Como sociedad y como Nación, Colombia puede ser la expresión de procesos civilizatorios fallidos, débiles, inmaduros o truncos en los que es claro que los límites entre lo legal y lo ilegal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo legítimo y lo ilegítimo se perdieron de tal forma, que hoy las actuaciones de funcionarios públicos se igualan o resultan similares a las de delincuentes, entre ellos, narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros o simples criminales.