La propaganda ante la muerte de 11 soldados a manos de las FARC en el Norte del Cauca, distorsiona la verdad para ahogar en sangre y terror a las comunidades sometidas a una guerra en su contra en estos territorios. La paz: Las negociaciones para alcanzar acuerdos en La Habana, se utiliza para conquistar territorios a sangre y fuego y despojar con el terror y la muerte a indígenas y afrocolombianos. 

 
Las comunidades advirtieron con razón la inminencia de la masacre en su contra y no fueron escuchadas, ahora, ante la muerte de civiles, guerrilleros y soldados, reclaman el derecho a vivir, a no ser asesinados y atemorizados. Esto solamente será posible si cesan las acciones ofensivas, se establece de inmediato el cese al fuego bilateral y si deja de usarse la paz como pretexto para profundizar y extender la conquista. ¡Así No!. Pueblos en Camino
 
Guerra en el Norte del Cauca:
La masacre de los pobres y el funeral de los soldados
 
En el Cauca se desata una guerra total, cruenta, terrible, que amenaza las negociaciones de La Habana, pero que, pone en evidencia el irrespeto por la vida de las poblaciones que habitan estos territorios. 
 
En “Parar la Guerra en el Cauca”, a partir de fuentes confiables, testimonios y evidencias de primera mano, Camilo González Posso presenta hechos. El ejército colombiano ha sido desplazado de manera masiva al norte del Cauca para aprovechar la tregua unilateral de las FARC y realizar una ocupación militar de territorios estratégicos. No son territorios de las FARC, pero en ellos, la guerrilla ha tenido presencia. Son territorios donde habitan indígenas y campesinos. Territorios de pueblos en permanente disputa en esta guerra entre actores armados en medio de poblaciones y en su contra. La intención es clara: aprovechar la tregua y la negociación para quitarle espacio a las FARC. 
 
Como lo habíamos señalado en su momento, ante la masiva presencia militar, las comunidades advirtieron sobre el riesgo de una posible masacre de civiles, como ha sucedido en el pasado. 
 
 
Si se llegaba a una confrontación con las FARC, un hecho buscado con esta acción militar y prácticamente inevitable, el Ejército y el Estado, quienes lo provocan con este operativo, acusarían a las FARC de romper la tregua y se justificarían aduciendo que esta es unilateral y que están en su derecho de continuar acciones ofensivas. A su vez, las FARC han anunciado que su tregua no implica cesar en acciones defensivas en caso de ataque. El resultado de esta masiva ofensiva militar en medio de las negociaciones y bajo una tregua unilateral era previsible: 
 
En primer lugar el maltrato, intimidación, terror, desplazamiento y muerte de civiles, incluidas las masacres. 
 
En segundo lugar, hechos de guerra en territorios de comunidades con población civil como escudo, lo que de hecho se está presentando de manera perversa y criminal. 
 
 
En tercer lugar, “acciones defensivas” de las FARC que podían interpretarse y ejecutarse desde repeler un ataque directo en una confrontación armada hasta emboscadas y ataques a los militares. Aunque hay versiones encontradas, en medio de masacres y abusos contra la población civil por parte del ejército, de combates en territorios y comunidades poblados, la muerte de 11 soldados en un ataque de las FARC al ejército, parece haber sido consecuencia de una emboscada “defensiva”. La masacre fuera de combate de soldados incapacitados para defenderse, cabe dentro de la flexible interpretación de estas acciones “defensivas”. 
 
En cuarto lugar, la amenaza a las negociaciones de paz en un punto culminante con el propósito estratégico múltiple de obtener mayores concesiones, movilizar la opinión pública conmovida por la muerte de militares (no la de civiles y menos la de guerrilleros) a favor de las intenciones del gobierno y los intereses económicos que representa este en La Habana y servirse de estas acciones militares y ofensivas para inclinar los acuerdos en favor de la paz del régimen. Se busca que desde el ámbito nacional al internacional, se respalde la paz del establecimiento, la paz del modelo y del despojo. La paz que causó y ha perpetuado la guerra.
 
La realización de una acción ofensiva de esta magnitud por parte del ejército colombiano, frente a una tregua unilateral de las FARC, en un momento en el que las negociaciones de La Habana llegan a una etapa critica de definiciones finales y el Presidente Santos vende la paz de Colombia ante el mundo como un hecho, es una acción de guerra explicable desde el punto de vista geopolítico, pero intolerable, injustificable, criminal e inaceptable desde el punto de vista humanitario, ético y de elemental justicia, cuyos resultados previsibles son en primer lugar, responsabilidad del gobierno colombiano. 
 
El ejército provocó el terror y la muerte a sabiendas. Queda claro que indígenas, afros, campesinos, en fin, que los civiles son desechables para estas acciones de guerra en las que estos son sus víctimas indefensas. Este ataque a los pueblos y comunidades para ocupar territorios es un crimen de lesa humanidad en curso que debe detenerse de inmediato y por el que el Estado, en primer lugar, pero también las FARC, deben responder. 
 
Dejen a la gente en paz: no hagan su guerra, no la sigan haciendo como siempre, en nuestros pueblos y tierras, es el clamor justo de la población. 
 
A su vez, como lo ilustra el artículo mencionado, de haber actuado según testimonios y las primeras evidencias planteadas por la Fiscalía, las FARC, al realizar la emboscada, aunque actuaran contra un ejército que avanzaba sobre posiciones de interés estratégico en acciones militares, fue víctima de una emboscada que constituye un crimen de guerra. Crimen que, de haber sido cometido por el ejército contra guerrilleros, definitivamente no habría generado las airadas reacciones que llevaron al propio presidente al funeral de los soldados en cuyo sacrificio a él mismo le cabe una responsabilidad directa tanto como a los mandos militares que hoy lamentan la muerte a la que enviaron a los soldados bajo su mando y responsabilidad. Si de veras sintieran dolor por su muerte, no los habrían enviado como carne de cañón a este operativo. Lloran su muerte y les honran como una acción descarada de propaganda. Se sirvieron de sus vidas tanto como ahora se sirven de su muerte.
 
 
No ha habido jamás, ni habrá un entierro con honores, con el Presidente en el cortejo fúnebre y la debida compensación a los familiares de las víctimas civiles pobres, ni un reconocimiento a su heroísmo y sufrimiento, porque no tienen valor táctico (ni valor alguno) en esta guerra por riquezas y territorios contra los pueblos. Los asesinados en medio de combates entre actores armados. Los asesinados por unos y otros. Los masacrados por el ejército según lo advirtió la comunidad preocupada, no cuentan, no existen, no son nadie. 
 
Las negociaciones de La Habana siguen siendo una especie de batalla definitiva por el territorio y las riquezas de Colombia. Una batalla final por un botín, el botín-Colombia. La batalla se libra en la mesa y entre sesiones, en los territorios. 
 
Las y los colombianos del pueblo, le estorban a quienes buscan repartirse el control territorial. Las FARC han insistido en un cese al fuego mientras avanzan las negociaciones y han entrado en una tregua unilateral. El Estado, no responde de la misma forma, no porque defienda al pueblo de la insurgencia armada, lo cual resulta a todas luces falso y contrario a la realidad, sino porque, estando como está al servicio de intereses económicos que necesitan conquistar territorios para explotarlos, debe servirse de las negociaciones y de la “paz”, para conquistarlos para el proyecto del “Libre Comercio” y del capital transnacional. 
 
En este contexto queda claro que así como la guerra es la continuación de la política por la vía de la violencia, la paz, ésta que se negocia haciendo la guerra de conquista, es la continuación de la guerra por otros medios y para los mismos beneficiarios. La paz de los dueños sin pueblos. La paz del despojador, del más cruel, del más fuerte. 
 
El pueblo colombiano; las comunidades del Norte del Cauca sometidas al terror, a la propaganda y a las políticas de despojo, al exigir respeto a sus vidas y territorios, reclaman su derecho fundamental, el derecho a no ser desechados como sobrantes y de ser reconocidos como legítimos ciudadanos, sujetos de derechos y libertades y dueños de un país que ha sido y viene siendo usurpado. 
 
Familia masacrada en el norte del Cauca. No habrá honras fúnebres, no vendrá el Presidente ni justicia ni reparación a las víctimas. 
 
La paz de los pueblos impone un inmediato cese al fuego. La salida del ejército y de los actores armados de las poblaciones y territorios, el fin de acciones ofensivas y defensivas de muerte y el respeto con el cese al fuego definitivo y permanente de un país de los pueblos sin dueños. Hasta ahora, como queda ilustrado en el terror que ahora mismo se sufre en el norte del Cauca y que asesina, masacra y aterroriza, esa no es la paz que se negocia. El mundo entero que se manifiesta por la paz de Colombia debe exigir el inmediato cese de hostilidades, de acciones ofensivas y el respeto a comunidades, pueblos y población civil en medio de las negociaciones y en los acuerdos que se firmen pronto. Lo demás es propaganda para seguir matando y robando.
 
Emmanuel Rozental
Abril 18 de 2015