Es usual encontrar en la literatura económica contemporánea referencias a la reciente guerra de monedas a escala global. La inició Estados Unidos desde 2008 cuando se decidió por la vía de emitir bonos del Tesoro y de comprar papeles “basura”. Desde entonces, el neto de esa política monetaria, repetida en 2010 y en el último trimestre de 2012, es superior a 2,3 billones de dólares puestos en circulación por esta vía. Así lo acaba de hacer con 85 mil millones de dólares mensuales entre septiembre y diciembre del año pasado.

 
Con respecto a las principales monedas, entre enero de 2012 y enero de 2013, el dólar se ha devaluado en 3% con respecto al euro, cerca de 1,5% frente a la libra esterlina y casi 2% en relación con el yuan-reminbi de China. En el mismo lapso, el yen japonés fue una excepción, al pasar de entregar 77 unidades monetarias niponas a 90 por cada dólar. En América Latina, la tendencia revaluacionista es mayor: de 8,98% en Colombia; 5,4% en Perú; 3% en México y 2,5% en Chile. Brasil, por su parte, devaluó el real en los doce meses, de 1,75 por dólar a 2,05; es decir, está ya en la batalla de las divisas.
 
Cabe preguntar por qué el peso colombiano es una de las monedas más revaluadas en los circuitos económicos. La respuesta, si bien se origina en las políticas de emisión –sin respaldo- de las principales monedas en busca de mayor competitividad comercial en medio de la crisis, franqueando aranceles y barreras, se complementa con el modelo de crecimiento adoptado por los tres últimos gobiernos, Confianza Inversionista, que tiene como variable principal al capital extranjero. Una política económica suicida en épocas de crisis, cuando las potencias intentan colocar los excedentes de capitales y de mercancías, y que se ha ratificado en negociaciones de TLC a la topa tolondra.
 
El Banco de la República recurre a compras de dólares para intentar contrarrestar la revaluación pero no ha valido. Han sido menos de la mitad de las de Perú y no se intentan otras medidas; en efecto, se conocen las negativas del ministro de Hacienda al control de capitales. El año 2013 empezó con la tendencia revaluacionista reforzada y no es de extrañar que para 2014 la tasa de cambio se aproxime a $1.600 con las consecuencias negativas que implicará para las exportaciones, la industria y la agricultura.
 
De lo expuesto, no es fácil deducir que Colombia va quedando atrás en la guerra monetaria que se está librando, atrapada entre la crisis mundial y la Confianza Inversionista, modelo que ya comienza a agotarse y en el que se avizoran calamitosas perspectivas.
 
Aurelio Suárez Montoya, Bogotá, enero 28 de 2013