Charna Furman y Sara Lichtensztajn, dos presas políticas, compartieron sus testimonios sobre las duras condiciones de su encarcelamiento y los eventos históricos de esa época, en un especial del Semanario Hebreo sobre los 40 años del Golpe de Estado.
Con motivo de los 40 años del Golpe de Estado, el Semanario Hebreo realizó una cobertura especial de este histórico acontecimiento. Gentileza de la publicación, difundimos algunas de las entrevistas que componen este número especial.
En esta oportunidad compartimos las notas realizadas por Ana Jerozolimski a dos presas políticas: Charna Furman y Sara Lichtensztajn.
CHARNA FURMAN
“YO SABÍA CUÁNDO VENÍAN A BUSCARME PARA TORTURARME, PUES ME DECÍAN ´VENÍ JUDÍA DE MIERDA´”.
Charna Furman (71) nunca había pensando que su activismo estudiantil y en las Juventudes comunistas le significarían cuatro años de prisión y tortura. Ya adentro, la terrible vivencia y su clara identidad judía, le hicieron recordar: “Mis antepasados fueron víctimas de la Shoá… y eso se estaba repitiendo, no a tan terrible escala… parece que la bestia parda no descansa”.
P: Charna, le pedí quitarle parte de su tiempo ya que usted estuvo presa durante la dictadura militar en Uruguay. Y por lo tanto, estimo que pedirle que comparta conmigo su visión de este aniversario, 40 años del golpe, pasa ante todo por una vivencia personal muy fuerte , como presa política ¿verdad?
R: Sí, claro, fue una experiencia muy fuerte, que no sólo me afectó a mi sino a toda mi familia, en especial a mis dos hijos que entonces tenían 4 años el varón, Alejandro y 2 años y medio la nena, Aiala. Esto era así en el momento en que me detuvieron, o sea que fueron 4 años muy importantes de su niñez en que no me tuvieron con ellos.
La prisión prolongada, que implicó que Uruguay tuviera el mayor porcentaje de presos políticos en la región, fue la forma elegida por los represores en nuestro país, así como en Argentina lo fue la desaparición forzada. Claro que es mejor haber sobrevivido, a pesar de la carga subjetiva y las afecciones físicas que se llevan para siempre, producto de ese tiempo sin libertad sumado a las terribles torturas por las que todos pasamos.
P: ¿Qué me puede contar sobre su detención, su tiempo en la cárcel, las circunstancias? ¿Y por qué fue presa?
R: Yo no pensaba que me fueran a detener, no hacía nada tan importante como para ser detenida, y menos para que me condenaran a cuatro años de prisión. Había sido militante estudiantil, tanto en el gremio de los estudiantes como en las juventudes comunistas, pero hacía ya bastante que estaba inactiva, salvo algunas tareas de apoyo que yo consideraba no serían causa de que me llevaran a la cárcel. Me habían expulsado de la Facultad de Arquitectura junto a la gran mayoría de los docentes, por pertenecer al gremio y por ser de izquierda, y con el que era mi esposo compramos una boutique de decoración donde yo comencé a trabajar mientras él era dibujante en una mueblería.
Cuando se acercaba fin de año de 1975 nos preparamos para las ventas de esas épocas, ya tenía bastante clientela, y me gustaba trabajar con artesanías de todo tipo. Invertimos dinero en el comercio porque andaba muy bien y nos fuimos a vivir en Parque Posadas. Pero en un mes y medio llegó la represión a casa, nos llevaron a mí y a mi marido, me buscaban a mí en especial, tenían una denuncia sobre mí, ellos buscaban a la gente de Recursos Financieros del Partido, pero yo no lo era. Fue muy feo, la irrupción de dos hombres en momentos en que yo hacía dormir a mis niños con canciones de María Elena Walsh, debe haber sido muy traumático para ellos, mi hijo tiene un leve recuerdo de ese momento, Aiala era muy chiquita, claro que no lo recuerda, pero ambos se pusieron a llorar, y yo pensaba velozmente qué cosas tratar de esconder, qué cosas no decir, pero no fue fácil.
Llevaron conmigo a mis hijos abajo donde en una camioneta estaba mi madre y se fueron con ella, por suerte. Luego nos instalaron en otra camioneta a mí y a mi marido, nos pusieron capuchas y maniataron, nos tiraron en el suelo, y partimos con rumbo desconocido. Llegamos a un lugar donde había música muy fuerte, dos estaciones de radio superpuestas, para que no se escucharan los gritos desde las casas vecinas. Después supe que estábamos en la casa de Punta Gorda, o el Infierno Chico, creo que yo deliraba ya entonces, pues estando de plantón le hablaba a mi marido y no sé si él estaba cerca o no, le pedía que se quede tranquilo, y cosas por el estilo.
Me llevaron en algún momento hacia el lugar de torturas y la recepción fue un piñazo en la cara, lo extraño es que yo no sentí dolor, ni tampoco con la picana, ni con el “teléfono” que era golpear ambos oídos al mismo tiempo, pero sí estaba segura que no podría soportar el “tacho” que era un simulacro de ahogamiento en aguas sucias con una capucha de goma, como soy asmática tengo terror a la falta de oxígeno, desde niña. Pasó un tiempo hasta que lo hicieron conmigo, luego de que un médico indigno de su profesión- hubo varios- dijo que podían hacerlo, pues yo simulaba estar con asma para tratar de evitarlo.
Pero eso fue después de que nos trasladaran, en una noche de terror, rodeados de metralletas y amenazas, a otro lugar, que luego supe era el Infierno Grande, un cuartel donde un galpón fue preparado especialmente y funcionó varios años, allí pasó mucha gente, en especial comunistas, pero también de otros grupos políticos. Allí mataron gente, desaparecieron compañeros y compañeras, como es el caso de Eduardo Bleier, a quien especialmente destrozaron por mucho tiempo por ser el responsable de finanzas del partido, y tal vez más por ser judío. Una hija de Bleier vive hace muchos años en Israel.
Después de un tiempo de estar “desaparecida” en el 300 Carlos, otro nombre que tenía según claves de los torturadores el Infierno Grande, fui llevada con algunos grupos de prisioneros a un cuartel, donde en algunos días pudimos sacarnos la venda, y comenzar una vida un poco más tranquila, siempre con el temor de volver atrás, pues los represores venían cada tanto a buscar a alguien para volver a interrogatorios y torturas. Allí comencé a recibir paquetes con ropa de mi familia, y yo pude comenzar a enviarles lo que tenía puesto desde hacía dos meses, todo sucio, roto y que me quedaba muy grande pues había adelgazado mucho. Allí cumplí 34 años, y los guardias permitieron que los compañeros y compañeras con quienes compartíamos ese galpón de cuartel me saludaran. Fue un muy triste pero emotivo cumpleaños, jamás lo olvidaré.
P: Creo que es difícil hasta imaginar la sensación…
R: Así es…. También logré transmitir de algún modo que yo estaba bien y pedir noticias de mis
niños. Ellos contestaron que estaban bien, que otra cosa me podían decir de unos niños que de pronto perdieron a su madre. Debo aclarar que a mi esposo lo liberaron en 5 días, por suerte.
Luego de cuatro meses logré ver a mi familia y en especial a mis hijos, venían cada 15 días mientras estuve en el cuartel casi un año, y luego, ya en el Penal de Punta de Rieles, veía a mi esposo y a mis padres cada dos semanas a través de un vidrio y un teléfono y a mis hijos una hora por semana y en contacto directo. La vida en el penal de mujeres tuvo sus luces y sobre todo sombras, pero hicimos lo imposible por vivir de la mejor forma esa experiencia.
En definitiva, lo único que lograron tener como causa para mantenerme cuatro años en prisión fue el hallazgo de que en nuestra boutique de decoración se dejaban y luego retiraban materiales de propaganda contra la dictadura, nada más que mi intención de colaborar con la resistencia al avasallamiento de nuestras libertades.
P: ¿Temió alguna vez no salir… que esa pesadilla no termine jamás?
R: No, en absoluto, veía que otras mujeres iban saliendo, así como otras nuevas iban llegando, aunque sabía que sólo saldría cuando ellos lo decidieran. Cuando finalmente salí a la libertad, me esperaban afuera mis seres queridos y fue gran asombro verme salir en un estado calamitoso, estaba en los huesos, toda la ropa se caía, en la primera foto que me saqué para los documentos, mi cara cadavérica asusta. Esto era debido a que teniendo gastritis, que llegó a ser una hemorragia gástrica con internación en el hospital militar, no tenía dieta especial como otras presas en estas condiciones. El médico del penal, para nosotras el “cuervo”, me dijo que no había autorización para adjudicarme comida de dieta, la razón nunca nadie me la dio. ¿Por ser judía? No lo sé, pues si bien no era una presa condescendiente con los guardias, otras compañeras más rebeldes recibían su dieta.
P: Ensañarse porque sí… ¿Cómo se pasa años en prisión fuera del marco de la ley de un marco democrático, sin perder la cordura?
R: Hubo dos cosas que nos salvaron siempre de la locura a la mayoría de las compañeras. Lamentablemente no a todas, una querida compañera terminó suicidándose, a pesar del constante cuidado y vigilancia de quienes estaban con ella en esos días. No fue la única, otras se suicidaron luego de ser liberadas.
Un hecho que ayuda a vivir en esas condiciones, es que se tiene clara la razón por la cual se está presa: por haber apoyado una causa noble, por la libertad, la democracia, contra el fascismo y el terrorismo de estado.
Otra circunstancia muy positiva fue la gran hermandad y solidaridad que surgió entre nosotras, de tal modo que una caída de ánimo de cualquiera era inmediatamente tenida en cuenta por todas. Nos unía y nos sigue uniendo ese lazo invisible pero indestructible de la hermandad, de haber compartido momentos tan difíciles, tan extraordinarios como fue el haber estado expuestas a situaciones de violencia extrema de todo tipo, incluida la violencia sexual. Todas vivimos esta clase de violencia en distintos grados, comenzando por la desnudez forzada, el manoseo, hasta la violación en algunos casos.
P: ¿Cree que las mujeres tienen una forma especial, distinta, de lidiar con esas circunstancias?
R: Nosotras estábamos seguras que nuestra forma de encarar la cárcel era diferente a la de los hombres. Una ventaja, según lo vemos algunas fue que compartíamos una celda con varias compañeras, era una vida colectiva en todos los sentidos, desde compartir la despensa hasta las penas y las alegrías. Prepararnos para la visita de familiares era un evento como el tener que salir por alguna causa del penal, allí se compartía ropa, se preparaba lo mejor posible a la visitada o la que debía salir.
Cuando se llevaban a una compañera a calabozo, también se juntaban cosas de todas, lo mejor, lo más abrigado en invierno, se enviaban otros detalles que podían pasar la vigilancia y que daría alegría a la destinataria, como hizo una querida compañera conmigo, me envió crema de leche y maicena para la gastritis y abajo escondido venía dulce de leche, ella sabía que a mí me gustaba mucho. Es imposible pensar en Punta de Rieles sin verlo como un espacio compartido y colectivo, casi diría una forma socialista pura de convivencia.
Otras formas de lidiar con la prisión fueron: el humor a través de algunas representaciones teatrales, el compartir la lectura de libros, a veces por varias compañeras, una leía mientras las otras hacían manualidades, la música, el estudio de algunas materias con compañeras enseñando y otras aprendiendo. El juego de vóley bol durante el recreo, todo hacía a que la vida cotidiana fuera más agradable, o menos terrible.
Algunas familias no podían traer algo a sus presas, comida, tabaco, ropa, depositar dinero en la cantina del penal, pero eso no era un problema pues se compartía lo que venía de quienes sí podían.
P: ¿Su condición judía incidió en algo durante sus años de prisión?
R: El hecho de ser judía debía ser un agravante, o se usaba con objetivos humillantes, yo sabía cuándo venían a buscarme para torturarme pues me decían “vení judía de mierda”. Esto fue estando en el Infierno o 300 Carlos. Ya conté sobre el asunto de la dieta por mi gastritis que llegó a ser grave. Esto ya era en el penal de mujeres. No puedo decir con certeza que era por ser judía, no me lo dijeron nunca, pero no había otra causa, no tenía sentido.
P: ¿Protagonizó algún incidente antisemita explícito por parte de sus carceleros?
R: No especialmente, además de lo que ya relaté sobre el tratamiento de “judía de mierda” durante la etapa de la tortura. Lo que sí me extrañó fue el contenido de algunos libros propiedad del Penal, que fue lo único que pudimos leer durante un tiempo, no recuerdo cuánto, en que nos prohibieron recibir de la biblioteca nuestros libros, los que habían traído nuestras familias. Eran escritos o difundidos por la iglesia católica argentina. Allí se hablaba sobre el proceso que seguía el “anticristo” pasando por la masonería, el comunismo y el judaísmo. Yo algo leí, pues como no había otra cosa aprovechaba a saber algo sobre la masonería. Pero lo demás, agregado a esto, era toda una locura producto de mentes absolutamente fascistas. No dejó de preocuparme porque me involucraba directamente, y no olvido de dónde vengo. Mis antepasados por parte de padre, como de tantos de nosotros, fueron víctimas de la shoa. Y eso se estaba repitiendo, no a tan terrible escala, pero parece que la bestia parda no descansa.
Justamente, el tema de mi trabajo en un taller literario que estamos haciendo con algunos compañeros es la necesidad de transmitir a las futuras generaciones, a mis hijos y nietos, las tragedias que han vivido sus familiares, tanto los asesinados por los nazis, como la mía propia que no he logrado aún transmitirla claramente a mis hijos. A muchos nos pasa que no logramos encontrar el diálogo necesario con nuestros hijos, tal vez porque es difícil contar detalles dolorosos y también porque ellos sufrieron mucho. Tengo esperanzas todavía de poder hablar con mis nietos. El lunes se publica un libro donde una de las entrevistadas soy yo, sobre la tortura, hecho y editado por el gremio de los funcionarios del Poder Judicial y por IELSUR, una ONG de abogados que defienden nuestro caso. La historia comienza a abrirse, y yo quiero que no sea ajena a la de mis familiares, la memoria de la shoa y la mía son eslabones de una misma cadena para mí.
P: Es muy interesante y emotivo esto que comenta Charna, porque esta problemática, salvando las distancias, es muy clara en muchos casos de sobrevivientes de la Shoa. A algunos ayudó hablar y a otros les hacía peor. Una señora me dijo hace un tiempo que ella y el esposo se habían jurado no contar nada a los hijos, para que puedan crecer felices, en este caso en Israel. Pero con los nietos sí empezaron a hablar… ¿Cómo fue el hogar en el que usted creció? ¿El judaísmo cumplía allí algún rol?
R: Sí, claro, la nuestra era una típica familia judía, las fiestas y fechas especiales las vivíamos todos reunidos en casa de mis abuelos maternos, yo los visitaba en el shil, cuando ellos rezaban, pero en casa la religión no tenía un papel, sí la tradición. Mi padre, sin ser religioso, quería que nosotros, mi hermano (fallecido a los 28 años por enfermedad) y yo, conociéramos nuestras tradiciones y nuestra cultura. Fuimos todas las mañanas a la idishe shule los 6 años en que hicimos la escuela pública por la tarde. Recuerdo los libros en español para niños que nos compraba, uno se llamaba, “Leyendas y parábolas judías”. Ahora, de veterana, he vuelto a estudiar idish, y las palabras vuelven a mí, están guardadas dentro mío. Pero esto cesó con mis hijos, su padre no es judío, y a mí, la época histórica que me tocó vivir siendo joven, me llevó por otros caminos, aquellos años de grandes ilusiones, que en el ambiente universitario se vivían con mucha intensidad.
P: Para los judíos la memoria es algo muy central…. ¿cómo vive usted la memoria de aquellos años?
R: Desde hace años he comenzado a integrar con otras compañeras y compañeros proyectos varios de reconstrucción de la memoria reciente de nuestro país. Uno de ellos fue un documental que hicimos con compañeras sobre la cárcel de Punta de Rieles. Se llamó Memorias de Mujeres y fue dirigido por Virginia Martínez, reconocida documentalista y actual directora del canal de TV oficial. Hace unos dos años, jóvenes de la Casa Mordejai Anilevich nos entrevistaron a dos compañeras judías ex presas políticas. Querían que relatáramos nuestra experiencia en la tortura. Cuando un viernes, luego de encender un candelabro y compartir la jale y el vino, ceremonia a la cual no estoy acostumbrada pero me emocionó realmente, se proyectó el video, el silencio asombrado de decenas de jóvenes fue un signo de esa realidad. Ellos mismos lo dijeron: “nosotros siempre respetuosos con la memoria de la shoa, y desconocíamos lo que pasó acá en nuestro país hace tan poco tiempo”. Fue muy emocionante ese momento y para mí personalmente una satisfacción haber contribuido con esa misión.
P: Imagino que debe ser difícil contar-por lo cual estoy muy agradecida por el hecho que usted esté compartiendo hoy esto conmigo-y al mismo tiempo, es importante que se sepa lo que pasó ¿La prisión dejó huellas indelebles? ¿Cree que su vida sería hoy diferente si no hubiera ido presa?
R: No sé cómo sería, esas huellas claro que existen, en la psiquis y en el organismo, pero no podría asegurar que hoy sería mejor o peor si no hubiera vivido esa experiencia, sumado a que al salir mi esposo se separó de mí, pues en esos años de soledad se enamoró de otra mujer. Yo crecí y me fortalecí como persona con esa vivencia, fue muy terrible, sobre todo el desarraigo de los hijos, de la familia, de la vida cotidiana, pero hubo que hacerse fuerte y enfrentarlo.
P: ¿Y su vida? ¿Cómo es hoy?
R: Ya no soy joven, estoy jubilada, disfruto con actividades varias, como es el ejercicio físico, lastareas como Concejala de mi Comuna, donde puedo aplicar lo que ejercité cuando aún no me había jubilado. Ya entonces ejercí mi profesión de arquitecta en contacto con la gente de los barrios en la temática de la vivienda popular. Me especialicé en Hábitat y Género en la década de los 90, viendo el empobrecimiento de los hogares con jefatura femenina, integré una red internacional, la Red Mujer y Hábitat de la Coalición Internacional para el Hábitat en representación de Uruguay, hecho que me abrió las puertas del mundo, dándome posibilidades de viajar mucho para participar en seminarios y congresos.
Mis hijos están muy bien, Alejandro es diseñador en arquitectura, trabaja en diversos proyectos en el Caribe y Aiala es doctora en informática, es docente e investigadora en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República.
Y acá estoy, disfrutando de una nueva nieta, a quien vine a visitar a la isla St. Lucia en el Caribe donde vive mi hijo Alejandro, en un nuevo enriquecimiento racial y cultural para la familia ya que mi nuera es negra. Mi hijo adoptó a su hija de 10 años y ahora nació una hermosa bebé que tiene casi 4 meses. En Montevideo tengo dos nietos, de mi hija Aiala, un varón, Manu de 12 años ya estudiante liceal con varias medallas en matemáticas, un orgullo para él y toda la familia y amante del fútbol, y una niña Cleo de 9 años, una hermosa y creativa escolar que ama y estudia Comedia Musical.
¿Qué más puedo pedir a la vida luego de aquellos años oscuros?
SARA LICHTENSZTAJN
“EN LA PRISIÓN BAJO LA DICTADURA, FUE LA PRIMERA VEZ QUE ME SENTÍ DISCRIMINADA POR SER JUDÍA”
Sara Lichtensztajn, hoy de 70 años de edad, estuvo presa durante 34 meses, por su militancia comunista. La vida pudo más, resume hoy.Pero en aquel momento, sabía que existía la posibilidad de morir.
P: Sara, se cumplen 40 años del golpe de Estado en Uruguay, comienzo formal de la dictadura que te llevó presa. ¿Cómo recordás aquellos años?
R: Ana… nunca dejas de sorprenderte, así hayas oído mucho hasta dónde es capaz de llegar el fascismo.
En el marco de las detenciones realizadas por las Fuerzas Conjuntas y como parte de la política de terror que atravesó casi toda la población, se practicaron torturas físicas como sicológicas, tratos crueles, inhumanos y degradantes contra todas las personas privadas de libertad, en las más inhumanas condiciones de detención. Fuimos detenidos hombres y mujeres, estudiantes y trabajadores, familias enteras, sin tener en cuenta la edad.
Todos fuimos sometidos al submarino húmedo o seco, a la picana en todo el cuerpo, agresiones sexuales, manoseos, golpizas, plantón, privación del sueño, colgada, caballete y mucho más. Yo fui colgada entre otras cosas con los brazos hacia atrás y fui descoyuntada, lo que determinó la compresión de la médula por vértebras cervicales, algo que me provocó falta de sensibilidad y descoordinación motriz. Tuve que operarme ya que sin eso ya no podía ni escribir, no tenía sensibilidad en brazos ni piernas e iba a una silla de ruedas. El BPS determinó mi incapacidad física. El grito y hostigamiento fueron permanentes.
P: Yo no conocía tu caso, tu historia de vivencias durante la dictadura y cuando un amigo con quien me asesoré de cara a este número especial de Semanario Hebreo me contó de ti empezó a darse una cadena de contactos y anticipos de relatos muy fuertes. Una de las frases que apareció en ese proceso fue que tú fuiste protagonista del mayor acto antisemita de la dictadura, o algo similar. Imagino que sin saber los detalles de todos los demás casos, no te animarás a hablar del tuyo en superlativo ¿pero te animas a compartir con nosotros esa historia?
R: Cuando fui presa bajo la dictadura, fue la primera vez que sentí que me discriminaban por ser judía. Me gritaban “¡Te falta ser negra!”. Cuando me detuvieron, me pegaron en la campera que tenía puesta un leuco que decía: “Ojo, judía de mierda! Firmado: Oscar 1”. Finalmente logré despegarlo. Lo guardé algún tiempo y me pusieron otro que debía “Judía de mierda. ¡Muerde!”.
P. Entiendo que esa firma era una especie de código o sobrenombre.
R: Así se identificaban: Oscar 1-2 -3—7 Oscar 1 era el Coronel Ernesto Ramas, que luego fue preso y procesado por delitos de Violación a los Derechos Humanos.
Pero te aclaro que por supuesto no fui la única a la que la llamaban así, también a otras compañeras y compañeros. Éramos muchos de origen judío en la caída del Partido Comunista, algunos de los cuales están desaparecidos. Conozco compañeros que en el penal de Libertad se los sacaba en invierno al patio en ropas menores, sólo por ser judíos.
P: En medio del trauma que supongo será una detención… ¿llegaste a sorprenderte por el ataque antisemita? ¿Pensaste que tu condición judía tenía algo que ver con el hecho que estés en la cárcel?
R: Yo fui detenida en noviembre de 1975, muy poco tiempo después del fallecimiento de mis padres. La detención fue en el marco de la Operación Morgan, tal cual se llamó a la operación contra la militancia del Partido Comunista. El Golpe había sido en el año 1973, con la disolución de las cámaras y la heroica huelga general. El fascismo se había instalado y nadie estaba libre de ser detenido.
P: ¿La condición judía era un tema presente en tu casa? ¿Era algo claro para ti?
R: Yo tengo clarísima mi condición de judía. Fui a la Escuela pública y a la escuela idish desde el jardín de infantes Al jardín del Zhitlovsky de Goes y luego inaugurado el Edificio de la calle Durazno en el centro, hice la escuela ahí. Vivía en Villa Muñoz y en mi casa se hablaba idish. Mis padres que me hicieron pensar con cabeza propia ,me hicieron conocer todo desde la historia del pueblo judío y su cultura ,así como el significado de sus costumbres .Y claro que también iba a la escuela, así que ahí también aprendí mucho.
P: ¿Por qué te llevaron presa? O quizás mejor ir hacia atrás, saber un poco de tu historia antes de la cárcel, de tu vida hasta el golpe.
R: Yo estudié magisterio-soy maestra- y al mismo tiempo trabajaba en una fábrica textil, que era de mi padre. Empecé la militancia gremial y política desde muy joven, desde que ingresé al IAVA ( en esa época, preparatorio). Era una persona común y corriente, que además de estudiar, trabajar y militar iba al cine, teatro ballet y hacía deporte! Tenía amores. A veces hasta me pregunto cómo me daba el tiempo para todo….Era bolichera y tenía muchos amigos… los sigo teniendo hasta hoy.
Yo era militante del Partido Comunista, al igual que mi hermana Rosa, que era arquitecta y que falleció hace ya siete años. Nos detuvieron a ambas en el marco del operativo Morgan. Mi casa queda ocupada durante 8 meses, saqueada. Salió en todos los diarios. ¡Cómo no iba a salir si vivía en Carrasco! Creo que pensaron en quedarse con ella así como con el auto de mi hermana (¡botín de guerra!) Todo esto lo tengo documentado y denunciado.
P: Los robos en casas y a familias que estaban en buena posición y que iba presa, fueron un fenómeno conocido…
R: Así es. Era la casa de mi familia. También robaron muchísimo en la fábrica , aunque las máquinas quedaron. Pero no sólo en casa de buena posición, arrasaban con todo, hasta en casas modestas… por supuesto libros y todo lo que tuvieran adelante
P: Claro… en casas de mejor posición simplemente tenían más que robar. Cuando fue el golpe de Estado… ¿sentiste que era cuestión de tiempo hasta que te pasara algo, temías que llegaran a detenerte?
R: Yo no hice nada relevante ¡pero todos estábamos bajo sospecha! No me la tiro de inocente, yo milité por la institucionalidad del país. Ya había destituciones y categorías de ciudadanos en A B C.
P: Es interesante esta expresión que usaste Sara, que no te la tirás de inocente… el tema es que hay situaciones que pasan sólo por lo político e ideológico. Y sin ser jurista se me ocurre como concepto muy básico, que la única justificación posible para que vayas presa en detención legítima, era si habías incurrido en actos violentos. Entiendo que eso no estaba incluido en tu militancia “por la institucionalidad”, tal cual la has planteado.
R: El solo hecho de pensar era un delito.
P: ¿Cómo fue tu vida en prisión? ¿Cuánto tiempo estuviste?
R: Estuve presa 34 meses. Salí en julio de 1978 y me quedé en el país por más de un año con Libertad Vigilada yendo a firmar cada 15 días y luego con visitas esporádicas de los militares a mi domicilio hasta fines del 84.
Las condiciones de reclusión fueron muy duras para todos: la falta de higiene, el hambre, el hostigamiento, el trabajo forzado en Punta de Rieles sin poder levantar la cabeza, ni tomar agua, trabajo al que obligatoriamente te mandaban. Y ver a tu familia sólo 24 horas al año… si es que no estabas sancionada. Alguna vez hasta me recordó a Buchenwald que había conocido de joven.
Me habían pedido 30 meses de penitenciaria (que quiere decir que no es excarcelable) a diferencia de los mismos 2 años y medio de prisión, pero el fiscal era antisemita. De cualquier manera toda pena o sanción en esas condiciones era arbitraria.
P: ¿Lo del fiscal lo decís por tu interpretación de su actitud o por otras cosas que sabías sobre él?
R: Lo sé por información que me trasmitieron varios abogados que lo conocían bien, era público su antisemitismo.
P: Y claro que aquí no cuentan sólo los tiempos sino lo que viviste adentro.
R: Por supuesto. Yo pasé 40 días en la tortura, después en el cuartel de Artillería nº 1 el la Paloma Cerro unos 8 meses y luego ya procesada al Penal de Punta de Rieles. Mi hermana estuvo también en el 300 Carlos y en artillería hasta el 6 de agosto de 1976, justo nueve meses. Todo, sin proceso, por medidas prontas de seguridad. Cuando salió, parecía que había estado en un campo de concentración… como estábamos todos.
La cárcel no es fácil, sobre todo los primeros momentos, y mucho depende en cómo te plantes en el tema. Mi hermana estuvo los 9 meses incomunicada, vendada y sentada en un colchón, después de la tortura, sin poder hablar con nadie.
P: ¿Cómo sobreviviste Sara? ¿De dónde vienen las fuerzas para no darse por vencido a pesar de la tortura?
R: Depende de cómo tu cabeza y tu corazón se plantan en el tema. Yo sabía que no era una víctima individual. No pudieron destruirme. Además, por mi gente, por mis compañeros, había que estar bien. No sé si en el momento esto fue tan razonado, pero sí me sirvió mucho haber sido coherente.
P: ¿Pensaste que ibas a morir?
R: Sabía que todo podía ser. Amenazaron con fusilarnos. Todo era posible. Durante la prisión, vivimos todo el tiempo sometidas a presiones, alarmas y mucho más.
P: ¿Te hiciste alguna promesa estando en prisión… algo de lo que te aferraste mientras estabas privada de tu libertad?
R: Más que una promesa, un compromiso: denunciar lo que estaba pasando, luchar por la Verdad y la Justicia y no parar hasta que se condene a los responsables y se sepa toda la verdad.
P: ¿Qué haces hoy en día?
R: Desde que salí de la cárcel me he dedicado a seguir estudiando y trabajando. Ahora estoy en temas sociales y de Derechos Humanos. Y en este momento estoy haciendo un curso de idish. Además,estoy ocupada con el tema de cartas de mi familia que salieron del Guetto de Varsovia y Bialestok. Me las están traduciendo. Además tengo algunos proyectos referidos a la vida de mis padres y su barra, cuando llegaron al Uruguay.
P: Me gustaría que me cuentes un poco más al respecto…¿A qué te referís que estás con las cartas? Percibo que no es sólo para poder leerlas….
R: Son cartas que llegaron desde los guettos, que son de esas cosas que quedaron en mi casa y que si bien son de mi familia, me trascienden y creo que ya no me pertenecen, son documentos de la Humanidad.
P: Tenés mucha razón…
R: Creo que son documentos que no quedaran en un cajón. No son sólo para poder leerlos. Creo que son parte también de la memoria de la Humanidad que no pueden ni deben perderse.
P: ¿Todos estos proyectos tienen algo que ver con la necesidad, después de lo que viviste, de aferrarte a tus raíces, de controlar por ti misma tu historia?
R: Siempre esos temas me interesaron, nací en plena guerra y la búsqueda de los familiares y haber participado de muchas actividades, como niña haciendo colectas, ver a mis padres en los movimientos antifascistas, toda lucha por la Paz y contra el fascismo, son parte de mi formación. El haber tomado el tema de las cartas, siempre estuvo en los planes de la familia, pero un día hay que decidirse, dejé otras cosas de lado y me puse a encararlo.
P: ¿Te parece que la Sara de hoy es muy diferente de la que habría sido sin aquellos años oscuros en la historia del país?
R: Las dictaduras no son gratuitas. Yo sé que dejan marcas visibles e invisibles, pero ¡la vida puede más! Y la Sara de hoy sigue siendo Sara, con todas sus marcas, pero quizás un poco más paciente.
P: Lo esencial es invisible a los ojos, dice “El Principito” y parafraseándolo te preguntaría si hay algo que la cárcel logró arruinarte… o lo principal quedó contigo para siempre.
R: Lo fundamental se quedó conmigo para siempre… A pesar de todo, de la dureza y crueldad de la cárcel, yo como persona no cambié. Claro que no tengo ya los 32 años de cuando caí… tengo más canas, más arrugas, más marcas… pero no perdí las ganas de vivir ni la alegría, ni mis amigos ni mis mejores afectos. Fue difícil salir y no tener a la familia conmigo, porque como te conté antes, mis padres habían fallecido, pero empujamos hacia adelante… y aquí estoy.
ENTREVISTAS A PRESAS POLÍTICAS EN EL SEMANARIO HEBREO
29.06.2013 12:08
http://www.montevideo.com.uy/notnoticias_204874_1.html
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