Continuamos con el ejercicio de análisis de los resultados de las elecciones de autoridades locales del pasado domingo y las perspectivas del movimiento indígena en el Cauca.
En las elecciones a autoridades locales se jugaban tres cosas: la estructura del poder local que ejecutara los recursos y proyectos de la primera fase del posconflicto. En un país como Colombia, con una vida política regional intensa por las características de su territorio y su compleja diversidad social, las redes de poder local van a ser claves en las disputas territoriales que se van a intensificar en los próximos años.
Lo segundo es la manera como se articulan las plataformas regionales de cara a las presidenciales de 2018. El pasado domingo las jefaturas nacionales de los principales partidos políticos movieron sus fichas regionales para posicionar su candidatura presidencial para el 2018 en plena disputa política, que tensiona y amenaza con desgarrar a la Unidad Nacional, que recoge al Partido Liberal, a Cambio Radical y al partido de la U. Con las elecciones del pasado domingo el pulso político entre los tres partidos desarrollo nuevos equilibrios de poder, con un German Vargas Lleras que logró ampliar su influencia en regiones que históricamente han sido decisivas para las elecciones presidenciales como la costa Caribe, Cundinamarca y Bogotá.
No obstante, las alianzas políticas de los tres partidos que posicionaron candidatos a la gobernación dominaron las elecciones regionales, aun cuando la mayoría de esos candidatos provienen del Partido Liberal, un fenómeno que podría obligar a la Unidad Nacional a reciclar sus pactos políticos y evitar una división que pueda favorecer al Centro Democrático. Eso lo muestra que 23 de las 32 gobernaciones hayan quedado en manos del partido Liberal (10), de Cambio Radical (6) y de la U (7), una de firmas que es totalmente de la Unidad Nacional (Cundinamarca), tres que fueron con diversos avales pero con apoyos decisivos de la Unidad Nacional (Boyacá, Guaviare y Quindío). Por su parte, el Partido Conservador ganó una (Risaralda y Tolima), el Centro Democrático (una) y los Verdes (dos porque Amaya jugó con la coalición oficial). Camilo Gonzales Poso, director da le fundación INDEPAZ, amplia el análisis sobre las elecciones regionales.
Es importante anotar, en tercer lugar, que el resultado de estas elecciones obligara a la izquierda y al movimiento popular a redefinir sus estrategias regionales de cara al posconflicto y al fortalecimiento político de una agenda de unidad popular. Un amplio sector de la izquierda apostó por la vía electoral para tratar de posicionar su influencia regional a través de cargos de elección popular que generara apoyos institucionales a muchas de las luchas sociales en el ámbito local, sin embargo el uso táctico de la vía electoral parece haber fracasado en varias regiones del país, incluida Bogotá.
El descalabro en las urnas debe abrir un ciclo de rearticulación del movimiento social y político en perspectiva estratégica, los resultados del pasado domingo demostraron la capacidad de las maquinarias tradicionales para desplazar de los escenarios de representación electoral a la izquierda, que se estancó en sus propias contradicciones. Expresiones como la Liberación de la Madre Tierra, la Cumbre Agraria, las Zonas de Reserva Campesina y los Territorios Agroalimentarios apuntalan una enorme diversidad de luchas sociales que no se están traduciendo en poder electoral para la izquierda, una seña que debería ser leída para librar las principales batallas políticas que trae el posconflicto en el campo de la movilización y las organización social y no solamente en las urnas, un fenómeno que también presenciamos en el Cauca. Gonzales Poso amplía su análisis de los resultados electorales en el Cauca.
Sin duda uno de los fenómenos más interesantes de las pasadas elecciones ocurrió en las principales ciudades del país: en Bogotá, Cali y Medellín fueron elegidos candidatos supuestamente independientes, un viraje que rápidamente ha sido aclamado por los partidos políticos tradicionales y medios masivos de comunicación como la FM, la W, Caracol Radio y Blu Radio, que no han dudado en dar parte de victoria por la derrota de los candidatos de la izquierda.
Sin embargo, las características de los candidatos que ganaron en las principales ciudades del país, donde se concentra el 70% de la población colombiana y se genera el 52% del Producto Interno Bruto, es un síntoma del momento político que vive el país: con un sector dominante anclado al Estado y representado por el santismo muy vinculado a la agroindustria y al sector financiero, que trata de ganarle el pulso político al grupo de oligarcas representado por el uribismo y que, al mismo tiempo, trata de debilitar políticamente al movimiento popular, reprimiendo a los sectores más consecuentes y cooptando a otros tantos.
Que la Unidad Nacional o el uribismo no hayan ganado en Cali o Bogotá es realmente una mala señal para las transformaciones estructurales que requiere el país, pues estos candidatos representan la posibilidad de nuevas articulaciones regionales entre el santismo y el uribismo. En Cali, Maurice Armitage, recibió 11 donaciones que ascendieron a los 450 millones de pesos, de los cuales 240 millones provinieron de la agroindustria cañera y 100 millones del sector industrial[1], es decir, su alcaldía será un candado seguro para la expansión de los intereses de los ingenios en el sur del Valle y el norte del Cauca, que en los últimos días se enfrentaron a la Superintendencia de Industria y Comercio por la multimillonaria multa que esta institución les impuso por prácticas monopólicas, decisión que fue rechazada por el uribismo y por el procurador Ordoñez, que mueve sus fichas para su candidatura presidencia en 2018.
Por estas razones Armitage, que recibió hace un mes el apoyo de Uribe, representa un momento muy delicado de las relaciones políticas de la Unidad Nacional con los principales jefes económicos del suroccidente del país, que incluso protestaron contra Santos por haber avalado la candidatura de Angelino Garzón a la alcaldía de Cali.
En Bogotá la situación es igualmente grave: con la consigna de recuperar a la ciudad para arrebatársela a las administraciones del Polo Democrático y Progresistas, Peñalosa logro posicionar una imagen gerencial, técnica y anti-politica. Nada más lejano de la realidad, el paracaidismo ideológico de Enrique Peñalosa realmente abre una zona gris entre los intereses estratégicos de Cambio Radical y la posibilidad de ampliar la influencia del uribismo en Bogotá y el centro del país. Con estos resultados Bogotá podría convertirse en una bisagra que aproxime los intereses políticos de Vargas Lleras y Uribe, personajes que ya tienen cercanías ideológicas frente al proceso de paz, más aun cuando Cambio Radical ha reciclado políticamente a muchos de los jefes regionales que en la época de Uribe tuvieron vínculos con redes mafiosas y grupos paramilitares.
En perspectiva estratégica el triunfo de Enrique Peñalosa representa la más estruendosa derrota de la izquierda, que pierde su principal fortín electoral de cara al posconflicto a manos de un candidatos que puede permitirle a Vargas Lleras consolidar su posición dentro de la Unidad Nacional y disciplinar al resto de partidos políticos bajo su liderazgo, una victoria que ya ha comenzado a capitalizar con la reunión que se celebró ayer en Casa de Nariño entre German Vargas Lleras, Jorge Rey, gobernador electo de Cundinamarca, y Enrique Peñalosa, que le permite avanzar en la articulación regional de una maquinaria política para avanzar en su proyecto de ciudad y afianzar los apoyos electorales para las presidenciales de 2018.
Tejido de comunicación -Acin
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