El paro cafetero es un punto de inflexión en la lucha social en Colombia. Vimos ayer a empresarios con trabajadores oponiéndose a los TLC con Corea y Turquía en el tema siderúrgico. Eso es lo que se está moviendo en Colombia, ese es el nuevo eje de la movilización, que es lógica frente a una situación tan violenta como la recolonización, el neoliberalismo, las políticas de las multinacionales, del capital financiero internacional.
Entrevista a Aurelio Suárez Montoya, Equipo desdeabajo, Periódico Desde Abajo, Bogotá, marzo 22 de 2013
desde abajo: El paro se levanta sobre la base de un acuerdo de subsidio de $140.000 por carga, vigente por un año. ¿Qué pensar de esta solución? ¿Estamos ante una solución coyuntural? ¿En un año estaremos en igual situación?
Aurelio Suárez: El problema cafetero tiene tanto fundamentos estructurales como coyunturales. Empecemos por los estructurales. Lo primero que uno se puede preguntar es, ¿qué hacen 550 mil familias campesinas, minifundistas en unas laderas, produciendo café? ¿Por qué llegamos allá? Esto tiene que ver con problemas de distribución de la tierra en el país, por problemas históricos que todos conocemos. Es decir, estamos ante un problema de fondo, un problema que no es ni siquiera de los cafeteros, es un problema del país. Las mejores tierras en manos de grandes hacendados, y las tierras de las laderas que no deberían ni siquiera ser cultivadas, en manos de 550 mil familias.
El segundo problema tiene que ver con la división internacional del trabajo. Nosotros somos productores de materia prima cafetera, no producimos el procesado. En el mundo, más o menos 50 países tropicales producen café, pero la mayoría del grano se consume en los países del norte. Esos países desarrollaron estructuras de transformación del café, de distribución y comercialización a través de multinacionales, por lo cual hoy cinco compañías manejan más o menos el 60 por ciento de la venta del café en el mundo: Nestlé, Procter & Gamble, Kraft General Foods, Tchibo, en fin, son compañías muy fuertes. En ese panorama nosotros somos proveedores de materia prima.
El tercer aspecto tiene que ver con la estructura misma del café a nivel mundial, ¿en qué consiste esto? El café no se consume ciento por ciento de los orígenes producidos, no, el café es un negocio de mezclas. La solución de cafés de origen, especiales, de altura, es muy marginal porque Estados Unidos –que es el mercado de café más grande en el mundo después de Brasil–, el 17% del café que compra, que es más o menos 20 millones de sacos, lo consume en forma de cafés especiales, lo demás va a la mezcla. Son realidades estructurales, en donde la solución no corresponde exclusivamente a los cafeteros y, por ende, tampoco es posible conseguirlo en un paro cafetero.
Se necesita, por tanto, una política pública que tenga en cuenta todos estos aspectos, que diga, incluso, si la caficultura es viable.
da.: Decía usted que también hay factores coyunturales…
AS.: Sí. Voy a relacionar en lo fundamental tres aspectos coyunturales: 1. La disminución en la producción. Colombia producía en el año 92, 16 millones de sacos; del 2000 al 2008 produjo 11 millones, y desde el 2009 (incluso hasta 2012) produjo 8 millones; hablando entonces de una perdida enorme en producción. 2. La caída de los precios internacionales. Después de la crisis del 2008, los inversionistas se refugiaron en los commodites o productos básicos, los cuales les funcionaron algunos años, pero ya en diciembre del 2011 realizan sus inversiones, se caen los precios: caímos de 2.90 dólares a 1.45, es decir, el 50 por ciento. 3. Tasa de cambio. Esto explica porque la solución planteada en el paro –y lograda–, sirve de alguna manera. El país decidió volverse minero-energético, en dónde la variable principal de crecimiento es el capital extranjero, lo que genera una revaluación del peso frente al dólar, esto afecta el precio, porque éste es el resultado del cambio del dólar por el precio internacional. El país lo que hace es compensar esa revaluación. Yo les insistía a los cafeteros en que este paro trascendía la política cafetera, que iba contra la política económica del Gobierno.
El paro del café como política de Estado
da.: Más allá de la ruptura del Pacto del café en 1989, ¿qué errores se cometieron para que el país perdiera la importancia que tuvo como país cafetero?
AS.: En gracia de discusión se puede decir que parte de la sostenibilidad que tuvo Colombia por el café se debió al pacto internacional de cuotas. Hay una anécdota muy ilustrativa, al presidente de la Kraft General Foods le preguntaron: ¿usted está de acuerdo con el Pacto Internacional del Cuotas?, el tipo contesto: “Estoy de acuerdo porque yo le obedezco al Departamento de Estado”. ¿Qué quiere decir con eso? Que este señor entendía que estos países eran vulnerables con esas estructuras y que había que tenerlos “mantenidos” para que no se resquebrajaran y no terminaran en el bando socialista. Entonces, allí había un mensaje que mostraba que los grandes poderes mundiales sí eran conscientes de esa vulnerabilidad de Colombia y de otros países, centroamericanos, africanos, etcétera.
Por supuesto. Se cometieron otros errores. Las políticas cafeteras oficiales, antes que contener los impactos previsibles por la terminación del Pacto cafetero, ahondan en el neoliberalismo que por entonces se impone. La primera gran medida tomada: se cambió la forma cómo se fijaba el precio interno del café. ¿Cómo se fijaba? Costo más tasa de ganancia. Ahora se fija: precio internacional y tasa de cambio.
Entonces, un campesino en una ladera de Quinchía, Risaralda, está sometido a las volatilidades del dólar y de la especulación financiera –porque el precio internacional del café es producto de la especulación. Este dato es muy importante: de cada cien contratos que se negocian en la bolsa de valores solamente nueve se vuelven contratos físicos, noventa y uno son papel, son especulación. En estas condiciones es imposible que usted pueda desarrollar con cierta solidez una producción que un día sube y al siguiente baja; de esta manera, por tanto, para un minifundista es prácticamente imposible mantenerse. Y para acabar de ajustar, aquí, en vez de tratar de contener los impactos del neoliberalismo, los amplificaron: se eliminó el subsidio a los fertilizantes, se eliminaron los créditos subsidiados. Entonces, a ese libre mercado que se impone en el mercado mundial del café, se le aplica además el neoliberalismo nacional; su resultado es lo que ahora todo el mundo ve.
da.: …una crisis tremenda del café y los caficultores…
AS.: Sí, pero no es la primera, es la tercera. Antes estuvieron la del 95 y la del 2001, lo que pasa es que como en toda crisis, cada vez que se vuelve a presentar se vuelve más cruda, más profunda, entonces la gente está más gastada, la gente ya acabó con sus ahorros, ya vendió sus terneros, sus marranos, ya no tiene vacas, ya gastó todo en estos veinte años de crisis, ahora no le queda sino el café. Y todo esto en medio de la enfermedad holandesa1 y de una reestructuración económica del país.
Por supuesto no se puede olvidar el manejo del Fondo Nacional del Café. El Gobierno no hubiera tenido que acudir a los subsidios si funcionara un Fondo Nacional del Café, para el cual ahorran los cafeteros. Hoy van al Fondo 6 centavos de dólar por libra, y adicionalmente las ganancias que la Federación logra en la comercialización van a ese Fondo Nacional; pero el Fondo está desfondado, perdió todo su patrimonio, no tiene activos líquidos, pasó en dos años de 330 mil millones de pasivos a más de un billón, o sea, los triplicó. Hace quince años el inventario era de diez millones de sacos, hoy no son setecientos mil.
Cuando Jorge Cárdenas llegaba a Nueva York hace 15 años, le decía el portero del Waldorf Astoria: Good morning mr Cardenas y le abría la puerta de la limosina, porque Cárdenas era el dueño del café en el mundo. Un tipo que llegaba con 15 millones de sacos guardados en inventario en Colombia. Ponía 3 millones de sacos y bajaba el precio, o retenía dos más y lo subía. Hoy a Genaro Muñoz no le paran ni los taxis en la Quinta avenida de Nueva York. Es decir, Colombia perdió todo predominio, toda importancia, porque además se realizaron actos dilapidadores de ese patrimonio. Estamos hablando de Bancafé, la Flota Mercante, la Corporación Financiera de Occidente, la Corporación Financiera de Caldas, Alma Café, Agrícola de Seguros, hablo de una cantidad de cosas que no se quisieron decir durante el paro cafetero.
Los cafeteros siguen pagando hoy 40 mil millones de pesos anuales para las pensiones de la Flota Mercante Gran Colombiana, los pensionados de la Flota los mantienen los campesinos que estaban en paro, o sea, de la plata que nos dieron descuenten la plata de las pensiones de la Flota. Entonces, ¿qué queda del Fondo Nacional del Café?, unos edificios que no se pueden vender porque no son activos líquidos, no hay con que, y el Gobierno tiene entonces que salir a poner.
da.: Se podría decir, que además de todos los problemas que usted ha señalado, existen también problemas de productividad, de carácter técnico, ¿cuál sería el elemento central?
AS.: Esa es una pregunta de mucha pertinencia porque lo tecnológico es uno de los temas más apasionantes que existe en esta discusión en torno al café. 1. Colombia no ha disminuido su área sembrada, hemos estado entre novecientos mil y un millón de hectáreas, pero no son las mismas hectáreas. Por ejemplo, en la zona cafetera tradicional, entre Caldas, Quindío y Risaralda, se han perdido entre 40 y 50 mil hectáreas, pero se han reemplazado con hectáreas nuevas, especialmente en el sur del país: en el Huila, en el Cauca, en Nariño, y algo del Tolima, son tierras nuevas, hay que entenderlo para comprender el problema.
Esas zonas concentran una mano de obra más barata: un jornal en la zona cafetera tradicional vale $25.000, en estos departamentos puede valer entre $15.000 y $20.000; son fincas mucho más pequeñas. El dato del Cauca es aterrador, hay 90 mil caficultores y 60 mil hectáreas de café, en promedio menos de una hectárea por caficultor, en tierras que se han venido incorporando a la geografía cafetera.
2. El paquete tecnológico, que en el caso de Colombia es intensivo en fertilización: a partir del año 70, con la Revolución Verde en el café, se destruyó el bosque cafetero: los guamos, en general los árboles desaparecieron, pasamos de la variedad tradicional a la caturra, exclusivamente para favorecer el paquete de fertilizantes importados de las grandes empresas multinacionales ¿Sabe cómo llaman a los cafetales colombianos en Nueva York? Los llaman Yonkis, que significa adictos, adictos al fertilizante. Ese paquete tecnológico tiene una consecuencia muy grave, genera lo que se conoce como “suelos esqueléticos”, suelos que pierden toda la biodiversidad, la microbiota que hay allí. Esa es una de las explicaciones de por qué en Colombia, contra todo pronóstico, la broca se propagó en mucho menos tiempo de lo que se pensaba. Porque la broca llegaba muy fácil a la raíz de la planta, en tanto no existía ninguna barrera natural, porque todos los organismos que podían disputar con ella, ya no existían.
El profesor Oscar Alfonso de la Universidad Externado tiene un estudio en donde muestra como en 600 de los 1.000 municipios de Colombia, el humus del suelo está agotado. Estamos ante un fracaso del paquete tecnológico de lo que se llamó la Revolución Verde. ¿A qué se ha dedicado la ciencia cafetera? En lo fundamental a buscar variedades resistentes a la roya, primero fue la “variedad Colombia” y luego la “variedad Castillo”, esta última tiene un problema: no es igualmente productiva en todos los microclimas, aparentemente en zonas templadas y muy frías funciona, en zonas más cálidas no, pero cuando se hace un sondeo con caficultores de todo el país, se encuentra que no a todos les ha funcionado, entonces el paquete tecnológico no se ha desarrollado hacia variedades productivas, sino hacia variedades resistentes.
Vea. Nosotros llegar a obtener 12 cargas por hectárea, hoy estamos en 9 cargas, incluso hay gente que dice que en total se está produciendo menos de lo que dice la Federación, que en realidad son entre 6 y medio a 7 millones de sacos. De allí se puede concluir que bajó el precio y subieron los costos de productividad por hectárea.
Todo este modelo tal vez le funciona a lo que yo llamo los “jardines cafeteros”, una familia que tiene una hectárea de café muy bien cuidada, pero la caficultura mediana y empresarial tiene graves problemas. En Colombia el 95% de los cafeteros producen el 60% del café, el 5% restante produce el 40%, si ese sector cae, entonces “erase una vez un país cafetero”.
da.: Se puede pensar que hay una recomposición de la propiedad y que podemos avanzar hacia una caficultura de gran escala ¿Es esto posible?
AS.: No creo. En un estudio del Banco de la República de Cano y Vallejo se plantea la posibilidad de coger la altillanura y sembrarla con variedades de café robustas en grandes plantaciones. La inquietud que surge tiene que ver con que eso no resolvería el problema que hoy afrontan la mayoría de los caficultores.
De otro lado, cuando se habla de transacciones cafeteras el primer municipio era Pereira, tenía 14 o 15 mil hectáreas, hoy no llega a 10 mil, la mayoría de esas hectáreas se volvieron suelo urbano. Hay otro problema que se tocó en el paro: la superposición de títulos mineros, por ejemplo en Nariño tenemos zonas en donde se puede terminar expulsando a cinco mil caficultores, igual en Risaralda y Huila. En esas zonas se va a producir un desplazamiento y un gran conflicto por esa superposición de la minería. Anticipando esto, los caficultores preguntaban si podían seguir siendo caficultores o no.
da.: Volviendo al tema de los cafés especiales, ¿Es posible avizorar una salida desde allí?
AS.: La especialización de café en Colombia tuvo un sesgo que para mí fue un gran error: se impulsó ese tipo de café con el fin de posicionar las tiendas Juan Valdez de la Federación, se amarró la producción a ese usufructo privado. Hoy, después de 10 años, no se ha podido llegar a doscientas tiendas. Estuve en una tienda de Nueva York, pregunté consumos y demanda, le puedo asegurar que ninguna tienda consume el equivalente de 500 sacos de café al año, entonces esa no es solución, y más si va amarrada a una firma privada que la usufructúa y cobre a 3.50 dólares la tasa mediana, eso equivale a 140 dólares la libra. Por la misma, por más bulla que hagan, aquí nos dan 20 dólares, lo cual no es negocio para el cafetero. Sin embargo no desprecio ese nicho, debe estar allí, pero con otras condiciones. Hoy en Colombia hay 100 mil caficultores que reciben bono por café especial y producen 1 millón 100 mil sacos, los otros 7 millones están en manos de 450 mil agricultores y a esos también hay que tenerlos en cuenta.
Es muy importante entender que el ciclo del café ha cambiado. Hace 10 años se sembraba un palo de café y a los 4 años se le hacia una soca, a los otros 4 años se tenía que renovar, es decir, era un ciclo de 8 años. Hoy el ciclo es de 6; cuando se disminuye el ciclo hay que aumentar las hectáreas para renovación porque es una rotación del parque cafetero que no se puede dejar envejecer. Nosotros estamos renovando 150 mil hectáreas al año, es decir, apenas lo que toca. Por más que el Gobierno paga la mitad de lo que vale la renovación y que usted obtenga una tasa de beneficio, no estamos renovando a la velocidad necesaria, por problemas climáticos, por el problema del suelo, por el agotamiento del parque tecnológico, etcétera. Esto implica que la renovación hay que hacerla a los tres años, y luego a los otros tres, y si no se hace no sirve. Parte de la baja productividad se debe a que no estamos trabajando con ese ciclo.
El problema es de una magnitud enorme. ¿Qué hizo la Federación? Todo lo direccionaron para las tiendas Juan Valdez, para las utilidades de Procafecol, que hasta el año pasado –después de una década– dio utilidades, todos los demás años tienen pérdidas acumuladas de más de 100 mil millones de pesos, y entonces se abandonó la renovación y el gran volumen, se direccionó exclusivamente la caficultura a su interés y a su beneficio y cuando se dieron cuenta que los cafetales habían envejecido no supieron reaccionar, de tal manera que nos cogen dos inviernos seguidos y nos meten el último golpe.
Hoy están diciendo que estamos produciendo más café que el año pasado, pero la comparación no es con este año, la comparación es con el año antepasado porque las cosechas cafeteras son bianuales, porque así es el ciclo de la producción.
Los “errores” de la política cafetera
da.: Entonces, ¿qué hacer?, ¿qué se plantear desde los movimientos alternativos?
AS.: Hay que plantear el trabajo en varios campos: 1. El paquete tecnológico. Hay que saber que está pasando con los suelos. Tengo la sensación de que tenemos problemas de humus, unas tierras 200 años en ladera y a punta de fertilizante –David Ricardo en algo debía tener razón, los rendimientos decrecientes existen, es decir, tal vez no se necesite renovar sino dejar descansar esas tierras un tiempo. 2. Instrumentos financieros. Hay que revisar los instrumentos que apalanquen la producción cafetera en Colombia. ¿Qué tenemos que hacer para que el Fondo Nacional del Café juegue su papel? Hoy debería ser el Fondo el que aporte el dinero para los cafeteros, hay que revisar la institucionalidad. Creo, por ejemplo, que uno de los grandes derrotados de este paro fue la Federación Nacional de Cafeteros, aunque hay que decir que no tiene que ver únicamente con las personas que están enquistadas allí, sino que además hay una verdad que la gente no sabe: La Federación es un instrumento del Gobierno, el presidente de la Federación es el Ministro de Hacienda, cuando una decisión queda empatada entre el Gobierno y los gremios el Presidente es quien define el empate. Por lo mismo, el responsable de la política cafetera en Colombia no es Genaro Muñoz, el gerente de la Federación, no, es Juan Manuel Santos, lo que pasa es que cuando vienen las malas, los sacan y los ponen adelante y ellos se dejan manosear de esa manera. En ese sentido hay que resolver el problema de la independencia del gremio, su relación con el Estado, porque de lo contrario el gerente de la Federación termina siendo un empleado del Presidente.
Recuérdese que nosotros éramos el segundo exportador de café en el mundo, después fuimos el tercero, ahora somos el cuarto. Alemania importa 20 millones de sacos de café al año, pero reexporta 10, vendiéndolo al doble de lo que nos lo pagó, es decir, con las reexportaciones Alemania paga las importaciones que hace de café. Colombia le exportaba a Alemania 1 millón de sacos, ahora exporta menos de 300 mil. Hago una pregunta clave: si recuperamos la producción, ¿a dónde la vamos a vender?
da.: Esas reexportaciones de las que habla, ¿tienen algún valor agregado? Dentro de las miles de lamentaciones sobre el tema del café, una de ellas siempre ha sido que no exportamos con valor agregado, ¿sería posible dentro de las actúales condiciones?
AS.: No es posible –así como no se exporta gasolina sino petróleo–, los mercados son así. El problema es que se cometieron todos los errores juntos: Neoliberalismo, libre comercio, abandono del productor, instituciones amangualadas con el Estado y encima hicieron un reenfoque al café especial y perdimos el mercado grande, y para completar tampoco conseguimos el mercado del café especial. Starbucks tiene hoy 12.000 tiendas y Procafé 170, cien de ellas en Colombia.
También tenemos un problema muy grave de comercialización, por ejemplo, la industria torrefactora está prefiriendo el robusta2 porque la técnica de la tostión ha avanzado mucho. Usted compra un robusta africano y en el proceso industrial le adiciona un aroma de almendra y sabe delicioso, tanto así que hoy en el país dos de cada tres tazas son de café importado.
Entonces, es necesario tener claro cuatro campos: Tecnología para producir, comercialización para recuperar mercados, institucionalidad y apalancamiento financiero. Yo trabajaría en esos cuatro campos porque hay 2 millones de empleos directos en el campo, y un millón adicional relacionado con la actividad.
da: Para terminar, el movimiento que hemos visto lo dirige “Dignidad cafetera” que logra convertirse en el interlocutor válido por encima de la Federación. Dos preguntas: ¿Podría ser esta la semilla de una institución democrática de campesinos que pueda interlocutar con el Estado de una manera sistemática?, y ¿No le pareció muy tímida la actuación de los grupos de la izquierda colombiana dada la magnitud del paro?
AS: Esto que pasó no es nuevo, aquí hay sectores políticos y sociales que tenemos un trabajo en el sector cafetero desde hace décadas, le puedo asegurar que buena parte de los dirigentes que estaban en los distintos campamentos –se llegaron a tener 24 campamentos con un promedio de 95.000 caficultores por día, teniendo en cuenta la rotación (unos estaban un día y luego llegaban otros) pudieron participar 200 mil– que son los que participaron en el paro del 95 por la condonación de las deudas, en el 2001 por un apoyo gubernamental para la caficultura. Sin duda hay un aprendizaje, lo que pasa es que en la medida en que se agudiza el problema más gente se suma.
Pero, es indiscutible, también hay sectores nuevos: en el Huila esta vez se movilizaron el doble, lo del Cauca también fue importante, así como lo de Nariño; Antioquia se amplificó con respecto a otras jornadas, pero la verdad es que existe un movimiento desde inicios de los 90. Jorge Enrique Robledo, Fabio Trujillo Agudelo y yo fundamos la Unidad Cafetera, a partir de allí comenzó un movimiento que sigue vigente, al que se suman nuevos sectores. Me llamó la atención que el Gobierno quiso hacer parecer este movimiento como algo espontáneo, pero yo diría que Dignidad Cafetera –que es la confluencia de Unidad Cafetera con grupos independientes del Huila, Antioquia, sectores empresariales de Caldas– es la “Mane del café”, como la llamé en una entrevista para que la gente identificara un poco su naturaleza. Así como la Mane, en Dignidad Cafetera, ante la crisis comienzan a surgir nuevos dirigentes con distintos orígenes. Hay algo que vale la pena reseñar: cuando los helicópteros del ejército sobrevolaban los campamentos, los campesinos les sacaban la cedula cafetera, diciendo: “Aquí los que estamos somos cafeteros”.
Frente a la crisis hace muchos años se viene formando una corriente y se va abigarrando junto con otros sectores –que revela como un acierto nuestro trabajar en un frente común– de tipo gremial, frente a hechos que afectan a un sector social concreto, en contradicción con la política oficial. Creo que la presencia del Polo es marcada. Este no es un paro del Polo, pero sí es un paro en donde el Polo cuenta con una presencia importante. Eso lo sabe el gobierno, aunque trató de Marcatizarlo con Uribe, pero si él se hubiera parado en la Plaza Berrio de Medellín a decir: “Cafeteros al paro”, no le sale ni uno. Él lo que hace es montarse en una crisis que hay, nada más, es la crisis la que explica la situación.
También participó gente de la Acin y del Cric, se vincularon un poco tarde, estuvieron los últimos días, pero bienvenidos, sabemos que hay muchos compañeros indígenas, por ejemplo en el sureste antioqueño, en Andes y en Jardín. Toda esa caficultura de esos lugares es indígena; en la zona cafetera de Risaralda y de Caldas también hacen presencia. Se configura entonces un tejido que va desde empresarios hasta indígenas, pasando por campesinos minifunditas. Lo más importante para notar respecto a las organizaciones de izquierda no es que no hayan estado presentes, lo que hay que tener en cuenta es cuáles son las nuevas realidades que se están moviendo en el país. A veces ponemos el énfasis en unas cosas que al final de cuentas no son las verdaderas realidades que vive el país.
El paro cafetero es un punto de inflexión en la lucha social en Colombia. Vimos ayer a empresarios con trabajadores oponiéndose a los TLC con Corea y Turquía en el tema siderúrgico. Eso es lo que se está moviendo en Colombia, ese es el nuevo eje de la movilización, que es lógica frente a una situación tan violenta como la recolonización, el neoliberalismo, las políticas de las multinacionales, del capital financiero internacional.
Lo que tenemos, por tanto, es un campanazo que permite mirar las nuevas contradicciones en la sociedad colombiana y hacia dónde hay que marchar, porque usted puede considerarse de izquierda, pero terminar aislado frente a las movilizaciones. La izquierda colombiana está enfocada en otras cosas que por supuesto necesitan atención, pero frente a este fenómeno que irrumpe en la lucha social creo que existe un rezago de muchos sectores.
Más que una crítica es un llamado, una invocación para que entre todos nos sintonicemos y logremos llevar todo esto por mejor cauce.
AURELIO SUÁREZ, Fundador y director de Unidad Cafetera y la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria.
Notas
1 Nombre atribuido a las consecuencias perjudiciales provocadas por el aumento significativo en los ingresos de un país. Puede ser el resultado de un notable repunte de los precios de un recurso natural, la asistencia externa o la inversión extranjera directa, teniendo como resultado la revaluación de la moneda nacional, lo que genera impacto en las importaciones.
2 Es una especie de café nativo de África occidental. Es más fácil de cuidar y más barato de producir.
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