Las dificultades por las que hoy atraviesa el proceso de paz de La Habana, tienen origen en las maneras como cada bando, sentado en la mesa de negociación, asume la negociación. Del lado de las Farc, su apuesta por la paz se sostiene en una oculta aspiración de los miembros de la cúpula: poder disfrutar los últimos años de vida, sin el acoso de las balas y las bombas oficiales.
La cúpula de las Farc se envejeció y varios de ellos están enfermos. Entre ellos, alias Jesús Santrich, a quien una ceguera lo acompañará hasta la tumba. Se dice, igualmente que ‘Rodrigo Granda’ y el ‘sargento Pascuas’ están en tratamientos médicos por fuertes dolencias o enfermedades. No sabemos qué problemas de salud tengan Iván Márquez, Marcos Calarcá y Pablo Catatumbo, entre otros tantos. Es decir, a esta cúpula de las Farc les conviene que el proceso de paz se mantenga en el tiempo y que ojalá haya acuerdos que les permita a cada uno de ellos terminar de envejecer y morir con dignidad. Saben que su estancia en Cuba les permite recomponer fuerzas y revisar su estado de salud. Igualmente, saben que sus cuerpos han envejecido y que ya no responden a un acoso militar, como el que sufrió Alfonso Cano y que finalmente terminó con su muerte. Alfonso Cano envejeció en la lucha armada y murió acosado y a manos de jóvenes soldados que nunca lo vieron como un anciano con el que pudieron haber conversado sobre el sentido de la guerra.
Esta humana circunstancia cuenta, sin duda, a la hora de pensar en congelar, suspender temporal o definitivamente las negociaciones en la mesa instalada en La Habana. Esa circunstancia, sin duda, la sabe el Gobierno de Santos, de allí que tenga alguna ventaja frente a una cúpula fariana que acusa cansancio.
La voluntad de paz de las Farc, por lo menos de los integrantes de la cúpula que hoy dialoga con el Gobierno en La Habana, está estrechamente ligada al agotamiento, al cansancio y al envejecimiento de los cuerpos de quienes dedicaron su vida a la guerra.
Una cosa es envejecer en la legalidad y disfrutar y/o esperar una pensión con todas las comodidades del caso (como los casos del presidente Santos y el de sus delegados en La Habana), y otra muy distinta es ver la dolorosa metamorfosis que sufre el cuerpo en medio de la guerra. Los guerrilleros saben eso, por lo menos los más viejos deben reconocer que haber dedicado la vida a un proyecto revolucionario que se hizo anacrónico y morir ejecutado en un operativo, no puede jamás considerarse como un triunfo.
A ese hecho humano, se suma un innegable vacío de poder que debe estar generando entre las filas de las Farc la ausencia de los máximos cuadros dirigentes, quienes desde Cuba intentan mantener la cohesión de una organización armada ilegal que perdió espacios de encuentro, como los campamentos de Uribe, Meta, para el desarrollo de actividades de reclutamiento, entrenamiento y adoctrinamiento militar y político. Esta circunstancia permite que la unidad de mando se resquebraje, en especial cuando hay jóvenes comandantes de frente que operan sin mayor convencimiento ideológico y político. Y peor resulta el panorama para la unidad de mando de las Farc, cuando el reclutamiento de menores se hace en medio de grandes dificultades logísticas, resultantes de los fuertes y constantes operativos de las fuerzas militares. De allí su insistencia en que se pacte un cese bilateral del fuego.
Por el lado del Gobierno, si bien resulta creíble su voluntad de paz, la debilitada gobernabilidad de Santos le impide no sólo consolidar en el país un ambiente favorable al proceso y hacia lo acordado hasta el momento, sino convocar a los sectores sociales, económicos y políticos que hoy se oponen al proceso de paz, a lo negociado en el primer punto de la agenda, pero especialmente, a quienes se resisten al único mecanismo de refrendación en el que creen las Farc: la Asamblea Nacional Constituyente.
Santos no cuenta con la fuerza política suficiente para convocar a los industriales, a los banqueros y a otros actores de la sociedad civil, en torno a una idea de paz que claramente no sólo conviene a la cúpula de las Farc, sino a todo un país que ve como se malgastan millones y millones de pesos en un gasto militar que no parece tener límites y mucho menos controles políticos y fiscales. De allí que haya tanta resistencia por parte de los militares activos, quienes a través del ministro Pinzón, terminan apoyando la continuidad de la guerra, al defender las condiciones laborales que les garantiza las exigencias de un orden público alterado, por cuenta de la permanencia del enemigo interno.
A la débil capacidad de convocatoria de Santos se suma, como en otros procesos, la injerencia de los medios masivos de comunicación. El rol político y económico de estas empresas mediáticas viene siendo clave y decisivo para los últimos procesos de paz. En los diálogos de paz del Caguán, los medios masivos fueron determinantes no sólo a la hora en la que Pastrana dio por terminada la negociación y puso fin a la zona de distensión, sino durante todo el proceso de negociación. Los medios masivos son un actor político subsidiario del poder de los conglomerados económicos que hacen posible su existencia y presencia en los centros de poder, es decir, en las principales ciudades del país. De allí que el ambiente de los diálogos de paz sea cada vez más negativo y con él, se generen los más contradictorios imaginarios colectivos alrededor del devenir de las negociaciones.
Juegan también del lado del gobierno, hechos y circunstancias como la proximidad de los comicios de 2014, la reelección presidencial, las débiles instituciones democráticas e incluso, el carácter adyacente de un conflicto armado que no logrado penetrar las conciencias de millones de colombianos que, a pesar de su presencia, han logrado vivir en condiciones aceptables y/o relativas de seguridad y tranquilidad. Se suma a lo dicho, la fuerte oposición política que aún arrastra el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, a pesar de ingentes esfuerzos de políticos y periodistas que apelan a toda clase de estrategias, incluyendo los medios masivos y las redes sociales, para enlodar su nombre, a través de las siempre dudosas actuaciones y decisiones cuando fungió como Presidente. No olvidemos que en los más recalcitrantes sectores de la Derecha colombiana, Uribe sigue siendo un alfil inmejorable para darcontinuidad a la guerra, sin que ello implique, claro está, acabar de manera definitiva con las guerrillas.
Al final queda claro que los esfuerzos de paz son cada vez más fuertes en el lado de una cúpula de las Farc envejecida y cansada, cuyos comandantes buscan un digno retiro después de haber dedicado sus vidas a la guerra; y queda claro, que desde la comodidad que le da estar en el poder y de representar los intereses de una élite y de un Establecimiento que han preferido vivir en guerra, a ceder un ápice a las viejas pretensiones de las guerrillas, Santos sabe que él sí tiene asegurada una vejez tranquila, logre o no logre firmar la paz con la otoñal cúpula de las Farc.
Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
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