En el evento de la firma de la Declaración de Chapultepec, el presidente Juan Manuel Santos dijo a los medios masivos que “aquí hago un llamado a toda la prensa a que también asuma su papel sin ningún tipo de restricción, sin ningún tipo de freno ni de control, por supuesto, pero asuma esa responsabilidad frente al proceso usando su criterio si realmente quiere que este proceso tenga un buen resultado”.

 
En la petición de Santos a la prensa claramente se evidencia no sólo la preocupación del Presidente frente a tratamientos noticiosos que poco aportan a que el proceso de paz con la cúpula de las Farc tenga un buen ambiente y quizás un final feliz, sino que de alguna manera condiciona dicho final, esperado por millones de colombianos, a la postura responsable que decida asumir la gran prensa bogotana en torno a los diálogos de paz.
 
Santos sabe que con titulares, filtraciones, posturas editoriales y con opiniones de los detractores del proceso de paz, la prensa puede inclinar la balanza hacia la pérdida de confianza en los diálogos de paz y afectar el proceso mismo, hasta el punto de provocar su rompimiento.
 
Recientemente EL TIEMPO tituló de esta forma una entrevista con José Félix Lafaurie: 'El proceso de paz no va para ninguna parte': presidente de Fedegán’ (sic). En el cuerpo de la nota1 se lee también: “Se destapó el gremio de los ganaderos contra las negociaciones de paz. Abiertamente, el presidente de Fedegán, la Federación Nacional de Ganaderos, el exviceministro José Félix Lafaurie, embistió radicalmente contra el proceso. Declara en este reportaje que si se firma un acuerdo, lo que habrá es una "lavandería de activos de la guerrilla, originados en el narcotráfico" y la concesión de indultos a "criminales, secuestradores y asesinos". Confiesa que se arrepiente de haber votado por el presidente Santos y no oculta sus aspiraciones políticas como eventual candidato, aun cuando señala que, por ahora, "dará la batalla como presidente de Fedegán”.
 
Ante el llamado de atención que hace Santos y de cara a los comicios de 2014 y al límite de tiempo dado al proceso de paz, bien vale la pena preguntarse por el papel que debería jugar la prensa frente a los diálogos de paz. Informar o mediar son opciones para una prensa, en especial la bogotana, sujeta a los intereses económicos y políticos de los conglomerados económicos que sostienen a las empresas mediáticas.
 
Resulta casi indiscutible que la prensa, que el periodismo se ocupe del conflicto armado interno y en general, de cubrir una guerra. Parece lógico que lo que produce la guerra en términos de dolor, desolación, violación del DIH y las rabiosas alegrías que producen liberaciones, rescates y el fin de los enfrentamientos, encaja perfectamente dentro de los criterios de noticiabilidad que los periodistas suelen exhibir como argumentos para justificar el abordaje periodístico y noticioso de hechos como masacres, ataques, incursiones, arremetidas y asesinatos de uno y otro bando.
 
Pero sí creo que para el caso colombiano se debe discutir el papel que la prensa puede y debe cumplir en el cubrimiento de una guerra interna degradada y sucia como la que enfrentamos hace ya casi 50 años. Y debe cuestionarse el rol a jugar del periodismo en tanto hoy, más que nunca, es un oficio que cada vez más depende de condiciones exógenas asociadas a los gremios económicos y a los intereses políticos que suelen defender los poderosos mecenas que hacen posible hoy hacer periodismo en Colombia. Ante estas condiciones, ¿están preparados e interesados los grupos hegemónicos mediáticos para participar de manera positiva, dejando de lado su racionalidad económica y de reproducción de excedentes de capital, en el proceso de construcción de la paz en Colombia?
 
Así las cosas, la gran prensa debería cubrir los hechos de la guerra, valorando los negativos efectos que produce la misma y buscando a toda costa mediar entre los actores enfrentados, bien para mitigar sus efectos y avanzar hacia la reconciliación. Una prensa así, sirve más a los intereses de las mayorías que seguramente desean que se dé un cese del fuego definitivo.
 
Sucede que en Colombia los periodistas que suelen cubrir los hechos bélicos, lo hacen desde una lógica noticiosa que en específicas circunstancias les ha permitido servir como estafetas, bien de las guerrillas o de las fuerzas oficiales. En cualquier sentido, el papel de la prensa resulta conveniente para mantener la guerra y se aleja, como posible fuerza mediadora, de la paz, como escenario posible y deseable.
 
Para pensar en un ejercicio periodístico que sirva para mediar entre las partes, entre los bandos enfrentados, se necesita que editores, periodistas y propietarios de medios estén formados y maduros para la paz. Y ello se logra reconociendo no sólo los negativos efectos sociales, culturales, económicos, políticos y ambientales que por ejemplo deja el largo conflicto armado colombiano, sino dándole otra dimensión al oficio, superando el afán informativo, repensando los
criterios de noticia, para así informar de manera distinta y hacer de la mediación, una posibilidad latente al servicio de la paz.
 
Es claro que una sociedad mediatizada como la colombiana, con una empobrecida y casi nula cultura política y con niveles altos de ignorancia alrededor de las circunstancias políticas que motivaron, justificaron y quizás justifiquen aún el levantamiento armado, parece cómoda con el sensacionalismo y con un periodismo soportado casi exclusivamente en lo que dicen fuentes oficiales interesadas en perpetuar la guerra.
 
De este modo, se equivocaron los voceros de las Farc y del Gobierno de Santos al iniciar diálogos de paz no sólo en medio de las hostilidades, sino con unas empresas mediáticas hostiles a la paz, por cuanto sus rutinas de producción están más cercanas a valorar positivamente la guerra, que a valorar de manera asertiva la paz.
 
Como actor político, la gran prensa nacional tiene una gran responsabilidad política frente a los logros que se alcancen o no en el complejo proceso de negociación, en tanto la labor informativa siga sujeta a las declaraciones de militares, de ministros y de cuanto vocero defensor del llamado Establecimiento, en especial aquellas que sólo sirven para generar mayor animadversión hacia las Farc, en una manipulable y acrítica opinión pública.
 
Es hora, entonces, de discutir si los cubrimientos que hace la prensa de los hechos de la guerra interna colombiana, sirven para avanzar hacia la consecución de la paz, o si por el contrario, están al servicio de sectores de poder que buscan a toda costa perpetuarla, para legitimar así un régimen de terror, que ajuste la democracia a los términos de un país que enfrenta, desde el discurso oficial, una amenaza terrorista2.
 
No creo que estas disquisiciones hagan parte del quehacer de muchos editores, propietarios y periodistas, puesto que las rutinas de producción noticiosa, dadas al mejor estilo de un régimen fordista, impiden cualquier ejercicio de pensamiento que permita desligar la información, los hechos que produce la guerra y la deseable mediación que se espera que asuman las empresas mediáticas.
 
Si las empresas mediáticas y los periodistas no van a servir de mediadores entre los actores en conflicto, sino que por el contrario insisten en informar desde la perversa lógica noticiosa, entonces jamás serán mediadores, sino que seguirán siendo estafetas de los voceros del Establecimiento. Por ello, informar o mediar, es la cuestión que está de fondo en el llamado que hizo el Presidente Santos.
 
1 La entrevista fue realizada por Yamid Amat, para EL TIEMPO. Publicada el 19 de enero de 2013.
2 No se desconoce que las Farc han apelado al terrorismo, como en precisos momentos sectores de poder dentro del Estado también han generado miedo y zozobra a través del llamado terrorismo de Estado.
 
Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo