La crisis que lesiona a los cafeteros es muy grave. Así lo prueba el resurgimiento de las protestas, como la realizada por los más de veinte mil productores que llenaron la Plaza de Bolívar de Manizales, recordándonos las movilizaciones de campesinos, indígenas y empresarios de la década de 1990, con las que se impidió que los bancos les quitaran sus fincas a muchos caficultores. Hora de recordar a Fabio Trujillo Agudelo.

Dos son las causas principales del descontento. La primera, la disminución de la cosecha durante los cuatro últimos años, incluido este, cuando ya se sabe que, si mucho, pasará de 7.5 millones de sacos, refutando otra vez los vaticinios de don Genaro Muñoz. Si se suma el grano dejado de recolectar desde 2009 –13 millones de sacos– y se multiplica por el precio de hoy, al sector han dejado de entrarle unos 3.5 billones de pesos. Súmese a lo anterior que el precio actual es muy bajo, inferior a los costos de producción, y se tendrá una situación de ruina de muchos cultivadores. Y la crisis no acosa solo a los productores menores, que son casi todos en la Colombia cafetera. En persona pude constatar que también cunde el drama entre el empresariado de mayor capacidad, a pesar de que este tiene cafetales a los que se les aplica la totalidad del paquete tecnológico recomendado. En medio de la diversidad del mundo del café, el sostenimiento de las fincas ya se ha ‘comido’ una parte de ellas, casas, carros, estudios de hijos, salud, etc. Ya no dan más, entre otras cosas porque esta, con altibajos, es la misma crisis que empezó en 1990, cuando se inició el “libre comercio” en el país.

El problema bien lo conocen Juan Manuel Santos, quien cuando sobraba la plata en la Federación fue su dichoso representante en Londres, así como Juan Camilo Restrepo, con muchos años de disfrute en el Comité Nacional de Cafeteros. Y también saben que la crisis tiene origen en los errores de la política cafetera y en la falta de respaldo oficial, al igual que en la revaluación del peso, que les roba a los productores alrededor del 40 por ciento del precio externo del café. De ahí que sea más repudiable que se necesitaran los airados reclamos de los caficultores para que abandonaran el disparate de aumentar la contribución cafetera y que las medidas de supuesto respaldo oficial al sector sean tan exiguas que apenas sí alcanzan para financiar discursitos políticos sobre la falsa generosidad del gobierno.

El llamado al Presidente es a que actúe con la responsabilidad que exige el calibre de la crisis y la importancia de la economía cafetera en seiscientos municipios del país, dando la orden de transferirle al sector recursos suficientes del presupuesto nacional, además de las otras medidas necesarias. Y a que en especial diga si van a seguir especializando a Colombia en lo que permitan la minería y los negocios de las trasnacionales, para que agricultores e industriales sepan a qué atenerse.

Coletilla uno: el proyecto de Ley 48 de 2012 de los senadores Jorge Ballesteros y Roy Barreras, que contaba con el respaldo del ministro Alejandro Gaviria y el presidente Santos, sí acababa con la tutela para reclamar derechos en salud, así no dijera “prohíbese la tutela”. Era astuto. Como creaba un mecanismo judicial para tramitar los reclamos a las EPS –la llamada Acción de Protección a la Salud–, los jueces quedaban obligados a rechazar de plano las tutelas, porque la Constitución señala que estas solo se tramitan cuando no existe otro instrumento para exigir el derecho (http://bit.ly/10lbPRv) Una vez descubiertos, anunciaron que retiraban el artículo del proyecto. Pero no sobra dormir con un ojo abierto.

Coletilla dos: Santos intenta la peor reforma tributaria de la historia de Colombia. Porque atenta contra los recursos del Sena, el Bienestar Familiar y la salud y les disminuye los impuestos a los monopolios y a las trasnacionales en ocho billones de pesos, plata que intenta reemplazar aumentándoles los impuestos a los sectores populares y a la clase media, a la que presenta, faltando a la verdad, como el sector donde se ubican “los que más tienen” en el país. Hay que repudiar, además, que el director de la Dian maltrate a quienes rechazan la falsedad de las cifras oficiales (http://bit.ly/ZPkjPy) Como si fuera poco, el ministro de Hacienda arrea al santismo en el Congreso para que ferrocarrilee el proyecto, práctica consistente en aprobarlo contra reloj, como a la brava. La “ponencia” para votar no la redactaron los senadores ni los representantes sino el gobierno, y se negaron a firmarla los principales congresistas. ¡Que no termine Santos otra vez lavándose las manos!
 

http://www.moir.org.co/Sobre-el-drama-del-cafe-y-otros.html