Recordando a Floriberto Díaz Gomez. Desde niño nos enseñaron; no hay mal que dure cien años, ni persona que los aguante. Nosotros llevamos cargando un mal, más de quinientos años, y seguimos aguantando. ¿que pasa?, ¿es que no somos personas? O es que no padecemos ningún mal.

 
Hemos sido bautizados en sacramentos, que en nada alteran nuestra manera de hacer y de sentir la vida. Hacemos, fiesta, bailamos, comemos, disfrutamos de la presencia de todos, a pesar de que estos eventos sean convocados por un Nombre, (un Santo, un Héroe, etc) cuya raíz ni siquiera nos interesa escudriñar. Los que nos miran, nos ven extraños, se sienten extraños, en una fiesta que no tiene un anfitrión, en la cual, el centro, todos lo son. Beben de nuestras botellas, incluso se emborrachan, y a pesar de quitarse los lentes, no nos logran entender.
 
La gran mayoría de los que son, o se sienten entre y como nosotros, piensan la vida y la identifican en el idioma español. !Claro¡ Podemos sentirnos orgullosos, aún son muchos, los afortunados, que lo hacen en dos lenguas, la suya y el español.
 
Pensar la vida en español nos lleva a identificar nuestra existencia, desde sus conceptos. Nuestros conceptos, lo que de la naturaleza percibimos, (si hemos perdido nuestra lengua originaria), no existen, o son encubiertos, ocultados por el español. Nuestras lenguas originarias, dibujan y explican el mundo real que percibimos, la lengua invasora, lo niega, y expresa sólo lo que sus constructores entienden de este mundo, a través de sus creencias, sus intereses, sus valores, etc.
 
El ejemplo central, es la LIBERTAD. Pensamos y enarbolamos la libertad, como un principio sagrado, sin detenernos a pensar que no se puede ser libre en un planeta o un mundo que no es nuestro, sino más bien, que nosotros pertenecemos o somos parte de el. 
 
Dependemos del planeta, de su oxígeno, de su agua, de sus frutos, de su humor, de su movimiento, de la existencia de lo demás, sin ello, nuestra propia existencia no se puede concebir.
 
Pensar desde la libertad, es sentirnos libres de apropiarnos de un mundo, que es todo y de todos.
 
En libertad hacemos la guerra, ejecutamos las leyes, ponemos en venta hasta el oxigeno, una libertad que ostentamos percibirla como un derecho natural.
 
Pensamos desde la democracia, que el poder es del pueblo, y no nos preguntamos de que pueblo, del que está arriba, el que está bajo, el que está alado, el que yace en los cementerios, o el que está por llegar. Pero hablamos desde el poder del pueblo, y pensamos que todos somos ese pueblo, sin reparar que a los griegos se les olvidó incluir a los esclavos en el ejercicio de la democracia.
 
Por fortuna, a otros, a nosotros, la comunidad, fortaleza natural de todos, nos ha permitido aprender y enseñar la vivencia colectiva. En sus tiempos y en sus espacios…
 
 
Jaime Martínez Luna
2013 Guelatao Oaxaca México.