Cuando ocurrió la masacre, Manuela vivía en Nueva Venecia con su familia. Los ‘paras’ asesinaron a uno de sus hermanos y junto a su familia tuvo que abandonar la casa y comenzar una nueva vida en Pueblo Viejo. Aunque ha pasado más de una década, aún es muy difícil traer al presente esos recuerdos que tanto dolor causaron.
“Mi esposo, como la mayoría de hombres del pueblo se dedicaba a la pesca. Todo en Nueva Venecia era pesca, pesca, pesca. Muy pocos trabajaban en algo diferente. Ese día en la tarde nos dedicamos a lo de siempre. En la madrugada, todos en la casa empezamos a sentir algo raro, me acuerdo que escuché algunos disparos y hasta le pregunté a mi mamá eso que era. Mi hermano Emidio se levantó porque tenía que irse a trabajar. Se vistió y dijo que iba en la canoa a buscar a su compañero. Nosotras nos quedamos en la casa.
Dicen, que cuando mi hermano llegó a la casa de su amigo, solo alcanzó a recostar la canoa al frente de la casa”. Él trató de huir nadando pero no pudo, le siguieron disparando hasta matarlo.
Después de enterarnos que habían matado a mi hermano y que seguían matando a la gente, nos tocó coger nuestras cosas y salir rápido hacia Sitio Nuevo. Ahí duramos todo ese día con nuestros niños pequeños. No pudimos probar un solo bocado de comida porque no teníamos. Después de ese día llegamos a Pueblo Viejo, prácticamente a comenzar de cero. A mí me tocó empezar a trabajar en la venta del camarón y mi marido seguía trabajando en la pesca. Años después la situación se complicó aún más porque a mi esposo le dio una enfermedad renal, entonces ya no podía trabajar. Desde la llegada de esa enfermedad, me ha tocado buscar la plata para comer y sacar mis hijos adelante.
Menos mal que ahora mis hijos están grandes y tienen su propio hogar, solo me queda mi hija menor que sigue estudiando. Pero la situación sigue siendo complicada porque en este momento ninguno de los dos trabajamos. Por su enfermedad no puede hacer nada y a mí me toca cuidarlo todo el tiempo. Las diálisis hay que hacérselas día de por medio, toca buscar la plata para el transporte y como tal los viáticos. Muchas veces no tenemos esa plata entonces nos toca someternos a lo que la gente quiera ayudarnos. Ha habido veces en que nos queda imposible ir a las terapias y mi marido se hincha horrible, mejor dicho, se enferma peor. Mi esposo dice que ya está cansado, le da pena estar pidiendo todo el tiempo. Nosotros si recibimos algo de dinero por la masacre, pero eso no alcanzó para mucho.
Yo no quiero volver al pueblo porque me da temor, me da nostalgia. Se han muerto más familiares allá, pero la verdad yo no soy capaz de ir y recordar todo eso que nos pasó. No quiero. Por eso, la verdad es que yo todavía no soy capaz de perdonarlos, nos ocasionaron mucho daño sin ser personas malas, no merecíamos vivir todo eso.
Yo tuve las agallas de declarar hasta el 2008 porque nunca ha sido nada fácil recordar lo que ocurrió allá. Hace muy poco oímos decir que fue Jorge 40 pero en ese grupo uno no sabe ni quién es el que dirige”.
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Fuente: http://www.verdadabierta.com/yo-sobrevivi-rutas-del-conflicto/6116-un-recuerdo-que-nunca-se-borra
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