Desde esta ciudad emblemática de la cultura mesoamericana, desde la patria originaria del maíz queremos decir nuestra palabra. 

 
Nos reunimos convocados por la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC-México) en ocasión de su XX aniversario, conjuntamente con el Instituto de Políticas Agrícolas y Comerciales (IATP) de Minneapolis, Semillas de Vida, La Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, la Universidad Autónoma Chapingo y su Departamento de Agroecología. Participamos 310 mujeres y hombres provenientes de 16 países y de 16 estados de la República Mexicana. Somos campesinas, campesinos, indígenas, investigadores, universitarios, activistas, comunicadores, estudiantes. Hablamos desde los territorios, muchas veces capturados por la explotación colonial, la dominación de clase o la opresión patriarcal, pero también desde los territorios donde sembramos amorosamente alimentos, utopías y esperanzas.
 
Mientras los grandes poderes económicos y políticos se reúnen para acordar nuevos tratados de libre comercio, para atentar contra nuestros territorios y para manipular a su antojo los precios de lo que producimos, nosotros nos hemos encontrado aquí para compartir nuestras visiones sobre lo que nos amenaza, para comunicarnos nuestras resistencias y nuestras luchas, para alimentarnos con nuestros hallazgos, nuestros aprendizajes, nuestros saberes, nuestros sentires, nuestros sabores.
 
Somos conscientes que no sólo la economía capitalista sino todo el modelo civilizatorio que se nos ha impuesto están al borde del colapso. Es un monstruo enorme que, herido de muerte, lanza zarpazos que multiplica todo tipo de violencias. Violencias que causan una cantidad nunca vista de sufrimiento, tanto de los seres humanos, como de toda la comunidad de seres vivos y de nuestro planeta, nuestra madre tierra. 
 
Este modelo civilizatorio colonialista, patriarcal y clasista que se expresa en nuestros campos y en nuestra mesa es el modelo de agricultura industrial de los agronegocios. Una acumulación sostenida en el  despojo de los bienes comunes y en la desmedida explotación del trabajo. Un enriquecimiento de los siempre más ricos que en aras de proyectos de lucro en materia energética, minera, turística, agroexportadora, conlleva una nunca vista privatización global de las tierras y una enorme violencia sobre los territorios, los  recursos naturales, el agua, los ecosistemas. Y ante todo violencia sobre las comunidades humanas expropiadas de sus bienes, expulsadas de sus territorios y explotadas en su trabajo a veces de forma semiesclavista. 
 
Este es un modelo que destruye diversidades naturales, productivas, sociales y culturales para homogenizar y elevar a toda costa la producción; para convertir la comida en mercancía excluyendo a millones de personas de los alimentos básicos y contradictoriamente provocando sobreconsumo, obesidad y múltiples enfermedades. Un modelo que en lo agrícola se basa en la privatización, extranjerización, concentración y financiarización de la tierra fértil; a la vez que,  mediante el monopolio, el acaparamiento y la especulación en los mercados encarece los alimentos básicos.
 
Un modelo que con la máquina devastadora de los tratados de libre comercio echa por tierra la soberanía alimentaria de las naciones y de las comunidades. Con la misma crueldad colonial de hace siglos se apropia ahora de millones de hectáreas de países pobres para siempre especular con ellas o para producir commodities.
 
Un modelo que con furia patriarcal viola tierras, suelos, bosques, aguas, ecosistemas y personas para forzarlos a producir más a toda costa, y que por ello nos ha conducido al umbral del desastre climático, del punto de no retorno en el que lo que está en juego es la subsistencia de los seres humanos y también de  la diversidad de formas de vida de nuestro amado planeta.
 
Ante esta forma de producir, consumir y lucrar con base en la captura de territorios, de recursos naturales, de saberes, de comunidades, y en la supresión de las diversidades culturales y de formas de pensar holistas y no  lineales propias de los pueblos agrícolas, nosotras y nosotros, las y los campesinos, indígenas y afrodescendientes ofrecemos lo que tenemos: un paradigma de repuesto; un modo de producir, de pensar y de vivir sustentado en la diversidad del mundo humano y natural, una convivencia en la que no haya que cuidarse los unos de los otros sino con base en el cuidado de los unos y los otros. Se trata del modelo de agroecología campesindia.
 
El nuestro es un modelo abierto, no lineal y muy diverso. Un modelo con profundas  raíces  en nuestro pasado, como las de los árboles en los terrenos secos, pero con follajes extendidos, amplios, abarcantes, que a todos nos abrazan.
 
Su propósito es el cuidado de todo: de la alimentación y la salud de las personas y sus comunidades, de la enorme diversidad biológica que hemos recibido en herencia, de los ecosistemas y de los recursos naturales; de las muy heterogéneas expresiones culturales; de los saberes ancestrales y de las tecnologías construidas con la reflexión colectiva. 
 
La agroecología campesindia es un modelo que ya hemos estado construyendo y cultivando. Una parte de él lo recibimos de nuestros ancestros. Otra, la preservamos y fortalecimos en nuestra resistencia al despojo, a la mercantilización de la naturaleza y de los alimentos. Lo hemos desarrollado en el diálogo de nuestros saberes, pero también en la asimilación crítica de las nuevas tecnologías. Hemos aplicado en él la investigación-acción: los agricultores nos hemos tornado un poco investigadores y los investigadores se han hecho un mucho agricultores. Es un modelo que ha surgido de la resistencia al extractivismo; de la defensa de las semillas nativas ante los transgénicos; del desarrollo de reguladores de plagas y fertilizantes naturales contra la invasión de los agroquímicos; de muchas experiencias de mercados y consumo locales; del rescate de la cocina y de la medicina de las comunidades. 
 
Porque el modelo de agroecología campesindia es un paradigma de repuesto, no sólo para la agricultura, la alimentación y el cambio climático, sino para la vida toda frente al colapso civilizatorio que vivimos, consideramos un deber de solidaridad y un compromiso político ineludible el compartirlo, el divulgarlo, el hacerlo avanzar por toda nuestra América. Para ello, como un primer resultado de este Encuentro Internacional de Agricultura Campesina y Agroecología en América, nos comprometemos a:
 
Iniciar un proceso que nos involucre a todos para dar seguimiento a los acuerdos de este encuentro; a construir un territorio de convergencia, de búsqueda e investigación en común, de diálogo de saberes, de experimentación, de diálogo con otros actores de la sociedad, para enriquecer y fortalecer la agroecología campesindia.
 
Lanzar el proceso permanente de construcción de un movimiento de agroecología campesindia, donde se articulen organizaciones del campo, académicos, organizaciones civiles de todos los sectores de la sociedad, que luche de manera permanente por impulsar un modelo económico alternativo y políticas publicas enfocadas en la agroecología. En particular, las y los participantes de México acordamos iniciar desde ahora una ruta para la construcción de una articulación nacional de agroecología campesina amplia, plural, incluyente y multisectorial.
 
Generar enlaces entre productores y consumidores y revalorizar nuestros alimentos, prácticas y cultivos para contribuir a una buena nutrición con soberanía alimentaria para todas y todos.
 
Impulsar la equidad de género a todo los niveles: las familias, las organizaciones, la sociedad y las instituciones, y exigir políticas públicas y programas en todo los países que reconozcan el importante papel de las mujeres rurales como productoras y conservadoras de la biodiversidad natural y cultural, y que apoyen sus iniciativas.      
          
A luchar y exigir oportunidades para celebrar y promover el papel de jóvenes y jóvenas en el campo a través de reformas educativas que reconozcan la pluricultura e identidades y que provean empleos y otras oportunidades para facilitar el relevo intergeneracional en el campo.
 
A promover por todos los medios el intercambio continuo de saberes y conocimientos campesinos y científicos como una alternativa real de la agroecología para la producción de alimentos y la mejora de la calidad de vida, la salud y el medio ambiente.
 
A trabajar con los campesinos, consumidores, académicos y organismos de la sociedad civil para articular una propuesta hacia la transición, reconociendo legalmente los derechos colectivos de los indígenas y campesinos, promoviendo la conservación de la riqueza del patrimonio biocultural e impulsando el desarrollo de los territorios agroecológicos: resilientes y adaptables ante el cambio climático.
 
Nos fijamos, entre otros, los siguientes horizontes de acción coordinada en el corto plazo:
 
Participar, del 10 al 17 de octubre 2015, en los días mundiales de acción contra los tratados de libre comercio (TTIP, CETA, TPP, TISA, la “modernización” del TLCUEM, etc.) e impedir la expansión de un modelo económico que beneficia a las transnacionales por encima de los derechos de nuestros pueblos .
 
Participar en las actividades de los movimientos sociales de cara a la próxima reunión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP 21 en París, con el objetivo de impulsar e incorporar la agenda de la agroecología campesina para enfriar el clima planetario.
 
Impulsar una agenda en favor del cambio de modelo agroalimentario con base en los campesinos y campesinas y la agroecología en cada país, de cara a la próxima Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe que se realizará en México en marzo de 2016, con la presencia de los secretarios y secretarias de agricultura de la región y del Director General de la FAO. Nos proponemos realizar un segundo encuentro internacional de economía campesina y agroecología hemisférico previamente a dicha Conferencia.
 
Participar en las actividades de los movimientos sociales antes y durante la próxima 13 Conferencia de la Partes (COP) del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de Naciones Unidas que se realizará en México en diciembre de 2016.
 
Llevar a cabo un día de acción global contra la agricultura corporativa y a favor de la agroecología campesina.
 
Expresamos nuestra más amplia solidaridad con las familias de las víctimas de las desapariciones forzadas, de la tortura, del desplazamiento de sus lugares de origen, del feminicidio en México. Demandamos justicia y presentación con vida de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y esclarecimiento de los crímenes y castigo a los responsables de las masacres de Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán, y la Colonia Narvarte y de todas y todos los periodistas asesinados. Demandamos la inmediata libertad de los líderes de la comunidad Yaqui; así como el cese inmediato de la criminalización de la protesta social. Expresamos nuestro más amplio reconocimiento a todos los pueblos que luchan por la defensa de su territorio, sus recursos naturales, el agua y la vida; a todo el colectivo que defiende nuestro maíz de las semillas transgénicas.
 
A todas las comunidades y las personas que buscan y luchan por el buen vivir las abrazamos con todo el afecto de hermanas y de hermanos y los invitamos a trabajar codo a codo en este hermoso proyecto que es la agroecología campesindia, llave de la esperanza de una nueva tierra para todas y para todos.
 
Movimientos sociales, diálogo de saberes y políticas públicas, Ciudad de México, 31 de agosto, 2 de septiembre 2015.
http://dignidadagropecuaria.org/proclama-del-encuentro-internacional-de-agricultura-campesina-y-agroecologia-en-america/