Tanto Yuris Cantillo, la mujer con nueve meses de embarazo que fue agredida brutalmente por Samir Yepez, como él su marido agresor, son producto de una cultura machista instaurada en Colombia y que se perpetúa, a pesar de los comentarios de falsa moral que este hecho noticioso genera. Los dos comportamientos, tanto la agresión de él como la sumisión de ella, son injustificables, pero comprensibles.

La cultura machista colombiana genera este tipo de mujeres y de hombres que pululan por toda la geografía nacional y que no son propios ni de Barranquilla ni de la Costa Atlántica, tampoco de los pobres.

Esta cultura machista es alimentada por la inequidad social y por la que se genera entre hombres y mujeres, que no les ofrece ni a ellos ni a ellas, otra  forma de construirse como seres humanos. Los hombres aprenden a golpear, humillar, beber y empeñar lo que sea para seguir bebiendo. Y las mujeres aprenden a soportar, aceptar y comprender a los maridos coléricos, borrachos y violentos; porque el peso social de ser una mujer separada, sinónimo de fracasada, es aplastante en nuestra sociedad machista.

En ese caso, la mujer argumenta que “no quiere ver a sus hijos crecer sin padre” y que además, también fue culpable de la agresión por haber irrespetado a su marido frente de sus amigos. Argumentos típicamente femeninos dentro de la cultura machista. Que no  prepara a las mujeres para ser  sujetos autónomos y plenos de derechos. Así son educadas las mujeres. Y el hombre pide perdón y se compromete con no volverlo a hacer. Así son educados los hombres. El que peca y reza empata.

El pueblo colombiano, que se sitúa frente a los noticieros, cada vez más amarillistas, sin elementos críticos, cuestiona y juzga el comportamiento de esta pareja desconociendo los contextos sociales, culturales y económicos.  ¿Qué esperaban? ¿Acaso estos dos tienen otras condiciones, otras posibilidades, otras opciones de vida?

Dicen que la mujer puede y debe separarse, denunciar al agresor y que él se pudra en la cárcel. ¿Esto resuelve la situación? ¿Existen redes de apoyo jurídicas, psicológicas y económicas que sustenten la situación de la mujer y de sus hijos? La abogada feminista hace la denuncia de que este tipo de situaciones cada vez son más comunes en su ciudad, pero no existe ni allá, ni aquí una Red de atención especializada y funcionando que acoja este tipo de situaciones. Muchos de los que juzgan soportan también una pésima relación de pareja donde han soportado, no violencia física, pero sí infidelidad, alcoholismo, violencia sexual y psicológica, y no consideran que esto sea motivo de separación.

Mientras el Estado colombiano siga evadiendo su responsabilidad social de una educación plena, gratuita y de excelente calidad, donde las mujeres sean educadas en condiciones de real igualdad de derechos y mientras que los medios de comunicación y la publicidad sigan azuzando un modelo de feminidad-mercancía y una masculinidad-opresora, este tipo de tristes situaciones de pareja seguirán siendo la comidilla nacional.

 

 

Por Elizabeth Gómez Etayo, Socióloga de la cultura