Experto dice que Ley 100 le hace un enorme daño a medicina colombiana.José Félix Patiño, decano de los médicos en el país, plantea la necesidad de pensar en el paciente.

En su hoja de vida está que fue ministro de Salud, rector de la Universidad Nacional, presidente de la Academia Nacional de Medicina, médico y académico reconocido. Y por encima de todo, un maestro.

Así reconocen a José Félix Patiño Restrepo cientos de médicos colombianos que se han formado con él. También lo reconoce el propio Gobierno Nacional, que hace pocas semanas lo condecoró con la Orden al Gran Maestro por su destacada labor tanto en el campo educativo como en la ciencia y en la investigación.

Por eso, no es gratuito que los conceptos y orientaciones de este decano de los decanos de medicina del país rara vez se pasen por alto, sobre todo cuando tocan al sistema de salud y a la calidad de la formación que reciben los profesionales de este campo.

De hecho, es bien conocida su preocupación por la proliferación de las facultades de medicina, que, afirma, es un mal que aqueja también a otros países de América Latina. “Es difícil entender cómo muchas de las nuevas, casi todas privadas, recibieron el registro calificado”, asegura.

El doctor Patiño, profesor honorario de la Nacional, afirma que, a este paso, “Colombia se va a quedar sin buenos profesionales médicos”.

¿Cómo recibió el reconocimiento que le hizo el Gobierno?

Para mí significa mucho, porque es el más alto reconocimiento que uno puede tener en la educación. Toda la vida he sido médico en ejercicio, pero también he sido docente y he estado vinculado a la Universidad Nacional y, como su rector, tuve la oportunidad de hacer una reforma estructural que tuvo que ver con todos los campos del conocimiento.

Es decir que estuvo muy al tanto de las discusiones en torno al proyecto de reforma de la educación superior…

Fui crítico de esa propuesta porque, aunque hubo muchos foros, lo que se dijo y se recomendó realmente no se incorporó en el proyecto de ley. El punto más cuestionable era el de la privatización de la universidad pública, por más que se dijera que no. Así comenzamos con la salud, cuando empezó la Ley 100: se dijo que jamás se iba a privatizar y hoy está completamente privatizada.

¿Con privatización se refiere a la falta de recursos o a la posibilidad de que se crearan instituciones educativas con ánimo de lucro?

Lo del lucro era terrible, porque es lo mismo que pasó con la Ley 100. Se introdujeron empresas con ánimo de lucro y la salud, que debería ser un servicio social, se convirtió en un negocio… Creo que deberíamos trabajar porque la educación pública sea gratuita o, por lo menos, con matrículas diferenciales bien grandes para poder dar cabida a aquellos estudiantes de las clases económicas menos favorecidas.

Si pudiera, ¿qué puntos incluiría en el nuevo proyecto?

Colombia es el tercer país más inequitativo del mundo. El único instrumento real para lograr movilidad social y acabar con la inequidad es la educación pública, y cualquier proyecto que llegue al Congreso debe ir orientado a fortalecerla. Las universidades públicas durante el gobierno pasado se vieron en una situación muy difícil, porque año tras año perdieron presupuesto. La Nacional y la de Antioquia se destacan en el país y en el mundo; las otras públicas deberían tener la misma calidad de estas dos instituciones.

¿Qué implica el fortalecimiento de la educación pública?

Destinarle más recursos: el profesorado de las universidades debe ser el mejor, y retenerlo requiere ofrecerle condiciones laborales que le permitan ser de tiempo completo e investigar. Los estudiantes, claro, también deben ser buenos; por esa razón deben ser seleccionados.

Colombia llegó a tener los mejores médicos de América Latina. ¿Eso ha cambiado?

Sí, definitivamente. Cuando teníamos menos, pero muy buenas facultades, la medicina y la educación médica colombiana eran reconocidas como las mejores de Latinoamérica; la proliferación de estas escuelas ha desembocado en un deterioro de la calidad de la formación médica. No resulta claro cómo muchas de ellas, casi todas privadas, recibieron el registro calificado.

¿Es visible ese deterioro del que habla?

Uno lo ve en la gente que llega a trabajar a los hospitales. Hay diferencias muy grandes entre los egresados de las facultades tradicionales y los de instituciones cuyo objetivo es, en el fondo, el negocio: una facultad de medicina que es buen negocio es una mala facultad, porque la buena enseñanza de la medicina es muy costosa.

La Ley 30 facilitó la proliferación de estas facultades…

Realmente no es culpa de la ley, sino del ente regulador. Creo que el Ministerio de Educación ha sido demasiado laxo en el otorgamiento de registros para las nuevas facultades de medicina.

¿En qué se quedan cortas esas facultades?

Son muy débiles en la enseñanza de las ciencias básicas, que son fundamentales. Algunas de ellas prácticamente no las tienen.

¿Y qué vacíos grandes detecta en los egresados de estas facultades?

En la formación en ética y en humanismo. Considero que la ética debe ser uno de los ejes del currículo, y veo que muchas facultades son flojas en eso.

¿Hay forma de atajar o corregir la baja calidad?

La Academia Nacional de Medicina y la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas nos reunimos con el presidente Santos para plantearle el problema. Él, que es un gran estadista, lo entendió muy bien y le pidió al ministro de Salud, Mauricio Santa María, que haga que no se otorguen registros calificados a facultades que no cumplan con requisitos mínimos que garanticen calidad, y que se cierren aquellas que, pese a no llenarlos, están funcionando.

¿Cuántos médicos se forman al año?

Es difícil saberlo, porque a estas alturas el número de facultades de medicina pasa de 50; algunas reciben a todos los aspirantes que se presentan.

La Ley 100, que creó el sistema de salud en 1993, ¿impactó la formación médica?

Le está causando un daño enorme a la medicina. Si esa situación no se cambia, Colombia se va a quedar sin buenos médicos. Tendremos personas con el título de médico que no van a ejercer la profesión médica sino el oficio de la medicina, y que no están al servicio del paciente, sino al de la entidad aseguradora intermediaria. Se cambió el imperativo hipocrático por el mandato burocrático de los entes administrativos.

¿Y qué debe cambiarse?

En principio, hay que eliminar la intermediación dentro del sistema de salud (es decir, las instancias y trámites que hay entre los médicos y los pacientes). El sistema debe tener un propósito social, no comercial. Hoy se habla de una cobertura del 98 por ciento, pero lo que hay es gente carnetizada, y un carné no garantiza el acceso a la salud, ni mucho menos la calidad.

¿Qué opina del anuncio que hizo Gustavo Petro, como alcalde electo, de reabrir el Hospital San Juan de Dios?

Este hospital es la cuna de la medicina y recibimos con beneplácito esa noticia. Hay que abrirlo porque, además, tiene una ubicación estupenda para el servicio de las comunidades más necesitadas.

¿Qué recomienda a los líderes estudiantiles que lograron el retiro del proyecto de reforma de la Ley 30?

Estos muchachos dieron ejemplo mundial, porque hicieron una protesta bien documentada, pacífica, alegre, simpática, sin nada de violencia y, además, tienen claras sus propuestas. Si el Gobierno está de acuerdo con tener una discusión real con los estudiantes, y no solamente oírlos, puede salir una ley muy importante e interesante.

 

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