Pueda ser que esta misma historia, o alguna parecida, no se repita en las zonas  concesionadas por el Estado Colombiano a la Anglogold Ashanti Colombia S.A, a  la Medoro Resource y a las BACRIM, en el municipio de Santander de Quilichao. 

 
Cuando a nales de 1790, las nueve ultimas cuadrillas de Cesclavos que según registros oscilaban entre 15 y 25 hombres, fueron, desintegradas unas, y trasladadas otras en un lapso de  tres años del asiento minero del Real de Minas de Quilichao al distrito  minero de Vigía del Puerto, hoy Barbacoas-Nariño, por orden de las familias Arboleda, Mosquera y de las Casas, descendientes de  españoles todas, debido, a una muy baja producción de oro en los yacimientos de los Reales de Mina de La Placa y Quinamayó, jamás 
imaginaron que 230 años después, aparecerían otras, la multinacional  Sudafricana Anglogold Ashanti Colombia S.A., la multinacional Canadiense Medoro Resources y las BACRIM, decididas a retomar la explotación en el mismo asiento minero que ellos una vez  abandonaron. Asiento que, a propósito, pasó más adelante a llamarse  Villa de Quilichao y luego, Municipio de Santander de Quilichao. 
 
Del Real de Minas de Quilichao, que fue en ese entonces una unidad  administrativa especial creada por las autoridades españolas, solo  quedan algunos vestigios y un viejo título para la “Casa Hacienda”  otorgado por “La Corona” en la que la embestía de autoridad para el  cobro del impuesto del “Quinto Real”, y cerca de 15.000 afro descendientes, si no más, descendientes en su mayoría de esos mismos  esclavos que hicieron parte de las antiguas cuadrillas, y que hoy  cohabitan dentro de las 52.000 hectáreas concesionadas por el Estado Colombiano entre la vereda El Tajo, Quinamayó y Mandivá, partiendo  de la carretera Panamericana, y continuando aguasabajo entre las  márgenes izquierda y derecha de los ríos de su mismo nombre, hasta  prácticamente su desembocadura en el rio Cauca. En esta franja  perimetral se incluye el cerro Garrapatero, pero además, se sospecha,  de la existencia de otros minerales, como Argón, Cilicio y Uranio.
 
La realidad es que hoy este Santander, no por extrañas circunstancias,  me trae tristemente a la memoria el municipio de Puerto Tejada y  Miranda 60 años atrás, cuando el Estado Colombiano por una  imposición de la economía mundial después de finalizada la Segunda  Guerra Mundial y en especial de los Estados Unidos, empezó a  estimular el monocultivo de la caña a escala intensa, colocando a  cientos de familias propietarias de pequeños minifundios, campesinos  afro descendientes en su gran mayoría, en condiciones de inferioridad y  al acecho de gamonales, hacendados y bandidos, que terminaron al final haciéndose con el 90% de las tierras productivas de estos  municipios. Las matanzas, la guerra biológica, el pillaje y el despojo,  terminaron por doblegar a quienes a partir de ese momento y por más  de 20 años, resistieron los embates de aquellos a los cuales el mismo Estado amparó. Hoy, los descendientes de las familias que en otrora  fueron propietarias, no por una extraña casualidad, trabajan la tierra de los ingenios que una vez les fue arrebatada. 
 
Pueda ser que esta misma historia, o alguna parecida, no se repita en  las zonas concesionadas por el Estado Colombiano a la Anglogold  Ashanti Colombia S.A, a la Medoro Resource y a las BACRIM, en el municipio de Santander de Quilichao.
 
Por Jaime Soto Palma
Periodista

 
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