Ollanta Humala nunca ha sido progresista, en Perú gobiernan los militares de facto en alianza con las multinacionales, y los peruanos que se enfrentan al proyecto minero Conga están dispuestos a morir a balazos. Hugo Blanco nos describe la situación en el país y muestra su esperanza en unos movimientos sociales “al alza”. Entrevista con uno de los líderes populares fundamental en Sudamérica.

 
Hugo Blanco tiene muchas vidas. Según el largo perfil que le hizo el colaborador de Otramérica Martín Cuneo, hasta diez vidas tiene este líder popular peruano. “Condenas de muerte, tiroteos, secuestros, intentos de asesinato, alguna enfermedad, catorce huelgas de hambre, torturas y cárceles… Y siempre la muerte salió perdiendo. Tan molesto ha resultado este histórico luchador campesino para los sucesivos Gobiernos peruanos que, en una de sus huelgas de hambre, el entonces ministro del Interior se solidarizó con su situación regalándole un ataúd”, escribía Cuneo.
 
Su vida es una experiencia revolucionaria sin límites. Sigue en ello a sus 78 años desde Cusco, donde edita Lucha Indígena y desde donde apoya los movimientos sociales de su país y del continente. La situación en Perú es explosiva: estado de excepción declarado por el gobierno en las tres provincias donde el proyecto minero Conga de la empresa Yanacocha de la multinacional Newmont; una huelga magisterial que se extiende desde mediados de junio a pesar del intento de las autoridades de vincularla con Sendero Luminoso; un gobierno sin autonomía controlada por los militares…
 
Por eso hemos querido hablar con Hugo Blanco y conocer su percepción de la coyuntura y de lo que está por venir. Blanco parte de un hecho: “El atraso en Perú respecto a los procesos políticos de Bolivia o Ecuador se explica por los 20 años de guerra interna y los 70.000 muertos que costó. Los gobiernos aprovecharon la guerra para atacar a los movimientos sociales y quedamos muy debilitados. Estábamos en cero pero poco a poco nos hemos levantado, echamos a Fujimori y ahora siento que estamos en alza”.
 
Ya no es la propiedad de la tierra el cemento de las luchas sociales, sino “la protección de la naturaleza, de los recursos naturales”. Esa es la clave de la lucha iniciada en la provincia de Cajamarca, norte del país, contra el megaproyecto minero Conga, de la empresa Yanacocha (consorcio formado por la estadounidense Newmont, que tiene el 51% de las acciones, la peruana Buenaventura, que participa con un 43%, y la Corporación Financiera Internacional, una institución que pertenece al Banco Mundial y posee el 5%). “Hay levantamientos contra megaproyectos en varias partes del país y las multinacionales y el Gobierno pensaron que aplastando a Cajamarca iban a acallar al resto… les salió mal”. Hugo Blanco no cree en la supuesta mediación de sacerdotes católicos, ni en el intento de comprar líderes por parte de Newmont: “Conga no va… la gente no va a ceder en el tema del agua y si algún líder se deja comprar pues será calificado como traidor y la lucha seguirá hasta el final. En este momento la gente está dispuesta a dejarse asesinar a balazos antes que morir sin agua”.
 
Las pruebas las ve Blanco en el fracaso del estado de excepción declarado por el Gobierno tras los choques de la policía con manifestantes en Celendín que terminaron con 5 civiles muertos y, al menos, 45 heridos. “El estado de sitio fracasó”, asegura Blanco en el mismo día [jueves 12 de julio] en el que se registraban manifestaciones en Bambamarca, capital de la provincia de Hualgayoc, y en Cajamarca en una clara afrenta a la suspensión de garantías constitucionales decretadas desde Lima.
 
Un país gobernado por militares
 
Desde Lima sólo llegan cosas negativas a las provincias. El miembro de la Confederación Campesina de Perú cree que hay una paradoja interesante: “Los limeños apoyaron mayoritariamente a Keiko Fujimori en las elecciones [del 29 de mayo de 2011] y Ollanta Humala ganó por el voto de nosotros, de los del resto del país. Ahora quien rechaza más a Humala es el indígena y el campesino de las provincias y Lima lo apoya porque se da cuenta que protege los intereses de las élites”.
 
A Humala se le quiso vender como un político progresista y nacionalista, pero Hugo Blanco sólo reconoce en él un militar mediocre que protagonizó un levantamiento [Locumba, 2000] que “fue una cortina de humo para permitir la huida de [Vladimiro] Montesinos”, que “se aprovechó del movimiento político creado por su hermano [Antauro, ahora en prisión por el asalto a una comisaría, creo Avanza País]” y que “jamás ha sido progresista”. “El país es gobernado por militares y [el primer ministro, Óscar] Valdés es amigo de ellos. Ollanta no tiene ni partido, ha sido un fenómeno fabricado”. En la campaña según explica Blanco, Humala trató de mantener un discurso nacionalista y aparentemente progresista -“fue a Cajamarca a decir que él defendería el agua por encima del oro”- pero al llegar a la presidencia se olvidó.
 
La situación de Perú, por tanto, es delicada en lo político pero esperanzadora en lo social. El experimentado dirigente campesino, en estos días en Italia, considera que la movilización no sólo se siente en las tres provincias afectadas ahora por el estado de excepción, sino que en regiones como Tacna o Arequipa o en el mismo Cusco ya se siente la resistencia popular frente al proyecto de los empresarios-militares encaramados al poder. “Hay un abismo con Lima, eso es cierto, pero el resto de las ciudades se van uniendo a la resistencia campesina”.
 
Los vecinos
 
Respecto a los procesos de países vecinos como Ecuador o Bolivia, Hugo Blanco les recuerda que para avanzar en los proyectos emancipatorios “no basta con ser progresistas”. Blanco apoya de pleno los procesos, “pero no la apuesta que están haciendo estos gobiernos por el extractivismo, tienen que sacudirse esa tendencia”. Si no lo hacen, se llevarán sorpresas, “porque la gente está comenzando a querer gobernar, ya no son partidos -en Perú no tenemos partidos ya aunque algunos líderes sean de partidos-. la gente ya tiene su propio empuje”.
 
Y para explicar su optimismo, Hugo Blanco recuerda procesos de lejos [Occupy o los Indignados], o los cercanos: el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) en Colombia, el pueblo Kuna en Panamá o el proceso autónomo de Chiapas. “Estos no son sólo ejemplos de lucha, sino de una nueva forma de autogobierno, de gobierno de la gente por la gente misma. La gente todavía no lo ve así… todavía piensa… ‘tendremos que ir a votar a las urnas…’, pero yo si veo en todos estos casos el germen del poder popular”.
 
Otramérica, julio 13 de 2012.
 
Hugo Blanco 
POR PACO GÓMEZ NADAL