Por eso mejor sigamos hablando de Fernando…” -“Te cuento que el mal genio constituía un atributo de su carácter sobre todo cuando pillaba errores en un escrito. No perdonaba los que se cometían en contra del idioma. Una vez ante uno detectado en la nota de un periodista cuando trabajaba en El Tiempo lanzó una máquina de escribir por la ventana.”

Recordando a Fernando Garavito –

“Si aprisionarte pudiera el verso fantasmas grises cuando pasáis”.  José Asunción Silva

-“¿Quieres tomarte un Whisky?”- Me dijo María Mercedes Carranza al entrar a la casa de Poesía Silva donde era directora con la rapidez como solía hacerlo sacando los pies hacia afuera e introduciéndose en su despacho para hacerme esa propuesta no usual en ella y menos a esa hora de las cinco de la tarde de un día que debió ser lunes porque fuera de los empleados de planta y yo como coordinador de los talleres que todavía no comenzaban, nadie más se encontraba a esa hora.

Armando Orozco

-¿Un Whisky?-“Y hasta dos.”- Me dijo, añadiendo: – “Porque deseo contarte algo.-” Yo me senté en la butaca que estaba frente a su escritorio mientras traían la bebida prometida que no pidió para ella porque sólo deseaba tomarse una aromática caliente y fue entonces cuando comenzó a decir. -“Es el colmo que a uno lo amenacen de muerte y tenga que irse desterrado del país por tener criterios diferentes sobre lo que está ocurriendo.” ¿Pero a qué te refieres María Mercedes?- Pregunté. Pues se te nota más que molesta, angustiada. -“Sí lo estoy porque vengo del aeropuerto donde llevé a Fernando para que se fuera exiliado a los Estados Unidos o si no lo matan puesto que las amenazas fueron muchas.”

Esto expresaba, mientras por mi guagüero reseco bajaba el fino licor ingerido en un dos por tres.-” ¿Quieres otro?”- Me preguntó. –Bueno. Le contesté y añadí – Con esta noticia la tarde se pone como para muchos más.- “Sí, lo llevé.- Dijo apesadumbrada.-  O si no lo asesinaran los sicarios como vienen haciéndolo contra todos los que se oponen a sus designios. -¿Pero que hizo el maestro Garavito para merecer esto? -Le pregunté con cierta parsimonia al hablar como alguien que ya estaba tocado por el alcohol.-“Te parece poco haber escrito y publicado “El señor de las sombras”.- ¿Es qué todavía no lo has leído?”- No, dije- Ya no se consigue. Si, recalqué. Lo recogieron de las librerías y las calles pero alguien que lo tiene fotocopiado prometió prestármelo. -“Espero que lo leas pronto y entiendas el por qué de la gravedad de las amenazas contra Fernando.”

Mientras se daba  este inusual conversación en su oficina que había comenzado muy puntual a las “garcialorquianas” cinco de la tarde, aparecían por entre la punta de la iglesia de Monserrate que se observaba por encima del tejado de la casa decimonónica la llegaba del Nadir que anunciaba el arribo de otra noche lúgubre y fría pero que esta vez se presentaba sin la permanente e insoportable llovizna bogotana de siempre. De pronto resentida se preguntó: “¿Y ahora qué va a pasar con Fernando que ya tiene sesenta años y carece de pensión?”- Él es muy capaz- añadí.- Seguramente pronto encontrará empleo  como periodista o docente porque es un gran profesional y también puede trabajar como investigador de ONG  encargadas de denunciar la  violación de los Derechos Humanos en Colombia. Todos conocemos la calidad de su trabajo. -“Si, respondió.-“Yo lo conozco muy bien porque viví siete años con él y es el padre de mi hija Melibea. Reconozco sus cualidades, capacidades, rigor y dedicación en todas las cosas que emprende y cuando se le mete una idea en la cabeza no hay quien se la saque ni quien lo pare en su intento por realizarla así le cueste la vida.”

 

 

A todas estas y ya con el efecto de los whiskys en mi cabeza, comencé a emitir mis elucubraciones acerca de lo que yo creía iba a ser el futuro colombiano, diciéndole que creía que las guerrillas terminarían siendo las guarda bosques de los gringos en la Amazonía. ¿Cómo dices que no te entiendo? Detuvo malgeniada mi arenga y añadí que creía estaba naciendo en ese momento un nuevo país dentro del país y que se llamaría “Caquetania” como ocurrió a comienzos del siglo veinte con la invención de Panamá  porque los gringos que son muy buenos negociadores y comerciantes ante el fracaso del gobierno para acabar con la insurgencia terminarán proponiéndoles que pidan lo que deseen, como viviendas, carreteras, hospitales, puestos de salud, agroindustrias, escuelas y hasta universidades  y los dejen actuar libremente en esa región tan importante geográficamente donde ubicarían sus bases dotadas con las últimas tecnologías de punta, puesto que con urgencia necesitan moverse en ese vasto territorio sin contratiempos por constituir una salida importante al Pacífico.

-“A usted mijito ya le cogieron los tragos.”- Dijo cuando terminé mi alucinada perorata. –“Porque creo que eso que está diciendo pertenece más a su imaginación que a la realidad. Por eso mejor sigamos hablando de Fernando…” -“Te cuento que el mal genio constituía un atributo de su carácter sobre todo cuando pillaba errores en un escrito. No perdonaba los que se cometían en contra del idioma. Una vez ante uno detectado en la nota de un periodista cuando trabajaba en El Tiempo lanzó una máquina de escribir por la ventana.”

– Eso me recuerda, dije y ya casi tronado, a una propaganda de televisión donde un jefe que cambia los muebles viejos de su oficina también arroja por el balcón con ellos a su cucha secretaria. Claro, al poco tiempo las organizaciones feministas protestaron y la misógina propaganda salió del aire.- “Ahora falta, dijo, que Fernando tire a un gringo por una ventana de uno de los rascacielos de allá.  Él no perdona los errores que se cometen contra la lengua la cual domina, siendo muy cuidadoso y preciso en su uso en cuando al hablar o escribir. Es por eso que al trabajar con él se requiere de mucho cuidado ya que no hay cosa que lo enfurezca más que una palabra mal empleada. “Las palabras deben nombrar lo que designan con precisión”, recalcaba siempre.”

“Existen también múltiples anécdotas alrededor de su paso por  revistas y periódicos donde ocupó todos los cargos. Como aquella  cuando se subió sobre su escritorio y gritó como un desesperado porque se fue la luz en el momento de terminar una extensa entrevista que le hacía a un importante personaje y que él no guardó a tiempo en la memoria del computador. Cuentan que en otra ocasión se arrastró por el piso de su oficina indicando que “arroyo con ye” era ese pequeño caudal de agua que corre en el campo y no el que había puesto con “elle” en la cuartilla. Creo que esto ocurrió en el periódico La Prensa. Era muy exigente y como editor siempre deseando que sus publicaciones salieran impecables.”

Yo también supe, dije, del conocimiento que tenía en literatura sobre los clásicos españoles del Siglo de Oro cuando dictó un Taller de Poesía aquí en la Silva, que yo coordiné. Se sabía de memoria a sus principales poetas como Garcilaso, Lope de Vega, Góngora, Quevedo y sobre todo a San Juan del Cruz, a quien recitaba llevando los compases de sus versos con los brazos  en alto moviéndolos como si dirigiera una orquesta invisible. Luego a sus discípulos los conducía al patio principal donde proseguía con su recitación en alta voz, saliéndosele a relucir su gusto por el tema de la muerte tan presente en Quevedo, pues creo que tenía gran predilección por este poeta. Antes de comenzar su Taller de Poesía dedicaba unos minutos a hablar de su paso por Lisboa y de la poesía de su tocayo Fernando Pessoa, el Poeta Nacional de Portugal y  también del Fado, la música tradicional portuguesa. Se le notaba en cada sílaba el amor por la ciudad que conoció cuando allá ejerció como diplomático. Fue en aquellos días que escribí un poema titulado “Fado” que afortunadamente fue de su agrado porque si no con toda seguridad me arroja a la fuente del patio.

¿Bueno, le pregunté. ¿Y a propósito de su seudónimo cómo se le ocurrió? – ¿Por qué escogió el nombre del bicho volador? – “Fue por los Muiscas o Moscas, dijo. Pues se sentía descendiente de ellos y Juan por el conocido “Juan Pueblo” como personaje de sus escritos y denuncias periodísticas las que determinaron en últimas su exilio que  ojalá no lo conduzca a la muerte como suele ocurrir porque como dicen “La mafia no perdona.”

¿Pero  por qué titulaste tus últimos poemas sobre las poblaciones donde han ocurrido las masacres como: “El país de las moscas?”- ¿Tiene que ver  con su Mosca?- “Sí porque él le daba a su seudónimo también esa connotación ya que siempre estaba revoloteando por entre las palabras buscándoles el mal olor de los gazapos y tratando de alcanzar todo tipo de erratas y porquerías idiomáticas para de inmediato enmendarlos o eliminarlos.- “Yo le puse a mi libro ese título puesto que se trata del revolotear de las moscas por todo el país sembrado de fosas comunes donde yacen sepultadas innumerables personas asesinadas por los paramilitares.

Pero no hay que olvidar que también existen hermosos poemas alusivos a ellas como “Las moscas” de  Antonio Machado que tú debes conocer.”- Por supuesto, María Mercedes, respondí. -Lo conozco y hasta me sé de memoria pedazos de él, como de este tuyo que tengo copiado en esta libreta que no habla de moscas sino de fantasmas:-“Si nombro a mis fantasmas/tal vez pueda engañar a mi enemigo…” y que titulaste: “No vivo en un jardín de rosas”. -“Sí, Armando, dijo. Cuando pienso en la violencia y en el deterioro que sufrimos, así como de todas las cosas adversas que soportamos por esta causa desde hace muchos años junto a la indolencia y vista gorda de la gente frente a los genocidios y las persecuciones como la de Fernando me dan ganas de suicidarme.”

Al oírle decir esto y ya con una serpiente de ronquera trepando por mis cuerdas bucales a causa de los tragos, le advertí que eso no se me hacía raro porque los poetas nos suicidábamos todos los días. Frase que le gusto mucho mientras terminaba muy despacito de tomarse su cálida agua aromática amenizada con diferentes clases de frutas dizque para aliviar los nervios.

Cuando nos despedimos casi sobre las siete de la noche habiendo dialogado más de una hora y media sobre Fernando Garavito y otros tópicos, se quedó en silencio mirando la nada de un cielo que se oscurecía de pronto como otro Nocturno de Silva, cayendo sobre  La Candelaria donde desde los cerros llegaban a esa hora para quedarse los fantasmas del exilio.

Para Melibea Garavito Carranza. Bogotá, octubre 2010.

http://www.theprisma.co.uk/es/2010/12/12/el-exilio-de-los-fantasmas/