recepción del Hotel recuerdo el relato sobre el líder de los Rastrojos que la policía al parecer protegió y hospedó allí. Preguntó por los huéspedes registrados en las últimas noches y solicito que me dejen chequear el libro de ingresos. Allí no aparece nadie traído por la policía, sólo figuran un yerbatero, dos funcionarias del PNUD que llegaron para dictar una charla sobre desplazamiento forzado, dos turistas que aspiran a embarcarse  hacia la isla Gorgona a través de la única agencia de turismo que hay en el pueblo y que al parecer ejerce también el monopolio en la Isla; se trata de Aviatur.  No hay nadie más y la recepcionista me dice que la policía no hospedó a nadie en ese hotel.

Finalmente puedo encerrarme en la habitación a repasar los textos traídos desde Bogotá sobre la historia de Guapi y los programas de gobierno de los candidatos que logramos recoger durante la tarde. Todos me parecen inquietantes por igual. No conocen el presupuesto que maneja la Alcaldía, pero aun así, los tres prometen maravillas sin explicar siquiera cuál será su estrategia para hacerlas realidad. Los candidatos prometen la construcción de nuevas escuelas, de comedores escolares, unidades sanitarias, centros deportivos, parques infantiles, un teatro, un centro de eventos y un auditorio en el casco urbano; prometen crear eventos y premios culturales, capacitar a los artistas, jornadas de cine, nuevo plan de viviendas rurales y urbanas, modernización del coliseo municipal y de las escuelas existentes, diseño y construcción de instalaciones portuarias, fluviales y marítimas, de ciclovías, del amurallado urbano y rural, puentes, muelles y saltaderos en ferro concreto, sistema de transporte rural gratuito, empleo, incentivos a la micro empresa, acueducto, alcantarillado, fomento al desarrollo, a la agricultura y a la pesca, equipamiento municipal, infraestructura vial, readecuación del hospital, cobertura gratuita en salud,  construcción del matadero municipal, mejoramiento de la planta física de la galería, tecnología, medios de comunicación, servicio de gas licuado a bajo costo, planes de ordenamiento territorial, planta de tratamiento de aguas residuales, un relleno sanitario, readecuación del cementerio central municipal,  nueva plazoleta central, reglamentación de la Ley 70 y hasta un estadio municipal y un Mega Centro de Recreacional Múltiple. También prometen fomentar la cultura de la paz, dar apoyo a los grupos productivos de mujeres ahorradoras, acompañamiento a las madres comunitarias y cabeza de hogar, combatir la desnutrición infantil, fortalecer las comisarías de familia, los consejos municipales de política social y prevención y atención a las mujeres víctimas de la violencia, etc, etc… Definitivamente, el papel aguanta casi todo. Creo que ninguno de ellos podría decir cómo y con cuanto presupuesto  tendrían que contar para impulsar una sola de sus magníficas propuestas.

Con más dudas que certezas me levanto al día siguiente y acudo a la sede de Pastoral Social a la hora señalada. Durante el recorrido por la carrera segunda me llama la atención confirmar que siendo un pueblo tan pequeño, a esa hora y un lunes festivo, están abiertos todos los negocios. A los pocos minutos de esperar frente a la plaza La Pola junto a miembros de otras dos organizaciones, llega Camilo y pide que le demos un poco más de tiempo a los demás compañeros. Pasados unos 20 minutos arriban otras personas bastante agitadas. Uno de ellos anuncia que  Silveria no podrá asistir a la reunión porque no logró salir de su  casa por un fuerte tiroteo en su calle. Luego alguien informa que la revuelta se ha extendido a los barrios 20 de Julio, Las Palmeras y San Martín; éste último, reconocido como fortín de los Rastrojos. Se siente mucha tensión en el ambiente y a lo lejos apenas se puede identificar el sonido de los disparos. Es una batalla. Un hombre joven que llega para asistir a la reunión cuenta que un jefe paramilitar de la banda Los Rastrojos, de quien se sabe es el directo responsable en el asesinato y descuartizamiento de varias personas, se pasea tranquilo por el pueblo. Habla con las autoridades y nadie se atreve a detenerlo. Cuenta que lo vio esta mañana hablando con algunos uniformados.

Empieza la reunión con quienes lograron llegar. Los convocantes al debate explican los resultados obtenidos en dos encuestas realizadas por estudiantes del Sena; una en los barrios y otra en las instituciones educativas. Las dos afirman que el tema que más inquieta a la población es la falta de salud, con un 47%, seguido por un 34% en el tema de derechos humanos y seguridad. Resulta curioso que en ninguno de los planes de gobierno de los candidatos, se haga explícita mención a la violencia y al paramilitarismo que gobierna el pueblo.  El miedo es realmente paralizante.

Alguien confirma que Alejandro Montaño no llegara al debate, sencillamente no le interesa estar porque se siente triunfador, concluye. Luego una mujer, que se ha postulado como candidata al Concejo por el Partido Liberal, informa que Yarley Ocoro tampoco vendrá porque hace una semana se canceló el debate y no se le avisó a tiempo. Él único confirmado es Jeremías Bastidas. ¿Cómo podremos hacer un debate con un sólo candidato? ¿Cómo le decimos a este candidato que perdió su regreso en avión desde otra ciudad y que el evento se cancela? ¿Qué hacemos con las personas que asistirán? Se decide unánimemente seguir adelante. No habrá debate, pero se puede informar sobre el resultado de las encuestas, presentar el acta de compromiso suscrita por los candidatos en un foro anterior e invitar a Jeremías Bastidas a que responda preguntas y exponga su plan de gobierno. Quizás voceros o acompañantes de los otros candidatos puedan compartir sus programas e iniciativas.

Da igual que se presenten los programas, afirma una mujer, la suerte ya está echada. Poco importan los programas y las promesas populistas de los candidatos. La gente no vota por programas, dice, sino por el candidato que mejor los trate, sea quien sea y venga de donde venga. No hay ideologías, concluyo yo. Me parece extraño y sobre todo, preocupante.

Se define la agenda del encuentro y acordamos vernos media hora antes de su inicio en el colegio para organizar el salón y hacer pruebas de sonido.  Apenas tengo tiempo de ir al hotel, almorzar y cambiarme de ropa. A la hora fijada llegó al sitio, nadie ha llegado aún, pero poco a poco empiezan a llegar los asistentes, entre ellos el único candidato que aceptó estar en el debate, y algunos de los organizadores. Con la sala medio vacía o medio llena, depende  cómo se mire, empieza el evento con el canto del himno nacional, en la voz potente de una mujer negra, luego se trasmiten dos vídeos: el primero sobre la firma del acta de compromiso por parte de los candidatos sobre el Guapi soñado y su deber de rendir cuentas a la ciudadanía, y luego un corto realizado por alguna productora norteamericana que se titula “no es mi problema” y que se refiere a la indiferencia de los ciudadanos frente a hechos que afectan a todo un colectivo. Camilo presenta los resultados de las encuestas y explica la metodología empleada. El candidato Jeremías Bastidas, va tomando atenta nota de las cifras, y empieza a responder las preguntas que le formulan los organizadores del debate. Mi rol es contra preguntar y luego hacerle una especie de entrevista en vivo al candidato. Así transcurren tres horas.

Antes de dar por terminado el encuentro circula en el auditorio una hoja  que algunos asistentes observan con espanto. Se titula ATENCION GUAPIREÑOS y en alguno de sus apartes dice: “Es hora de defender a Guapi de estos bandidos, cobradores de vacunas, asesinos, matarifes, extorsionistas, ladrones, atracadores, secuestradores, baladrones, violadores, terroristas, alimañas… […] Guapi tiene muchos reservistas (ex militares), gente con armas, valientes, decididos,  ya estamos organizándonos, no les tenemos miedo. Únete, vamos a caerles y a matarlos para que se acaben y no vuelvan jamás”. Luego aparece un listado con nombres y alias de quienes han sido declarados objetivos militares, entre ellos, figuran algunos mototaxistas acusados de esconder armas y transportar a “los bandidos”. Firma: Guapi Moribundo, GM. (Un día después apareció en una pared de la casa de los Franciscanos (Vicariato apostólico de Guapi), una cartelera escrita por  los Rastrojos respondiendo al comunicado del grupo GM y advirtiendo que asesinarían a quienes lo reprodujeran).

Terminado el extraño evento, camino por la carrera segunda junto a un profesor de la Universidad del Pacífico. Me habla sobre deserción escolar y el bajo nivel educativo. Alarmado cuenta que de los bachilleres recién graduados ninguno podrá ingresar a la universidad por sus pésimos resultados en las pruebas del Icfes. ¿Qué camino les queda? En el pueblo no hay opciones de trabajo, tendrán que salir en busca de futuro en otra región, ojalá una bien lejana y si tienen con qué, o ingresar a alguno de los bandos armados. No tienen futuro la mayoría de estos jóvenes. Nos detenemos a conversar frente al hotel, cuando sorpresivamente se acercan dos adolescentes en una moto para preguntarle al profesor por los costos para ingresar a la universidad y los requisitos que deben cumplir. Las cifras que les da me parecen cómodas, pero a ellos les parecen exageradas. En tono enérgico, pero afectuoso, el profesor les dice que si desean ingresar y es su objetivo de vida lo pueden lograr. Ellos se alejan y él me hace notar que tenían tufo y llevaban una botella de aguardiente en el morral. Lo que falta es voluntad, señala, y compromiso.

Me despido del joven profesor sintiendo que en nada pude aportar a la solución que él con tanto desespero busca. Voy a mi habitación, empaco la maleta y me dispongo a dormir, pero pasada la media noche unos gritos me sacan de la cama. Escucho algo que pienso son disparos y con cautela miro por la ventana. No alcanzo a ver de dónde vienen los ruidos; sólo observo a un hombre que camina nervioso, lleva a un perro negro de gran tamaño caminando con las dos patas traseras mientras él le sostiene las patas delanteras y se pierden en la noche. Bajo mi ventana dos ratas de generoso tamaño pasan corriendo en dirección al río, los gritos siguen por un largo tiempo y me duermo, finalmente, sin conocer su origen. Pienso que Guapi, a orillas del caudaloso río que lleva su mismo nombre y del que depende la subsistencia de muchos de sus habitantes, podría ser un paraíso. Tiene el mar pacífico, la isla de Górgona (que funcionó como cárcel de máxima seguridad  entre 1960 y 1984 y hoy es una reserva natural)  a hora y media de distancia en lancha; entre los meses de julio y noviembre emergen las ballenas Yubartas o Jorobadas para aparearse, dar luz y amamantar a sus ballenatos atrayendo a millares de turistas de todo el planeta; su gente es amable y su clima, siendo cálido, es agradable por la brisa. Con resolución e inversión estatal bien podría convertirse en un centro turístico por excelencia; sería un turismo ecológico del que no sólo se lucraría la empresa privada sino el departamento y sus habitantes. Pero en vez de eso, Guapi es un pueblo gris, sumido en el atraso, la miseria, la barbarie y el miedo.

 

Para mayor información ir a:
http://www.pacificocolombia.org/novedades/enfrentamientos-diarios-entre-armados-area-urbana-guapi-cauca-poblacion-civil-panico-total/529
http://centrodepastoralafrocolombiana.blogspot.com/2011/06/farc-aplican-pena-de-muerte-teritorios.html

Edición N° 00278 – Semana del 28 de Octubre al 03 de Noviembre de 2011

1 http://www.armada.mil.co/?idcategoria=540944

2 http://www.lasillavacia.com/historia/mientras-la-economia-se-desnarcotiza-se-consolida-la-narcopolitica-28719. Bogotá, octubre 18 de 2011.

3 ww.elespectador.com/impreso/temadeldia/articulo-295173-cuentas-pendientes-de-los-candidatos-alcaldias

4 El nombre fue modificado por razones de seguridad

 

Maureén Maya
Periodista e investigadora social

http://viva.org.co/cajavirtual/svc0278/articulo09.html