Comparto este comentario a "¿Cómo enfrentarnos a la sexta extinción masiva?", texto de Leonardo Boff que tal vez hayan leído ya. En lo esencial y de manera muy general dice, como siempre, verdades sólidas y convoca a la conciencia que se requiere para defender la vida. Señala, de alguna manera, cómo es este sistema de la codicia y la acumulación el que genera el riesgo inminente de extinción masiva, o, mejor sería decirlo, la extinción masiva en curso ahora.
Los datos son irrevocables. Pero señalo una contradicción que debilita el texto y confunde: "nuestra civilización". En un "sentido amplio", lo es. Porque en tanto especie (humanos), vistos desde la naturaleza y lo que viene siendo destruido, somos nosotros en general y "nuestra civilización" humana, los causantes de la destrucción. Pero Boff no le habla a la Naturaleza. No escribe a los árboles y a la vida. No son ellas y ellos las y los interlocutores. Es la gente. Las sociedades, los pueblos y entre estas y estos, quienes lo leen o quienes están involucrados, son responsables y afectados por lo que señala. En este sentido considero que es equivocado y contra producente seguir hablando de la humanidad en términos generales y menos de "nuestra civilización", cuando se hace referencia a las sociedades humanas en un contexto particular y frente a un desafío que amenaza con destruirnos y destruir la vida.
Es un sistema; un régimen global, un proceso perpetuo de colonización y conquista al que hace referencia con el ambiguo concepto de "nuestra civilización". Por ello, nombrar ese sistema-mundo de esta manera, encubre, distribuye equivocadamente las cargas y responsabilidades y dificulta ver el problema para afrontarlo. Un régimen y un orden criminal se apropiaron del planeta todo y su historia consiste en Explorar, Explotar, Excluir y Exterminar. Ese proceso, controlado por unos pocos para su beneficio, institucionalizado, excluyente, poderoso y global es el causante directo de la extinción en curso. Es decir, que no solo tiene estructuras y procesos identificables, sino que, aún mas, tiene nombres propios, en ámbitos concretos. Hoy en día como antes, lo encabezan élites transnacionales desde Citigroup o Rockefeller, desde Coca-Cola y Pepsi, hasta General Electric, Lockheed y los demás diseñadores y ejecutores de las fábricas de muerte y terror que acumulan con estos procesos, así como también de las fábricas de mentiras y propaganda tanto en la academia, como en los discursos oficiales y en los medios, cuyo propósito es generar consenso y, precisamente, esa apropiación colectiva que hace que lo de ellos se presente y asuma como nuestro. La banca transnacional y sus aplaudidas figuras como Greenspan y la Escuela de Chicago y sus antecesores y herederos. Pero también, la lógica mercantil, de acumulación. La fabricación razonable del "hombre económico" y de su consecuente y coherente patriarcado machista global que impone la eliminación de la Madre Tierra y de las Mujeres en sus cualidades y capacidades de generarse a sí mismas y a la vida, de curarse y sanarse y de reproducirse, reproduciéndonos. Bien es sabido que el Capital y la Modernidad no surgieron solamente a partir de la "Acumulación Primitiva" que despojó a la mayoría de la gente de los medios de producción e impuso el valor de cambio sobre el valor de uso para avanzar en su utopía enferma que consiste en convertir todo en mercancía. Todo, aún la gente, la naturaleza y el medio de intercambio (dinero). Ese proceso de sacralizar la codicia para convertir la vida en mercancía y la mercancía en desecho y basura. Esa transformación en masa de la vida: naturaleza y trabajo, en explotación y desecho, requería del sometimiento total y absoluto de Naturaleza y mujeres al patriarcado al servicio de la acumulación. De allí que Economía en este orden de unos pocos que nos domina y del que surge el proceso de extinción, excluye el trabajo de generar y regenerar la vida, o, peor, lo invisibiliza y lo somete al falsamente enaltecido trabajo de producir mercancías para acumular ganancias.
Capitalismo. Modernidad, Patriarcado: Sistema Mundo que excluye, confunde, somete y extermina, en un curso inefable hacia el fascismo estructural que le es indispensable y que genera la destrucción de la vida que niega, en tanto le permite acumular obteniendo ventajas comparativas de los precios crecientes de la muerte y de los recursos y bienes comunes en su proceso de extinción; así como de los metales como el oro, en su función de reserva de ganancias a costa de territorios, cordilleras, fuentes de agua y de la vida toda que allí pervive.
No es "nuestra civilización" la que genera la extinción de la vida. Ni es "nuestra civilización" la que hace que el gran capital transnacional haya entendido que sobra gente y sobra capital frente a la escasez de naturaleza. No somos nosotras ni nosotros los que necesitamos apropiarnos rápido de lo poco que va quedando. Es a ellos a quienes les sobramos. Son ellos los que no nos necesitan y requieren de acabar de someternos, eliminarnos en masa y ponernos a pensar que su mundo y sus modos son los únicos y resultan inevitables y necesarios. Son sus engaños los que nos imponen sacrificios para salvar su economía como si fuera nuestra. La hora de matarnos y destruirnos de modo que puedan quedarse con lo que queda y eliminar excedentes, hace parte de la Historia de ellos, que dispone de todas y de todo, según las leyes de la acumulación insaciable, pero también, según las ciencias, las religiones, las filosofías y las técnicas que les tienen como sujetos, mientras quienes no somos ellos, somos objetos para su uso y abuso. El fascismo del genocidio a través de diversos métodos, asoma sus garras en todo el planeta y promete muerte y destrucción a escala masiva con pretextos diversos, según los cálculos y proyecciones de quienes se han sabido dueños de todo para alimentar sus privilegios y apetitos insaciables contando con nuestra sumisión. Es la civilización de ellos, la de la barbarie que nos señala como bárbaros y primitivos si los cuestionamos, la que garantiza un presente y un futuro de muerte y de miseria para los humanos y para la vida toda.
Con esto a la vista, vale la pena volver a leer al maestro y compañero Leonardo Boff. Hermano de la vida y de la justicia. La amenaza de extinción a la que nos someten en este sistema-mundo sus beneficiarios y su manera de resolver sus crisis, nos reclaman otro ser humano. Otras sociedades, otros pueblos, capaces de reconocerlos, de diferenciarnos frente a ellos y su proyecto, de resistirlos, de irnos creando y construyendo de otro modo en la lucha por la vida y por la libertad. Otras relaciones entre nosotras y nosotros y con la Madre Tierra. Hacernos a imagen y semejanza de la consciencia que supera la civilización que ellos nos han impuesto como nuestra y que encubre con sus avances, sus desmedidos despropósitos y calamidades. Para poder vivir y que esto sea con la vida toda, tenemos que saber que esa civilización no es la nuestra y que la(s) nuestra(s), reclama(n) de hacerse realidad desde la resistencia y la creatividad, a partir del torrente negado de nuestra historia-otra cuyo legado de memoria y experiencia, resulta indispensable para detener la extinción masiva y hacernos libres en nuestras múltiples voces y formas de ser.
Manuel Rozental para Pueblos en Camino
¿Cómo enfrentarnos a la sexta extinción masiva?
Necesitamos abandonar el paradigma de dominación que refuerza la extinción masiva y vivir el del cuidado y el respeto, que preserva y prolonga la vida. Sólo así hay esperanza de salvar nuestra civilización y de permitir la continuidad de nuestro planeta vivo.
Ya nos hemos referido anteriormente al hecho de que el ser humano, en los últimos tiempos, ha inaugurado una nueva era geológica –el antropoceno–, era en la que él aparece como la gran amenaza para la biosfera y el eventual exterminador de su propia civilización. Desde hace mucho tiempo biólogos y cosmólogos están advirtiendo a la humanidad de que el nivel de nuestra intervención agresiva en los procesos naturales está acelerando enormemente la sexta extinción en masa de especies de seres vivos. Está en curso desde hace algunos miles de años. Estas extinciones pertenecen misteriosamente al proceso cosmogénico de la Tierra. En los últimos 540 millones de años la Tierra conoció cinco grandes extinciones en masa, prácticamente una cada cien millones de años, que exterminaron gran parte de la vida en el mar y la tierra. La última ocurrió hace 65 millones de años cuando fueron aniquilados, entre otros, los dinosaurios.
Hasta ahora todas las extinciones fueron ocasionadas por las fuerzas del propio universo y de la Tierra, como por ejemplo la caída de meteoros rasantes o por convulsiones climáticas. La sexta está siendo acelerada por el ser humano. Sin su presencia, desaparecía una especie cada cinco años.
Ahora, a causa de nuestra agresividad industrialista y consumista, multiplicamos cien mil veces la extinción, nos dice el cosmólogo Brian Swimme en una entrevista reciente al EnlightenNext Magazin, nº 19. Los datos son estremecedores: Paul Ehrlich, profesor de ecología en Standford calcula que son exterminadas 250.000 especies por año, mientras que Edward O. Wilson, de Harvard, da números más bajos, entre 27.000 y 100.000 especies por año (R. Barbault, Ecologia geral, 2011, p. 318).
El ecólogo E. Goldsmith de la Universidad de Georgia afirma que la humanidad, al volver el mundo cada vez más empobrecido, degradado y menos capaz de sustentar la vida, ha revertido el proceso evolutivo en 3 millones de años. Lo peor de todo es que ni nos damos cuenta de esta práctica devastadora ni estamos preparados para evaluar lo que significa una extinción en masa. Significa sencillamente la destrucción de las bases ecológicas de la vida en la Tierra y la eventual interrupción de nuestro ensayo civilizatorio y quizá hasta de nuestra propia especie. Thomas Berry, el padre de la ecología americana, escribió: «nuestras tradiciones éticas saben cómo manejar el suicidio, el homicidio e incluso el genocidio, pero no saben qué hacer con el biocidio y el geocidio» (Our Way into the Future, 1990, p. 104).
¿Podemos desacelerar la sexta extinción en masa ya que somos sus principales causantes? Podemos y debemos. Una buena señal es que estamos despertando la conciencia de nuestros orígenes, hace 13,7 miles de millones de años, y de nuestra responsabilidad por el futuro de la vida. Es el universo quien suscita todo eso en nosotros porque está a favor nuestro y no contra nosotros. Pero pide nuestra cooperación ya que somos los mayores causantes de tantos daños. El momento de despertar es ahora, mientras hay tiempo.
Lo primero que hay que hacer es renovar el pacto natural entre Tierra y humanidad. La Tierra nos da todo lo que necesitamos. En el pacto, nuestra retribución debe ser de cuidado y respeto para con los límites de la Tierra. Pero, ingratos, le devolvemos machetazos, bombas y prácticas ecocidas y biocidas.
Lo segundo es reforzar la reciprocidad o la mutualidad: buscar aquella relación mediante la cual entramos en sintonía con los dinamismos de los ecosistemas, usándolos racionalmente, devolviéndoles la vitalidad y garantizándoles sostenibilidad. Para eso necesitamos reinventarnos como especie que se preocupa de las demás especies y aprender a convivir con toda la comunidad de vida. Debemos ser más cooperativos que competitivos, tener más cuidado que voluntad de someter, y reconocer y respetar el valor intrínseco de cada ser.
Lo tercero es vivir la compasión no sólo entre los humanos sino con todos los seres, compasión como forma de amor y cuidado. A partir de ahora ellos dependen de nosotros, si van a poder seguir viviendo o si estarán condenados a desaparecer. Necesitamos abandonar el paradigma de dominación que refuerza la extinción masiva y vivir el del cuidado y el respeto, que preserva y prolonga la vida. En medio del antropoceno, urge inaugurar la era ecozoica que coloca lo ecológico en el centro. Sólo así hay esperanza de salvar nuestra civilización y de permitir la continuidad de nuestro planeta vivo.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
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