El zar antidroga de Estados Unidos, Karl Kerlikowske, estuvo de visita. Sirvió para evaluar una década del Plan Colombia que tanto él como las autoridades colombianas catalogan como exitoso. Es una ley estadounidense, Alliance Act, S1758 de 1999, en tanto en Colombia ninguna entidad legal y ni una mínima participación ciudadana lo validaron.
Mientras el Tío Sam gastó siete mil trescientos millones de dólares, manejados en gran medida por sus propias agencias para sus propios contratistas, como J.J. Rendón en el área de comunicaciones, a Colombia le ha costado más de 55 mil millones de dólares, financiados mayormente con créditos.
Las declaraciones oficiales no coinciden con las cifras. Algunas las había adelantado Washington en un informe de 2008 cuando Jo Biden dirigió el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. “Progresos en seguridad e incumplimiento de las metas respecto al narcotráfico”, fue la síntesis. Colombia triplicó, como porcentaje del PIB, el gasto en seguridad y defensa, multiplicó por dos (y ahora más) el pie de fuerza y redujo, mas no extinguió, la capacidad de la guerrilla y de los bandas paramilitares criminales. A contramano, el objetivo de reducir en un 50% el narcotráfico en seis años no se vino a consolidar sino hasta 2010.
Y, si bien en esos campos el Plan tiene resultados mixtos, en materia social, uno de sus publicitados propósitos, fracasó. La mitad de los colombianos es pobre, uno de cada cinco es indigente, el 60% de la fuerza laboral es informal y el país está entre los cinco más desiguales del mundo. Los resultados ambientales con la aspersión aérea de glifosato sobre más de un millón de hectáreas son tan dañinos como los presentados en derechos humanos con más de 2.100 eventuales casos de víctimas civiles asesinadas por miembros de la fuerza pública.
Las diferencias metodológicas entre las mediciones que hacen las instancias de justicia gubernamentales de Estados Unidos y UNDOC (organismo antidroga de ONU) no permiten concluir que en la década disminuyó la cocaína que los países andinos envían al Norte. Es más, tomando el menor estimativo, la reducción no supera el 20%. El hecho notorio es que, mientras disminuyen las áreas en Colombia, crecen en Perú. Es el desplazamiento de los cultivos, “el efecto globo”, entre y dentro de los países.
Hay casi unanimidad en que el Plan es estrategia agotada no sólo para cubrir sus motivaciones formales, como “lucha contra el narcotráfico” y demás crímenes afines, sino en el “encauzamiento” de la economía, la que recomendó el segundo capítulo del Plan, en el ahondamiento del neoliberalismo, incluidos los acuerdos con el FMI y el libre comercio, cuyos lesivos impactos sobre la mayoría de la población saltan a la vista.
http://www.moir.org.co/Una-decada-de-Plan-Colombia.html
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