Quizá una de las preguntas más difíciles de responder por la complejidad que representan y abarcan sus componentes, tanto sociales como económicos, ecológicos y políticos.

 
Hubo un tiempo en que la mención “Conga” no llamaba a preocupación. Hablamos de un proyecto que se presentaba independiente, transparente y casi un ejemplo de cómo convivir con las comunidades dentro de la zona de influencia. Una empresa que era la envidia de sus vecinas, las que a menudo se veían convulsionadas por diversos conflictos.
 
¿Cómo consiguieron esto? Prometieron chamba. Los famosos cupos laborales. Todo el mundo tenía una perspectiva de mejora económica por el trabajo que les habían asegurado para las próximas décadas. Por aquel entonces los dirigentes ambientalistas no eran bien recibidos en las comunidades. Algunos hasta fueron echados entre pifias e insultos. De las lagunas se hablaba muy poco.
 
La labor de explicar los impactos ambientales era una tarea muy delicada y se daba paso por paso, en exposiciones, con proyecciones y videos institucionales. En un inicio solo se habló de explotar la Laguna El Perol, pero no estaba claro cómo. Con el tiempo se habló de “trasvase”, y ya no de una, sino de dos lagunas. Los comuneros se preguntaban cómo era posible trasvasar una laguna natural, pero la empresa minera se las arreglaba para crear una idea de equilibrio ecológico. Para entonces ya existía cierta desconfianza social, la que se atenuaba con las propuestas de trabajo e inversión. La empresa pronto se dio cuenta que había excedido su capacidad real de oferta y que tuvo que decir basta: no habrá trabajo para todos.
 
Esto se sumó a otro proceso social complicado: los límites de la zona de influencia. O sea, solo hasta este punto es mi responsabilidad social, de aquí hacia allá ya no tengo nada que ver. ¿Pero qué pasa cuando por toda esa zona que no se considera de influencia van a transitar a diario las maquinarias, los trabajadores y funcionarios de la empresa minera que ganará millones y millones de dólares? Quienes veían pasar las camionetas polvorientas por sus narices fueron creando un rencor que terminaría en reclamos que la empresa minera buscaría solucionar nuevamente con “cupos laborales”. Llegó un punto de tal derroche económico que se creyó que todo se podría solucionar con dinero y más dinero.
 
Corrían las semanas, meses y años en relativa calma, con algunos “percances” como la creciente oposición de la comunidad El Ámaro a la minería, además de la ya emblemática Ordenanza municipal de Celendín (2004) declarando zona intangible contra la explotación minera a toda el área correspondiente a las lagunas “Azul conga, La Laguna del Perol, Laguna Cortada, Laguna Alforjacocha, Laguna de Milpo y las Microcuencas del Río Sendamal, Río Chugur, Río Chugurmayo…”. Todos estos, por supuesto, “percances” llevaderos para la empresa. ¿Y los periodistas?, la mayoría alineados.
 
Conga había logrado crear exitosamente una idea de independencia con respecto a Yanacocha, a tal punto que muchos ni siquiera las asociaban o las consideraban dos empresas abismalmente diferentes, casi ambivalentes. Minas Conga S.R.L. tenía una gran aceptación en Celendín y podían participar, por ejemplo, en su corso carnavalesco en medio de aplausos. Pero llegó el momento en que los comuneros vieron llegar a ingenieros de Yanacocha, a las camionetas de Yanacocha, a personal con chalecos, cascos y fotocheks de Yanacocha. ¿Qué está ocurriendo? se preguntaban.
 
Los funcionarios de Conga encontraban algunas excusas creíbles al inicio y lograban salir del interrogatorio. Pero Yanacocha les exigió a los trabajadores de Conga que ya era hora de que las comunidades entendieran que el proyecto era de Yanacocha. Se les dijo que debían ponerse la camiseta y no tener vergüenza. Así Yanacocha mostró que Conga era su hija, y no un proyecto independiente como se creía al inicio. Quizá quisieron lavar su mala fama con Conga.
 
Yanacocha no solo exportó su personal, sino también su forma de trabajo, incluida la prepotencia de algunos de sus funcionarios y capataces.
 
En la mentalidad comunera cajamarquina, Yanacocha tiene una pésima recordación, ya sea por no cumplir sus compromisos, por denuncias de contaminación, por el desastre de Choropampa, por los muertos de Combayo en enfrentamientos con Forza, por el seguimiento al Padre Marco Arana, etc., etc. Existe un rechazo prácticamente tácito a todo lo que haga Yanacocha en Cajamarca. Las cosas empezaban a ponerse tensas.
 
Los comuneros ya no creían tanto en que el “trasvase” de las dos lagunas se haría sin afectar el medio ambiente, o que les cumplirían sus cupos laborales, o que trabajarían sin ser abusados por la mina con peor reputación de la zona. Para entonces, los dirigentes sociales y ambientalistas empezaban a tener una mayor acogida en sus visitas a las comunidades. Y ya no se hablaba de trasvasar dos lagunas, sino de eliminar todas las lagunas de la zona de Conga y de reemplazarlas con tres o cuatro reservorios. La afectación real de sus aguas puso a los comuneros en más alerta que nunca.
 
La aprobación del proyecto minero por parte de muchas comunidades de la zona de influencia no se daba necesariamente porque creyesen en las bondades de la gran minería, sino porque es una, o probablemente la única, forma de salir de la miseria. En lugares donde el Estado nunca va a llegar, donde nunca va a proporcionar una forma sostenible de desarrollo, es fácil entender que si una minera llega y ofrece trabajo y un precio “razonable” (aunque siempre sea poco) por las tierras, la gente va aceptar lo real, lo tangible. Los pobladores saben (o lo consideraban) que es imposible luchar contra una minera, ya que el Estado y la minera son uno solo. Por lo que, antes de acabarse la vida luchando contra un imposible era mejor sacarle todo el provecho posible, ya que además estaban en su derecho por ser sus tierras. Pero como decimos, de ahí a creerse el comercial de las bondades de la mega minería, estaban muy lejos. El eje principal: la necesidad.
 
Los humores andaban alterados, la gente estaba descontenta porque los cupos laborales parecía que ya no se cumplirían en su totalidad, la gente fuera de la zona de influencia empezaba a reclamar más derechos y beneficios, la verdadera identidad de Conga, Yanacocha, causaba mucha desconfianza y temor, la preocupación por las lagunas y el futuro de las aguas empezaba a ganar terreno, los dirigentes sociales y líderes ambientalistas (antes echados, ahora convocados) tenían mayor convocatoria. Pero aún con todo eso, la cosa parecía “manejable” Entonces, ¿qué ocurrió para que todo cambiase?
 
En primer lugar se empezó a hablar de un rondero al que todos en la zona conocían y a quien respetaban, Gregorio Santos. El conocido Goyo, quien enarbolaba un discurso de confrontación contra los abusos de la gran minería, postulaba por segunda vez a un cargo regional en Cajamarca. Y ganó. Entonces, mucha gente se sintió por primera vez representada y con ánimos de saber que podía volver a luchar sin perder las esperanzas. “A Goyo no lo hemos conocido recién en la elecciones, sino de mucho antes, él es nuestro hermano rondero que ha venido aquí a escucharnos cuando nadie venía”, dice una campesina de la zona de influencia.
 
Y de hecho Goyo, a través de la logística de su partido (MAS – Patria Roja) y del Gobierno regional, tendría una participación fundamental en impulsar la que consideraba una correcta lucha social. Ganancia política, incluida.
 
En segundo lugar, Yanacocha anuncia que Conga sería la mayor inversión minera en la historia del Perú, y una de las más grandes de Latinoamérica.
 
Hasta hace unos años, el proyecto Conga era tomado como un proyecto menor, basado inicialmente en la explotación de cobre. Luego se habló de oro y plata. Nada del otro mundo. Pero al anunciarse que sería lo más grande que el país vería en su vida republicana, muchos factores cambiaron y muchos resortes se dispararon, entre ellos los ambientales y políticos. El que Yanacocha haya dado luz verde a su proyecto Conga el 27 de julio, horas antes de la asunción de mando de un nuevo presidente, generó mayores especulaciones. Mucho tuvo que ver la propia empresa minera y sus errores (de los que no parece aprender) para que el clima se enrareciera en su contra. Pésimo manejo logístico. Como breve recuento: una familia era desalojada por la Dinoes ante los gritos desesperados de una mujer, el video recorrió de inmediato las redes sociales. Un ministro regresaba a Lima en el avión privado de la Newmont, y ocho heridos (uno quedará paralítico) era el resultado de un enfrentamiento en la laguna El Perol cuando las cosas ya estaban avanzadas.
 
Retomando, en tercer lugar, un candidato a la presidencia, también reincidente en sus aspiraciones electorales, se presentaba en Cajamarca con un discurso reformador y al parecer antiminero: “¿ustedes, toman agua o toman oro?”. Era Ollanta Humala Tasso, y también ganó. Fue  presidente de la República. Entonces, el cambio y el respeto de los derechos básicos ya no eran meras esperanzas, sino posibilidades reales. La gente podría reclamarle a la mina que no contaminase sus aguas, que invirtiese mucho más para el cuidado del medio ambiente y que de realizarse actividades mineras (en lugares adecuados basados en una zonificación ecológica económica) éstas deberían dejar  mayores ganancias para las comunidades. El SNIP y el MEF ya no serían un obstáculo para el desarrollo real y se prescindiría al fin de esa política asitencialista de las mineras y el Estado. Tenían a un presidente regional de izquierda en Cajamarca, y a un presidente nacionalista en el Gobierno. Todo parecía cambiar.
 
En cuarto lugar, para entender el conflicto, tenemos a un Ollanta Humala, tras cien días de gobierno diciendo ante un grupo de periodistas que ¡Conga va! Así, sin rodeos ni anestesia. Conga va, porque de esa plata saldrán los activos para poder realizar la gran transformación. Y peor aún, un presidente diciendo que no quiere reservorios, sino lagunas modernas. Nadie entendió nada, solo se sintieron traicionados por el hombre en el que depositaron todas sus esperanzas. Pero aún les quedaba una carta: Goyo.
 
En quinto lugar, en la ciudad de Cajamarca (a inicios del 2011) se revive la animadversión contra Yanacocha debido a las declaraciones del vicepresidente de Operaciones de Newmont, Carlos Santa Cruz Bendezú, en el Investor Day realizado en Nueva York, donde señala que: “En Cerro Quilish consideramos iniciar operaciones alrededor del año 2016. Necesitamos recordar que Cerro Quilish es uno de los mejores depósitos mundiales de oro que no está todavía desarrollado”, y que: “El proyecto depende de las aprobaciones de autoridades y la comunidad”. El Cerro Quilish fue declarado como zona protegida y libre de minería en el 2004 gracias a la enorme presión popular, por lo que las declaraciones de Santa Cruz, en plena campaña electoral, fueron tomadas como una provocación. Se programan entonces visitas conmemorativas al cerro protegido. Lo que encuentran los sorprende: “Según denuncia de los visitantes al Cerro Quilish, el domingo 11 de septiembre (2011), incluyendo al congresista nacionalista Jorge Rimarachín, aguas ácidas “tratadas” de Yanacocha, a través de cuatro tubos, irían a dar a río Grande, el que abastece a la planta de tratamiento El Milagro, y que termina en los hogares cajamarquinos”.
 
Se inician las marchas y la gente vuelve a la calles. Se cuestiona la labor de Sedacaj y su cercanía con la empresa minera. Toda esa indignación se traslada casi por inercia al caso Conga.
 
Y en sexto lugar, el contundente informe Gieseck que revela que dos lagunas servirían nada menos que de botadero de desechos contaminados del proceso minero, además de puntualizar que “la Ley de Recursos Hídricos en su artículo 75º, reconoce las cabeceras de cuenca como zonas ambientalmente vulnerables, pudiendo inclusive declararse su intangibilidad”, y dado que “el Proyecto se desarrollará sobre una cabecera de cuenca que abastece a 5 microcuencas, se recomienda una mayor evaluación…”. Informe que fue determinante para potenciar los reclamos contra el proyecto minero. Y que servirá –creemos- en un futuro cercano para establecer un punto dirimente entre los peritos contratados por ambos partes en conflicto.
 
Ahora que el proyecto Conga (ocultando el logo de Yanacocha) ofrece, a través de spot televisivos, decenas de beneficios, ¿la gente aún estará interesada en la oferta?
 
En fin, entender y analizar la problemática cultural, económica, ecológica y política de un conflicto social en el Perú es una tarea ardua que no se pretende concretar con este breve artículo, pero al menos se ensaya un acercamiento a algunas probables razones que expliquen, para decirlo en vargasllosiano, en qué momento se jodió Conga.