Conocidos los resultados del crecimiento del PIB y de la balanza de pagos para el 2012, junto con el del empleo y otros indicadores para febrero del 2013, no se vislumbra una economía creciente, sostenible y próspera. Los quebrantos económicos a escala global no han sido paliados y, antes bien, corren el riesgo, por la enorme exposición a los mercados internacionales, de que se amplifiquen en el interior.

 
En entrevista al ’Financial Times’, en julio del 2010, el presidente electo, Juan Manuel Santos, ofreció a los inversionistas tres sectores claves, llamados “locomotoras”: minería, agronegocio e infraestructura. La primera tuvo un frenazo interanual de casi 10 por ciento, como consecuencia de la baja demanda mundial de algunos productos básicos y materias primas. La segunda va en barrena, aunque el ministro Restrepo se solace por un incremento del 2,6 por ciento causado principalmente por alzas en carne de cerdo, forestales y géneros menores. Y la tercera está paralizada, tanto que en los 12 meses de febrero a febrero, la construcción redujo el empleo en 8 por ciento, pese a que el Dane, en “ajuste” ponderado de las cifras, la sacó del cuadrante negativo.
 
El incremento de la inversión extranjera, el logro mayor, produce resultados mixtos; mientras la cuenta de capital registró en el 2012 superávit de 16.385 millones de dólares, la cuenta corriente tuvo un déficit de 11.415, fruto, entre otras, de la remesa de utilidades y dividendos por 16.175 millones. Se cumple la máxima de que “el dinero va a donde puede salir”.
 
Los flujos de inversión foránea directa, aumentados por la de portafolio y el ejercicio del ’carry trade’ (dólares baratos traídos para colocarlos en pesos caros), no impactan ni la producción ni la ocupación, se reproducen para volver a los mercados externos; moldean la economía a su antojo y la revaluación ocasionada, más allá de la enfermedad holandesa, se convierte en dolarización encubierta, la economía gira en torno a la divisa.
 
Economistas como Bresser-Pereira, exministro brasileño, en reciente charla en París, ’¿Los países emergentes necesitan verdaderamente el capital de los países ricos?’, estima que el retorno de las inversiones extranjeras duplica lo invertido y que “los países ricos se toman los mercados internos sin reciprocidad”, sustituyendo ahorro local por externo (http://www.bresserpereira.org.br/co…). Este último, que en Colombia ya es de 31.600 millones de dólares al año, el 8,5 por ciento del PIB, financia la tercera parte de las necesidades de inversión (FMI).
 
La reelección de Santos, al final, puede depender tanto de la corrección del modelo de crecimiento adoptado como de las diligencias de paz. No obstante, por lo visto, esto no va a acaecer, solo se lanzan frágiles balsas a los sectores, como el agro y la industria, que naufragan en medio de la borrasca.
 
Aurelio Suárez Montoya, El Tiempo, Bogotá, abril 4 de 2013