Binyam Mohamed, un residente británico seguidor del Islam, fue liberado de la cárcel de Guantánamo un 23 de febrero de 2009. Pasó cuatro años recluido y solo fue dejado en libertad tras protagonizar una dramática huelga de hambre, la misma que forzó un acuerdo humanitario entre el Gobierno británico y el estadounidense.

Mohamed fue detenido en 2002 en Pakistán y, según denunció, fue trasladado por la CIA desde EE.UU a una cárcel de Marruecos, donde pasó 18 meses y padeció diversas sesiones de tortura antes de ser trasladado hasta la prisión naval del Caribe. El joven llegó al Reino Unido en 1994 como refugiado y trabajó como conserje en Londres hasta el 2001, cuando viajó a Pakistán por motivos familiares. Dicho viaje sería el inicio de una pesadilla que jamás imaginó, confesaría más tarde.

Estados Unidos había acusado a Mohamed de participar en un complot terrorista para detonar una “bomba sucia” en su suelo. “Testigos secretos” y una confesión obtenida bajo tortura constituían las “pruebas” de los servicios de inteligencia en su contra. La presión internacional y sobre todo su disposición absoluta de morir de hambre antes que seguir “enterrado vivo”, obraron el milagro. En 2009, tras siete años de persecución y cuatro de encierro en Guantánamo, Mohamed fue finalmente dejado en libertad y sin cargos.

Norberto Parra Leiva es probable que jamás haya oído hablar de Binyam Mohamed. Pero sin saberlo, conoce su historia como pocos. Parra Leiva, campesino mapuche de la zona del lago Lleu-Lleu, fue detenido junto a dos de sus hermanos en abril de 2009, ello tras un violento allanamiento realizado por la PDI y Carabineros a tres comunidades del sector de Puerto Choque, provincia de Arauco. Incomunicado durante varios días, Norberto fue sometido a proceso por su presunta participación en una “emboscada” que en octubre de 2008 afectó en la zona a la comitiva del Fiscal Adjunto del Ministerio Público, Mario Elgueta.

Parra, junto a sus hermanos y otros 10 campesinos mapuches del sector, fueron formalizados por Ley Antiterrorista bajo cargos de “homicidio frustrado” en contra del fiscal y “lesiones graves” a personal de la PDI. Más tarde se les sumarían cargos por “asociación ilícita para el robo y hurto de madera” y “robo con intimidación”, arriesgando más de 50 años de cárcel. Al igual que en el caso de Mohamed, “testigos secretos” constituyeron la principal “prueba” inculpatoria de los perseguidores de Norberto. Tras casi dos años en “prisión preventiva”, una dramática huelga de hambre para que el gobierno retirase la Ley Antiterrorista y tres meses de juicio oral, Norberto fue absuelto de todos los cargos y dejado en libertad. Lo mismo sus dos hermanos y la mayoría de sus compañeros de ayuno y de encierro.

“Absueltos”, rezaba el veredicto leído en el Tribunal de Cañete el pasado 22 de febrero. Sin embargo, hubo cuatro imputados que no corrieron la misma suerte, resultando al final del día condenados por “atentado a la autoridad” y otros delitos. Según denunciaron familiares, nada de ello hubiera sucedido de no ser por los “testigos secretos” y “confesiones” obtenidas bajo tortura. El próximo 22 de marzo se conocerá su sentencia. Todos son miembros de la Coordinadora Arauco-Malleco. Y arriesgan, por lo bajo, 15 años en prisión.

Tres meses después de la liberación de Binyam Mohamed, un fallo del Tribunal de Apelación del Reino Unido sancionó que los testimonios “secretos” y las confesiones “bajo coacción” utilizados contra él y otros cinco ciudadanos británicos recluidos por “terrorismo” en Guantánamo, “violaban el derecho a un juicio justo”. A la fecha, ningún alto tribunal chileno se ha pronunciado respecto de similares métodos aplicados al conflicto chileno-mapuche en el sur. Al menos no en tan categóricos términos. Sirva de consuelo que son los propios abogados de la Defensoría Penal Pública quienes comienzan a poner de a poco los puntos sobre las íes.

“Nos preocupan aquellos que fueron condenados porque se utilizó la confesión de uno de ellos obtenida claramente con infracción a garantías mínimas. Él denunció torturas, existían antecedentes médicos de éstas y eso jamás fue objeto de una investigación imparcial”, subrayó el Defensor Regional, Georgy Schubert, tras culminar el emblemático juicio oral. “La institución de los ‘testigos sin rostro’ genera una situación de indefensión súper evidente, de desigualdad de armas compleja y que atenta contra los principios fundamentales de nuestro Estado de Derecho. Alguien te acusa pero no sabes quién es, si está involucrado o si tiene algún otro interés. Es imposible defenderse de ellos, estás a ciegas y eso es una desigualdad que yo estimo no debiera darse”, disparó por su parte Paula Vial, primera mujer en ocupar el cargo de Defensora Nacional.

“Es por los testigos secretos que estuve encarcelado y es por los testigos secretos que nuestros peñis (hermanos) quedan presos”, denunció Norberto Parra tras recuperar su libertad en Cañete. “Estuve casi dos años preso siendo un montaje que nos hicieron. ¡Ocho cargos me habían puesto!… Pero salgo contento, siempre que uno no hace nada sale con la frente en alto, dando la cara, como estoy saliendo yo ahora”, agregó y visiblemente emocionado ante los medios. “Al recuperar mi libertad estoy determinado a que ninguno de los que siguen en detención, ni sus torturadores, sean olvidados. He pesado por una experiencia que nunca imaginé que viviría. Quisiera poder decir que todo ha terminado, pero no es así. Quedan todavía presos sin acceso a un juicio justo y sin posibilidad de estar con sus familias. Estoy agradecido de que finalmente no me abandonaran simplemente a mi suerte. Estoy agradecido de mis abogados y de la gente que trabajó por mi liberación. No pido venganza, sólo que se conozca la verdad, para que en futuro nadie tenga que sufrir lo que yo he sufrido”.

Lo anterior no lo dijo Norberto. Son palabras de Binyam Mohamed, el día aquel de su regreso a Londres.

Por Pedro CAYUQUEO

* Publicado originalmente en The Clinic, Edición del 3 de Marzo de 2011 / www.theclinic.cl

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