En medio de la nube de gases lacrimógenos, explosiones, gritos de odio e improperios por parte de las “FUERZAS ARMADAS DE COLOMBIA” no tuve tiempo para preguntar su nombre; por lo tanto me doy la licencia para inventarle uno…Me gustan los que comienzan por “A”, quizás Antonio? Veré que dice google sobre su significado…Aplica, pero creo que se llamará Arturo!
Significado de Arturo: Fuerte como un oso. De origen celta.
Arturo corría a mi lado con su pequeño bastón de mando mientras intentábamos escapar del efecto de los gases que los militares disparaban directamente a nuestros cuerpos.
Apenas se asomaban los primeros rayos del sol. Fuimos tomados por sorpresa y con una enorme desventaja, ellos fuertemente armados y nosotr@s indefens@s. La arremetida fue feroz e inesperada. Cuando logré humedecer con agua un pañuelo para contrarrestar el efecto de los gases y a unos 50 metros de los agresores, grité que pararan la ofensiva, que habían ganado, que nos permitieran salir sin más agresión pues entre la población se encontraban mujeres, niñ@s y un sacerdote de más de 60 años! Eso no ayudó, por el contrario hubo más ensañamiento en los ataques; aunque llegué a afirmar que pertenecía a una organización de derechos humanos –lo cuál era mentira- pero fue como si les hubiera mentado la madre, arremetieron con ferocidad contra nosotr@s que nos dividimos del resto de la comunidad porque el viento no estaba a nuestro favor y no logramos traspasar la densa nube tóxica.
Lo escuché quejarse un segundo, estaba junto a mí al costado derecho, me sorprendía que no llevara ningún abrigo a pesar del frío, sólo una camiseta blanca de manga corta y su bastón. Ni siquiera llevaba un pañuelo! Le vi levantar su bracito, delgadísimo pero increíblemente musculoso –quizás a fuerza de labrar la tierra- pero eso fue todo… Yo intentaba correr pero me caía a cada paso; y otro héroe -al que le dedicaré mi gratitud en otra nota- me levantaba cargando conmigo y mi morral!
Cuando logramos escapar de la asfixiante nube nos detuvimos en medio de una pendiente selvática intentando encontrar un camino, una salida… pero nada! Sentíamos aún el acoso de los gases, aunque nos habían perdido de vista, los militares seguían lanzando gases en la dirección que habíamos tomado y a mí me parecía que nos perseguían, logramos reunirnos un@s 8, máximo 10 en esa escapada de los cuales dos jóvenes, más el niño eran de la Guardia Indígena. Los “grandes” –entre 17 y 20 años- habían llegado el día anterior desde Jambaló y no conocían el territorio, las mujeres tampoco. Estábamos en una encrucijada porque si rodeábamos el cerro quedábamos en la mira de los militares y la otra opción era arrojarnos por una pendiente selvática. Lo que nos asustaba no era ni la pendiente ni la selva sino el temor a que fuera un terreno minado. Yeison (mi salvador) abría camino por la trocha con su machete pero en un momento se detuvo atemorizado
-Esto puede estar minado!
Una mujer de una treintena de años dijo mientras se lanzaba cuesta abajo
-pero no tenemos otra opción!
Yo miraba a Yeison esperando su aprobación pero él en su fuero de protector quería tiempo para pensar y poder tomar una decisión. En mi calidad de blanca-civil no quería separarme de mi salvador, pero a la vez veía que debíamos actuar pues escuchábamos aún los improperios de los militares y los gases seguían zumbando sobre nuestras cabezas. Así que por puro instinto me lancé detrás de esta mujer, enseguida de mí Arturo y luego l@s otr@s. Teníamos que esperar turno para no atropellar al de adelante pues la cuesta era excesivamente pendiente y la gravedad nos superaba. Por suerte habían lianas fuertes y palmeritas de las cuales poder asirse, pero yo pensaba en qué momento saltaría yo o algún@ de nosotr@s víctima de una mina!
Cuando por fin pudimos sentirnos a salvo habíamos logrado llegar a una planicie por donde pasaba un charco, demasiado sucio para poder beberlo. Desde la media noche se nos había acabado la provisión. Yo había guardado un par de tragos por si de pronto nos “gaseaban” uno se lo di a una compañera asfixiada y el otro lo puse en mi pañuelo. Allí llegó otro grupo compuesto por aproximadamente una decena de personas con el cual nos reunimos.
Arturo siempre estuvo a mi lado, ahí finalmente pude verlo bien, aunque la noche anterior intenté protegerlo del frio ofreciéndole una bufanda que rechazó. Se cogía la mano y vi que una lata de gas, o el “balín” como dicen ell@s le había volado la yema de su pulgar derecho. Ni una lagrima, salvo las provocadas por los gases…Empezamos a subir una nueva cuesta y luego nos detuvimos, yo estaba totalmente maltrecha, mis rodillas sufrieron todo el peso de la gravedad en la huida y las caídas fueron múltiples. Yo me convertí en un problema!
Tod@s ell@s eran de la comunidad excepto yo y se sentían responsables de mi integridad. Ell@s no estaban dispuest@s a abandonar la zona a pesar del hambre pero sobre todo de la sed! Así pues, tod@s –que en realidad no llegaban a la veintena- decidieron quedarse y esperar “refuerzos” para resistir al ataque. Yeison me propuso quedarme pero yo estaba aterrorizada, adolorida y sobre todo sentía que era más una carga que una ayuda. Una “mayora” con un poder increíble de liderazgo anunció que me tenían que sacar de allí y regresarme a Toribío, la única persona que podía guiarnos el camino –porque ella tampoco era de la zona- era Arturo.
Así pues nos pusimos en marcha, la mayora, otra mujer que nos acompañó un buen tramo y luego regresó a su “base” y Arturo…
Nos acompañó por más de una hora, se suponía que por el sendero que habíamos tomado no llegaríamos a Toribío en menos de 4 horas de camino.
Yo guardaba mi aliento para la larga caminata, no me atrevía a hablar pero Arturo encabezaba la “caravana”. Después de un largo tramo él nos dijo que había una casa cerca en la que podríamos encontrar un guía que nos ayudara a continuar. La mayora le propuso seguir con nosotras para que recibiera atención médica pero Arturo, empuñando su bastón respondió
-yo aquí me devuelvo y espero los refuerzos!
No le pregunté la edad pero sé que no ha cumplido sus diez años!
Valiente!!! Él y tod@s l@s demás. No recuerdo si le di las gracias, espero que sí. Pero por si las dudas le dedico estas palabras y mi infinita gratitud y admiración.
Porque la valentía no es ser un super macho sino ser fiel a sus principios; y ese fue el ejemplo que yo como citadina recibí de esta maravillosa y ejemplar comunidad!
Gracias Arturo y todo lo que vos representás!
Clarena Marín Trujillo
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