TUCUM: Aldea Tupinambá de Olivença. “Olivença, es nuestra “aldea madre”. Recuerdo que nuestras casas eran todas de taipa y piaçaba. Nos reuníamos a celebrar nuestros rituales como pueblo Tupinambá. Unos traían los peces, otros el fríjol, otros la fariña y el maíz. No circulaba ningún dinero y hacíamos una vida colectiva, sin que a nadie le faltara nada” Doña Nivalda, rememorando a sus 78 años.
La memoria en los relatos de los indígenas Tupinambá del sur de Bahía en Brasil, no es distinta, en lo esencial, a las demás historias de invasión, despojo, conquista y resistencia en este continente. Es decir, no es menos injusta ni menos digna, ni menos dolorosa. Solo que estas tierras sufrieron el primer contacto de los conquistadores portugueses y sus pueblos siguen sometidos desde entonces al abuso.
Cada último domingo de septiembre, salen de la penumbra miles de Tupinambá. Visten sus prendas, se pintan el cuerpo, mientras cantan y danzan según rituales de una cultura que el conquistador pretendió desaparecida. Sólo que, en esa fecha se conmemora la masacre de Cururupe, que en Tupi, significa río de sangre porque, según descripciones de los genocidas, durante los primeros años de la conquista, salieron a matar en estas tierras, miles de indios inermes.
A pesar de todo, el siglo XX encuentra en Olivença las mismas viviendas, las mismas costumbres, el mismo pueblo ancestral en la “aldea Madre” en el hermoso litoral de Bahía. Esto resultó intolerable para la conquista en curso.
Con el pretexto de aplicar normas de seguridad en las viviendas, oficiales del gobierno procedieron a expulsar a sus habitantes y a destruir las moradas de siempre, para reemplazarlas con casas de ladrillo y cemento, “en beneficio de los habitantes”. Solo que los indios no tenían con qué pagar las nuevas construcciones. Olivença se urbanizó para beneficio de la industria turística.
Indefensos ante la ley y desconocedores de recursos y derechos, los Tupinambá huyeron hacia las aldeas en las selvas, donde tenían sus cultivos de pan comer. Tierras y aldeas constantemente amenazadas por los “Coroneles” del cacao, que disponían a sangre y fuego de bosques y personas según su insaciable afán de acumulación a través de un monocultivo que convirtió esta región en el mayor centro de producción y exportación de cacao del mundo.
La ley, de la mano de grandes hacendados, fue llegando a las aldeas y rozas agrícolas de los indígenas, exigiéndoles títulos de propiedad. Los moradores de siempre, de estas tierras, ni siquiera entendían el significado de la exigencia. Ante esto, el hacendado presentaba títulos de papel, fabricados en notarías y juzgados, donde aparecían como propietarios de las tierras. Bahía se consolidó en beneficio de grandes y pocos hacendados y de la industria turística en crecimiento. Oficialmente, territorios, pueblos y cultura Tupinambá, habían desaparecido. El robo y el despojo convirtió a los indios en extranjeros en sus propias tierras. Hoy, los colonos y los turistas, los miran con desprecio o curiosidad en las calles de su “aldea Madre”. Son considerados perezosos, peligrosos, ignorantes, atrasados y primitivos.
Nunca dejan de resistir y no desaparecen. En el 2002, finalmente consiguen que el Gobierno Federal los reconozca como etnia. Ello impone múltiples obligaciones al Estado en reconocimiento de sus derechos. La fundamental: delimitar un territorio indígena.
Renace TUCUM.
El hacendado que se apropió de la tierra, no tuvo que hacer uso de la imaginación para darle el nombre de “Bella Vista” a la hacienda.
Cansados del hambre, el maltrato, el desarraigo, el abuso y la inacción del Estado, los Tupinambá retoman sus tierras. Las tierras que les robaron. No son ellos los ladrones. En Octubre de 2006, 22 indígenas retoman una parte de “Bella Vista”. Son tierras abandonadas. “El hacendado no había hecho ninguna mejora.
Cuando retomamos, acá solamente había “Mato Atlántico”, palmas de piaçaba y nada más. Una sola casa vieja que se estaba cayendo.” Explica el cacique Ramón. La bella vista de siempre permanece, solo que ahora será de nuevo TUCUM: una aldea Tupinambá.
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“No estamos aquí para agredir, estamos aquí para vivir con la tierra”, manifiesta hoy Doña María Lourdes de Jesús, a sus 73 años. En ese espíritu llegaron a construir su aldea. TUCUM, es producto de una de las primeras de muchas retomadas recientes.
La aldea parece haber estado allí siempre. Es parte del paisaje, del territorio, de la vida, como lo son sus moradores. Construyeron sus casas, rozaron y sembraron protegiendo muchas nacientes, ríos y ojos de agua. En torno de las casas frescas, limpias y acogedoras de adobe, hay gallinas y huertos con plantas medicinales, frutales, yuca, fríjol, maíz, bananos, piña, papaya, guayaba, caña de azúcar, entre otras muchas plantas.
Las reuniones comunitarias se hacen bajo uno de los muchos “Palos de Carne” que han cultivado. Se trata del árbol frutal de la Jaca. “Como pasamos hambre, aprovechamos el valor nutricional de esta fruta como único alimento en los tiempos duros: la Jaca nos mantuvo con vida. Por eso en burla y con afecto lo llamamos árbol de carne”. Recuerda una de las pobladoras.
El Cacique Ramón señala un terrenito cultivado con piñas y recuerda: “Esta fue nuestra primera plantación de piña. Eran 18 matas. Hoy tenemos 20 mil pies de piña sembrados para el sustento de la comunidad y para la venta. Todas provienen de estas primeras 18 plantas.” El pequeño plantío es un monumento a la vida y a la lucha. Acá no hay estatuas de guerreros y próceres. ¿Para qué, si las primeras piñas son simiente y memoria de la vida y de la lucha?
Todo TUCUM es un monumento al trabajo colectivo en armonía con la naturaleza, según el mandato ancestral de Tupa.
Ya para el 2008, habitaban allí más de 100 personas, sin ayuda de nadie. Lo mismo sucedía en otras retomadas. Es una aldea apacible, de gente trabajadora. Pero acá reina siempre la zozobra. El hacendado insiste en despojarlos por cualquier vía. Se cuentan historias de pistoleros a sueldo, de amenazas y abusos de la Policía Federal y de procedimientos “legales” para despojarlos. Los medios denigran de los pobladores. Son roba-tierras, peligrosos, perezosos, agresores. Terror, propaganda y leyes al servicio de un hacendado y en contra de decenas de personas en sus tierras.
Orden de Desintegración y Reintegración
Un día cualquiera llega una notificación. Se trata de una sentencia dictada por un Juez Federal y de una orden: “Reintegración de Posse”. Ya sucedió en el 2008. Decenas de policías fuertemente armados, carros blindados, retroexcavadoras, ejecutaron la sentencia. Desintegraron con desmedida violencia la comunidad. “Nos salvamos de las bombas, porque, gracias a Tupa, ese día llovió mucho y se mojaron sin estallar todas” recuerda una comunera que no puede contener su llanto, mientras su hija la abraza.
Con la policía venía el hacendado que no pudo señalar dentro del terreno siquiera un vestigio de las “mejoras” que decía haber perdido. Sin embargo, los sacaron a la fuerza. Perdieron las casas. Murieron animales. Sufrieron heridas.
“Nos fuimos por una trocha directamente a la ciudad de Ilhéus. Todos. Hombres, mujeres, ancianas y ancianos, crianzas. Allí, con nuestros animales y lo poco que pudimos sacar, nos instalamos en la alcaldía, a la vista de toda la población. El gobierno que nos había convertido en despojados, tuvo que asumir la carga de nuestro sustento”. Recordó el Cacique Ramón.
Hoy hay en TUCUM 38 casas donde viven alrededor de 200 personas. Reconstruyeron casi todo lo que tenían con su propio esfuerzo. Nadie los indemnizó. Con dolor e ira se desahoga una comunera: “El hacendado recibe indemnización por la tierra y las mejoras que nunca trabajó. Tiene quién pelee por sus derechos. Pero a nosotros nadie nos indemniza, ni nos ayuda. Dicen que somos ladrones y no tenemos derechos.” Es así. Cada vez que los indios retoman sus tierras, el hacendado es indemnizado. Cada vez que el gobierno, al servicio del hacendado los despoja, lo pierden todo y quedan abandonados.
Han construido una escuela para 32 alumnos, constituida como un núcleo de la Escuela Indígena Tupinambá que recibe a la infancia de todo el territorio. Cuentan con dos profesoras, un agente de salud. Reconstruyeron sus vidas, sus cultivos y su aldea.
Son más de 500 años de una lucha desigual, sin descanso, para beneficio de unos pocos. Más de 500 años empezando de nuevo con las propias manos y la memoria viva, esperando el nuevo golpe, la violencia, el despojo, para reintegrarlo todo una vez más: “Desde que tengo memoria, recuerdo a mi abuelo, que recordaba a sus abuelos. Siempre vivieron sufriendo y luchando. Ahora seguimos igual. ¿Cuándo irá a parar esto?” Se pregunta una de las mujeres en la reunión comunitaria.
En abril de 2009, la Relatoría que establece la delimitación del Territorio Tupinambá de manera Oficial, fue aprobada por el Gobierno Federal. Ignorando la posesión ancestral y toda la historia desde la conquista, los antropólogos reconocieron como tierras indígenas únicamente aquellas donde a la fecha existían comunidades, a pesar de que la existencia de estas mismas se había logrado en contravía de las leyes de despojo y de la violencia de los hacendados. TUCUM y las demás aldeas retomadas, quedan dentro de la delimitación definida. El Presidente de la República tiene pendiente desde entonces la obligación de “Demarcar y Homologar” estas tierras delimitadas, para que los indígenas asuman por fin, posesión formal y legal de una parte de lo que siempre ha sido su morada. Mientras no lo haga. Mientras no cumpla con una sentencia legal, aún dentro de los territorios delimitados, las comunidades corren el riesgo de ser desintegradas. Lo mismo sucede en todo el territorio del Brasil. Sicarios a sueldo asesinan y amenazan. Mercaderes estafan y roban las tierras. Hacendados despojan y reclaman. Jueces ordenan que las tierras sean reintegradas. La delimitación de tierras Tupinambá se aprobó durante el Gobierno del PT. Pasan los años. El conflicto se agudiza y el gobierno sigue sin cumplir con su obligación, defendiendo por omisión y acción a los hacendados y actuando en contra de los indígenas.
Mayo de 2012: Sentencia y orden de despojo
La sentencia ha sido dictada. La Orden ha sido dada por dos jueces federales y deberá ser ejecutada el 3 de mayo de 2012. Tucum debe ser desintegrada a la fuerza. O, en el lenguaje de los poderosos y de la ley que les sirve, las tierras de esta aldea y las mejoras conseguidas con el esfuerzo de la comunidad, deben ser “reintegradas” al hacendado.
Esta vez, las mejoras incluyen la red de energía eléctrica del programa “Luz para Todos” del gobierno Lula. Todas las casas de la aldea que serán destruidas, tienen luz eléctrica gracias a un programa del gobierno federal que les impide vivir en ellas.
Según lo manifiesta la comunidad en una carta abierta de abril 29 de 2012 (http://www.midiaindependente.org/pt/blue/2012/05/507048.shtml), dirigida a las autoridades federales y regionales y a la opinión pública, la actuación de los jueces y el procedimiento que da origen a esta reintegración son “inconstitucionales, ilegales y arbitrarios”. A través de una sentencia del Tribunal Regional Federal (TRF), de la Primera Región, emanada en 1996, dicha instancia con atribuciones legales superiores a las de los jueces señalados, ordena no reintegrar a los hacendados tierras delimitadas a los pueblos indígenas.
Los mismos jueces, actuando en beneficio de otros hacendados, han sentenciado y ordenado para el 15 de mayo de 2012, la reintegración de la aldea y comunidad de Tupa, también dentro del territorio delimitado en espera de demarcación. Otro tanto se repite en todo el territorio de la Unión. Contradicciones legales, incumplimientos programados, colusión de intereses, violación de derechos, propaganda prejuiciosa y racista, van alimentando una guerra contra los indígenas que tiene como telón de fondo los mismos motivos de las demás guerras de conquista: la codicia y el afán de lucro de unos pocos.
En TUCUM, la comunidad espera. María de Lourdes de Jesús, la abuela de la comunidad, tiene una nieta más, la comunera más joven de la aldea, de un mes de edad: Andrea de Jesús. La sentencia va a cumplirse si el respaldo de los demás pueblos no se hace sentir. “No nos falta valor para luchar” dice Doña María de Lourdes con firmeza y dolor, “pero somos muy pocos”.
El parágrafo 5º del artículo 231 de la Constitución Federal de 1988 ordena:
“Queda prohibida la remoción de los grupos indígenas de sus tierras, salvo, ad referéndum del Congreso Nacional, en caso de catástrofe o epidemia que ponga en riesgo su población, o en el interés de la soberanía del país, luego de deliberación del Congreso Nacional, garantizando, en cualquier caso, el retorno inmediato luego que cese el riesgo”. Basta con visitar TUCUM y conocer al pueblo Tupinambá para contrastar la palabra de la Carta Magna con los hechos. En Brasil a la Desintegración de comunidades indígenas para el capital, aún bajo el gobierno del Partido de los Trabajadores, se le denomina “Reintegración”, porque quienes tienen poder conquistan aún hoy bajo el mandato sagrado de la codicia.
“El territorio es nuestro. Nosotros contamos con parientes aliados y vamos a luchar juntos por él, aún si nos cuesta la vida. Nosotros no vamos a desistir porque tenemos la certeza de que la lucha es justa y a nuestra favor”, reafirma un comunero al terminar la reunión de la comunidad.
Emmanuel Rozental y Vilma Almendra
Para Pueblos en Camino: Tejiendo autonomías entre pueblos y procesos
TUCUM, Tupinambá de Olivença,
Abril 29 de 2012.
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