“Las garras del cisne” se titula el libro recién publicado por Roberto Lopes, historiador militar formado en el Centro de Estudios de la Defensa Hemisférica de la Universidad de Defensa Nacional de los Estados Unidos.  En su trabajo de casi 500 páginas, sólidamente documentado, Lopes detalla la ambición de la Marina de Brasil para la próxima década: pasar de ocupar un modesto vigésimo lugar en el mundo, al noveno, detrás de Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Inglaterra, India, Corea del Sur y Japón.
 

 
No se trata de una ambición insensata ni desmedida.  Supone un conjunto de inversiones en el marco del Plan de Articulación y Equipamiento de la Marina de Brasil (PAEMB) que se propone adquirir o construir 61 navíos de superficie y 21 submarinos en los próximos 17 años, un promedio de tres a cuatro incorporaciones anuales.  Pocos lo saben pero ese proyecto incluye la construcción en Brasil de seis submarinos nucleares (el primero ya está en fase de construcción) y 15 submarinos convencionales, de los cuales el primero será concluido en poco más de un año.  Además se prevé la construcción de dos portaaviones en el país, con asistencia externa, igual que sucede con los submarinos gracias al acuerdo con Francia firmado en 2008.
 
Entre los planes estratégicos de la Marina se prevé construir una segunda escuadra que se agregue a la fondeada en Rio de Janeiro, que deberá situarse cerca de la desembocadura del Amazonas para cubrir las costas del norte.  El rearme incluye treinta naves de escolta, dieciocho patrulleros oceánicos y 48 cazas de alta performance.  A lo que debe sumarse el enorme avance de la industria aeronáutica que acaba de estrenar el carguero militar KC-390, destinado a sustituir al mítico Hércules 130 estadounidense, además de la firma de una acuerdo con la sueca Saab, que le permitirá a la Embraer construir cazas de última generación.
 
Nuevas armas para nuevas riquezas
 
“Brasil pretende pleitear en las Naciones Unidas, el bloqueo de un área en la Elevación Rio Grande, una cordillera submarina en el sur del país, a mil kilómetros de la costa de Rio de Janeiro” (Folha de São Paulo, 10 de febrero de 2013).  La noticia apareció en la prensa brasileña días después de la VII Reunión Ministerial de la Zona de Cooperación y Paz del Atlántico Sur (ZOPACAS) pero los medios no vincularon ambos hechos.  Se trata de la alianza creada el 27 de octubre de 1986 por iniciativa de Brasil, con el apoyo de Argentina, integrada por 24 países atlánticos, sudamericanos y africanos, que incluye dos países que integran los BRICS (Brasil y Sudáfrica).
 
Hasta ahora se venía hablando sobre los descubrimientos de petróleo “pre-sal” (yacimientos bajo una gruesa capa de sal) en el litoral brasileño, cerca del puerto de Santos, como razón para explicar el rearme de la Marina.  Se trata de uno de los más importantes descubrimientos de hidrocarburos en la última década, lo que la Marina denomina como “Amazonia Azul”.  Sin embargo, las riquezas en el fondo marino no habían sido tenidas en cuenta hasta hace poco tiempo.
 
La información revela que en esa región atlántica, a seis mil metros debajo de la superficie marina, la brasileña Compañía de Investigaciones de Recursos Minerales (CPRM por sus siglas en portugués), detectó la presencia de cobalto, níquel, manganeso, fosfato, gas metano y minerales raros.  Brasilia ya envió cinco expediciones a la zona en la que pretende desarrollar actividades comerciales en apenas diez años, ante los indicios de que embarcaciones alemanas y rusas, tal vez chinas, están explorando la misma zona.
 
El próximo paso es pedir a la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISBA por sus siglas en inglés), el bloqueo de un área de tres mil kilómetros cuadrados que, en caso de ser aprobado, le dará a Brasil 15 años para investigar en exclusiva la zona.  Roberto Ventura, director de geología y recursos minerales de la CPRM dijo: “Quien tenga los mapas y conozca las áreas potenciales y las áreas críticas va a tener más chances”, recordando que las riquezas minerales son finitas y que la explotación de los océanos será inevitable en un futuro cercano (Folha de São Paulo, 10 de febrero de 2013).
 
Rusia y Francia ya han pedido el bloqueo de una zona cercana a la cordillera de Rio Grande en tanto barcos chinos frecuentan la misma área.  Por otro lado, ni Brasil ni los demás países atlánticos del sur cuentan con barcos apropiados para ese tipo de trabajos de exploración como los tienen China, Japón, Rusia y Alemania.  Las cinco expediciones brasileñas han sido realizadas con barcos holandeses y japoneses.
 
En diciembre de 2010 la cancillería brasileña organizó una Mesa Redonda en Brasilia con el objetivo de revitalizar la alianza del Atlántico Sur.  Se identificaron áreas para el desarrollo de proyectos comunes: “Mapear y explorar los fondos marinos, proteger y preservar los recursos del mar, transporte marítimo y aéreo, seguridad portuaria, cooperación en defensa y combate a crímenes transnacionales” (Ministerio das Relações Exteriores, 9 de diciembre de 2010).
 
El polémico control del Atlántico
 
En noviembre de 2010 se celebró la Cumbre de Lisboa de la OTAN, que supuso el reconocimiento de que la alianza militar se ha convertido en una fuerza con vocación de intervención global.  La propuesta, encabezada por los Estados Unidos, prevé que los intereses occidentales pueden llevar a la alianza, inicialmente circunscrita al Atlántico Norte, a intervenir en cualquier lugar del planeta, según lo establece el documento “Strategic Concept For the Defence and Security of The Members of the North Atlantic Treaty Organisation” (www.nato.int/lisbon2010/strategic-concept-2010-eng.pdf)
 
Brasil respondió de inmediato.  El ministro de Defensa, Nelson Jobim, mostró su preocupación por el riesgo de que la OTAN pueda realizar incursiones armadas en el Atlántico Sur, al que definió como “área geoestratégica de interés vital para Brasil”.  El ministro fue claro al señalar que es necesario separar las cuestiones del Atlántico Norte de las del Sur, que merecen “respuestas diferenciadas, tanto o más eficientes y legítimas cuanto menos involucren a organizaciones o Estados extraños a la región” (Defesanet, 17 de setiembre de 2010).
 
Aseguró que las razones por la cuales se creó la OTAN “dejaron de existir” ya que desapareció la amenaza que representaba la Unión Soviética.  Denunció que la OTAN se convirtió en “instrumento para el avance de los intereses de su miembro principal, los Estados Unidos”, y criticó de modo frontal “la extrema dependencia europea de las capacidades militares norteamericanas en el seno de la OTAN”, lo que le impide “constituirse en un actor geopolítico a la altura de su peso económico”.
 
El 3 de noviembre de ese año, en la apertura de la VII Conferencia de Seguridad Internacional Fuerte de Copacabana (Rio de Janeiro), patrocinada por la Fundación Konrad Adenauer de Alemania, el ministro Jobim dijo que Brasil y Sudamérica no pueden aceptar que Estados Unidos y la OTAN “se arroguen” el derecho de intervenir en cualquier parte del mundo y, de modo particular, de “cortar la línea” que separa al Atlántico Norte del Sur (Folha de São Paulo, 4 de noviembre de 2010).
 
Jobim rechazó la idea de “soberanías compartidas” sobre esta región que maneja el Pentágono: “¿Cuál es la soberanía que Estados Unidos quiere compartir, la de ellos o la nuestra? No seremos aliados de Estados Unidos para que ellos mantengan su papel en el mundo” y aseguró que “la política internacional no puede ser definida a partir de la perspectiva que convenga a los Estados Unidos” (Folha de São Paulo, 4 de noviembre de 2010).
 
Es evidente que no se trata de un posicionamiento personal sino compartido por las fuerzas armadas y el gobierno del entonces presidente Lula.  En ese momento Brasil ya había firmado su alianza estratégica con Francia y a promover al rearme del país, lo que llevó a Lopes a considerar que el gobierno del PT “hizo más por las fuerzas armadas que ningún otro” (Defesanet, 30 de agosto de 2014).
 
Para los estrategas brasileños, se trata de impedir que la superpotencia consiga crear una suerte de OTAN del Sur.  Guilherme Sandoval Góes, coordinador de la División de Asuntos Geopolíticos y Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de Guerra, sostuvo que la ZOPACAS “tiene un importante papel para neutralizar una posible iniciativa de Estados Unidos de crear la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS), que consolidaría la hegemonía norteamericana en esta importante región geo-estratégica” .
 
La Escuela Superior de Guerra, como centro de pensamiento de los militares brasileños, considera que se trata de evitar la subordinación geopolítica de la región sudamericana que es, además, un espacio “vital para el fortalecimiento internacional de Brasil”.  Si estos pasos no se concretaran, Sudamérica sería apenas un objeto de la explotación económica de Washington sin autonomía política, razonan los estrategas militares.
 
La seguridad de cada uno de estos países pasa por evitar que otras potencias se hagan presentes en el Atlántico Sur.  Por eso los gobiernos del PT, con diferentes énfasis, han coincidido con la Marina, y también con la fuerza aérea, en la necesidad no sólo de modernizar las tres armas sino de hacerlo en base a la transferencia de tecnología, que permita la creación de un complejo militar-industrial autónomo como establece la Estrategia Nacional de Defensa aprobada en 2008 por Lula.
 
Uno de los núcleos de ese desarrollo es el complejo naval de Itaguaí, en el estado de Rio de Janeiro.  Se trata de un conjunto de instalaciones fabriles, de la industria nuclear y astilleros donde se construyen los submarinos, que Lopes considera “comparable a las principales instalaciones de ese género en Estados Unidos, Rusia y China” (Defesanet, 30 de agosto de 2014).
 
– Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada y es integrante del Consejo de ALAI.
Publicado en América Latina en Movimiento, No. 500: http://alainet.org/publica/500.phtml
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