En el segundo encuentro de mayores que se realizó el día 21 de noviembre del año 2012, en la Sede Educativa de la Vereda Carpintero del Resguardo de Huellas, municipio de Caloto – Cauca. Durante este encuentro recordamos la violencia que vivió el pueblo indígena en el año 1492, conocido como el descubrimiento de América por la historia oficial. Recordamos la invasión, el saqueo, la destrucción, el genocidio. Una catástrofe y un cambio definitivo para nuestros pueblos.
Los docentes de la institución educativa tuvieron la iniciativa de realizar este encuentro en cumplimiento con los mandatos de los congresos zonales y de las asambleas locales, donde se contó con la participación de los estudiantes de 1º a 5º grado, también con la representante pedagógica del cabildo indígena de huellas Caloto y de la comunidad.
Los mayores abrieron el encuentro compartiendo relatos de la violencia que vivieron en los años sesenta, donde las colonias o invasores del territorio comenzaron a entrar a las comunidades con los “pájaros” o los “chusmas”, que eran grupos armados que trabajaban a favor de los terratenientes, hacendados. Los mayores contaron que muchos de ellos fueron desplazados en esta época, porque estos grupos armados respondían a la guerra de colores políticos. La persecución hizo que varios mayores llegaran hasta estos lares, sacándolos de sus tierras natales.
Uno de los mayores comentó que llego a la hacienda El Carpintero en esa época de violencia, fue desplazado del corregimiento de Tacueyó, vereda Santo Domingo del Municipio de Toribio, perseguido por los “pájaros”. El terror por los asesinatos obligó a la gente a vender baratas sus casas y sus fincas, los grupos armados que amenazaban a la gente eran los mismos que compraban las propiedades ya desvalorizadas. Muchos de nuestros padres tuvieron que dejar sus tierras, sus casas, sus cultivos, por salvar sus vidas se fueron a vivir de posada o de terrajeros, en las haciendas que los acogieran, luego de tener una vida construida.
Por otra parte, una mayora contó que en esos tiempos, se cultivaba la yuca, el maíz, la arracacha, el guineo castilla, el frijol, el café, entre otros. En lotes pequeños pero la producción era harta. Estos productos se sacaban a vender a la ciudad de Santander de Quilichao, “para transportarlos, tocaba en bestia o al hombro y nos tocaba desplazarnos a pie hasta El Palo, porque en esa época no había carretera”.
La mayora también contó cómo en sus épocas tenían más autonomía en su alimentación. “Los productos que se compraban, era la sal y el azúcar. En cuestión de la carne no hacía falta porque se tenía en la casa las gallinas, los cerdos, los ovejos, los curíes, ganados, etc. En la finca teníamos muchos animales, para identificarlos se marcaban con un pequeño corte en las orejas o se hacía un pequeño agujero. Contar con esa diversidad de cultivos propios significa que no sólo representaba un ahorro por no tener que consumir productos externos, sino la capacidad de decidir por una opción digna y saludable.
Los mayores también nos contaron sobre la educación. Dicen que estudiar en ese tiempo era muy duro porque el trato era muy riguroso y siempre había castigos. Si no se hacían las tareas les pegaban con fuete, reglazos y los hacían arrodillar sobre granos de maíz en el suelo. No se permitía hablar el idioma nasayuwe, mucho menos permitían hablar de cabildos o actividades como indígenas.
En cuanto al vestuario, era con dos mudas de ropa, en caso de las mujeres era en falda y el cabello trenzado y descalzo, y los hombres tenían que ir bien peluqueados y también descalzos. Y a uno lo colocaban estudiar cuando tenía 15 o 16 años, antes no se conocía que era el juego de niñez, o tal vez era distinto a como hoy se lo conoce. Pero todo era trabajo, las mujeres tejiendo mochilas y los hombres trabajando en la finca con el papá.
Otro mayor dio a conocer que en ese tiempo no había tantas enfermedades como ahora. Sí se daba el sarampión, toz ferina. Pero todo se podía atender y curar con las plantas que conocían los Thé Wala y se encontraban en el bosque de la región.
Nos contaron con nostalgia que ahora ya no se tiene en cuenta el conocimiento ancestral para las siembras. Todo cultivo que se realizada, se hacía con base en las fases de la luna, ya sea para sembrar plátano, yuca, café. La luna menguante se tenía en cuenta para semilla o para el comercio, si era para el comercio era para que saliera con buen peso el producto, si era para semilla, era para que no se dañara.
También tenía todo un proceso ritual la conformación de las familias. Cuentan que la familia de un varón buscaba una niña en otra familia y les pedían encargarla para su hijo. Los padres veían por el futuro de su familia. Encargaban a las mujeres desde que estaban en el vientre y se llevaba un proceso de ritualidad con el Thé Wala, y la orientación de los hijos era siempre en el trabajo con su papá, mamá, abuelo y abuela.
Al comienzo la escuela fue en una casa de familia, era de bareque y el techo era de paja. En el año 1974 se gestionó para construir la escuela y se terminó en el año 1978, apoyado por la federación de cafeteros porque en ese tiempo había mucho café. “Para construir la escuela nos tocó duro, porque todo el materia se cargó en los hombros, en caballos, no había carretera”, antes los trabajos se hacían en minga para que rindiera por las difíciles condiciones.
En la vereda de El Carpintero vive el señor Simeón Calambás, él es compositor y músico, él comenta que “el músico o compositor no se hace, se nace y se debe tener mucho oído para la música”. Las composiciones que ha realizado son: Las que se Van, Las Estudiantes, El Divorciado y La Violencia me Persigue, estas canciones se escuchan en las emisoras comunitarias. Hay muchas canciones por grabar se necesita más apoyo a los artistas de la región.
Los mayores comentan que la vereda El Carpintero – Huellas Caloto, se llama así porque el dueño de la hacienda le gustaba la carpintería y también porque había muchas aves, entre ellas las aves llamadas Carpinteros.
Los mayores y las mayoras que participaron del encuentro, dejaron un mensaje a todos los niños, las niñas, estudiantes, jóvenes para que aprovechen la oportunidad de participar en los espacios de capacitación, “ser agradecidos, ser respetuosos y manejarse muy bien con las personas y con la Madre Tierra”.
Tejido de Comunicación – ACIN
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