Consecuente con la ambición y capacidad para distorsionar la realidad que desde un principio mostrara al intentar crear una mina de oro a cielo abierto en el páramo de Santurbán, argumentando desarrollo para la región y respeto por el medio ambiente, Greystar ha decidido maquillar su rostro y sus intenciones con un cambio de nómina y de nombre que aspira pueda servirle para atrapar incautos. Pero el cambio ―así lo entienden quienes han venido conociendo la noticia― es tan sólo cosmético;

detrás del maquillaje alcanzan a verse las facciones, propósitos y métodos de la transnacional que a cambio de 9 millones de onzas de oro estaba dispuesta a dejar sin agua el área metropolitana de Bucaramanga.

No obstante, ser una ardid de poca monta, sirve señalarlo para desmontar las falacias que lo constituyen y alertar a la ciudadanía en cuanto al hecho de que la lucha por la defensa del agua, el medio ambiente y el real desarrollo no ha concluido.

Durante los últimos meses, tras serle negada la licencia ambiental global debido a la presión de la ciudadanía, Greystar emprendió el proceso de reemplazar la mayoría de su personal extranjero por funcionarios colombianos, la “nueva empresa” en cabeza del señor Rafael Nieto Loaiza, un reconocido neoliberal, decidió ―para estar más a tono con su nueva composición― cambiar el nombre poco ingenioso de Greystar (estrella gris) por el también poco ingenioso, pero amañado Eco Oro Minerals Corp, que significa empresa colombiana de oro con el matiz ambiental que la sigla incorpora.

Dice Nieto: “esta es una empresa que mira, que siente y que respira colombiano” a lo que hay que responder que hace falta algo más que unos cuantos individuos con cédula colombiana y corazón de transnacional para que esa afirmación no sea un insulto a la inteligencia de las personas medianamente informadas, ya que la empresa seguirá cotizando en la bolsa de Toronto y sus accionistas seguirán siendo grandes grupos financieros entre ellos el International Finance Corporation del Banco Mundial cuyo interés no es otro que extraer el oro de la región al menor precio con los costos sociales y medioambientales que eso pueda tener para irse dejando allí nada diferente a lo que deja a su paso la minería transnacional: pobreza, desempleo y desolación.

Tras el cambio de nombre y nómina efectuado por Greystar pocas cosas han cambiado realmente, la empresa presentará un nuevo proyecto de explotación subterránea que no excluye el daño medioambiental, ni el deterioro de las fuentes hídricas debido a la fragilidad del ecosistema a intervenir. Los ganadores siguen siendo los mismos: unos cuantos grupos financieros e intereses foráneos y los perdedores siguen siendo los mismos: los municipios que en vano creen las promesas de empleo y desarrollo; Bucaramanga, cuya agua sigue en riesgo; Santander que verá como las empresas saquean su territorio a cambio de poco o nada en regalías y Colombia que una vez más tendrá que conformarse con los negocios de mula y jinete firmados por sus gobiernos.

El caso de Greystar ―ahora Eco Oro― es sólo un ejemplo de que las mineras (son siete, las transnacionales) no descasarán hasta llevarse el último gramo de oro que pueda haber en Santurbán, por ello no sorprende que en el último periodo abunden los eventos programados a favor de la megamineria “sostenible”.

Es para impedir este saqueo que los habitantes del Gran Santander acudirán a las urnas el 30 de Octubre votando “Sí” a la Consulta del Agua convocada por ambas gobernaciones a expensas del Comité por la Defensa del Páramo de Santurbán.

 

 

Moir