Búsqueda de Colombia por la paz y la justicia (II). Hoy como nunca antes en la historia actual, el real y existente “capitalismo de libre comercio” ha demostrado a escala mundial su fracaso para proporcionar los elementos esenciales de la buena vida.
En Grecia, España, Portugal e Italia el desempleo juvenil oscila entre el 35% y 50%, y el desempleo en general se acerca o supera el 20%.
En la Unión Europea y los Estados Unidos el desempleo real y subempleo supera la cuarta parte de la fuerza laboral.
La recesión económica, crisis financieras y declive de las condiciones de vida y de trabajo son ahora las condiciones determinantes de los Estados Unidos y Europa.
En otras palabras, el modelo capitalista, en crisis desde hace cinco años, no ofrece una alternativa para la gran mayoría de los que trabajan en ‘países imperialistas desarrollados’ o los llamados “países en desarrollo”.
Esto presenta una oportunidad de oro ideológica para demostrar que una sociedad socialista basada en la participación democrática es una alternativa viable ante el capitalismo plagado de crisis.
Luchas nacionales y de clases
Hoy en todo el mundo, desde el sur de Europa hasta el Medio Oriente, desde Asia hasta Norte América, las rebeliones populares masivas han tomado el primer lugar.
Huelgas generales, manifestaciones masivas y disturbios callejeros causan furor en las capitales de Grecia, Portugal e Italia.
Movimientos democráticos de masa confrontan a los dictadores de Egipto, Túnez, Bahréin y los Estados del Golfo.
Los movimientos de ocupación ‘Occupy movements’ en los Estados Unidos y España se expanden a nuevos países para rechazar la “austeridad” basada en las clases. Ante la recuperación de las ganancias a expensas de recortes masivos en los salarios, servicios públicos, pensiones, atención médica, los nuevos sectores de clase media se unen a la lucha.
Incluso con el alto crecimiento de países capitalistas asiáticos como China, la clase trabajadora se rebela contra las desigualdades y la explotación: más de 200.000 huelgas y protestas en 2011 recuerdan las rebeliones populares de la Revolución Cultural contra la jerarquía y el abuso.
En resumen, la correlación de fuerzas regionales y mundiales es muy favorable para el surgimiento de un nuevo movimiento político, unificado y dinámico en Colombia.
Sin embargo, hay peligros y obstáculos que necesitan ser tomados en cuenta.
Obstáculos y desafíos
El declive y decadencia del poder de los Estados Unidos y su influencia no aminora los peligros de los asesinatos directos por parte de Fuerzas Especiales, intervención militar indirecta a través poderes militares locales, y desestabilización económica.
Washington ha desarrollado en 75 países un ejército clandestino de Fuerzas Especiales con operaciones de asesinos armados.
Estados Unidos mantiene 750 bases militares en todo el mundo. Como vimos en Honduras, Estados Unidos todavía tiene influencia sobre el ejército y aliados dentro de la oligarquía, con el fin de derrotar a un gobierno progresista.
Estados Unidos tiene un ejército de reserva de políticos locales y ONGs listas para remplazar a los dictadores establecidos cuando son derribados.
Washington y la OTAN de Europa proporcionaron apoyo aéreo y naval, y suministraron armas a mercenarios locales y fundamentalistas para derrocar a líderes independientes como Gadafi en Libia. Hoy suministran armas a mercenarios para atacar al presidente Assad en Siria.
Los Estados Unidos y la Unión Europea están construyendo una flota de militares alrededor de Irán, promoviendo sanciones económicas para estrangular su economía.
Más ominosamente es que Washington está rodeando a China y Rusia con bases militares, misiles y buques de guerra.
En otras palabras, el imperialismo en deterioro económico todavía conserva opciones militares para disuadir el avance de un sistema político global pluralista.
Los estados imperiales no ceden el poder a menos que se enfrenten a alianzas regionales unificadas y con igual importancia a gobiernos unidos con apoyo popular.
El desarrollo positivo de la integración en América Latina representa un paso hacia una mayor independencia, sin embargo, tiene debilidades estratégicas: a saber, las contradicciones de clase internas y los conflictos sobre modelos de desarrollo.
El crecimiento económico y la diversificación de los mercados han disminuido el dominio de Estados Unidos, pero también han fortalecido el poder y riqueza de las clases dominantes internas y las corporaciones agromineras nacionales.
Las desigualdades de riqueza, ingresos y propiedad agraria florecen en Brasil, Chile, Perú, Ecuador, Bolivia y otras partes, aún cuando algunos de estos regímenes afirman ser “gobiernos populares”.
Por otra parte, “el antiimperialismo” de los países del ALBA como Bolivia no se extiende a las docenas de multinacionales de propiedad extranjera que extraen minerales y explotan petróleo, las cuales dominan el país. Argentina puede promover una política exterior independiente, pero más de un tercio de sus áreas rurales es propiedad de capitales extranjeros.
En otras palabras, mientras el crecimiento de gobiernos independientes en América Latina contribuye a limitar la dominación de Estados Unidos, los movimientos colombianos también deben reconocer las limitaciones y contradicciones de clases de los países ‘progresistas’ en la región. Solamente Venezuela ha buscado la aplicación de fuertes políticas nacionalistas de redistribución.
Los principales obstáculos que enfrentan los nuevos movimientos políticos colombianos son internos: la oligarquía atrincherada y sus aliados en el Estado, especialmente dentro del ejército, y las fuerzas paramilitares. Si el entorno externo es ampliamente favorable, el régimen político tiene en frente un gran obstáculo, especialmente el continuo asesinato de docenas de sindicatos prominentes, agricultores y activistas de derechos humanos.
La desmilitarización de la sociedad civil comenzando con el desmantelamiento de las bases militares estadounidenses, la suspensión del Plan Colombia y la desmovilización de las Fuerzas Armadas (más de 300.000 además de las pandillas paramilitares), son importantes pasos hacia la apertura del espacio político para el ejercicio de derechos democráticos.
La democratización de las elecciones requiere la culminación de la penetración estatal y la coerción de la sociedad civil.
La democratización de Colombia requiere el crecimiento de movimientos sociales poderosos e independientes que representen a todos los sectores populares de la sociedad colombiana; la investigación judicial y enjuiciamiento del ex narco presidente Álvaro Uribe y sus más allegados colaboradores, por homicidios políticos, debe ser extendida al presente régimen de Santos.
El reciente “tratado de libre comercio” entre Obama y Santos debe ser repudiado, ya que representa un obstáculo para el desarrollo interno, al tiempo que deben profundizarse relaciones económicas más prometedoras con Venezuela, el resto de América Latina y Asia.
Por encima de todo, más de 4 millones de desplazados colombianos, despojados a la fuerza por el régimen de Uribe, deben ser movilizados para recuperar sus tierras y recibir créditos, préstamos y la oportunidad de escapar de su actual miseria y escualidez.
Los actuales gobernantes de Colombia no pueden apuntar a un sólo ejemplo de modelo neoliberal exitoso en Europa, América Latina o los Estados Unidos.
Los países neoliberales de México y Centro América están desbordados de cárteles de drogas con 80.000 homicidios más en los últimos 5 años y las tasas más bajas de crecimiento en la región. La economía estadounidense se estanca con más del 20% de desempleo.
La Unión Europea está al borde de la desintegración. Evidentemente, la crítica de Marx sobre el creciente empobrecimiento capitalista se confirma. Es tiempo de nuevos movimientos políticos que consideren el “camino de Colombia hacia el socialismo”, basado en la propiedad pública de los altos mandos de la economía, la reforma agraria, la agricultura sostenible y la protección medioambiental bajo el control democrático.
Es con este espíritu de optimismo y análisis crítico que expreso mi solidaridad y apoyo incondicional a los organizadores, activistas y militantes participantes que asistirán a este encuentro histórico. Estoy confiado que más temprano que tarde, ellos dirigirán a Colombia a “su segunda y decisiva independencia”.
El último libro de James Petras sobre América Latina en coautoría con Henry Veltmeyer es “Un mundo que ganar: Más allá del Neoliberalismo” (Ashgate: Surrey 2011).
Nota: The Prisma reproduce este artículo por considerar importantes tanto el evento, como la posición del autor.
James Petras
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