En 1492 cuando llegaron los españoles a estas tierras, pocos sospechaban que posteriormente nuestro pueblo sufriría los siglos más amargos de su historia. 300 años de dominación cultural, política, social y económica, que terminaron gracias a la decisión de esas gentes de librarse del yugo colonial. Proceso que, con sus errores y bemoles, se frenará por completo una vez entre en vigencia del TLC con Estados Unidos.

 
Hace 520 años no sabíamos lo que pasaría. Hoy la recolonización tiene fecha de inicio: 15 de mayo de 2012. Algunos medios de comunicación anuncian la llegada del TLC en conteo regresivo, como si se tratara de la inauguración de un mundial de fútbol, salvo que en lugar de un partido España – Holanda, el TLC entre Colombia y Estados Unidos es más bien uno Barcelona – Bogotá F.C.
 
Esos mismos medios de comunicación, al servicio de poderosas corporaciones globales, han hecho creer a los colombianos que a partir de la implementación del TLC vamos a comprar cosas baratísimas. Un mundo feliz donde todos tendremos Cherokee, Iphone’s, ropa y maíz baratos. Incluso ya se oyen vendedores en la calle invitando a comprar mercancías que están llegando ¡gracias al TLC!
 
Las cuentas que nunca dicen, con lo que engañan a incautos, es que aún para comprar cosas baratísimas de cualquier parte del mundo se requiere un pequeño detalle: tener empleo. El que justamente se perderá con el reemplazo de producción local por extranjera, gracias a la enorme competitividad de la economía estadounidense, resultado de los multimillonarios subsidios y protecciones a su agro e industria. Las mismas que serán imposibles brindar a la producción colombiana.
 
Si tuviera que describir lo más perjudicial del TLC en una frase, sería: Colombia ya no podrá hacer lo mismo que hicieron las potencias actuales para desarrollarse. Está en el capítulo 10, el de inversiones. A partir del 15 de mayo, cualquier decisión del Estado colombiano en materia ambiental, agraria, industrial y fiscal deberá considerar, como primera medida, que no afecte a la inversión estadounidense. Pero no crea que estamos hablando solamente de no expropiar a compañías gringas. No. Se trata de que no podremos interferir con sus “expectativas inequívocas y razonables de la inversión”, como reza en el  TLC. ¡Expectativas! que serán consideradas como “expropiación indirecta” si, por ejemplo, ocurren “pérdidas sufridas por inversiones en su territorio como resultado de conflictos armados o contiendas civiles”. Es el fin de la autodeterminación económica.
 
Usted, lector, llámelo como quiera; para mí es recolonización. La diferencia con la sufrida por España es que ahora será Constitucional e irreversible. Tiene fecha de inicio –anunciada– aunque no de terminación. Los colombianos podemos escoger dos caminos: no hacer nada o luchar para recuperar la soberanía de nuestro territorio. Escogeré la segunda.
 
Mario Alejandro Valencia. Analista de Recalca, profesor de economía de la U. Central.
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