La reforma tributaria del Gobierno favorece a los ricos y jugadores financieros, al tiempo que nada hace por desenredar nuestro complicado régimen de impuestos. No es lo que quiere el pueblo, como cínicamente lo afirma el ministro de Hacienda, y si se aprueba como se presentó, lo lamentaremos por años.
No tiene presentación que se busque reducir el impuesto a los capitales golondrinas o langosta, que sin vocación de permanencia y por su gran tamaño, pueden manipular nuestro mercado de deuda pública, recoger ganancia en río revuelto e irse dejando el país en problemas de volatilidad y riesgo, como ya ha sucedido en mercados desarrollados. La reforma presentada al Congreso propone una reducción en los impuestos que estos inversionistas de corto plazo pagan por las utilidades generadas en el mercado local de TES y de deuda corporativa, desde 33% al 12,5%. Algo absurdo en momentos de fuerte revaluación cambiaria y necesidades fiscales para los más pobres.
Mientras Brasil aumenta los impuestos a los capitales especulativos frenando su entrada, acá se propone todo lo contrario. Esta facilidad que se propone darles a los inversionistas extranjeros vendrá acompañada de mayores presiones revaluacionistas sobre el tipo de cambio, afectando negativamente el sector real de la economía. ¿Qué interés tiene el ministro de Hacienda con estos señores? ¿Dónde queda el interés de la Nación? Esta propuesta va en dirección opuesta a un crecimiento equilibrado y generación de empleo, como oficialmente se pregona.
Esta reforma es una colcha de retazos que en lugar de simplificar, enreda aún mas nuestro esquema tributario: además del IVA, ahora tendríamos impuesto al consumo; además del impuesto de renta, se agregaría la contribución empresarial para la equidad. Y por si fuera poco, se crean el impuesto mínimo alternativo nacional y el impuesto mínimo alternativo simple, cuyo objetivo principal es perseguir a los trabajadores independientes de bajo ingreso y que representan el 43% de la fuerza laboral.
Tristemente esta propuesta de reforma constituye una declaración de impotencia contra los poderosos, a quienes también se les baja el impuesto a sus herencias del 33% al 15%, dizque porque esa tarifa sí la pagarían, como si por ello fueran a dejar de acudir a sus mercenarios asesores para no pagar nada de nada.
La reforma tributaria del Gobierno favorece a los ricos y jugadores financieros, al tiempo que nada hace por desenredar nuestro complicado régimen de impuestos. No es lo que quiere el pueblo, como cínicamente lo afirma el ministro de Hacienda, y si se aprueba como se presentó, lo lamentaremos por años.
No tiene presentación que se busque reducir el impuesto a los capitales golondrinas o langosta, que sin vocación de permanencia y por su gran tamaño, pueden manipular nuestro mercado de deuda pública, recoger ganancia en río revuelto e irse dejando el país en problemas de volatilidad y riesgo, como ya ha sucedido en mercados desarrollados. La reforma presentada al Congreso propone una reducción en los impuestos que estos inversionistas de corto plazo pagan por las utilidades generadas en el mercado local de TES y de deuda corporativa, desde 33% al 12,5%. Algo absurdo en momentos de fuerte revaluación cambiaria y necesidades fiscales para los más pobres.
Mientras Brasil aumenta los impuestos a los capitales especulativos frenando su entrada, acá se propone todo lo contrario. Esta facilidad que se propone darles a los inversionistas extranjeros vendrá acompañada de mayores presiones revaluacionistas sobre el tipo de cambio, afectando negativamente el sector real de la economía. ¿Qué interés tiene el ministro de Hacienda con estos señores? ¿Dónde queda el interés de la Nación? Esta propuesta va en dirección opuesta a un crecimiento equilibrado y generación de empleo, como oficialmente se pregona.
Esta reforma es una colcha de retazos que en lugar de simplificar, enreda aún mas nuestro esquema tributario: además del IVA, ahora tendríamos impuesto al consumo; además del impuesto de renta, se agregaría la contribución empresarial para la equidad. Y por si fuera poco, se crean el impuesto mínimo alternativo nacional y el impuesto mínimo alternativo simple, cuyo objetivo principal es perseguir a los trabajadores independientes de bajo ingreso y que representan el 43% de la fuerza laboral.
Tristemente esta propuesta de reforma constituye una declaración de impotencia contra los poderosos, a quienes también se les baja el impuesto a sus herencias del 33% al 15%, dizque porque esa tarifa sí la pagarían, como si por ello fueran a dejar de acudir a sus mercenarios asesores para no pagar nada de nada.
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